Tus labios en mis piernas
Hoy mientras me vestía luego de un regaderazo mañanero para terminar de despertar, me observaba frente al espejo, me sentía atractiva, me gustaba la tonalidad de mi piel haciendo juego con el tono de mi blusa. Pensaba en el juego de colores y texturas de mi ropa interior y me sentía sensual.
Tus labios en mis piernas
Qué delicia es recordar tus manos recorriendo mis piernas… me gustan mis piernas y me encantaba sentir tus manos acariciándolas. Últimamente te he recordado mucho, no sé con precisión por qué o qué me ha llevado a invocarte desde los recuerdos más profundos en mi corazón.
Recuerdo esa sensación de tus brazos rodear mi cintura, es tan rica esa sensación de caber en tus brazos, de sentirme en tu pecho, recargarme ahí y sentir una deliciosa paz, una deliciosa sensación de la que habría no querido salir nunca.
Puedo sentir tus manos recorrer mi espalda, unas manos grandes, fuertes, de hombre, sí, aunque parezca que sobra la referencia. Unas manos de hombre: rugosas, toscas, deliciosas. Sentir cómo con una de tus manos podías cubrir casi la mitad de mi espalda y con la fuerza de tus brazos llevar mi cuerpo hacia ti, esos recuerdos provocan un sinfín de pensamientos en cadena que me llevan a reafirmar porqué has sido el hombre de mi vida.
Sentir tu mano en mi nuca guiando la intensidad de un beso, la duración de ese beso en que tan deliciosamente compartíamos placeres, sentimientos, sensaciones. Qué delicia.
Hoy mientras me vestía luego de un regaderazo mañanero para terminar de despertar, me observaba frente al espejo, me sentía atractiva, me gustaba la tonalidad de mi piel haciendo juego con el tono de mi blusa. Pensaba en el juego de colores y texturas de mi ropa interior y me sentía sensual. Contigo siempre me sentí muy muy guapa, tú me hacías sentir atractiva, femenina, tú me dabas una seguridad en mis “encantos” que no sé en qué momento perdí.
Hoy mi pantalón entalla perfecto en mis piernas, es una tela tersa, suave que moldea, haciendo que mis piernas luzcan como en los viejos tiempos. Siempre me han gustado mis piernas, son fuertes, torneadas, sensuales. Te encantaba verme de short y me encantaba que siempre elogiaras mis muslos, que me vieras con esa provocativa mirada que recorría mi cuerpo haciéndolo suyo, sin ser grotesco, sin ser vulgar, recorrías mis pantorrillas, mis muslos, mis caderas, mi cintura, mi abdomen, mis senos, mi cuello y detenías tu mirada en mis labios pidiendo un beso que sellara la fantasía de saberme tuya.
Recuerdo esas emocionantes tardes en las que hicimos el amor, contigo sin duda era hacer el amor, desde el mismo instante en que nuestras miradas coincidían para acordar el encuentro estábamos comenzando a cocinarlo. Imagino muy claramente ese beso en el que mi mente se apagaba, no había fantasmas, no había nada más que un amor intenso, profundo: REAL haciendo con nuestros cuerpos lo que el instinto y la escena dictara.
Extraño esa sensación de tus manos recorriendo mis piernas, apretando mis muslos, sintiendo las yemas de tus dedos dibujar un delicioso recorrido en la parte interna de mis muslos, diciéndome cuánto te gustaban mi piernas. En aquel entonces, el trabajo de gimnasio era evidente, yo hacía mucho ejercicio: gimnasio por la mañana, corría por la tarde y entrenaba por la noche. Disfrutaba tanto sentirme fuerte, atractiva (para ti). Hoy mis piernas son normales, atractivas y seductoras sin lugar a dudas, pero sin el trabajo intenso de las pesas.
Sé que para muchos hombres (y mujeres) les parecerá que lo más sensual son los senos o las caderas. A mí no, a mí me encantan mis piernas. Me encantan las sensaciones que se pueden despertar desde ahí, recuerdo en esas mismas tardes recostada sobre la cama, con el cuerpo de entonces, medianamente atlético, trabajado en el gimnasio, seguro de su sensualidad, dispuesto para el amor.
¿Te acuerdas? Ese disfrutable camino al placer, a la plenitud gracias a tu amor. Desnuda para ti, para disfrutar nuestro amor, esas manos fuertes y rudas recorriendo mis piernas, acariciaban mis pies, avanzaban por mis pantorrillas alternando las caricias con sutiles y deliciosos besos; luego mis muslos, apretándolos, haciéndolos temblar y luego tratando de calmarlos con la paz de tus labios.
¿te acuerdas?
Yo sí y… te extraño!
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