Tuve que vender mi cuerpo para pagar las deudas

Ahogada por las deudas me vi obligada a prostituirme para salvar a mi familia de la ruina.

Así que había acabado todo. El negocio que tanto dinero me había costado levantar, años de esfuerzo y dedicación se hundían en la marea de la crisis inmobiliaria que vive España. Acostumbrada a vivir por encima de mis posibilidades durante la época de las vacas gordas me encontraba al borde de la bancarrota. Tras los 90 días de gracia del banco me quedaban 48 horas para saldar la deuda de 3000 euros que me quedaba con la entidad o liquidar mi empresa y aparecer en el registro de impagados. Miré a mi alrededor. Vi mi agencia completamente vacía, llevaba tres días seguidos sin que entrara un solo cliente, fijé mi vista en las mesas de los dos empleados que llegué a tener cuando el boom de la construcción estaba en su pleno apogeo y que había tenido que despedir hace unos meses. Sin querer mi mirada se posó en la foto de mi marido y de mis hijos de 5 y 8 años y se me vino el mundo encima. No teníamos ni 300 euros en la cuenta del banco y tenía que pagar la hipoteca de la enorme casa que nos compramos cuando la economía española crecía a ritmos que impresionantes. Para colmo mi marido estaba en el paro y no había hecho esfuerzos de encontrar trabajo cuando mi negocio florecía, así que yo era la única encargada de levantar mi familia. El sonido del teléfono me sobresaltó.

Lo descolgué y volví a escuchar la desagradable vocecilla del director de la sucursal bancaria donde tenía el crédito que debía pagar. Me dijo que me pasara lo antes posible por su despacho porque tenía que ofrecerme una idea para pagar la deuda. Resignada le dije que sí, cerré la oficina (total, no iba a entrar nadie) y me dirigí hacia el banco. Cuando entré los empleados apenas gruñeron para saludarme. Atrás habían quedado los días en que me trataban de usted, me llamaban "Doña Alicia" y me colmaban de atenciones, ahora esquivaban mi mirada y apenas me saludaban. Llegué hasta la puerta del despacho del director, llamé y entré. Me encontré con la fuente de todas mis pesadillas, aquel personajillo que me tenía con el agua al cuello desde hace unos meses. Para colmo, era desagradable a la vista. José Antonio, que así se llamaba, era todo lo contrario a un sex symbol, era bajito, con barriga cervecera, calvo y sudoroso, a todas horas estaba limpiándose con un pañuelo el sudor que bañaba su grasienta cara. Ni siquiera se molestó en darme la mano y me indicó que me sentara. Me miró a la cara durante varios segundos y se decidió a hablar.

-Mira, Alicia, la situación es crítica. Dentro de dos días tu empresa ingresará en el registro de morosos con lo que eso supone. Particularmente me da igual lo que pase con ella, pero los peces gordos del banco me están presionando para que acabe con todos los morosos de la sucursal y tú y tu crédito de 3000 euros os lleváis la palma. Por eso te tengo que proponer nuevas formas para saldar la deuda- me miró fijamente a los ojos

-Pues usted dirá

-¿Cuántos años tienes, Alicia?

-39, pero no se que tiene eso que ver con lo que estamos hablando

-Te conservas muy bien para haber tenido dos hijos

-Mire, ¿adonde quiere ir a parar?

-Te estoy proponiendo una forma original de saldar la deuda

Por mi mente pasó rápidamente una opción que deseché por descabellada

-Es lo que estás pensando, Alicia, te ruego que lo consideres

El corazón se me desbocó, ¿aquel gordo depravado me estaba proponiendo esa locura?

Abrí la boca para contestarle pero me cortó.

-Déjame que te lo explique más detalladamente. Tú y yo hacemos algo juntos, yo ingreso los 3000 euros en tu cuenta y nos olvidamos de todo. Es una solución rápida y adecuada para los dos. Tú saldas la deuda y yo paso un buen rato y evito problemas con los jefes.

-Mira no se que imagen tendrás de las mujeres pero te sorprenderá saber que no todas nos rebajamos a follar con vosotros por dinero, sólo tengo que avisar a  mi marido, contarle lo que me está proponiendo y por muy director de banco que sea le partirá la cara

-Tu marido es un pobre diablo, un mantenido que depende de su mujer. Si no aceptas lo que te pido tu vida se irá a la mierda, he estado revisando los extractos de tu cuenta y parece que vives por encima de tus posibilidades- sacó unos folios con los movimientos de mi cuenta y empezó a leer- colegio privado para tus hijos, una hipoteca propia de una mansión, cenas en restaurantes de lujo, viajes, coches, ¿de verdad crees que vas a poder mantener este nivel de vida cuando te embarguemos la casa?

Me sentía mareada, ese pervertido me había montado una encerrona y estaba contra las cuerdas. Lo cierto es que tenía razón, mi nivel de vida de nueva rica me había llevado a un status social que no me correspondía. Alcé la cabeza y miré por su despacho. Sin querer mi visión se posó en una foto de los hijos del director. Él siguió mi mirada con sus ojos.

-No es a mis hijos a los que tienes que mirar, sino a los tuyos. Y date prisa, porque en 48 horas te pueden quitar la casa. Y no creo que les haga gracia prescindir de su chalet con piscina por la casa de tus suegros o la fría habitación de un hotel.

Mi vida se había hundido. Definitivamente. Noté una lágrima que bajaba por mi rostro.

-Cuando sería

-No te queda mucho tiempo, mañana por la tarde. Y será en tu casa. Búscate cualquier excusa para deshacerte de tu marido y tus hijos durante varias horas, no me importa lo que inventes. Yo ingresaré el dinero en tu cuenta después

-No, quiero que me lo des en metálico en mi casa

-Esta bien, como quieras. He estado con muchas putas a lo largo de mi vida, pero tu eres la más cara, así que espero que te portes bien. Ahora lárgate y guarda fuerzas para mañana por la tarde.

Completamente humillada, salí de su despacho, me puse unas gafas de sol para ocultar mis lágrimas y volví a mi casa.

Durante todo ese día logré ocultar mi turbación con mi marido y mis hijos, creo que no se dieron cuenta, le pedí a mi esposo que al día siguiente por la tarde se llevara a los niños al zoo para que yo pudiera pensar en soluciones para la empresa. A las siete de la tarde me llegó un mensaje a mi teléfono móvil.

"Hola zorrita soy José Antonio, mañana quiero que me recibas vestida como lo que eres, una puta del tres al cuarto. Asegúrate de ir con minifalda, botas y escotada. Estoy guardando fuerzas para mañana por la tarde. Un beso donde tú quieras"

A lo largo del día me envió más mensajes todos de carácter obsceno que me abstengo de reproducir aquí.

Por fin pasaron las horas y llegó el momento. Por suerte mi marido no sospechó nada y se había llevado a mis hijos al zoo. Yo tuve que cumplir los deseos del pervertido y me vestí como una putita. Hasta ahora no me he descrito físicamente pero debo decir que para mis 39 años y mis dos embarazos me conservo muy bien, gracias a varias operaciones de cirugía estética que me había hecho cuando me sobraba el dinero. Mis pechos eran de tamaño 95 y se conservaban firmes, mi culo respingón y duro y la liposucción a la que me había sometido hace un año me hacía tener un cuerpo de adolescente. Elegí una minifalda vaquera que no me ponía desde hace años, unas botas con los tacones bien altos y una camiseta bastante sexy.

Las horas se me hicieron eternas hasta que oí el timbre de la casa. Me miré en el espejo, me arreglé un poco el pelo y corrí a la entrada. Abrí la puerta y me lo encontré, iba con traje y corbata, seguramente vendría directamente del banco, como estábamos en verano transpiraba de una manera repugnante. Si ya era más alto que él sin botas con ellas le sacaba casi dos cabezas

-Buenas tardes Alicia, ¿me permites que te de un beso?

Se puso de puntillas y lamió mi mejilla con su lengua, el aliento le olía a alcohol y comida mal digerida.

Cerré los ojos de asco y le acompañé al salón.

-Bueno zorrita, tenemos toda la tarde por delante, ¿qué te parece si me sirves una copa para empezar? Y alegra esa cara, no quiero verte amargada.

Fui a la cocina y le hice un whisky con coca cola. Se lo puse en la mano y aprovechó para sobarme el muslo.

-Ojala mi mujer se cuidara tanto como tú.

Movió la copa para que los hielos se disolvieran y me miró de arriba a abajo.

-Bien, empecemos. Quiero que hagas un striptease delante de mí. Ahora, vamos

Tarde un poco en reaccionar, estaba paralizada por la situación y al borde de la náusea.

-¡Vamos!

Me puse de espaldas a él y empecé a moverme provocativamente despojándome de la poca ropa que tenía. Primero me quité el sujetador y mis tetas saltaron al aire, provocando que su bragueta se inflara después me quité la minifalda y fui dejando caer mi tanga poco a poco hasta que mi culo quedó desnudo. Cuando estaba totalmente en cueros me puse a cuatro patas enseñándole mi coño. Él no pudo más y se empezó a masturbar con fuerza. Se levantó del sillón y se acercó a mí, con una mano me manoseaba y con la otra se masturbaba. Sentía su sudorosa mano en mis tetas, mi culo, y mi cara. Cuando estaba a punto de correrse se agarró la polla con fuerza para evitarlo.

-Vamos a tu habitación

Me puse de pie y fuimos hacia el dormitorio, él me seguía y me tocaba el culo, yo solo deseaba que todo pasara lo antes posible. Me vi reflejada en los espejos de mi casa, yo desnuda seguida por un gordo salido, ¡si me viera mi marido!

Me tumbé en la cama y esperé a que se desnudara. Con esfuerzo se quitó la ropa, primero el cinturón que contenía su enorme panza, después los pantalones y los calzoncillos, me sorprendió el diminuto tamaño de su polla, era como un garbanzo. Por último se deshizo de su camisa quedando a la vista su sudorosos pecho. Tragué saliva para contener la náusea ante aquel horrible y fofo cuerpo, se subió a la cama y yo me puse a cuatro patas para que me la metiera lo antes posible.

-Que lista eres zorrita ¿te crees que me voy a ir sin que me la chupes?

Me agarró del pelo y guió mi cabeza hacia su pene, a pesar de que estaba notablemente excitado no podía mantenerlo completamente erecto, le hice una mamada que le debió de gustar a juzgar por sus bramidos y resoplidos, yo intentaba imaginarme que lo estaba haciendo con mi marido pero cada vez que sentía sus gotas de sudor cayendo sobre mí estaba a punto de vomitar. Por suerte no esperó a correrse y me dio muestras de que quería metérmela ya.

-¿No tienes condones?

-No, me correré fuera

Yo no tenía condones en casa pues tomaba la píldora pero me daba asco que ese animal me follara sin precaución. Iba a protestar cuando me metió su micro pene de un golpe, aunque apenas lo noté. Empezó a follarme con fuerza y con mucho esfuerzo, a los pocos segundos noté como su erección no daba más de sí y su pene se volvió flácido. Avergonzado lo sacó y lo miró como si esperara que creciera por arte de magia. Tuve que hacerle una paja para que volviera a ganar tamaño. Siguió follándome durante unos segundos más, aunque creo que no pasó ni un minuto cuando anunció que iba a eyacular. Por suerte cumplió su palabra y no se vino dentro de mí, sacó su pene de mi coñito y procedió a correrse sobre mis tetas y mi pecho. Quedé desnuda, humillada y cubierta de semen en la cama donde dormía con mi marido.

-He de reconocer que he follado con muchas zorras antes que tú pero debo admitir que tú te llevas el primer premio, Alicia-dijo mientras se vestía

Yo empecé a llorar al darme cuenta de lo que le había hecho a mi marido y a mi familia. Cuando estaba a punto de irse arrojó sobre mi desnudo cuerpo un fajo de billetes con 3000 euros.

-Toma, tu dinero, que no se te olvide ingresarlo mañana o tendrás que volver a disfrutar de mí para que no te incluya en le registro de morosos.

Sin más salió de la habitación y oí como cerraba la puerta de mi casa y se marchaba.

Estuve casi una hora duchándome, me sentía sucia por lo que le había hecho a mi marido, por haber sido tan zorra de vender mi cuerpo por pagar una deuda en vez de mantener la dignidad.

Cambié las sábanas de la cama y a las dos horas llegó mi esposo con mis hijos. Por suerte no notó nada a pesar de que estuve al borde del llanto casi toda la tarde. Para colmo esa noche tenía ganas de sexo por lo que hicimos el amor dos veces, yo no podía quitarme de la cabeza la imagen del banquero y ni que decir tiene que no disfruté en absoluto.

A la mañana siguiente fui al banco e ingresé el dinero en la cuenta, por suerte José Antonio no me vio. Fue cuando salí de la sucursal cuando lo noté: un pequeño picor en mi vagina, al principio no le di importancia pero en la calle el picor se hizo insoportable y tuve que rascarme delante de todo el mundo. Corrí hacia la oficina y me metí en el baño, la irritación era terrible y no podía dejar de rascarme aunque sabía que era peor. A lo largo de la mañana la situación fue a peor de modo que corrí hacia el hospital más cercano donde confirmaron mis peores sospechas: ese putero me había contagiado ladillas. A saber con cuantas putas baratas habría estado antes de follarme, el doctor me recetó un champú para esa zona del cuerpo pero lo peor vino cuando llegué a casa y vi a mi marido que venía a saludarme rascándose la entrepierna, en ese momento juré que cuando tuviera algo de dinero contrataría a un par de sicarios para darle la lección que se había ganado a pulso ese asqueroso putero.