Twin Puppies

Tratando de hacer más cosas juntas, un par de gemelas decide asistir a una función de hipnotismo.

—¡Hermana por favor! —gimió en la mesa de la pequeña sala una chica de cabello claro, corto y con dos trenzas al lado de cada oreja.

—Ya te dije que no —respondió una chica bastante similar a ella, pero de cabello largo hasta mitad de la espalda.

Emma y Emily eran hermanas gemelas y compartían la mayoría de sus características, su cabello castaño claro, sus ojos avellanas, la piel clara, el vientre plano y una cadera pronunciada… pero hasta ahí terminaban sus similitudes. Emma usaba el cabello largo mientras que Emily lo prefería corto. Emma tenía una personalidad más seria mientras que Emily era más extrovertida. Y lo que aunque lo negara más le dolía a Emma: mientras que ella se quedó atorada en una modesta copa B, Emily había llegado hasta una orgullosa copa D.

Emily decía que se debía a que ella consumía más dulces que su hermana, pero Emma estaba segura de que así no funcionaban las cosas.

Las dos eran chicas de veinte años que hacía dos habían dejado la casa materna para ir a la capital a estudiar la universidad y vivían desde entonces en un pequeño departamento, pero aunque eran hermanas y se querían mucho, la verdad sus diferentes gustos les habían hecho separarse, tanto tomando carreras separadas así como diferentes grupos de amigos. Emily lo sabía y precisamente esa mañana mientras desayunaban, trataba de arreglar aunque fuera un poco el problema.

—Pero es que casi nunca hacemos nada —gimió Emily —, ya hasta siento que no te conozco.

—Estoy de acuerdo en que deberíamos convivir más —respondió Emma perdiendo un poco la paciencia —. Te puedo acompañar al cine o de compras… ¿pero en serio quieres que vayamos a un show de hipnotismo?

Y así era: el mejor plan que tenía Emily para convivir con su hermana era llevarla a un show de hipnotismo en un bar de la ciudad.

—¡Pero es que está genial! —exclamó emocionada Emily —Yo también tenía mis dudas cuando María me invitó, pero ya que fui el show no está nada mal. Y aparte, si no te gusta las bebidas que tienen ahí están deliciosas ¡y hablando de! —Emily buscó algo en el bolsillo y luego sacó unas entradas que dejó caer en la mesa —, me gané estos pases, aparte de que entraremos gratis, tenemos derecho a una bebida gratis de cortesía cada una.

Emma miró las entadas sobre la mesa y luego a Emily. Un show de hipnotismo le parecía una idea patética para pasar el rato… pero si había bebidas alcohólicas y una de ellas le saldría gratis, pues a no estaría tan mal.

—Bueno, está bien… vamos —aceptó finalmente la gemela de cabello largo con un suspiro de resignación.

—¡Sí! —exclamó victoriosa su gemela.

Esa misma tarde se pusieron en marcha para el bar donde sería el show, llegando al fin a un pequeño negocio un tanto escondido entre las calles del centro de la ciudad. Desde la fachada a se veía que era una de esas casas antiguas de la época colonial y la idea de Emma se confirmó cuando entraron y vio que tenía que pasar por un largo pasillo para llegar hasta un gran patio donde varias mesas ya habían sido colocadas y en el fondo de este, un escenario se había montado.

Emma vio a los otros clientes y tuvo un mal presentimiento. La gran mayoría eran personas ya adultas, hombres que se veían canosos o hasta calvos o mujeres con las caras surcadas de arrugas. Si bien iban vestidos de tal forma que revelaban una posición económica un tanto elevada, no dejaban de darle algo de desconfianza esas personas y más cuando estas les vieron entrar y les miraban con una sonrisa un tanto burlona.

—Aquí, aquí —dijo Emily apuntando a una mesa vacía donde las dos hermanas se sentaron.

Casi de inmediato, una chica vestida de conejita con una charola en las manos se les acercó.

—¿Ustedes son las chicas con los pases de cortesía? —preguntó la conejita.

—Así es —respondió Emily.

La conejita sonrió y dejó frente a las dos hermanas las bebidas que llevaba en la bandeja.

—Cortesía de la casa, nuestra bebida especial. Se llama Trance.

“Un nombre acorde al show”, pensó Emma tomando uno de los vasos.

—¡Gracias! —exclamó Emily tomando su bebida.

—Disfruten el show —respondió la conejita y se fue.

Emma miró a la muchacha. El traje era muy revelador, eso sí, pero había algo MÁS en la mesera que le llamó la atención: le pareció que tenía la mirada perdida.

Aun con sus dudas, Emma le dio un sorbo a su bebida y tuvo que aceptar que la verdad es que estaba buena, era como beber una malteada de fresa con un toque de alcohol, aunque había un ingrediente en la bebida que ella nunca pudo reconocer cual era.

Una vez que casi terminaron su bebida, las luces del lugar se apagaron y las del escenario se encendieron. Una máquina de humo se encendió y se dejó escuchar una música leve mientras una muchacha hablaba.

—Y ahora para su disfrute, les presentamos a la atracción de esta noche. Con ustedes, ¡el gran hipnotizador, Mesmer!

“¿Mesmer?” pensó Emma un tanto burlona “Este tipo se lo toma muy en serio”.

De detrás del escenario apareció un hombre que en efecto parecía un hipnotizador de caricatura: era alto, de cabello negro y esbelto, llevaba un traje de noche, una capa de terciopelo, un bigote muy delgado y hasta un sombrero de copa. Emma comenzó a pensar que tal vez el tipo era más un comediante que un hipnotizador de verdad, al punto de que comenzó a aplaudir animada junto con su hermana.

—Buenas noches damas y caballos —saludó Mesmer haciendo una exagerada reverencia —. Espero que estén disfrutando de la velada y permítanme decirles que la verdadera diversión está por comenzar, así que no nos dilatemos más y comencemos. Para mi primer truco voy a necesitar a un par de asistentes, así que… ¡vamos a elegirles al azar!

Una serie de círculos de luz comenzaron a pasearse por el escenario mientras un tambor se escuchaba por las bocinas, hasta que estos se detuvieron sobre la mesa de las hermanas.

—¡Y ahí están nuestras afortunadas victimas! Digo, ¡invitadas de esta noche!

Aplausos y carcajadas comenzaron a sonar por todo el lugar mientras que Emily se ponía de pie y saluda con la mano y comenzaba a andar al escenario. En otras situación Emma se habría negado a como diera lugar, pero su hermana yendo al escenario, los aplausos que le animaban y que había algo que la había envalentonado, decidió seguirle el juego a Mesmer.

Una vez las gemelas estuvieron en el escenario, Mesmer se acercó con un micrófono.

—Vaya, vaya, ¿pero qué es esto? ¿estaré viendo doble o esta noche tenemos gemelas? —bromeó mientras cosechaba algunas risas —. Díganme bellas damas, ¿cuáles son sus nombres?

—Emily.

—Emma.

Respondieron las hermanas entre risitas mientras dos conejitas subían dos sillas al escenario.

—Bien, bien, Emma, Emily —continuó Mesmer indicándole a las gemelas que tomaran asiento y luego sacando de su bolsillo un reloj atado a una cadena —. Lo que va a pasar es muy sencillo: voy a mover este reloj frente a ustedes, necesito que lo sigan con la mirada y sigan todas mis instrucciones, ¿entendido?

Las dos hermanas, con una sonrisa boba en sus rostros, asintieron.

—¡Perfecto! —dijo Mesmer y comenzó balancear el reloj frente a las dos hermanas —Ahora bien, sigan el reloj con la mirada, no le quiten los ojos de encima, sólo enfóquense en el reloj y en mi voz…

Pasaron varios minutos en los que Mesmer repetía una serie de instrucciones. Entonces Mesmer dejó de balancear su reloj, lo guardó en su bolsillo y miró a las hermanas: sus sonrisas bobas habían desaparecido, en su lugar ahora estaban con los ojos bien abiertos, con una expresión vacía en sus rostros y la boca un poco abierta.

Mesmer sonrió por otro trabajo bien hecho, se dio la vuelta miró al público y dijo.

—¡Tarán!

A lo que le siguió una ronda de aplausos que no bastó para sacar a las hermanas del trance.

—Bueno, ahora que ya tenemos a estas putitas bajo mi control, creo que la verdadera fiesta puede comenzar —dijo Mesmer con una sonrisa malévola en su rostro mientras se frotaba las palmas de las manos, miró a las hermanas y dijo —. De pie.

Las dos hermanas se pusieron en el pie en el acto.

—Ahora que comience la música —comenzó a ordenar Mesmer —, quiero que se quiten toda su ropa al son de la música, PERO, de la forma más sensual que puedan, ¿entendido?

Las dos hermanas asintieron.

—¡Venga música! —ordenó Mesmer.

De las bocinas comenzó a sonar una música de Jazz en extremo lenta y sensual. Como si hubieran estado practicando para ese día, las dos hermanas comenzaron a moverse al son de la música. Con movimientos lentos pero sensuales comenzaron a quitarse la ropa, primero los zapatos, luego las blusas, luego las faldas…

Cuando las dos hermanas quedaron en ropa interior, otra diferencia entre las gemelas fue visible: Emma llevaba un conjunto aburrido, un sostén blanco y unas bragas blancas sin chiste, mientras que Emily iba más provocativa, con un sostén negro de encaje que apenas podía soportar el tamaño de sus senos y una tanga del mismo color.

—¡Parece que Emily si siguió mi sugerencia de usar ropa interior más provocativa, señores! —festejó el hipnotista mientras aplaudía.

Cuando las dos hermanas quedaron al desnudo y sus diferencias físicas fueron más notables (aparte del tamaño de los senos, Emma llevaba rato que no se depilaba su “zona especial”), la música se detuvo y ese mismo segundo también la danza erótica de las dos hermanas, las cuales tomaron una posición rígida, con los brazos a sus lados, dándole la apariencia de muñecas.

—Bien, ahora que nuestras estrellas principales ya están listas para la ocasión, podemos continuar. Damas y caballeros, les tengo una función muy divertida para hoy —dijo Mesmer.

El hipnotizador se acercó a las dos muchachas, se colocó entre ellas y dijo.

—Muy bien niñas, cuando truene mis dedos, ustedes se convertirán en dos cachorritas muy juguetonas y obedientes, ¿entendido?

De nuevo la respuesta de las gemelas fue asentir sin emoción.

—Bien, bien —celebró Mesmer, se alejó de las gemelas y preparando sus dedos dijo —Y una, y dos, y… ¡tres!

Un fuerte chasquido de dedos hizo eco en el patio y como pasara con la música, al segundo siguiente de que se escuchó las dos muchachas obedecieron la orden.

La expresión regresó a su rostro, sonrieron y de inmediato se pusieron en cuatro patas y con la lengua de fuera comenzaron a jadear como los cachorros que ahora creían que eran.

—Guau, guau —ladraba Emily.

—Guau, guau, guau —ladró Emma por su parte mientras así como su hermana se paseaba por el escenario a cuatro patas y el público se reía de ellas.

—A ver niñas, sentadas —ordenó Mesmer y a la orden, las dos muchachas se detuvieron y ahí donde quedaron, se acomodaron sobre sus piernas, levantaron sus manos como si fueran patas y continuaron jadeando con la lengua de fuera.

Mesmer se acercó a Emily y le acarició la cabeza, gesto que claramente gustó a la muchacha.

—Bueno señores, Emily hizo un buen trabajo al traernos a su hermana para el show, ¿no les parece? —preguntó Mesmer a la audiencia a lo que ellos respondieron con una carcajada —, así que creo que se merece una recompensa.

Mesmer tomó de los cachetes a Emily y con una voz infantil dijo.

—¿Quién es una buena chica, quién es una buena chica? ¡Tú eres una buena chica!

Mientras Emily respondía lamiéndole la cara.

Mesmer entonces soltó a Emily y comenzó a bajarse los pantalones. Frente a la hipnotizada muchacha quedó un erecto pene que palpitaba y bajo la luz de los reflectores brillaba por el líquido pre seminal.

Emily cambió su expresión de alegre a una ansiosa y estuvo a punto de lanzarse sobre ese pene cuando…

—¡Quieta! —ordenó Mesmer y Emily se quedó en su lugar, gimiendo un poco desesperada.

Mesmer movió su pene de izquierda a derecha y para su satisfacción y diversión del público, Emily lo siguió ansiosa con la mirada. Mesmer sonrió y dijo.

—Bien, adelante.

Y como ya no era sorpresa, al exacto segundo después de dar esa orden Emily se lanzó sobre Mesmer e introdujo de golpe el pene de este en su boca, comenzando a chuparlo con un ímpetu que sería imposible para la Emily consciente.

Durante unos minutos en el lugar no se escuchó nada más que el sonido de una impetuosa succión combinada con saliva empapándose por ahí y por allá, hasta que luego de un momento, Mesmer tomó a Emily de su cabello para alejarlo de él y con un ahogado gruñido comenzó a venirse en la cara de la muchacha, algunas gotas de semen cayeron dentro de la boca de la muchacha, pero otras bañaron el resto de la cara de esta.

Una vez terminó, Mesmer suspiró complacido mientras Emily degustaba gustosa el semen que había caído en su boca y con su lengua intentaba alcanzar el que estuviera en su rango de alcance.

Mesmer miró entonces a Emma y se dio cuenta de que la muchacha había estado todo el tiempo sentada como perrita mirando el espectáculo, con una expresión en el rostro que delataba que ella también quería un poco de “la golosina”.

Mesmer sonrió y dijo.

—Ven a limpiar a tu hermana.

Emma ladró feliz y en cuatro patas fue corriendo hasta con su hermana, se lanzó sobre ella tumbándola al piso y comenzó a lamer su cara con voracidad en un intento de limpiarle todo el semen que escurría por su cara y tetas.

Mesmer mientras tanto aprovechó para subirse los pantalones y llamar a una de las conejitas. Esta asintió y se acercó al hipnotista.

—Ahora para mi siguiente truco —declaró el hipnotizador y se agachó, llevó su mano al pedazo de tela del traje que cubría la vulva de la muchacha y dejó al descubierto que la chica llevaba dentro de su vagina un grueso y largo consolador que el hombre precedió a sacar.

La conejita pareció disfrutar que le sacaran tamaño consolador, pero no dijo nada, ni siquiera cuando Mesmer le dijo.

—Gracias —a modo de que ella ya podía irse de ahí.

Mientras la conejita salía del escenario, Mesmer miró a las perritas. Emily ya tenía la cara limpia y ahora jugaba con su hermana a darse de lametones en el cuerpo.

—Quietas —ordenó Mesmer y las dos muchachas dejaron de jugar entre ellas y se colocaron en cuatro patas —. Emily ya se divirtió, así que empecemos con Emma.

Mesmer se acercó a Emma, colocó el consolador cerca de su nariz y esta comenzó a olfatearlo. Luego de unos segundos, Mesmer lo lanzó lejos y dijo.

—¡Tráelo chica!

Emma ladró feliz y en cuatro patas salió corriendo detrás del consolador, llegó a él, lo tomó con la boca sin importarle saborear los jugos vaginales de la conejita que lo había llevado en su interior una cantidad indeterminada de tiempo y regresó con su amo, dejando el consolador en sus pies.

—Buena chica, buena chica —le elogió Mesmer mientras le acariciaba la cabeza a Emma para el placer de esta. Luego, Mesmer se colocó detrás de Emma e insertó el consolador dentro de la vagina de la chica sin ninguna clase de ceremonia.

Esto tomó por sorpresa a la chica, pero definitivamente no se quejó, de hecho empezó a jadear como toda una perra en celo.

Una vez que a Mesmer le pareció que ya había jugado con el coño de Emma lo suficiente, sacó el consolador de su esclava y se acercó a Emily lista para repetir la jugada: puso el consolador delante de su nariz, dejó que lo olfateara un poco, lo lanzó para que la chica fuera detrás de él y lo trajera con la boca para después metérselo por “su otra boca”.

Emily resistió menos que su hermana, pues tuvo un potente orgasmo que empapó la mano de Mesmer y cayó sobre pecho, jadeando agotada. Mesmer sólo rió y mientras se limpiaba la mano miró al público y dijo.

—Bueno señores, el acto de apertura ha terminado. Seguramente ustedes saben que es lo que sigue… pero dejaré que una de mis asistentes les explique a los que tengan mala memoria o sean nuevos entre nuestro selecto grupo.

A la orden, una de las conejitas tomó el micrófono y comenzó a explicar.

—Ahora pasaremos a hacer una subasta para ganar la oportunidad de pasar algo de tiempo de calidad con nuestras invitadas de esta noche. Las dos personas que oferten más serán las ganadoras, ¡así que preparen sus chequeras!

Mientras las ofertas comenzaban a volar, otras conejitas salieron de detrás del escenario, cada una cargando un collar y una correo que procedieron a atar en los cuellos de las hermanas. Luego fueron por unos platos en los que pusieron unas croquetas y los pusieron frente a las muchachas, las cuales comenzaron a comer gustosas el alimento para perro.

Cuando las dos perritas estuvieron listas, la subasta había terminado.

—¡Y los ganadores de nuestra subasta son el señor Ibáñez y la señora Álvarez! —anunció la conejita.

De entre el público se levantaron dos personas. Ibáñez era un hombre calvo y obeso, pero por la calidad de su traje se podía ver que era de una posición económica privilegiada. Lo mismo iba para la señora Álvarez, pues aunque se veía en su rostro que estaba en los cincuenta, las joyas que colgaban por su cuerpo denotaban que dinero no era precisamente lo que les faltaba.

Los dos afortunados tomaron lugar cerca de cada una de las hermanas. Ibáñez al lado de Emma y Álvarez al lado de Emily. Las conejitas se acercaron a cada uno y les ayudaron a desvestirse. Ibáñez dejó al descubierto una gran polla que era casi tan grande como el dildo con el que habían jugado con las gemelas mientras que a Álvarez, las conejitas le ayudaban a ponerse un strap on con un dildo con pinchos.

—Y ahora, ¡que la fiesta comience! —declaró la conejita que ahora fungía de maestra de ceremonias.

A Álvarez no tuvieron que decírselo dos veces. Se hincó tras Emily que continuaba entretenida con su comida, acarició sus nalgas con una mirada lujuriosa en sus ojos y sin ninguna ceremonia introdujo el dildo en la vagina de la gemela. Emily sacudió un poco la cabeza al sentir aquellos pinchos en su interior, pero al mismo tiempo comenzaba a babear y a jadear como si aquello fuera lo mejor que le hubiera pasado en su vida.

Mientras tanto, Ibáñez miró el trasero de Emma y se relamió los labios. Pasó sus manos por los labios vaginales de la muchacha y pronto sus dedos quedaron bañados por los fluidos de la muchacha. El hombre sonrió e introdujo su dedo índice en el ano de la muchacha, lo cual solo le sacó una pequeña sacudida en la cadera de esta.

—Ya jugaron mucho con tu coño perrita —dijo el hombre divertido —, así que yo voy a jugar con otro lado.

El hombre sacó el dedo del ano de Emma, luego tomó su gran miembro y lo apuntó al ano de la muchacha y aprovechándose de la poca lubricación que tenía, comenzó a empujarlo hasta entrar a la muchacha.

Emma por su parte sintió la invasión en su cuerpo… pero más que sentir dolor sintió una indescriptible ola de placer, todo gracias a que Mesmer le había puesto la orden de que todo el dolor que sintiera sería convertido en placer.

Emma sintió su interior lleno por la carne de aquel hombre y sintió que no podía moverse, y menos cuando aquel hombre tomó la correa de la muchacha, la jaló y él comenzó a montarla con violencia.

El placer que Emma sentía era tal, que su mente terminó de ponerse en blanco. Ya no era una humana ni una perra, era una cosa que sólo sentía placer. Sus ojos se rodaron lo más que pudieron hasta arriba hasta que sus ojos se pusieron blancos, su mandíbula se abrió en exceso y su lengua salió lo más que pudo junto a chorros de saliva.

Incluso ya no ladraba, intentaba formar palabras pero estas se ahogaban en su garganta y la muchacha no podía decir nada más.

Finalmente luego de varias embestidas, Ibáñez dio un profundo gruñido, tomó a Emma lo más que pudo de las caderas y lo llevó a él, sintiendo un poderoso orgasmo que bañó el interior de la muchacha quien también sintió un poderoso orgasmo cuando sintió sus intestinos inundados por el semen del hombre.

Cansado, Ibáñez sacó se pene del interior de la muchacha permitiendo que Emma cayera boca abajo exhausta, pero con una gran sonrisa de satisfacción que nunca volvería a tener después de esa noche.

Emily por su parte estaba igual que su gemela. Álvarez ya se había terminado de divertir con ella y ahora estaba recuperando el aliento.

—Y eso fue todo por esta ronda señores —informó la conejita —. Vamos a darle unos minutos a nuestras perritas para que descansen y les daremos una oportunidad de ofertar para pasar a la ronda dos, ¡no se nos vayan!

Si quedara algo de inteligencia en el cerebro de Emma, la muchacha habría sabido en ese momento que le esperaba una noche muy larga por delante.

Emma abrió los ojos. Miró para todos lados y vio que estaba en habitación. Se levantó un poco y se estiró, pero pronto lo lamentó. Estaba adolorida, le dolían principalmente las rodillas y las manos, así como el culo.

Trató de hacer memoria y recordó vagamente que luego de tomar unas copas con su hermana en aquel bar donde le llevó a ver el show de hipnotismo, salieron y aprovechando que estaban en el centro, fueron de paseo a más antros, recordó que había conocido a un chico guapísimo… y de ahí el alcohol se encargó de borrarle la memoria. De seguro se habían pasado de copas y ahí estaban las consecuencias.

Emma salió de la cama y fue a su ventana donde vio la calle. La verdad no había estado tan mal la salida, al final del día se había divertido. La muchacha miró a su mesa de noche y junto a un collar para perros vio una par de entradas para el show de hipnotismo de Mesmer.

Sonrió. Tal vez invitaría a su amiga Valentina para que le acompañara a ver la siguiente función.