Tuya 24 horas (2)

Segunda parte del encuentro...

Cuando llamé a la puerta mientras estaba a cuatro patas, sabía que ya no había marcha atrás, que por fin había llegado nuestra primera sesión. El que me hiciera desnudarme con la puerta aun sin cerrar, fue algo que no esperaba porque él sabía perfectamente que esas cosas no me gustaban mucho. Pero sin embargo lo hice, estaba dispuesta a todo por mucho que me costara. Y me vi totalmente recompensada con su beso en mi boca y su forma de acariciarme el culo.

Me dijo que quería que fuera al sillón y se la comiera, y la verdad es que estaba tan caliente en aquel momento que era lo que más deseaba. Me acerqué a él despacio, porque sabía que le encantaba mirarme. Saque mi lengua despacio y cuando ya estaba muy cerca de su polla, me dijo "para perrita, ¿no te falta algo?". Me descentró de tal manera que no sabía a qué se refería. Se levantó un momento y de una pequeña bolsa sacó un collar. Me lo puso acariciándome a la vez el cuello, y me dijo "ahora si". Una vez más estaba a punto de rozarle, pero aun no se muy bien porque le dije "¿No falta algo?". Pensé que pagaría caro aquel descaro, pero él se empezó a reír. "¿Qué falta, perrita?". "Mis manos en la espalda, como a ti te gusta" dije yo. No lo pagué. Al contrario, se agachó un poco y me dijo al oído "qué rápido aprendes". Estaba orgulloso de mí, podía sentirlo, y yo cada vez más y más caliente sabiendo que le gustaba.

Me dejó comérsela un rato, despacio, lamiéndole de arriba abajo, suavemente y metiéndome su polla en mi boca. Aun así no me dejo todo el rato que a mí me hubiera gustado.

En un instante, me retiró su polla y me dijo: "Perrita vete a la cama. Túmbate y acaríciate esas tetas que me vuelven loco...quiero verte hacerlo". Me fui hacía allí a cuatro patas, como su perrita y me tumbé. Me empecé a tocar, cada vez más fuerte, apretando más y disfrutando muchísimo de cómo me miraba. Quería bajar mi mano, tocarme el coñito y sacarme aquellas bolas que aún tenía....pero no me dejaba hacerlo. Mi coño estaba empapado y otra vez tenía aquel calor dentro de mi culo. ¿Me estaba poniendo a prueba? No podía más. Pero justo en aquel momento me dijo que parara.


Se acercó a mí a cuatro patas. Muy despacio. Yo estaba sentado en el sillón y me parecía una eternidad. Le miraba a sus ojos. Le clavaba mi mirada en la suya. Me gusta mirarla así, mirar cómo viene hacia mí a cuatro patas sin nada de ropa que pueda protegerla.

Cuando se acercó tanto a mí que estaba a punto de chupármela, le dije: "Para perrita, ¿no falta algo? Enseguida me di cuenta de que estaba desconcertada, de que no sabía a qué me estaba refiriendo, porque la encontré medio perdida. Así que para solucionarlo me levanté yo, y cogí de una bolsa el collar de perra que tiene. La acaricié el cuello mientras se lo ponía. Eso le encantó. Ahora se sentía muy contenta. Se le notaba. Un "ahora sí" por mi parte hizo que se volviera a acercar suavemente a mi polla. Pero lo increíble fue que ahora fue ella la que dijo "¿no falta algo?"´. Una risa me entró por todo el cuerpo, me hizo mucha gracia lo que acaba de hacer. Y le pregunté: "¿Qué falta perrita?". Ella me dijo mirándome fijamente: "mis manos a la espalda como a ti te gusta". Me acerqué y le dije al oído que aprendía muy rápido. Me sentía orgulloso de cómo se había comportado. Sé que le había costado mucho decir aquello y sin saber cómo reaccionaría yo. Pero acertó de pleno, sin duda.

Cogí un cinturón que tenía cerca y se lo puse sujetando sus manos a la espalda. Allí estaba ella desnuda, de rodillas y con las manos atadas a la espalda, y con todas las ganas del mundo de meterse entre mis piernas. Sin duda no sé quién tenía más ganas de los dos, porque para mí era lo mejor que me había pasado

Comenzó a chupármela como sólo las mejores saben hacerlo. Y sin duda mi perrita era de esas que saben muy bien cómo hacerlo. Me la lamía, la chupaba, se la metía en la boca, hacía de todo con ella. Y todo con la incomodidad de no poder usar las manos. Eso hacía que cuando se la metía en la boca, muchas veces le entrase más de lo que ella calculaba y a veces se podían oír pequeños gruñidos de que le había entrado demasiada polla en su garganta.

Le dejé jugar así un rato, pero no demasiado. La noche sería muy larga y no quería correrme a la primera de cambio. Aunque con lo buena mamadora que es lo hubiera hecho seguro. Luego le quité mi polla de la boca y le desaté las manos de la espalda. Le dije que se acariciara las tetas tumbada sobre la cama. Ella fue hacia la cama a cuatro patas. ¡Dios! Qué vista más increíble: ver su culito redondito. Ver cómo salía de la parte superior de su culito un anillo que era la terminación de las bolas que llevaba en su culito metidas; y ver un pequeño hilo que te hacía entender que también había otras bolas en su coñito.

Se tumbó en la cama. Con las piernas separadas, las cuales me dejaban ver todo su cuerpo con detalle. Se empezó a acariciar las tetas con fuerza, porque estaba realmente extasiada de todo aquello. Me miraba a los ojos fijamente. Le gusta estar fijamente mirándome mientras se comporta como una perrita. La veía caliente como nunca. Con ganas de tocarse todo el cuerpo. Pero no lo quería permitir. Hoy mi perrita estaría a mis órdenes. Por eso le dije que parara. Le abrí los brazos y las piernas. Y con unas cadenas que traía preparadas la até manos y piernas a las cuatro esquinas de la cama. Le metí una pequeña almohada debajo de su cadera para que el coñito y el culito estuvieran algo más subidos. Esto le encantó de veras. Porque sin yo creérmelo me dijo que gracias. Que nunca le habían hecho esto. Y que yo sabía que quería que la ataran a la cama desde hace mucho tiempo.

Le dije que de nada preciosa. Y le di un beso en su boca que me supo a gloria. Cogí un pañuelo de seda rojo y se lo puse en sus ojos. Para que no viera nada. Sólo sintiera

La luz se apagó para mi pequeña perrita. Ella no sabía qué le esperaría al estar así atada. Pero sabía que iba a disfrutar y a correrse como nunca lo había hecho.

Durante unos instantes no hice absolutamente nada. Sólo quería que su imaginación echara a volar y se imaginara todo lo que le estaba esperando.

Después agaché mi cabeza y le soplé con dulzura en el clítoris. Ella se estremeció de placer, y se movió todo lo que las cadenas le dejaban hacer.

Luego soplé sus pezones. Ella lo sintió y gimió. Aunque no se movió tanto como antes. La quería hacer disfrutar, pero también quería hacerme de rogar.

Me baje de nuevo los pantalones y saqué mi polla. Me senté sobre ella. Sobre su tripa. Y me fui restregando por su cuerpo. Mi polla se fue restregando por su tripa hasta llegar a sus tetas. Las cogí y fui acariciando con ellas mi polla.

Mi perrita estaba a mi merced. Eso me encantaba. Y ella se sentía mía, como la mejor perrita que he tenido nunca. Y con unas ganas enormes de darme todo el placer que sólo ella podía hacerme sentir.


Por fin cumplí uno de mis mayores deseos, verme atada de pies y manos con los ojos tapados. Él sabía que deseaba mucho aquello así que en cierto modo lo esperaba. Ahora me sorprendo de lo tranquila que estaba en aquel momento aun estando de esa forma. El rato que me estuvo mirando se me hizo una eternidad porque lo único que deseaba era sentir sus manos sobre mi cuerpo. Pero él quería hacerme sufrir un poco. Me sopló en el coñito y en los pezones haciendo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo. Al tenerlo sobre mí, restregando su cuerpo en el mío, sólo deseaba que su polla volviera a llegar a mi boca, pero no me dejo. Se entretuvo poniéndola entre mis tetas y apretándome contra él.

Mi coñito realmente estaba a mil. Inclinó una de sus manos hacia él y empezó a tocármelo. Aún tenía aquellas bolas en él, así que de una manera muy rápida y apenas sin yo notarlo se había dado la vuelta y su boca estaba entre mis piernas. Me sacó las bolitas con ella de una forma que me estaba llevando al límite de contener mi orgasmo. Él lo sabía y parecía disfrutar haciendo aquello sin permitir que me corriera. Aun no sé como pude soportar sin correrme. También sacó las del culito. Metió un dedo en él y dijo " Dios que ganas tengo de follarte este culito perrita. Así que ya me estas pidiendo que lo haga". Comenzó a desatarme lentamente y sin dejar de acariciarme, yo lo suplicaba que no podía más que me follara y me dejara correrme. ...

Cuando me tuvo desatada me ordenó ponerme a cuatro patas. Me tocó el culito y yo pensé que por fin sería aquel momento que tanto estaba deseando.....Sin embargo, sus palabras fueron: "Has sido una perrita impaciente y si no llego a parar a tiempo te hubieras corrido. Te mereces unos buenos azotes". Y así sin que yo apenas pudiera decir nada, comenzó a azotarme el culo. Él sabe que no me gusta demasiado, pero aun así lo hizo. Creo que quería demostrarme que era suya, pero lo único que consiguió fue que yo aún me excitara más y más, y le suplicara que me follara el culo...

Sus besos en mis nalgas después de los azotes fueron algo increíble. Nunca ha dejado de sorprenderme cuando pasa de ser duro a cariñoso de una manera tan radical...quizás era eso lo que más me atraía de él.