Turno Nocturno

Una doctora y su amante reciben una tormentosa noche una paciente muy especial...

La lengua de Bea recorría mi sexo haciéndose de rogar incluso con sus dedos que solo los mantenía en la entrada de mi ser, esa condenada sabía con exactitud qué hacer para hacerme desesperar y desearla cada vez más.

-Pídemelo Ana.- Me dijo todavía sin tomar entre sus labios mi botón de placer, quería que rogara, ella es así, le gusta quebrarme, yo seré la Doctora y ella la enfermera, pero cuando estábamos juntas, solo era su esclava, su juguete.

-Por, por favor, hazme llegar.- Exclamé vencida, mientras veía la sonrisa de triunfo de Bea y casi de inmediato su rostro se hundía en mi entrepierna, con su lengua frotando con furiosas ganas mi clítoris, al ritmo de las penetraciones del par de dedos que ya había metido por completo en mí.

Mi orgasmo me golpeó tan fuerte que casi me caigo de mi silla, los jugos brotaron de mi sexo con tanta potencia que llenaron el rostro de Bea que intentó no desperdiciar ni una sola gota de ellos saboreándolos.

Se incorporó y sin dilación se bajó sus pantalones clínicos junto con sus pantis hasta las rodillas, y dándome la espalda se puso de rodillas sobre mi escritorio.- Cómeme.- Me ordenó, yo al ver la visión de sus blancos y bien formados glúteos y su sexo rosado abierto para mí, como una autómata le tomé la palabra.

Su olor y sabor era por completo intoxicante, estoy segura que podría durar días solo saboreándola, sintiéndola, haciéndola sentir placer, mis manos apretaban sus glúteos con fuerza, mientras ella empujaba sus caderas hacia mi rostro, como queriendo que mis caricias fueran más intensas y profundas.

Sus gemidos empezaron a escucharse y era casi como música para mis oídos, mi propio sexo empezó de nuevo a calentase y las olas de placer que transmitía Bea parecía conectarse con la corriente que nacía en el centro de mi ser.

Justo cuando pude sentir como sus músculos se tensaban por la meseta de su inminente orgasmo, el teléfono de emergencias empezó a sonar, era pasadas la media noche de martes, y no era común que llegara algún paciente que nos requiera con tal urgencia.

-Tengo que contestar.- Le dije sacando mi rostro del hermoso sexo de Bea, sabía que no le iba a causar gracia, pero no podíamos dejar de atender si era una emergencia.

-Si me dejas así, no esperes que vuelva a estar contigo pronto.- Me contestó con rabia Bea, pero sin esperar respuesta, y viendo mi duda, se bajó de mi escritorio, se recogió su larga cabellera azabache y subió sus pantalones con el rostro todavía ruborizado por el placer, pero con evidente molestia.- Ya eligió Doctora, vamos a ver qué pasa.- Terminó de decir, cada palabra fue casi una puñalada para mí, pero el deber era primero, y en el fondo sabía que para ella era igual.

Me levanté de mi silla y acomodé mi ropa, me dio algo de gel antibacterial que compartimos mientras salíamos de mi consultorio hasta la entrada de la emergencia del hospital, allí estaba la otra enfermera de turno, Camila, era nueva y se acababa de graduar de la escuela de enfermería, evitó verme a los ojos por pura vergüenza, no era un secreto lo que hacíamos en nuestros tiempos libres, mucho menos para ella que ya tenía un par de semanas compartiendo el turno nocturno con nosotras.

-¿Qué tenemos?- Le pregunté un tanto molesta por su actitud, creo que somos personas adultas y la sexualidad nos define como seres humanos, por lo que es normal que dos personas que se gusten hagan lo que quieran con sus cuerpos, sin importar sus preferencias.

-Llamó el señor Julio Doctora, traen a una chica de veinte años inconsciente, con un traumatismo en su cabeza y varias heridas pequeñas en todo el cuerpo… además de sus padres que…- Me respondió antes de pausarse mirando esta vez al suelo con sus ojos verdes.

-¿Sus padres qué?- Esta vez preguntó Bea, ya un tanto alterada, a pesar de ser un hospital pequeño y ubicado en una zona semirural donde casi no ocurría nada, el pasado fin de semana habían ingresado un par de pacientes bastante graves y ella no se había mostrado así.

-Están muertos… Según lo que me dijo el señor Julio, parece que fueron asesinados.- Le dijo Camila en respuesta, sin duda este tipo de tragedias golpeaban a cualquiera, e incluso nosotras, bastante más curtidas en estas cosas sentimos el impacto, lo pude ver con claridad en el rostro sorprendido de Bea.

Casi de inmediato llegó la ambulancia, Mina y Julio eran los paramédicos residentes, teníamos años trabajando con ellos, eficientes como nadie más, pero se peleaban como si fueran un padre y una hija adolescente.

Ambos en esta oportunidad no tenían tiempo de pelear, cuando se bajaron de la ambulancia parecían salidos de la graduación de Carrie, y sus rostros descompuestos gritaban por ellos los horrores que habían tenido que vivir, detrás de ellos venía una patrulla con dos agentes también con sangre en sus manos y uniforme.

Pero lo que más me sorprendió fue ver que la paciente salvo un poco en su cabeza por el traumatismo que tenía, no presentaba hemorragias o manchas visibles de sangre en su vestido de pijama blanca, incluso las laceraciones en su delgado cuerpo, en su mayoría estaban ya cicatrizadas, por lo que deberían ser antiguas.

-Es una puta carnicería, los padres estaban casi desmembrados, pero de alguna forma se mantuvieron vivos hasta que saqué a la chica de la casa, nunca he visto algo así en mi vida.- Exclamó Julio, mientras traía a la paciente dentro del hospital junto con Mina.

-¿Y ella? ¿Cuál es su estado?- Pregunté, a simple vista parecía estable, pero era eso con precisión lo que más me impresionaba.

-La conseguimos así en medio de esa carnicería, casi sin signos vitales, pero conseguí estabilizarla.- Respondió en esta oportunidad Mina, que sin duda era la más afectada por lo que habían visto, temblaba como una hoja de otoño.

-Creemos que iba a ser la próxima víctima, pero cuando escuchó las sirenas quien sea el asesino salió huyendo, nos ordenaron quedarnos acá cuidándola.- Exclamó uno de los agentes, parecía el más joven de los dos, pero era quien tenía la voz de mando, además, el otro tenía el rostro desencajado e incluso temeroso.

Cuando entramos a la sala de shock, Bea les pidió a los agentes que esperaran fuera, al tiempo que Mina soltaba la camilla y se recostaba a la pared desplomándose, era evidente que estaba quebrada, Julio al verla también soltó la camilla y fue hasta ella para abrazarla y consolarla.

El monitor de la paciente se disparó, estaba sufriendo un paro respiratorio y sus signos vitales desaparecieron por completo, procedí a entubarla con premura, era común que ante un traumatismo como esté sucediera, pero todo el drama del momento parecía ralentizarnos.- ¡Camila, Bea! Reaccionen coño, necesito que le inyecten un miligramo de epinefrina y preparen la vasopresina sino reacciona.- Les ordené, aun con el impacto inicial, mis palabras las hicieron reaccionar.

A pesar de mis nervios pude entubarla al primer intento y comencé con el RCP, su hermosa cabellera rubia solo un poco manchada por sangre ya seca caía lisa en la camilla, y su piel blanca parecía resplandecer por las luces de la sala, en ese momento.

-Bea, el desfibrilador.- Le dije, haciendo que casi de inmediato lo tuviera listo y preparado para usarlo a mi orden.- dos mil a las tres.- Terminé de decirle.

Hizo falta dos cargas para que la paciente reaccionara, aunque su clínica era muy extraña, ya que a pesar de que el monitor mostraba ya sus funciones vitales estables, a penas si se notaba su respiración, sin mencionar que su cuerpo se mantenía laxo y sin cambio alguno en su palidez, ni siquiera en sus hermosas pupilas azules, que seguían estando dilatadas.

Mina y Julio estaban todavía en la sala solo mirándonos.- Chicos, ya pueden irse, necesitan tomarse algo caliente y lavarse.- Exclamé un poco más dura de lo que quería sonar, pero ambos asintieron y salieron con lentitud, parecían no querer dejar de mirar a la paciente.

Nada más cerraron la puerta tras de sí, algo que nunca había visto en mis casi treintaicinco años de vida, y casi diez en emergencia me hizo tanto a mí como a Bea y Camila brincar y alejarnos de la camilla asustadas.

La paciente se había incorporado, sus ojos apuntaban al frente pero era como si mirara más allá de la pared de la sala de Shock, mientras con delicadeza, una de sus frágiles manos sacó el tubo de su garganta sin siquiera provocarle una arcada.

-Tranquila, todo estará bien, necesito que te recuestes y nos dejes trabajar, estas en el hospital.- Le dije poniendo mi mano sobre su hombro, lo que hizo que de alguna forma reaccionara y fijara su vista en mí, haciendo que un extraño calor recorriera mi cuerpo, me sonrió y sin dejar de mirarme se recostó con suavidad.

-¿Qué locura es esta? Esta chica no tenía signos vitales hace dos minutos.- Exclamó Bea, haciéndome reaccionar, aunque me costó dejar de mirar a la paciente, era como si una fuerza magnética me obligará a tener mis ojos sobre ella.

-Dile a uno de los oficiales que entre, tal vez pueda decirle qué fue lo que pasó, aprovecha y busca si tenemos algún historial de ella.- Exclamé sin contestarle, esto era lo principal, después podríamos averiguar qué es lo que sucede con esta chica.

Camila estaba parada mirando a la paciente con casi veneración, y me costó varios chasquidos de mis dedos para que reaccionara.- Necesito hacerle una tomografía nada más deje de hablar con los agentes, llama para que tengan preparado el equipo.- Le ordené, aunque noté que le costó horrores salir de la sala.

El agente más joven entró incluso antes de que ella saliera por completo de la sala.- Señorita Sarah Ramsey, soy el agente Anderson, lamento informarle que sus padres fueron asesinados en su casa, logramos llegar antes de que le sucediera lo mismo a usted, pero necesitamos saber qué fue lo que sucedió.- Exclamó el Agente, que a pesar de su juventud era evidente que tenía experiencia, su piel era aceitunada y su cabello muy corto negro, sus ojos mostraban mucho cansancio, resultado de todo lo vivido esta noche.

Sarah lo miró sin casi reaccionar, ni siquiera a la noticia de la muerte de sus padres, y esta vez fue el agente que se quedó embobado mirando a los ojos de la paciente.- No tienes nada que temer, puedes confiar en nosotros.- Exclamé, lo que hizo que el agente reaccionara sacando su libreta de apuntes, nada más mi extraña paciente pusiera sus hermosos ojos azules en mí.

-¿Dónde está mi hermana mayor?- Preguntó Sarah sorprendiéndonos a todos, aunque su expresión seguía siendo la misma, llena de tranquilidad y belleza.- Necesito ver a Luciana.- Terminó de decir con tanto deseo y necesidad, que me dieron ganas de salir corriendo a buscarla.

-No sabíamos que tenías una hermana ¿Estaba con ustedes?- Exclamó preocupado y con premura el agente, mientras tomaba su radio.- Aquí Anderson, la sobreviviente tenía una hermana, necesitamos encontrarla, se llama Luciana Ramsey.

En ese momento, entró Camila a la sala.- Ya está listo el equipo.- Me dijo nada más entrar, me bastó mirar al agente Anderson para que entendiera que tenía que llevarme a la paciente.

-Señorita, necesito que me diga quién les hizo esto.- Le dijo el agente justo antes de que saliéramos de la sala, lo que hizo que nos detuviéramos en el umbral.

-Agente, preocúpese mejor por su salud, lo noto muy cansado.- Respondió con un tono y tranquilidad que me provocó un escalofrió por todo el cuerpo, voleé a mirar a Anderson y su rostro de pronto se demacró aun más de lo que tenía.

-Tiene razón señorita, tal vez mejor duerma un poco.- Exclamó en respuesta para sorpresa de todos Anderson, incluso de su compañero, que quiso entrar a la sala de shock al ver su estado.

El compañero del agente Anderson fue tomado del brazo por la paciente desde la camilla, que lo acercó y le dijo algo al oído inaudible para mí, aunque su risa maliciosa me sorprendió y me aterró un poco, el agente quedó parado en el umbral de la puerta y siguió allí cuando nos adentramos por los pasillos del hospital.

Seguimos el pasillo rumbo al elevador que nos llevaría hasta el piso donde le haríamos el TAC, cuando entramos en él, Sarah comenzó a tararear una canción que me fue imposible reconocer, pero que de alguna manera me provocaba una extraña sensación de paz, Camila por su parte solo miraba a la paciente como si fuera un tesoro.

El técnico del TAC nos estaba esperando nada más salir del elevador, y como parece que era el común de todos los que se cruzaban con la paciente, se le quedo mirando sin disimulo.- Lorenzo, por favor, es una emergencia.- Exclamé haciéndolo reaccionar, llegamos al equipo y entre Camila y yo ayudamos a Laura a acostarse para el examen.

Tocar su piel era como siempre imaginé que debe ser tocar una nube con la plena calidez del verano, cuando se recostó su pijama se levantó tanto que su ropa interior blanca se dejó ver, y tanto Camila como yo nos quedamos mirando su entrepierna, hasta que Laura comenzó a reírse con suavidad, y nos brindó una mirada llena de deseo a ambas.

No tenía a Camila por lesbiana, ni siquiera como bisexual, por lo que sabía, su novio era un chico de su misma edad que conocía desde la preparatoria, y que varias veces la había venido a buscar al hospital al finalizar su turno, pero estaba mirando a Laura con unos ojos que desprendían hambre sexual e incluso amor.

Nos costó horrores salir de la sala para el TAC, cuando por fin se hizo el examen, Lorenzo pudo hacer la prueba, aunque tardó un poco en salir del PC, pero cuando lo hizo, fue con un rostro sorprendido.- Creo que debe haber un error, o la maquina está presentado problemas, porque debería tener una fuerte conmoción y la herida en su cráneo, pero de alguna forma está perfecta.- Nos expuso el técnico, mientras veíamos que Laura sola se incorporaba y nos esperaba sentada ya sobre su camilla con una sonrisa.

-Manda a revisar el equipo a primera hora, y repetiremos el examen, por lo que se ve, por lo menos está evolucionando bien, la dejaremos descansar en observación.- Exclamé en respuesta bastante sorprendida, era la primera vez que veía una recuperación tan rápida, y no solo después del golpe, sino luego de un paro respiratorio.

Volvimos sobre nuestros pasos hasta el elevador para llevarla hasta observación y acomodarla en una de las camas, nada más entrar Camila tomó una de las batas medicas para ofrecérsela a Sarah.- Puedes pasar al tocador y ponértela.- Le dijo con algo de vergüenza.

La paciente, sonriendo de nuevo, tomó la bata y parándose de la camilla, se quitó su vestido quedando solo en sus pantis blancas, tenía un cuerpo precioso, sin ser voluptuoso, sus curvas femeninas eran delicadas, con unos senos medianos de los que caben a la perfección en tu mano, adornados por aureolas claras y pezones pequeños pero altivos, que provocaron que casi me relamiera los labios.

Camila solo pudo quedar con la boca abierta, Laura con lentitud se puso la bata, y sola se recostó en su cama.- ¿No saben si consiguieron a Luciana? La necesito.- Exclamó de nuevo, haciendo que esas ganas de salir corriendo a buscarla regresaran.

-Voy a preguntar y regreso.- Se adelantó a contestar Camila, que salió de cuarto sin esperar permiso de mí, aunque en ese momento, la idea de quedarme sola con ella era casi como un regalo para mí.

Cuando Camila salió del cuarto, Sarah acostada como estaba en su cama abrió sus piernas mostrándome su entrepierna por debajo de su bata médica.- ¿Ve acaso algo que desea Doctora?- Me preguntó con malicia, mientras con sus manos levantaba aun más la tela, y jugaba con su pantis.

Sin responder me acerqué a ella como poseída por su magnetismo, cuando estaba a su lado fue la propia Sarah quien tomó una de mis manos y la llevó directo a su sexo todavía cubierto por la tela de su panti, estaba caliente y la tela húmeda por sus jugos.

Iba a decir algo, pero ella misma me calló halándome hacia ella, obligándome a meter mi rostro entre sus piernas.- Sé que lo deseas, date gusto y pruébame.- Exclamó con dulzura, moví la tela de la panti, y pude ver su sexo rosado y con una muy fina capa de vellos negros.

Su clítoris estaba enorme, y parecía latir invitando a mi lengua a saborearlo, cuando lo hice un suspiro de placer de Laura me hizo llegar a mi propio orgasmo, uno tan potente que hizo que mi vista se nublara, y los jugos brotaran de mi sexo mojando mi ropa interior y mis pantalones, aunque nunca me detuve en mi labor de devorar esa fruta prohibida.

-¡¿Qué estás haciendo?! Gritó a mi espalda Bea saliendo casi de inmediato de la habitación indignada, haciendo que por fin reaccionara incorporándome, y casi trastabillando corrí tras ella, deteniéndola a unos metros de la sala de shock.

-Cariño, no sé que me paso, sabes que sería incapaz de hacerlo, no solo es una paciente, estoy enamorada de ti.- Le dije, Bea me miró con odio, pero justo cuando iba a responderme, un disparo se escuchó dentro un baño cercano, provocando que ambas nos tiráramos al piso, al tiempo que algo caía desplomándose como un saco de papas, el agente Anderson corrió desde la entrada del hospital para entrar con su arma en la mano a donde se había escuchado la detonación.

-¡Mark! ¿Qué hiciste?- Gritó Anderson, fui la primera que reaccionó y levantándome con velocidad corrí para entrar al baño, el mayor de los agentes había metido la pistola en su boca y halado el gatillo volándose la tapa de los sesos, la pared del baño tenía restos de cerebro y sangre esparcidos por todos lados.

Tomé con velocidad sus signos vitales, pero era evidente que su muerte había sido inmediata, aun así, Bea y yo intentamos revivirlo sin éxito alguno, lo que provocó el llanto de todos los presentes, era la primera vez que vivía algo similar, y no pude evitar quebrarme.

-¿Tenía algún problema tu amigo?- Preguntó Bea, más recuperada que yo, los tres seguíamos en el suelo del cuarto de baño intentando asimilar lo que había pasado.

-No, era un hombre de familia, con casi veinte años en el cuerpo, pero fue el primero en entrar a la casa de la chica y quedó muy afectado.- Contestó Anderson, tenía su radio en la mano, como si pensara qué era lo que tendría que decirle a sus superiores.

-Voy a buscar a Julio, él nos ayudará a recogerlo.- Les dije, incorporándome de nuevo sin esperar respuesta alguna, necesitaba salir de esa habitación, caminé por los pasillos casi como un fantasma, mis manos estaban todavía llenas de sangre, y sentía que todo mi cuerpo dolía del cansancio.

Cuando entré al área de paramédicos, me conseguí a Julio sentado con la mirada perdida mientras escuchaba música con sus auriculares, se había bañado y solo tenía puesto un pantalón limpio de su uniforme, hasta que le toqué el hombro no reaccionó.- Julio, te necesito, ocurrió un accidente con uno de los agentes de la policía.- Exclamé, al paramédico le costó un poco asimilar mis palabras, pero cuando lo hizo y vio mi estado, entendió de inmediato.

-Vale, pero entra al baño primero y ve como está Mina, así de paso de le dices que suba cuando pueda.- Me contestó, mientras tomaba una camiseta blanca y se la ponía, entré al cuarto de duchas que estaba lleno de humedad por el agua caliente que dificultaba mucho la visión.

Me pareció ver a Mina sentada en el piso al fondo, me acerqué a ella intentando no tropezar, tal vez estaba muy afectada y estaba llorando, cuando estuve a un par de metros, pude ver que estaba desnuda, su piel trigueña contrastaba con el blanco de la baldosa, y su cabello azabache caía tapándole el rostro.

Lo que me sorprendió fue ver un enorme charco rojo debajo de ella que no podía detallar, di un par de pasos más, y cuando mi vista se aclaró lo suficiente, el horror me golpeó provocando que gritara, la garganta de Mila estaba cortada, y su sangre recorría su cuerpo desnudo cubierto de tatuajes, su mano izquierda sostenía todavía una navaja.

No sé en qué momento entró Julio, pero se quedó a mi lado petrificado, gruesas lagrimas caían por su rostro, ella era lo más cercano que nunca tuvo a una hija, había sido su oficial superior en el ejército cuando formaron parte de su equipo médico, pero una vez terminó la guerra, ambos decidieron convertirse en paramédicos.

Me acerqué hasta su cuerpo para revisarla, el corte había sido perfecto, llevándose consigo las arterias de su cuello, habría muerto casi de inmediato, aunque no me dio consuelo, e imagino que a Julio tampoco, cerré sus ojos verdes que todavía tenía abiertos, y me incorporé para abrazar a Julio y consolarlo.

No entendía que era lo que estaba pasando, dos personas se habían matado casi al mismo tiempo en el hospital sin motivo aparente, y lo único que las relacionaba era haber estado cerca de la paciente.

-¿Qué coño pasó aquí?- Preguntó el agente Anderson con Bea tras de él, tenía el arma en su mano.- ¿Por qué gritaste?- Terminó de preguntar, no estaba los suficiente cerca para ver el cuerpo sin vida de Mina.

-Velo por ti mismo.- Contesté mientras sacaba a Julio de las duchas, era como un cascaron vacio, no decía nada, ni siquiera parecía estar usando sus ojos, solo caminaba porque lo estaba arrastrando conmigo, su alma estaba quebrada.

-No sé qué coño está pasando.- Exclamó el agente Anderson cuando salió con Bea, ésta ultima lloraba desconsolada, y se unió a nosotros con su abrazo, Mila había sido nuestra amiga y le teníamos mucho aprecio, al igual que a Julio que era el que más estaba sufriendo.

De golpe, me acordé de Camila, había venido a buscar al agente Anderson para preguntar por la hermana de la paciente, y no la había visto desde entonces.- Anderson, la otra enfermera, la petisa ¿Sabes dónde está?- Pregunté angustiada, el agente me miró extrañado.

-No sé, no la he visto desde que se llevaron a la chica.- Me respondió, provocando que saliera disparada a buscarla.- ¿A dónde coño vas?- Escuché al agente preguntarme, pero estaba segura que algo le había pasado a Camila.

Corrí hasta la sala de observación, ni los gritos de Bea pidiéndome que me detuviera lograron frenarme, cuando por fin llegué a la habitación de Sarah caí al suelo fulminada nada más entrar.

Camila estaba desnuda, acostada en la cama donde antes había dejado a Sarah, sus manos habían sido cortadas de tajo, al igual que sus pies, mientras que su caja torácica estaba abierta en canal.

Su rostro mantenía una sonrisa de paz tan perturbadora que parecía que hubiera estado feliz al momento de morir.- ¡Camila!- Gritó Bea desde el umbral de la habitación, mientras el agente la tomaba para evitar que se acercara a su cuerpo.

Los tres estábamos aterrados, mis piernas no me dejaban pararme, cuando vi a una hermosa rubia entrar a la habitación, tendría unos treinta años, estaba manchada de sangre desde su cabeza hasta sus pies, tenía en sus manos una hacha igual ensangrentada.- ¿Dónde está mi hermana?

Fin