Twin Puppies 2

Continúan las aventuras de las gemelas bajo las garras del depravado Mesmer. ¿Qué sádico plan tendrá ahora en mente el hipnotizador para sus cachorritas?

Con la cara apoyada sobre su puño, Emma miraba por la ventana trasera de aquel auto pasar los árboles al lado de la carretera.

Suspiró. No sabía a razón de qué había aceptado unirse a ese viaje, pues la idea le parecía de lo más estúpida del mundo.

Luego de su primera ida al show de hipnotismo, había decidido invitar a su amiga Valentina y tras eso, las gemelas y la amiga se volvieron clientas frecuentes del lugar al punto de que eventualmente hicieron amistad con Mesmer, a quien descubrieron que su nombre real era Michel y que Mesmer era el nombre artístico.

Para Emma era obvio que el hipnotista quería ligarse a su hermana y había resultado que le había invitado a una casa de campo que tenía a las afueras de la ciudad y para que no se viera mal, también la había invitado a ella y a Valentina. Recordó que le pareció mala idea que tres mujeres estuvieran a solas con un hombre, pero le pareció más raro que al acto las tres chicas aceptaron sin chistar y bueno… ya había dado su palabra y tenía que cumplir.

Miró hacia adelante del auto y en el asiento del piloto y del copiloto vio a Michel y a Emily respectivamente charlando muy animados mientras que a su lado en el asiento de atrás, vio a Valentina revisando la pantalla de su Smartphone.

Observó bien a la muchacha. Si bien ella era su amiga, tenía que aceptar que era la más guapa de su curso en la escuela: Cabello pelirrojo largo y ondulado, una carita angelical acentuada por unas pecas que le daban todavía más un aspecto inocente, unos ojos cafés, unas tetas que si bien no eran tan grandes como las de su hermana si eran más grandes que las suyas, un abdomen plano que delataba que era miembro del equipo de volley ball de la escuela y unas caderas anchas de las que solía hacer gala cuando salían a bailar.

La pelirroja sintió la mirada de su amiga, así que despegó los ojos de la pantalla del teléfono y la miró.

—¿Qué? —preguntó con una sonrisita.

Emma no pudo evitar ponerse roja y desviar la mirada.

—N-nada —dijo regresando a mirar por la ventana.

Valentina rió y dijo:

—No estés de amargada. Ya te dije que será divertido.

Emma se animó a mirar a su amiga y sonreír.

—Sí.

Michel condujo por un par de minutos más su auto hasta que hizo el anuncio:

—Y llegamos.

Las tres muchachas miraron al frente y se sorprendieron: había llegado a una enorme casa en el campo con bardas muy altas que protegían de la vista lo que a ellas les pareció un gran patio trasero.

—¡Mira el tamaño de este lugar! —exclamó Emily con infantil emoción una vez bajaron del auto cuando este se estacionó cerca de la entrada—. ¡Tu familia debe ser rica!

—De hecho —respondió Michel con una sonrisa burlona.

—¿Entonces cómo terminó un hijo de papi en un espectáculo de hipnotismo? —preguntó Emma.

La pregunta podría parecer algo descortés, pero Michel no dio muestras de molestarse.

—Bueno, un hombre necesita de pasatiempos, ¿no creen? —respondió.

Michel abrió la puerta de la entrada y los cuatro entraron, lo que sólo servía para aumentar la impresión de las muchachas: por dentro la casa era más grande de lo que parecía por fuera, siendo incluso más grande que las casas donde ellas habían crecido, además de que el lugar estaba lleno de muebles y ornamentos que se veían muy finos.

Emma tuvo miedo de tocar algo y romperlo, pues supuso que le tomaría un buen rato pagar por eso.

Michel las guió hasta la sala de estar de la casa, donde si bien Emily y Valentina se sentaron sin problemas en los sofás, Emma sí se mostró un poco reticente por miedo a dañarlos, pero se terminó sentando de todos modos.

Una vez las tres muchachas estuvieron sentadas, Michel permaneció de pie al lado de la entrada de la habitación y dijo:

—Bueno, ya que estamos todos reunidos, dejen les traigo los regalos que preparé para ustedes.

Y salió de ahí dejando a las tres muchachas mirándose confundidas. ¿Regalos? ¿A razón de qué? Si ese tipo realmente quería ligarse a Emily, estaba dispuesto a quedar bien con la hermana, ¿pero porqué con la amiga de Emma?

Momentos más tarde Michel regresó, pero traía con él tres bolsas de papel, cada una con el nombre de la respectiva chica.

—Tengan —dijo Michel pasándole a su respectiva chica la bolsa de papel—. Espero que les guste.

Las chicas se obligaron a sonreír pese a lo rara de la situación y tomaron las bolsas que les correspondían. Antes de abrirla, Emma revisó el contenido con el puro tacto y pudo deducir que dentro había una diadema y algo que parecía peluche.

Las muchachas abrieron las bolsas y sus reacciones fueron variadas: Emily rió como si fuera un chiste, Valentina levantó la ceja tratando de comprender qué carajos mientras que Emma sí se mostró molesta:

—¿Qué clase de broma es esta?

Dentro de la bolsa de cada una de las chicas estaban los tres mismos objetos: una diadema con orejas de perro, un collar para perro y un tapón anal con lo que parecía una cola de perro en él.

Michel mientras tanto sólo rió por la reacción de las muchachas y respondió a la pregunta de Emma:

—Una que sólo a mí me hace gracia.

Y tras decir eso, chasqueó los dedos.

El efecto fue inmediato en las tres muchachas: el brillo en sus ojos se apagó y sus expresiones faciales se relajaron. Así de bien ya tenía Michel condicionadas a sus víctimas luego de tantos shows de hipnotismo donde ellas habían sido las estrellas: ya bastaba algo tan simple como un chasquido de sus dedos para ponerlas bajo trance y convertirlas en muñecas obedientes.

Dicho y hecho, Michel rió como si él hubiera sido el único en la sala en entender un chiste mal contado.

Se dirigió al sofá en el que se habían sentado Emily y Valentina y se sentó entre las dos muchachas, estirando los brazos para abrazar a ambas y atraerlas a sí mismo.

Sonrió burlón y dijo:

—Ah, me gusta compartir mis juguetes y más si los peces gordos de la ciudad me pagan por jugar con ellos… pero a veces un hombre quiere un tiempo para él y jugar a solas con sus juguetes favoritos, ¿no les parece muñecas mías?

Preguntó refiriéndose a Emily y Valentina, quienes respondieron con un monótono:

—Sí.

Michel entonces les dio un beso en la mejilla a cada una, luego miró a Emma y le dijo:

—Chiquita, ven y dame un masaje de hombros.

Emma dejó de lado la bolsa con aquellos regalos tan “pintorescos” y se paró de su lugar para luego ir atrás de donde estaba Michel y comenzó a darle un masaje.

—Esto es vida… —dijo el hipnotizador con una sonrisa en la cara— Pero como que falta algo. Emily, Valentina: Oral.

Las dos muñecas que tenía a su lado recobraron la vida y sumisas, comenzaron a desabrochar el pantalón de su dueño para sacar el miembro de este que para ese momento ya estaba bien erecto. Ambas muchachas comenzaron a turnarse para llevarse el pene de su señor a su boca mientras la otra le daba unos tiernos lengüetazos tanto en el tronco como en el escroto y luego de tantas noches en el show de hipnotismo las dos muchachas habían obtenido tanta experiencia en el arte de los orales que Michel no tardó mucho en venirse en las caras de las dos muchachas.

Una vez el delicioso orgasmo terminó, Michel decidió que debía pasar al siguiente acto que tenía pensado para su diversión, pero primero…

—Limpien a la otra con sus lenguas —ordenó.

Acto seguido, Emily y Valentina se acercaron y comenzaron a lamer el semen que embarraba el rostro de la otra. Emma mientras tanto, detrás de su amo miraba la escena, su mente estaba en blanco pero al ver a Valentina lamer la cara de su gemela, no pudo evitar sentir algo que podría interpretarse como celos.

Una vez en los rostros de las muchachas no quedó rastro de semen de su dueño, Michel prosiguió:

—Bueno, vamos al acto principal. Las tres, al frente.

Sin decir una palabra, las muchachas dejaron lo que estaban haciendo y obedientemente se colocaron frente a Michel en posición de firmes con los brazos al costado de sus caderas, dándole apariencia de lo que eran en ese momento: nada más que muñecas.

La sola vista de tres hermosas jóvenes en total atención de sus deseos bastó para que el pene de Michel volviera a erectarse aunque no hacía mucho había recibido las atenciones de Emily y Valentina.

—Soy de los que les gusta desenvolver sus regalos —dijo Michel poniéndose cómodo en el sofá—. Pero sería tardado desvestir a tres chicas así que…

Michel sacó su celular, navegó un poco en Youtube hasta que encontró una canción de jazz ligero.

—Chicas —comenzó—, quiero que se comiencen a desnudar al ritmo de esta canción, lo más sensual que puedan y con una bonita sonrisa en sus caras.

El rostro de las tres muñecas recuperó de inmediato la vida, pues una sonrisa se dibujó en sus rostros y sus cuerpos comenzaron a moverse al ritmo que les marcaba el saxofón, primero quitándose los tenis, luego las calcetas, luego las blusas… cada movimiento parecía enfocado en excitar a su macho y vaya que lo estaban logrando, pues mientras las muchachas iban quitándose la ropa, quedando más y más cerca del desnudo total, Michel acariciaba su verga con una gran sonrisa en el rostro.

Cuando la última prenda de ropa voló y las tres muchachas al fin quedaron desnudas, Michel detuvo la canción que sonaba en su teléfono, con lo cual las tres sensuales muchachas perdieron la sonrisa de su rostro y mientras retomaban su posición de firmes, volvían a ser las muñecas inexpresivas en espera de las órdenes de su dueño.

Michel se puso de pie para observar a las tres muchachas como Dios las había traído al mundo. Pudo constatar que Emily tenía por mucho las tetas más grandes de las tres y Emma las más chicas, aun así las tres tenían un tamaño bastante aceptable. También en el pubis tenían sus diferencias: Valentina se veía que no había “podado” el área en un buen rato, Emma lo había hecho pero algunos pelos ya estaban comenzando a crecer y Emily era la más lampiña de las tres.

Era obvio que no era la primera vez que las veía con su traje de cumpleaños, pero a Michel le daba algo de placer ver a las chicas más populares de su negocio, completamente para él solo.

No se resistió y le dio una nalgada a Emma y besó a Emily, la que por mucho era su favorita y a la que tal vez, sólo tal vez, le lavaría el cerebro para hacerla su novia y eventual esposa, aunque también le excitaba la idea de embarazar a las dos gemelas y lavarles el cerebro para que gustosas aceptaran sus roles de madres soleras, criando juntas a sus dos hijos, a veces fantaseando con lo sexys que se verían las dos gemelas desnudas en una cama, con sus panzas de embarazadas y con sus pezones escurriendo leche materna, mientras ellas, con el cerebro totalmente lavado, le miraban enamoradas y agradecidas de llevar en sus vientres a los hijos de ese hombre.

Dejo de besar a Emily y le apretó los pezones, lo que a la muchacha apenas le arrancó un gemido de placer.

—¿Quieres que te embarace? ¿Quieres que te embarace? —preguntó con el mismo tono con el que uno se dirigiría a un bebé.

—Sí… —gimió Emily, totalmente entregada a su amo.

Michel sonrió y dijo:

—Bueno, ya decidiré después si te embarazo, mientras tanto, quiero disfrutar para mí solo el acto más popular de mi negocio.

Se dirigió a los sillones donde las bolsas que les había dado antes a las muchachas seguían ahí en espera, las tomó y primero tomó las orejas y collares de perro y se las puso a cada una, luego… seguía el tapón anal con la cola de perro para completar el paquete.

—En cuatro y abran bien las piernas mostrando lo más posible el culo —ordenó y sin chistar, las tres muchachas pronto asumieron la posición que se les había ordenado, abriendo ellas las piernas tratando de que su agujero rectal quedara lo más abierto posible.

Con una sonrisa, Michel miró esos tres ojetes. Luego de varios usos que le habían dado sus clientes durante las funciones, no sólo ya no eran vírgenes sino que también estaban bastante dilatados. Se había necesitado un par de sugestiones para que ellas no notaran algo diferente allá abajo.

Pero aunque con esa anchura que ahora disponían esos agujeros los tapones cabrían sin problemas, pero aún así se necesitaba algo de lubricación y Michel lo sabía… pero la conseguiría por métodos pocos convencionales.

Se acercó a Valentina, acarició su blanco culo y luego, sin dar ningún aviso, introdujo el tapón dentro de la vagina de la pelirroja, la cual ante tal inesperada invasión, pese a su inconsciencia no pudo evitar soltar un gemido de excitación.

Con el tapón Michel comenzó a masturbar a la muchacha hasta que los fluidos de esta comenzaron a fluir y empaparon el tapón lo suficiente para que al comenzar a meterlo por el ano de ella, se introdujera hasta lo más que pudo, haciendo que la muchacha tuviera ahora una bonita cola blanca saliendo del trasero.

Michel miró con una sonrisa su obra de arte, ya casi todo estaba listo, sin embargo…

—Faltan dos —dijo mirando los culos de las gemelas.

Repitió el mismo procedimiento con Emily y Emma, con las cuales la única diferencia fueron sus reacciones cuando fueron invadidas: Emily soltó gemidos de placer mientras que Emma unos pequeñas gruñidos que delataban que pese a su inconsciencia, le seguía molestando esa invasión a sus zonas privadas.

Pero eso no detuvo a Michel hasta que vio su obra terminada: tres obedientes muchachas desnudas, a cuatro patas, con orejas, correa y cola de perro a su total disposición.

Se sentó de vuelta al sillón frente a las tres muchachas quienes se mantenían en la posición que se les había ordenado pese a la incomodidad que sentían en sus extremidades y anos, cruzó las piernas, apoyó el mentón en su puño y dijo:

—Comienza la diversión —levantó la mano preparando un chasquido y dijo—. Pequeñas cachorras.

Chasqueó los dedos.

El efecto fue inmediato: los ojos de las muchachas se iluminaron y una sonrisa se dibujó en sus rostros. No se pusieron de pie, en cambio sacaron la lengua, levantaron la cara para mirar a Michel y al unísono una sólo palabra salió de sus bocas:

—¡Woof!

Las tres chicas de inmediato se pusieron de cuclillas, con sus manos cerca de sus senos, con una sonrisa boba y jadeando con la lengua de fuera. Se habían convertido en las cachorritas amaestradas que tanto éxito le habían traído al buen Michel en su show nocturno.

—Bienvenidas de vuelta mis cachorritas —dijo Michael a lo que las tres perritas respondieron con un ladrido.

El hipnotista comenzó a acariciar la cabeza de Valentina, a lo que esta contestó ensanchando su sonrisa y dejándose mimar. Al acto, Emma acercó su cabeza y con esta comenzó a pelear por el cariño que la mano del amo le daba a su competidora pelirroja y mientras tanto, Emily aprovechaba que de su lado no había nadie con quien competir y aprovechó para tirarse boca arriba al lado de su amo, en un intento de llamar su atención y que este le rascara la barriga; funcionó, pues mientras Michel dejaba que Emma y Valentina se siguieran peleando por su mano izquierda, estiró su mano derecha para rascar la barriga de Emily, lo que le arrancó a esta unos jadeos de gusto.

Michel estaba embelesado viendo cómo Emily disfrutaba del gesto, cuando algo pasó: Emma se abalanzó sobre él y comenzó a lamerle la cara.

—¿Qué pasa chiquita? —preguntó Michel divertido—. ¿Quieres más mimos?

Pero ese no parecía ser el caso. Emma dio un pequeño ladrido y luego un saltito para en cuatro patas salir a buscar una puerta en específico y cuando la entró, comenzó a darle golpes con la mano que tenía por pata.

Al ver la escena, Michel rió y comprendiendo lo que pasaba dijo:

—Pero que educada.

Emma estaba pidiendo que le abrieran la puerta del jardín.

Michel se puso de pie y en compañía de las otras dos perritas se dirigió hacia donde estaba Emma y abrió la puerta.

—Ve chiquita.

Emma dio un ladrido de gusto y en cuatro patas se echó a correr al jardín. Llegó hasta un extremo de este y comenzó a olfatear hasta que se detuvo en el tronco de uno de los árboles, levantó una de sus piernas y entonces pasó: un chorro de líquido caliente comenzó a bañar las raíces de este.

Mientras la gemela de cabello largo hacía lo suyo, Michel miraba divertido la escena pensando que sería divertido sacar del trance a la muchacha justo en ese momento mientras las dos perritas miraban a su lado.

Pero Emma terminó lo suyo y Michel no la sacó del trance, por lo que siguió con la mentalidad de una perrita y ya viéndola desocupada, Valentina fue con ella y comenzó a olfatearla, lo que le dio al hipnotista una perversa idea para continuar con su malsana diversión.

Llamó  a Emma y a Valentina y las llevó de vuelta a la sala. Una vez ahí dentro, como hiciera en sus shows metió consoladores en las vaginas de las gemelas y una vez que estos estuvieron bien bañados con los fluidos de las muchachas, se los dio a las dos gemelas para que jugaran con ellos como si huesos de juguete se trataran y mientras ellas se divertían, Michel fue por una correa que ató al collar de la pelirroja.

—Ven chiquita —le dijo con cariño—, tengo que prepararte para nuestro siguiente juego.

Y los dos salieron de la habitación mientras las gemelas continuaban jugando con sus huesos-consolador. Así con la mente de perro que tenían, no fueron conscientes de cuánto tiempo fue el que pasó hasta que escucharon los pasos de su amo y de Valentina regresar a la sala.

Las dos cachorritas dejaron lo que estaban haciendo pues algo llamó la atención de ambas: la actitud de la pelirroja, pues la vieron caminando algo chueca y con la cabeza agachada.

Michel y Valentina se plantaron frente a ellas, el hipnotista se hincó junto a la muchacha para quitarle la correa y tras acariciarle la cabeza, ordenó:

—Sentada.

Valentina así lo hizo sentándose sobre lo que para ella eran sus patas traseras y lo que vieron sorprendió a las gemelas aun con sus cerebros iguales a los de un can: La cara de Valentina estaba toda roja, la muchacha jadeaba un tanto ansiosa, pero lo que resaltaba más era que ahora llevaba un strap on con un gran dildo negro.

Las gemelas miraban un poco intimidadas el dildo entre las piernas de su amiga, como si aún en su trance fueran capaces de comprender lo que estaba por ocurrir, pero Michel no quería correr riesgos; se acercó a las hermanas y explicó:

—Me pareció algo muy divertido de hacer: cambié un poco la programación de Valentina, en lugar de que sea una adorable cachorrita como ustedes, la convertí en un perro macho ansioso por aparearse. Ahora, ¿cuál de mis lindas perritas será la afortunada?

Las perritas no dijeron nada, todavía intimidadas por la transformación que había sufrido Valentina, por lo que Michel se limitó a sonreír y se levantó para ir con la pelirroja, le acarició la cabellera y dijo:

—Escoge a una.

Una sonrisa se dibujó en el rostro ansioso de Valentina, dio un ladrido y comenzó a andar hacia las gemelas quienes pese a verse intimidadas, no se animaron a moverse de su lugar.

Valentina primero fue con Emily y comenzó a pasarle la nariz por todo el cuerpo mientras Emma veía la escena aunque su reacción era bastante contradictoria: por un lado su cuerpo se estremecía ante la perspectiva de que fuera ella con quien ese perro se fuera a aparear, por el otro no pudo evitar gruñir un poco al ver la atención que su hermana estaba obteniendo de la pelirroja.

Pero lo que fuera que Valentina estaba buscando, no lo encontró en Emily, porque de inmediato saltó a con Emma y comenzó a olfatearla toda hasta que eventualmente llegó hasta su área púbica. Olió un poco más, entonces sonrió y dio un ladrido y se abalanzó sobre la muchacha.

Emma se mostraba asustada por el desplante de violencia con el que su amiga quería ponerla en posición para penetrarla, pero tanto su cerebro lavado para creerse una perrita como algo dentro de ella, le hicieron que no pusiera resistencia y se acomodara en cuatro patas, con el culo alzado y con las piernas separadas, todo para que Valentina pudiera penetrarla.

La pelirroja por su parte por obvias razones nunca había tenido pene y jamás había tenido sexo lésbico, mucho menos de esa forma, pero la calentura en la que estaba y el lavado de cerebro al que le había sometido Michel hicieron que para ella penetrar a Emma le saliera de forma muy natural. Por su parte, Emma sintió como enorme juguete de plástico se metía sin problemas en su interior gracias a toda la lubricación a la que había sido sometida en gran parte del día, pero la sorpresa no paró cuando con gran vigor Valentina comenzó a mover su cadera para embestirla y meter una y otra y otra vez ese pedazo de plástico que ella creía que era un pene, al punto de que los brazos de la muchacha no pudieron con la presión y tras temblar un poco, cedieron provocando que del torso para arriba el cuerpo de la muchacha cayeron al suelo.

Aunque había sorpresivo y luego un poco doloroso tener un juguete de este tamaño penetrándola, ahora Emma sólo podía sentir tal placer, que su mente se había puesto, si era posible, todavía más en blanco, sin embargo, había algo que ni la hipnosis de Michel ni las olas de placer que estaba sintiendo podían quitarle: un extraño sentimiento de felicidad de que Valentina la hubiera elegido a ella y no a Emily.

Mientras esas dos chicas copulaban, a su lado Michel y Emily miraban el espectáculo, el cual era tan erótico que bastó para poner el pene del hipnotizador bastante duro al punto de que él se masturbaba frenéticamente mientras a su lado Emily, todavía sentada en lo que para ella eran sus patas traseras, estaba tan excitada por la escena que un hilo de sus fluidos comenzaba a chorrear desde su vagina y empezaba a escurrir por todo el piso.

Michel vio eso, sonrió y decidió que no iba a gastar una erección en su mano, así que se acercó a Emily y tomándola desprevenida la empujó para que cayera de espaldas contra el suelo, luego se abalanzó sobre ella y así como hiciera Valentina con Emma, no tuvo reparos en penetrarla de golpe, lo que le arrancó una exclamación de sorpresa a la perrita.

Sin embargo, tras varias embestidas en la sala de la casa lo único que se escuchaba era el sonido de aquellas carnes chocando una con otra, los jadeos de placer de las gemelas, a Valentina jadeando y aullando como un verdadero macho en brama que estuviera estableciendo su dominio sobre Emma y los gruñidos de placer de Michel y al final, luego de varios minutos, como si Valentina y su amo se hubiera puesto de acuerdo, sintieron un poderoso orgasmo que marcó el final de aquella primera carrera, con Michel gruñendo mientras sentía como bañaba las entrañas de Emily con su semen y con Valentina creyendo que hacía lo mismo con Emma.

Una vez terminó, Valentina salió del interior de Emma y se tiró al suelo a descansar mientras que a Emma al fin sus piernas le fallaron y se terminó dejar de caer al suelo mientras que Michel cayó un poco sobre Emily, quien recompensó a su macho dándole un par de cariñosas lengüetadas en la cara.

Michel sonrió por el cariño recibido y al fin salió de su chica. Se sentó en el suelo a ver cómo las tres chicas también se encontraban agotadas luego de ese polvo… pero aunque estaba cansado, no pensaba detenerse ahí, pues sería un tonto al desperdiciar esos tres cuerpos bajo su control.

Se acercó a Emma y le acarició una de sus nalgas, ahora le apetecía probar un poco de ese culo.


Emma comenzó a recuperar poco a poco el sentido. Sintió que estaba acostada en una cama que no reconoció como suya; antes de abrir los ojos intentó recordar cómo había llegado ahí, pero su memoria estaba en blanco. Movió un poco el cuerpo y sintió su zona genital un poco adolorida… de seguro otra noche loca como las que ya llevaba rato viviendo. Ok, era el momento de abrir los ojos.

Los abrió y al ver lo que tenía enfrente pensó que tal vez seguía soñando: frente a ella estaba Valentina mirándole igual de confundida que ella.

La sorpresa fue tal que dio un salto para alejarse, pero al hacerlo y reincorporarse, se dio cuenta de un pequeño detalle: estaba desnuda. Y otro pequeño detalle: Valentina también lo estaba.

—¿Q-qué pasó? —preguntó Emma con la cara tan roja como el cabello de su amiga.

—Bueno… supongo que nos pasamos de copas —respondió Valentina con una sonrisa nerviosa.

La explicación resonó en la cabeza de Emma y recordó que habían ido a la casa de Michel a pasar el fin de semana. Eso tenía que haber sido, de seguro en la noche se pasaron de copas y ella y Valentina terminaron sólo durmiendo en la misma cama… era lo que quería pensar, pero el dolor en sus partes intimas le confirmaba que no habían ido a la cama sólo a dormir.

—C-cre-creo que lo hicimos —dijo Emma con la cara que no dejaba de ponérsele más y más roja.

En respuesta, Valentina rió y dijo:

—Supongo. ¿Te molesta?

Emma miró a Valentina. Se veía tan hermosa desnuda, con su cabellera roja alborotada por lo que probablemente habían sido horas y horas de amor lésbico. De repente, se sintió impulsada a acercarse a ella y a besarla en los labios.

Mientras las dos muchachas jugueteaban con sus lenguas y con sus manos exploraban el cuerpo de la otra, al otro lado de la habitación sentado en un sillón y con las piernas abiertas, Michel observaba la escena con una sonrisa. La razón de estar sentado así, es que en ese momento una Emily desnuda y con los ojos en blanco chupaba la verga del hipnotista como si no hubiera nada más importante en la vida.

Michel observó como Valentina comenzaba a chupar los pezones de Emma. Había funcionado: las dos chicas eran hetero, pero les había lavado poco a poco el cerebro para hacerlas lesbianas. Un final feliz un tanto retorcido para esas dos.

Acarició la cabeza de Emily y continuó disfrutando de esa mamada, pensando en que todavía tenía que decidir si embarazaba a esas muchachas o no.

AFTERWORDS:

Siguiente mes llega la segunda parte de Proyecto Hypnodiva. Fin del comunidado.