Turno de noche

Leyre pasa su primer turno de responsable de la noche.

Hacía poco tiempo que le habían enseñado a llevar las traspaletas eléctricas y menos aún desde que tenía el carné que hacía falta para manejarlas. Era la primera vez que iba a hacer el turno de noche, pero debido a su contrato como jefa de equipo, le podían pedir que se quedase como responsable del almacén, debido a que el compañero que habitualmente lo realizaba, se había ido de vacaciones. En estos casos, era un tercer compañero con el mismo puesto el que lo sustituía, pero justo esa noche de viernes tenía un evento musical y no podía. La semana siguiente sí que la realizaría el sustituto habitual, por eso Leyre tan solo tendría por el momento que ir esa noche. Ya le habían comentado que finalizando el verano, el turno de noche era muy tranquilo, la carga de trabajo empezaba a decaer y por lo tanto tan solo se tenían que encargar de realizar las últimas cargas de camiones de la semana y dejarlo todo limpio y recogido hasta el lunes por la mañana.

Cuando llegó a eso de las 21:45 p.m., aún estaba el jefe de almacén que realizaba el turno de tarde y alguno de los operarios que lo acompañaban, tras darle alguna pequeña directriz sin importancia, se despidieron de ella y la dejaron en compañía del otro trabajador que normalmente, por preferencia personal, compartía el turno de noche con los diferentes jefes de equipo que se quedasen al cargo. A este chico, Iván, ya lo conocía de sobra, pues durante el invierno, que tan solo hay turnos de mañana y tarde, había trabajado con él en muchas ocasiones. Hacía más o menos un año que Leyre trabajaba en ese centro. El anterior, de la misma compañía, había cerrado por motivos económicos y a ella, la habían reubicado manteniéndole el puesto y el sueldo en este otro, que casualmente, era el mismo en el que su marido ejercía como uno de los responsables. Hacía ya dos meses que a su marido lo habían ascendido pero con la contrapartida de haber sido colocado como jefe de almacén para un cliente nuevo, por lo que habían dejado de trabajar en el mismo lugar, aunque seguían estando en la misma empresa.

Tras tomarse un café para que le ayudase a aguantar esa única noche, fichó y se dispuso a comenzar su jornada que se extendería como máximo hasta las 6 a.m. Iván llegó muy justo de tiempo y aún con la ropa de la moto, el casco en la mano y la cazadora puesta, por lo que a prisa se cambió, dejó sus cosas en la taquilla y salió rápido a fichar.

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¡Hombre! ¿Qué haces tú aquí pues? – Se sorprendió al ver a Leyre.

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Pues que me ha tocado, no podía ningún otro y me han dejado a mí esta noche.

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¡Ah, bien, bien! Pues de puta madre…

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Para mi sueño no tanto…- Dijo ella.

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Bah…si solo va a ser un día, se pasa rápido. Si no te importa, como aún no hay camión para cargar, me saco un café y me echo un cigarrito rápido- Le pidió él.

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Ve, ve, no te preocupes.

Iván era muy simpático, gracioso y hablador, no tenía maldad ninguna. La verdad, no se le podía considerar muy listo, pero se llevaba bien con todo el mundo. Leyre y él eran de la misma edad, aunque la mentalidad de éste y su estilo de vida más tenían que ver con la de un adolescente. Se había separado tras dos meses de matrimonio hacía ya tres años, a los treinta. Ahora vivía solo aunque tenía novia, pero había vuelto a sus mayores aficiones de juventud, la marihuana y los tatuajes, no tenía muchas más motivaciones en la vida, pero era feliz. Leyre por el contrario, pese a su juventud, como ya se ha dicho, estaba casada y llevaba quince años con su novio y ahora marido. Tenía una vida estructurada con una hija pequeña e hipoteca. Arturo, su marido, había ascendido rápido en la empresa y gracias al trabajo de ambos, ahora podían estar económicamente desahogados; Iván por el contrario, pese a no tener cargas familiares, no sabía administrar su propio dinero y siempre iba agua al cuello. Sin embargo, sí que uno de los dos gustos de Iván era compartido tanto por Leyre como por su marido; la marihuana no, los tatuajes. Ella había ido acumulando varios a lo largo del brazo, sin contar el primero que se hizo en el vientre muchos años atrás. Ahora, acabado el brazo izquierdo, había empezado por otras zonas del cuerpo, el último le cubría desde la parte alta de la cadera izquierda hasta la cintura.

A pesar de no haber parado de trabajar, ambos habían estado hablando toda la noche, sobre todo Iván, que era de los que cuenta su vida en profundidad con pelos y señales. Habían compartido un par más de cafés y una de las veces que él había salido a fumar, Leyre lo acompañó para tomar un poco el aire.

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Pues estoy pensando en hacerme otro tatuaje en esta parte del cuello- Dijo él, señalándose el lado izquierdo, pues en el derecho ya llevaba uno.

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Hombre, el cuello tiene que ser sensible, pero si te gusta ¿Qué te harías?

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Un as de corazones.

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Ah, bueno, está bien. Yo al final me hice el que te comenté hace unos meses, el del costado y la cadera- Le inidcó Leyre señalándose desde la cadera hacia arriba.

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¿Ah sí? Pues de puta madre ¿Cuánto te costó?

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En euros 220 y en horas, unas cuatro.

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Ah…bien pues…- Se quedó pensativo- ¿Era grande no?

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Bueno…si- Leyre también se quedó dubitativa pues no sabía muy bien cómo explicar el tamaño y el diseño, así, que aunque le daba un poco de vergüenza, la dejó aparcada en ese momento y sacó el móvil- Mira, este es.

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Está guapo eh, está guapo. Este que es, el diseño que buscaste de alguna modelo de internet o algo o qué.

A Leyre le entró la risa mientras se guardaba el teléfono otra vez en el bolsillo.

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¡Pero qué modelo! Si esta foto me la hizo Arturo hace unos días…

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Ah…que eras tú…- dijo él algo tartamudeante, mientras, por la esquina de la nave aparecía el siguiente camión que tenían que cargar y cortaron la conversación por el momento.

No es que en la imagen se viese gran cosa, pues solo estaba centrada en el tatuaje, pero sí que mostraba el costado sin ropa. Mientras cargaban ese última remolque, Leyre observó cómo Iván no le quitaba la vista de encima cuando se creía que ella no miraba, una de las veces estuvo a punto de chocar de frente contra un palet, se le notaba abstraído, más de lo que sus lagunas mentales le provocaban habitualmente.

Los camioneros iban y venían con mercancía, fueron a buen ritmo y las horas caían rápido una tras otra. A las 4 a.m. por fin los últimos palés eran cargados, dando por finalizado el trabajo. Pero eso no significaba que hubiera acabado la jornada, quedaba recoger todas las máquinas, palés rotos, pasar la mopa por las zonas sobre las que habían estado trabajando y dejarlo todo en perfectas condiciones para que el lunes el turno de mañana pudiese comenzar con normalidad.

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Venga, que solo nos queda pasar las mopas rápido y nos podremos ir a una hora prudente a casa.- Dijo Leyre- ¿Empiezas tú por el final y yo desde aquí, así hacemos mitad cada uno?

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Sí, sí, claro; me voy a poner los auriculares mientras hasta que acabemos.- Dijo él.

Debido a la gran extensión del almacén tardaron cerca de veinte minutos en coincidir, cuando al fin habían limpiado todo el suelo, se quedaron parados apoyados en los palos de la mopa al lado de unos palés vacíos.

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Que pereza irme ahora en la moto a estas horas, con lo que refresca.

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Jaja, es que a quien se le ocurre venir en moto, teniendo el coche en el garaje.

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Joder…pues porque gasta menos, que no está la cosa para tirar cohetes.

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Bueno, bueno, tú sabrás. Yo te llevaría, pero es que vamos totalmente en sentido contrario.

-

Que no mujer…que era por decir algo…que estoy acostumbrao a la moto.

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Bueno, bueno, si tú lo dices.- Leyre dejó de hablar un momento y retomó la conversación- Bueno, entonces, que antes nos han cortado ¿te ha gustado mi nuevo tatuaje o no?

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Claro joder, está muy chulo.

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¿Y la zona? Es que al principio dudaba porque no sabía si quedaba un poco exagerado.

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Que va, esa zona a las mujeres os queda muy bien; muy sexy.- Tal como dijo eso, se cortó de golpe y balbuceó.

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¿Te parece sexy entonces como me queda?

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Hombre, que era una forma de hablar…ya me entiendes, no pienses mal.

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Mal no Iván, al revés, que sexy es algo bueno, peor hubiera sido que hubieras dicho que quedaba macarra o algo.

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No…no…de eso nada; pero que bueno…eso.

Ella notaba que Iván no sabía cómo salir bien de esa situación, no tenía maldad y ella era bastante más lista que él y lo estaba poniendo en un aprieto aposta.

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¿Has visto que las flores pequeñas tenían un poco de color?

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No, la verdad es que en la foto no me he dao cuenta.

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Sí mira.- Y se levantó la camiseta, dejando al aire su marcada cintura.

Iván dio un paso hacia atrás, pero mirando fijamente. Leyre, continuó con el asunto.

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Y mira, las de aquí abajo les ha hecho también un poco de sombras para que resalten- Dijo mientras se desabrochaba el botón del pantalón y se lo bajaba de un lado dejando toda la cadera también a la vista. Cortaba la visión del tatuaje completo la fina tira de la goma del tanga que rodeaba el cuerpo. Después, se volvió a abrochar y se bajó la camiseta, en todo ese lapso de tiempo, Iván no había dicho una sola palabra.

-

Bien, bien…em… ¿termino yo de barrer lo que ha quedado por el suelo y haces tú lo que tengas que apuntar en la oficina?- Dijo él.

-

Claro, así nos vamos enseguida.- Antes de darse la vuelta, Leyre fijó su mirada en un prominente bulto que había aparecido repentinamente en la entrepierna de su compañero, ciertamente le gustaba haber provocado eso, pero para no incomodarle, se dirigió de inmediato hacia la oficina.

Cuando habían pasado unos diez minutos entró por la puerta Iván, que ya había terminado de barrer. Ella ordenó los últimos papeles y fue apagando uno a uno los ordenadores. Mientras tanto, él había vuelto a darle conversación, ahora le hablaba sobre lo grande que estaba su perra, pastor alemán. Continuaron hablando cuando apagaron las luces de la oficina y se dirigieron hacia los vestuarios.

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¡Aiba! Me queda traer unos papeles de la oficina de recepción.- Dijo ella. Iván como de costumbre, la siguió sin dejar de hablar ni un solo momento mientras ella abría la puerta de la recepción.

Cuando dejó de hablar por unos segundos, Leyre pensó con maldad que aún podía divertirse un poco más poniendo en un último y sonrojante aprieto a su simpático compañero.

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Oye Iván, antes cuando te he enseñado el tatuaje, me he fijado en que te has puesto realmente contento.

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¿Contento? ¿De qué?- Aunque se había vuelto a poner nervioso, no estaba pillando el sentido real de la frase.

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Contento joder, que tenías un abultamiento en el pantalón ¡vamos! Jajaja..

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¡Qué dices! Ala tira…no me tomes el pelo.

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Que te lo digo enserio joder, ¿o es que acaso no podría ser verdad? Te ha parecido sexy o no, sé sincero.

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Que sí ostia, claro que te queda guay, que está muy bien.

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¿Pero bien? ¿O que estoy buena?

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No me jodas Leyre, como te voy a decir yo eso, que eres la mujer de Arturo, mi ex jefe, además de que es colega joder.

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Y que tiene que ver eso, si soy fea soy fea, si estoy buena, estoy buena, sea mi marido quien sea, es una cosa de gustos, que él no es celoso por un piropo joer, ya lo sabes.

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Ya, ya…pero mujer, es que me dices unas cosas, ¡que se me había puesto dura! Pss...

-

¿Pero se te había puesto?

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Bueno, vale, sí. Habrá sido un acto reflejo, en ese momento uno no piensa nada, se pone tiesa y tira…

-

Jajajaja. Bien, bien…-Dijo ella.

Leyre, que había empezado todo esto como una broma, realmente al sentirse deseada por aquel chaval se estaba poniendo cachonda. En un acto que ella no hubiese podido imaginarse haciendo nunca, volvió a soltarse el botón del pantalón. Esta vez lo dejó caer hasta los tobillos, al mismo tiempo, se quitó la camiseta, quedándose en un instante tan solo con un sujetador tipo deportivo, cómodo, que usaba para trabajar, el tanga color esmeralda y las botas de trabajo.

-

Espera, que voy a enseñarte detenidamente todos mis tatuajes- Dijo mientras deslizaba sus dedos por encima de la camiseta de Iván. Él, totalmente anonadado, no abrió la boca.

Poco a poco, le fue mostrando y poniendo la mano de éste sobre la mariposa de la cintura, las estrellas sobre el pecho izquierdo, uno a uno los del brazo y finalmente, apoyó las manos sobre la mesa de escritorio de la recepción, arqueó la espalda y sacó culo para mostrar en todo su esplendor, de nuevo, el tatuaje de la cadera. Con los ojos inyectados en sangre, Iván al fin dijo:

-

Ahora sí que me la has puesto dura de verdad- Y se sacó la polla a través de la cremallera del pantalón de trabajo.- Mira como la llevo.

Leyre se llevó una grata sorpresa, no es que fuera muy larga pero era realmente gruesa, rápidamente alargó el brazo para tomarla entre su mano derecha y empezar masajearla. Metió las manos más aún en el pantalón hasta acariciarle también los huevos. A su vez, él le metió la mano izquierda por la parte delantera del tanga para empezar a jugar con su vulva y clítoris, mientras la derecha, manoseaba el bonito y gran culo de Leyre cubierto solo por otra tira del tanga. Tras unos minutos en los que fueron subiendo de tono, Leyre volvió a hablar mirando a unos sofás que había en la recepción.

-

Vamos ahí .- Le cogió de la mano y mientras hacían el trayecto, vino a su cabeza las veces que había fantaseado junto a su marido mientras follaban, con el hecho de probar otra polla, ya que por llevar desde tan jóvenes juntos, Arturo había sido su único amante y viceversa. Ahora bien, pese a haber fantaseado y su marido haberle dicho que le ponía muy cachondo pensar lo zorra que era por querer follarse a otro, ella nunca pensó que alguna vez lo pudiese o se atreviese a llevarlo a cabo.

Leyre se tumbó boca arriba y dejó que su compañero se acomodara entre sus piernas después haberse quitado también los pantalones y el calzoncillo, en otras circunstancias ese rabo tan gordo hubiera costado meterlo, pero estaba tan mojada que se retiró el tanga hacia un lado y al primer empujón se ensartó entero hasta el fondo. Notó su coño dilatado como nunca y eso le provocó un gemido. Entonces, él, comenzó a follarla fuerte y rápido mientras la agarraba con una mano de la cintura y con otra por el cuello. Lamía su pecho aún cubierto por el sujetador, pero pronto, Leyre se lo levantó un poco para que sus tetas apareciesen por debajo, rebotando hacia adelante y atrás. Entonces Iván lamió cada uno de sus dos pezones con rabia.

Después de unos minutos en los que habían sudado más que en toda la noche de trabajo, le tocó el turno a Leyre de esforzarse un poco más. Iván se levantó y se sentó en una de las sillas de recepción con el nabo bien tieso entre las piernas. Ella entendió el mensaje y se fue despacio andando hasta él, pasó por su espalda y se quedó de pie unos tensos segundos. Instantes después, dobló la espalda hasta dejar su boca a escasos cinco centímetros de la punta, dejó caer un hilo de saliva y subió de nuevo el cuerpo alargando el hilo infinitamente. Entonces, distribuyó la saliva con su mano derecha sobre toda la superficie hasta la base del pene y se sentó encima. Las primeras cabalgadas fueron suaves y deteniéndose a saborear el momento, pero pronto, se puso de puntillas y hundió fuerte y rápido su vulva mientras se sujetaba al respaldo de la silla ofreciendo sus tetas para que Iván se las volviera a meter enteras a la boca. Cuando notó al chico a punto de estallar, se levantó, éste, la empujó contra el sofá y metió su cabeza entre las piernas empezando a hacerle una ansiosa comida de coño. Leyre se corrió tres veces antes de decirle que quería un poco más de polla. Esta vez volvió a la mesa de escritorio de recepción y apoyando sus manos se puso en pompa para volver a ser penetrada. Esta vez, el rebote de los huevos contra el culo resonaban por todo el almacén y ella comenzó a subir el volumen de sus gemidos.

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Fóllame joder, no pares, no pares, venga…

-

Que buena estás joder, que culo y menuda zorra estás hecha.

-

Sí…soy una zorra, pero cállate y sigue follándome.

Un sonido de chapoteo salía después de cada metida, estaba realmente cachonda. En ese momento, recordó que Arturo le había contado una vez que Iván intentando dejar embarazada a su ex, le habían hecho una prueba y era totalmente estéril.

-

Voy a explotar joder…- Dijo él.

-

No pares, córrete dentro Iván, vamos…

-

Sí por Dios…si…me encanta…

Leyre sintió unos cuantos chorros calientes inundando su interior, seguía tan cachonda que cuando él le pasó el dedo por el clítoris después de haber soltado todo pero con la polla aún metida hasta el fondo, ella se corrió por cuarta y última vez.