Tú y otras drogas juveniles 9

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No digas nada tonto, contrólate ellos no son nada, contrólate -pensaba sin cesar Magdalena, aunque si de ella y sus extraños impulsos de tratara, el ex novio de Emilia habría querido arrepentirse de acercarse a ellas dos.

-Emi, hola –saludó él al acercarse hasta las dos chicas. A magdalena le entorpecía que él estuviera ahí parado frente a ellas, pensaba que su sonrisa lo hacía parecer un idiota. Claramente ella no esperaba que el ex novio de la mujer que ahora estaba en su cabeza fuera a caerle bien.

-Marcos –saludó en cambio Emilia. Magdalena la notaba disgustada y fría y no quería ser malévola pero le agradaba que actuara así al menos por esa vez, porque de otra forma Magdalena terminaría arruinando las cosas, atacando indebidamente sin sentido alguno.

-Cómo estás –preguntó -¿Qué haces por aquí? –Agregó, a lo que Magdalena seguía considerando idiota y sobreactuado- ¿Qué más podía estar haciendo Emilia una tarde en la biblioteca?-Pensó ella.

-Ya ves, estudio –respondió Emilia. Magdalena quería ponerse de pie y comportarse como lo hacen en las películas, armar un escándalo o espantarlo a como dé lugar, para ella cualquier cosa era mejor que compartir a Emilia con él.

-¿Puedes hablar un momento conmigo? –le pidió a Emilia.

-Marcos, no tenemos nada que hablar –dijo sin mirarlo

-Sólo será un momento –intentó

-Ya te dijo que no quiere hablar contigo, no seas patético –reaccionó Magdalena mostrándose enojada.

-¿Perdón? –Preguntó asombrado –no es para tanto

-Magda… no –comentó Emilia

-Magda nada –respondió a Emilia –este imbécil no entiende con sutilezas y alguien debe decírselo –la encaró. Magda estaba realmente exaltada, ella sentía que no podía quedarse de brazos cruzados escuchando esa escena.

-Ok,  ya entendí, te buscaré cuando estés sin tu guardaespaldas Emilia –dijo él

-¿Qué dijiste? –volvió a encarar, sin embargo Marcos ya se había marchado.

Magda sintió que alguien tiraba de la manga de su chaqueta-¿Quieres calmarte? –le exigió Emilia.

-¿Cómo quieres que me calme Emi? Cuando él está ahí molestándote como si no tuvieras nada más que hacer –Respondió Magdalena. Se sentía herida y lo último que esperaba por parte de Emilia era un reproche –no creas que eso está bien –

-No necesito que me defiendas –Exclamó Emilia. Para ese entonces ya les habían hecho callar por segunda vez en la biblioteca.

-Ok, haz lo que quieras –manifestó Magda, levantándose y retirando todas sus cosas del lugar. Ella no soportaba la idea de estar peleando por culpa de él, no soportaba que Emilia no pudiese apreciar la intensidad del asunto y que lo disminuyera intentando ahuyentar su actitud.

Magdalena sentía que un muro se derrumbaba sobre ella cuando no le encontraba solución al problema que la ataba a Emilia. En cualquier otro momento habría mandado todo al demonio y sin duda no le hubiese importado hacerlo, pero a Emilia le había entregado mucho de lo que nadie tenía: Su respeto, le tenía prácticamente en un altar, lo bastante lejos de su alcance como para bajarla de ahí. Por otra parte, estaba realmente odiando el actuar así, lo sentimientos que tenía hacia Emilia la conducían a perder la cabeza por cualquier detalle.

-Ven aquí –gritó una vez que estaban afuera. Emilia la había seguido y a Magdalena le irritaba esta actitud aunque a la vez, en silencio se sentía aliviada

-Será mejor que no sigamos dándole vueltas Emi –respondió sin mirarla a la cara

-Tú estás siendo inmadura, tú fuiste la grosera y ¿ahora quieres huir? –desafió Emilia

-Como digas, yo me voy –dijo Magdalena en última instancia, cumpliendo su palabra. Ella caminó muy rápido con las únicas intenciones de desaparecer lo más rápido de la vista de Emilia, de haberse quedado ahí pensó, habría inundado la calle en lágrimas que reflejaban el dolor o mediana decepción que sentía.

Ella estaba muy confundida sobre si estaba siendo justa o demasiado arbitraria. Pensaba que quizás habría sido mejor guardar silencio, quedarse sentada, sumisa  y aparentemente ajena antes de manifestarse y terminar por romper la paciencia de Emilia, pero ya era tarde y ahora sólo le quedaba conformarse y llorar en algún rincón.

El día estaba horrible, las nubes casi espesas anunciaba con terror que se aproximaba una tormenta. El día se había transformado en una fatalidad de extractos literales y figurados, de sentimientos y emociones oscuras e intensos diálogos que hubiese no querido decir.

Magda conservaba la mirada perdida en el suelo mientras caminaba. En su acto, se figuraba que haría lo que fuese por Emilia, que no tenía el suficiente valor para ver cómo alguien más abusaba de su tiempo y su amabilidad. No le parecía correcto ver a alguien más mirándola del modo que sólo ella quería mirarla, sufría por dentro porque tampoco parecía correcto estar sintiendo eso.

No sabía cómo y cuándo se había convertido en esa persona capaz de sentir aprecio y desprecio a la vez. Quería recuperar su autocontrol, su capacidad de ser más fría y padecer del corazón.

Magdalena dirigió esta vez sus pasos a un lugar diferente, el cual no pisaba por largos años. La imagen que reproducía aquel cementerio era igual de melancólica que los sentimientos que aguardaba Magda en esos momentos, multiplicando las causas mortales para deprimirse al doble.

Ella no entendía muy bien porque había decidido ir hasta allá en vez de ir hasta la playa como lo habría hecho siempre. Estando ahí, acortó la distancia lentamente con pasos poco seguros. Se sentó con decisión al lado de la lápida que decía el nombre de su madre adornado a su alrededor con diferentes tipos de claveles. El pasto estaba mojado y comenzaba a incomodarle la frialdad del lugar y de la escena.

Siempre solía meditar muy bien sobre su realidad antes de alzar la voz, pero ahora se sentía asustada y triste, ella quería ser la pequeña hija inocente cuya madre había abandonado hace ya mucho tiempo.

-Creo que estoy muriéndome de susto ¿sabes? no estoy demasiado segura de por qué estoy acá, pero yo creo que te necesito –dijo mientras recostaba su cabeza en el pasto.

Ella sabía que podría estar horas en ese lugar junto a esa posición –te extraño, de estar tú aquí junto a mí las cosas serían tan diferentes –continuó –yo habría sido otra, habría elegido otra vida totalmente distinta de tener tus consejos y cariño conmigo aún, yo… de haber sido otra habría elegido a la persona correcta –siguió en voz baja

Emilia era perfecta a los ojos de Magdalena, no se imaginaba de qué manera podría ser una mala influencia o una mala decisión estar a su lado para cualquiera, aunque para ella en ese momento ni siquiera era una opción. Ni siquiera estaba entre sus planes, ni siquiera habría una remota posibilidad.

-Adoro a esa mujer mamá –pronunció con nostalgia –sabes que cuando era pequeña te había admitido que jamás me fijaría en alguien, que yo sólo sería una aventurera en la búsqueda de tesoros y mi imaginación no tenía límites en esos momentos –recordó esta vez con una pequeña sonrisa –pero ahora está ella, ahí, en algún lugar y está matándome esto, está matándome no poder ir a su casa y decirle que cualquier error que haya cometido es porque no podría soportar verla con alguien más. ¿Crees que lo entendería? –dejó en el aire aquella pregunta. Su humor cambió cuando sabía perfectamente que no encontraría la respuesta, pese a que lo quisiera con todas sus ganas.

La respuesta estaba en otra parte, con otra persona, con esa a quien quería ver incesablemente y ella sería la única capaz de darle un veredicto a su sentencia.

Había cambiado recientemente su celular luego del desorden neuronal que la había llevado a arrojarlo a un río. El único número que estaba en su directorio tenía por nombre el de Emilia.

Emilia

-No tengo humor para hablar contigo –insistió Emilia

-¿Puedes explicarme que fue ese show de hace un momento? –preguntó Marcos

-Yo no tengo que explicarte nada –dijo mientras caminaba evitando mirarlo a la cara. Una vez que Magdalena había desaparecido, prácticamente a la -velocidad de la luz- ella simplemente se había dado por vencida, no iba a encontrarla, no iba a detenerla y principalmente no iba a convencerla que se quedara. –Marcos, tú te lo buscaste, no me pidas explicaciones a mí-respondió cansada.

-¿Quién es ella? –preguntó él. ¿Qué le importaba? Pensaba Emilia, por qué si quiera estaba siguiéndola. Comenzaba a sentirse intolerante a la presencia de Marcos, ella sólo quería encontrar alguna razón por la inesperada reacción de Magda. La había odiado, quizás por algunos segundos, pensó que era innecesario pero luego se sintió terriblemente culpable por lo dura que había sido.

-Es una amiga –dijo con seguridad. -¿Lo era?- se preguntó con curiosidad, no sabía muy bien si llamarla amiga. Tenía miedo, se supone que si así era, Emilia creía que no debía sentir lo que estaba sintiendo.

-Pues dile que se controle –aconsejó él. Emilia sintió una ira recorrerle el cuerpo de pronto, él no tenía derecho a exigir nada.

-¿Sabes qué Marcos? Magda tenía razón, eres patético –confesó. A partir de esa última frase, Marcos detuvo su caminar y Emilia aprovechó para tomar distancia definitiva de él.

Le urgía buscar respuesta, buscar a Magdalena y resolver el problema. Le urgía perdonarla y que la perdonase por actuar con suma brusquedad. Quizás una actitud con más prudencia hubiese sido abandonar la biblioteca dejando ahí a Marcos antes de que sucediera todo e inevitablemente se sentía culpable.

Emilia se preguntaba intensamente que era lo que quería Marcos de ella, hasta cuando seguiría así. Hasta cuando tendría que soportar su basureo, la constante angustia que le traía cada vez que le dirigía la palabra. Sin que lo quisiera, una lágrima de escapó de sus ojos y se fue directamente al piso, dándose cuenta que le pasaba la cuenta que él estuviera aun invadiendo su vida. Pero había otra cosa, había una razón que le dolía más y terminaba por romper su corazón esa noche: Si Magdalena no daba señales, probablemente pensar en dónde estaba sería su próximo insomnio.

Ella no tenía idea dónde buscarla y casi como si hubiesen leído su mente, esperando un mágico llamado, suena su teléfono.

-¿Aló? –contesta Emilia al segundo con desesperación.

-Emi –dice una voz masculina. Emilia toma su cabeza con decepción.

-¿Qué quieres Andrés? –gritó en medio de la calle.

-Oye ¿estás loca? Yo sólo quería saber cómo estabas –se excusó

-Ahora no es un buen momento –respondió

-¿Amiga sucede algo? –preguntó preocupado.

-Una pelea con Magdalena –respondió Emilia delatadora.

-¿Te hizo algo? –intuyó curioso

-No, yo le grité y se fue –le confesó –estoy preocupada Andrés, debí haber sido más paciente

-¿Por qué tan preocupada Emi? –preguntó con extrañeza.

-¿Qué pasa si le sucede algo por mi culpa? –comentó angustiada

-No le pasará algo, por Dios esa mujer es más lúcida que tú –explicó tranquilizándose.

Emilia no se convencía, menos cuando recordaba que Magdalena había estado enferma y decaída el último tiempo.

-¿Sabes dónde vive? –preguntó Emilia sin pensar demasiado sobre esa pregunta.

-Dime por qué tendría que saberlo Emi –respondió confundido

-No lo sé Andrés, tú sabes todo –dijo ella desesperada –por favor ven a buscarme, estoy sola aquí  y creo que tengo los nervios a punto de colapsarme.

-Ok, ok ya voy para allá, dime dónde estás –dijo él.

Emilia estaba totalmente desconcentrada de sí, esperaba que Andrés pudiese ayudarla.

-Sabes, no estoy seguro si es aquí –dijo él indicándole una casa. Andrés había ido por ella y entonces él creía tener una vaga noción sobre dónde vivía Magdalena. Decía que una vez la había visto entrar por ahí mientras Andrés pasaba con unos amigos, pero no era seguro.

-¿Quieres que te acompañe? –preguntó él. Ella hubiese querido que así fuera. Le daría la seguridad, pero sobre Magdalena, sobre ella tenía que encargarse sola.

-No Andrés, está bien, tú has hecho bastante por hoy –respondió –gracias

-Ok, te hablaré más tarde para ver qué tal –comentó él –adiós Emi.

Y ahora ella se sentía como arrojada al mundo y no sabía que tenía que hacer. Los metros que había desde su lugar hasta la gran puerta cuyas manijas permanecían resplandecientes eran bastantes como para fácilmente arrepentirse en el camino. ¿Qué tal si no era su casa? Ella no sólo pasaría el bochorno de haberse confundido sino que también volvería la inseguridad y la preocupación de saber dónde estaba Magda y por otro lado ¿Qué tal si era su casa y ella no estaba? Emilia comenzaba a titubear.

Se atrevió por fin a caminar hasta la entrada. Era una casa grande, de altos ventanales y un jardín hermoso, a parecer de Emilia. Estuvo finalmente frente a la puerta, esta era marrón y carecía de desgastes por el tiempo. Era una puerta perfecta, pensó ella. A su lado había un notorio timbre que esperaba para ser presionado e interrumpir la rutina de las personas al interior de la casa.

Tocó el timbre y entonces sintió a la brevedad un gran deseo de arrancar, cuan divertido juego de niños, sin embargo se quedó ahí esperando que alguien atendiera.

La puerta se abrió y un joven la miró de frente, luego de pies a cabeza y sonrío -¿Hola? –saludó entretenido. Emilia no entendía esa actitud ni por si acaso pero entonces supo que estaba en el lugar correcto. ¿Quién era? ¿Un hermano? Verlo a él era como ver a Magdalena en versión masculina, tenía sus ojos su color de cabello y la intensidad de su mirada. Emilia se sintió familiarizada con esa intimidación.

-¿Hola, mm está Mag..? –

-Oh, la buscas a ella –interrumpió –es una lástima –comentó sin cierto filtro que a Emilia le hubiese gustado tener de su parte –ella no está.

-¿Sabes dónde puedo ubicarla? –preguntó con seguridad por no querer verse tan indefensa

“¿Quién es?” escucharon ambos una voz femenina que provenía desde algún lugar de la casa, no pareciendo estar tan alejada.

-Sólo buscan a Magda –respondió él  -ella no está –se volvió para responderle a Emilia –y la verdad es que nunca sé dónde está-

Al segundo apareció una figura detrás del chico que se mostraba curiosa de ver quién estaba hablando con él –¿Buscas a Magda? –preguntó ella para imponer su presencia.

-Si bueno, pero ella no está así que mejor me voy –manifestó Emilia

-¿No quieres dejarle un recado? –preguntó la mujer deteniéndola.

Durante esos pocos segundos Emilia se había dedicado a detallarla y preguntarse a la vez por qué tanto el interés, ellos dos parecían ser muy extraños –yo..

-¿Emi? –gritó una voz conocida tras ella. Emilia se dio la vuelta para confirmar que era cierto que se trataba de Magdalena. Sintió alivio después de todo.

-Por fin te encuentro –le dijo ignorando quienes estaban al otro lado de la puerta.

-¿Qué haces aquí? –preguntó completamente sorprendida

-¿Vas a presentarnos a tu amiguita? –comentó la mujer. Emilia notó que Magdalena la miró con desprecio frente a esa pregunta entonces al segundo de eso sintió la fuerte presión con la que ella tomó de su muñeca para llevarla hasta dentro, interrumpiendo el pequeño espacio que dejaban las dos personas. Emilia se dejó llevar hasta que le diera la respectiva explicación sobre eso.

La condujo hasta su habitación, entonces Magda cerró la puerta tras ella empujando su cuerpo por sobre la misma.

-¿Hice mal con venir hasta acá? –preguntó Emilia preocupada. Temía haberla molestado con eso, comenzaba a arrepentirse de haberla buscado pero entonces vio a Magdalena sólo mover su cabeza en señal que no era correcto. Entonces Emilia se preguntaba qué era lo que estaba mal.

Magda cubrió su rostro con sus manos y a Emilia le asustaba. Comenzó a llorar.

-Magda –le nombró y entonces en seguida de eso la vio abrirse paso hacia ella. Magdalena se había dirigido puntualmente a sus hombros y ahí su desconsuelo llenó el espacio silencioso y vacío.

Emilia sentía por todo el cuerpo el cosquilleo que le provocaba los labios y demás partes del rostro frío de Magdalena en sus hombros. Intentó alejar de ella esos pensamientos para focalizarse en qué le ocurría –Magda, ¿qué sucede? –preguntó con cuidado.

-Perdóname por favor –alcanzó a oír desde ella. Emilia no entendía de qué se disculpaba.

-¿Perdonarte por qué? –Preguntó –todo está bien, perdóname tu a mí Magda –le comentó. Sentía el dolor de Magdalena como propio en esos momentos, era inevitable hacerse cargo de ello.

-La vida es una gran mierda –comentó desconsolada.

-No, no, todo va a estar bien Magda, descuida –intentaba tranquilizar.

-Yo no debí entrometerme en tus asuntos, lo siento –dijo recuperando la calma.

-Oye, ¡está bien! Fui una grosera contigo, yo sé que tenías razón –se resignó Emilia.

Magdalena se separó de su cuerpo para mirarla. Emilia empezaba a extrañar esa cercanía, se había acostumbrado a gusto. La miró queriendo abrazarla, queriendo entregarle la calma otra vez.

-Me agrada que estés aquí –comentó Magda con la vista baja.

-No vuelvas a desaparecerte así –prohibió Emilia con autoridad

-¿Cómo fue que encontraste mi casa? –preguntó realzando una hermosa sonrisa que mejoraba considerablemente la triste situación.

-Mm tal como tú no me dijiste la otra vez como encontraste la mía, pues guardaré el secreto yo también –respondió

-Ok, bueno, al menos eso conserva la emoción de tenerte aquí –dijo Magdalena. Emilia no podía dejar de mantener esa incansable sonrisa en su rostro, la cual ya comenzaba a dolerle por la constancia en que aparecía.

Ahora que la tenía en frente, que no debía preocuparse de dónde estaba se sentía en plenitud. Aún se sentía extraña, ya no era la primera vez que veía llorar a Magdalena con esa fragilidad.

-Tú y tu hermano son dos gotas de agua –comentó Emilia convencida que así era, cambiando el tema para desviar el antiguo sentimiento.

-No te dejes llevar por las apariencias –respondió Magdalena –yo ya dejé de ser lo que él sigue siendo

-Qué ¿un mujeriego indiscutible? –preguntó Emilia divertida

-Así que te diste cuenta… -manifestó ella

-Fue inevitable –confesó Emilia

-¿Por qué? ¿Te dijo algo? –preguntó molesta. Emilia adoraba de cierto modo esa actitud protectora.

-Algo así, pero tranquila, no caí rendida a sus pies como te imaginas –le indicó.

-Voy a golpearlo. Muy fuerte de hecho –respondió ella. Emilia creía imposible no sentirse encantada con Magdalena.

Reciente al tema del hermano, Emilia aún sentía curiosidad por quién era la otra persona e inclusive por qué le hablaba a Magdalena como lo había hecho. De partida, no le había agradado y eso la mantenía alerta.

-¿Y ella? –distrajo a Magda quién buscaba aprobación de su mirada en cualquier parte.

-¿Quién? –preguntó sin saber demasiado bien a que se refería

-La chica junto a tu hermano –dijo de una vez Emilia  -¿Su novia?

-Algo así –respondió Magda –Ignacia sólo está jugando un estúpido jueguito a su lado

-¿A qué viene eso? –preguntó con aún más curiosidad Emilia. Se preguntaba por qué le conocía tan bien.

-Está aquí con él para molestarme –respondió. Emilia no entendía y al parecer Magdalena lo había notado porque se apresuró a explicar –Tuve algo con ella y bueno, creo que aún no lo supera.

Emilia no sabía que pensar sobre eso, nada más que en lo mucho que le molestaba la frase “tuve algo con ella”. Si antes le había desagradado su presencia entonces ahora la odiaba por el sólo hecho de existir y estar en casa de Magdalena merodeando.

-Así que tuviste algo con la actual de tu hermano ¿por casualidad se comparten algo más? –comentó Emilia. Magdalena estalló en risas, pensaba al parecer que para ella no era muy serio el tema.

-Créeme, no quisiera que fuera así –manifestó

-¿Te importa que ella esté con él? –preguntó culpable ya que esa preguntaba manifestaba notablemente el deseo de saber si Magda sentía algo por esa mujer.

-No, sólo me molesta que esté invadiendo mi casa –respondió. Emilia notaba sinceridad en sus palabras porque instantáneamente su rostro cambió su expresión.

-¿Ella fue la que te llamó el otro día? –curioseaba Emilia

-¿Cuándo? –preguntó sorprendida

-Cuando colapsaste junto a tu teléfono –recordó ella.

Magdalena sonrió entonces. Parecía cambiar con continuidad su estados de ánimo, pero a Emilia le encantaba al menos verla feliz. Luego de verla llorar, le llenaba profundamente que pudiese olvidar por un instante los malos ratos –no se te escapa nada –comentó Magdalena.

“Nada que provenga de ti” pensó Emilia, porque hasta ese momento de su vida, Magdalena se había convertido en el centro de atención sobre todas las demás cosas y era poco probable que se perdiera algún valioso momento junto a ella

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Leí con atención esta vez antes de enviar, me da un poco de verguenza cuando se pasan tantos detalles XD bueno, ahora me dedicaré a comentar lo justo y necesario. Comienzo en seguida con la continuación, a propósito, igual me siento molesta de divagar tanto ajaj

saludos :)