Tú y otras drogas juveniles 8

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M

-A veces hay que arriesgarse, sobre todo si eres tú misma quien está construyendo el camino para llegar hasta ella –metaforizó Rocío –no lo dejes a medias

No había construido nada aún. Sabía simplemente, que había planificado un montón de situaciones que no existían y que de nada servían si nos la llevaba a la vida real.

E

-¿Tan mal se ve? –Preguntó el padre de Emilia indicando su almuerzo –apenas has probado la comida-

Ella lo miró con el rastro desconcertado sin embargo le ofreció una sonrisa para no preocuparlo –papá todo lo que tú cocinas está bien –no dudó en agregar

-¿Y entonces? Quizás todo este tiempo he estado alimentándote mal… -cuestionó

-¡Hey! no, es sólo que… estoy algo inapetente –respondió ella –no te ofendas ¿sí? –le miró con lamentación.

Entonces su padre se dedicó a observarla y Emilia odiaba cuando hacía eso, porque sabía que de algún u otro modo lo hacía en función de analizar un poco su situación. Él no decía absolutamente nada, sólo la observaba y luego sacaba sus propias conclusiones.

-No estoy con uno de tus pacientes, papá –dijo ella desanimada

-Lo sé, sólo estoy mirándote –respondió él

-Como si no te conociera… –aludió Emilia

-¿Entonces tienes algo que decirme? –preguntó

A Emilia le hubiese gustado explotar, decir mucho. Decir que estaba cansada, que no había puesto demasiada atención hacia nada en particular ese día, que su apetito se había perdido en algún lugar. Ella sabía también que en momentos, gran de parte de ese eventual sentimiento de insatisfacción se debía a la ausencia de Magdalena.

-Tengo muchas cosas en la cabeza papá –dijo ella –estoy muy distraída en todo –

-¿Algo en lo que pueda ayudar? –consultó

-Ya me conoces, me gusta solucionar las cosas por mi propia cuenta –aseguró

-Un día va a pasarte esa cuenta definitivamente Emi –advirtió sin embargo no dijo nada más. Emilia era muy obstinada a veces cuando sólo creía tener la razón sobre algo por lo cual, era muy difícil que aceptara la ayuda de alguien o la opinión de otra persona.

Una vez espero que su padre terminara con su almuerzo, se paró, retiró los platos y se fue a su habitación.

Se sentía culpable, culpable por esta brecha que existía entre ella y los demás. Ella odiaba esa interdependencia que se generaba cuando abría su mundo a otra persona, por sobre todo, cuando sus sentimientos y emociones interferían también. Y ese día había extrañado a Magdalena. Había decidido comentarle que intentaría escribir algo pero lo que al principio le parecía una extraordinaria idea ahora le golpeaba de frente como una gran estupidez.

Aun así decidió abrir su computador y ver hasta dónde había llegado el día anterior. Su fría y objetiva personalidad se interponía a la hora de manifestar sus ideas profundas, sin  embargo había materializado una buena cantidad de versos libres sin haber tenido absoluta conciencia de ello.

Se sorprendió. No se le había dado para nada difícil escribir dada su negativa de hacerlo. Pero también le sorprendió que gran parte de las líneas con o sin sentido se dirigieran a sus recientes sentimientos que la tenían delante del telón expuesta a las confusiones.

Reía ocasionalmente con algunas palabras u otras exageraciones.

“A veces, tenerla frente a frente significaba ser la única e incesante posibilidad de dejar de saborear el aroma del café o retirar las páginas de un libro a un lado. A veces, tenerla en frente significaba el todo y también el nada, cuando recordaba que hasta en su ausencia ella también existía…

Una principiante.”

Y era una principiante, una novata en todo lo que le estaba pasando. Emilia sentía que era absurdo y hasta cómico escribir así pero era cierto.  Hace algunos días había apartado o puesto en pausa los estudios para concentrarse en la única figura realmente interesante. A la única que miraría, que tendría como objeto de investigación y que sin duda no dejaría ni un rincón de su persona sin analizar.

Emilia también se sentía fatal por tener la poca costumbre de obtener los números telefónicos de las personas. De haber tenido el de Magdalena, no habría perdido mucho tiempo en llamarla, preguntarle cómo estaba, ¿qué tal si estaba enferma? ¿O le sucedió algo? O simplemente había sido lo suficientemente irresponsable. No importaba cuál era la causa, lo importante para ella se simplificaba al hecho de saber de su persona, al menos una vez más. Consideraba que era una crueldad esperar un fin de semana completo para volver a verla.

Le desesperaba por supuesto depender de otra persona, le desesperaba que pensar en Magdalena le consumiera tanto las últimas energías pero no podía hacer nada por remediarlo.

-¿Emi? –interrumpió su padre de pronto.

-Me asustaste –dijo ella alterada

-¿Estás bien hija? –preguntó esta vez sí más preocupado

-Sí, yo estaba quedándome dormida –mintió por la incapacidad de explicar

-Ohh entiendo, pero hay alguien que te busca –avisó él

-¿Andrés? –preguntó ella descolocada

-No, no Andrés… mm una señorita está abajo preguntando por ti –dijo él sin mayor información. Emilia arqueó una ceja ante la mención de ello. Su padre consideraba prudente llamar señorita a cualquier mujer, independiente quien sea y dado eso, Emilia se sentía desorientada.

Se arregló brevemente el cabello y bajó hasta el primer piso para ver de qué se trataba.

Y entonces Emilia tocó el último escalón para ver que en el pasillo estaba la persona que le estaba quitando la cordura hace unos segundos. Deseó no haberse apresurado tanto.

Magdalena estaba detenida mirando algo en la pared y parecía que eso le había robado toda la atención porque aún no se daba cuenta que Emilia estaba mirándola.Emilia recordó el motivo que tenía a Magdalena hipnotizada. Fotos, montones de ellas y de recuerdos que su padre colgaba con orgullo en esa pared de su consentida y única hija. Se sintió tan avergonzada de pronto que decidió hablarle antes de sentir que le quedaba poco o nada de dignidad.

-Magda –llamó Emilia

-Hola –dijo ella sonriente –mmm ¿molesto? –preguntó tímida. Emilia pensaba que lo último que podía hacer en ese momento era molestarla.

-No, claro que no –respondió ella alejándose de la escalera y acortando la distancia entre ellas -¿Cómo llegaste aquí? –preguntó para distraer un poco su emoción. La verdad es que si se encaraba, no le importaba demasiado cómo había llegado hasta su casa si no el hecho de que ella estuviera ahí simplemente cuándo lo había deseado con todo su corazón. Se preguntó estrictamente si la telepatía existía.

-Bueno ¿Has oído cuándo dicen que preguntando se llega a Roma? –comentó Magda

-Si algo así –afirmó Emilia –ahora dime ¿A quién tuviste que extorsionar para encontrarme? –preguntó con gracia

-Bueno fue difícil, pero mantendré el misterio –respondió

-Confiaré en ti –dispuso –pero ¿Qué haces aquí? –preguntó esta vez denotando su emoción

-mmm yo simplemente tenía culpa por no ir hoy–dijo un poco insegura –y quizás no sé, preguntarte si quieres acompañarme por ahí… -terminó inconclusa encogiéndose de hombros

-¿Estás invitándome a salir contigo o es sólo mi imaginación? –dijo una vez ya tomaba control del terreno. De un tiempo a esa parte, Emilia se había tomado atribuciones.

-Sí, ¿quieres? –dijo finalmente como si el aire que tenía aprisionado se arrancara con toda libertad

-¿Debería salir contigo luego de tu sospechosa búsqueda de mi casa? –cuestionó Emilia

-Prometo que fue por una buena causa –dijo una Magdalena lamentada

-¿Cuál? –preguntó Emilia interesada

-Verte –dijo ella con una semi sonrisa. Emilia por supuesto, con amabilidad le devolvió el gesto sin embargo, tuvo que retirarse un momento con la excusa de que le avisaría a su padre que saldría.

Le impactaba un poco la situación. Pensar en Magdalena, desgastarse en ello, que luego estuviera en su casa casi como por milagro y que además le estuviera expresando que quería verla era demasiado para su sistema nervioso. Avisó muy brevemente a su padre la situación explicándole que daría una pequeña vuelta y estaría de regreso, luego tomó un respiro muy hondo para tomar otro más tarde. Se armó de valor para bajar las escaleras y enfrentarse a lo que se había escapado de sus posibilidades en ese momento.

No podía explicar del todo la alegría y alivio que le generaba ver a Magdalena en su casa. Devenía a todo el hecho de que lo necesitaba, ella se había convertido en objeto de su preocupación todo el día y le urgía su presencia.

-¿Vamos? -preguntó Magdalena cuando vio que Emilia estaba en disposición de salir

-Claro -aceptó Emilia. Ella tenía dudas, pero no sabía si Magdalena era la persona indicada para darle las respuestas que necesitaba. ¿Por qué toda su persona se emocionaba tanto al verla? era algo que la introducía a la profunda tortura de las dudas.

Emilia la miraba de vez en cuando y encontraba tan fascinante todo en Magdalena. Había aparecido ante su persona con un sweater de invierno, que tenía las secuencias de unos ciervos que la hacía ver adorable, aun cuando Magda se empeñaba en demostrar lo contrario. Hacía frío esa tarde casi noche y entonces Emilia atinó a refugiar sus manos en sus bolsillos.

-¿Vas a contarme entonces...? -preguntó Emilia una vez habían avanzado bastantes calles.

-¿Contarte qué? -dijo algo sorprendida por la intervención

-El porqué no fuiste a clases, digamos -obvió

-ah, eso... yo estaba enferma, naúseas, dolor de cabeza... -respondió ella amable y tranquila

-¿Otra vez? -insinuó Emilia

-Por qué te extrañas -preguntó riendo

-No creo que sea chistoso Magda, en serio no es normal tanto dolor y tantas naúseas -manifestó preocupada

-¿Cuál es el diagnóstico, doctora? -fingió seriedad

-¿No estarás...? -dio a interpretar Emilia

-¿Embarazada? ¿Estás loca? -dijo completamente exaltada -debe ser una broma. No recuerdo la última vez que besé a un tipo y hasta donde sé, no es una forma de embarazar a alguien.

A Emilia se le escapaba ese detalle de vez en cuando. A pesar de que de sólo imaginarse a Magdalena con alguien más, fuera hombre, fuera mujer, le inundaba una molestia constante porque siempre estaba en el aire la probabilidad que eso ocurriera.

-Lo siento, me rindo, creo que deberías ver un médico -expresó Emilia

-Quizás es sólo un cambio emocional -dijo sin razón Magdalena

-¿Tienes problemas? -preguntó Emi

-Como todo el mundo, algunos están estresados, otros enamorados y así ... -sugirió Magda en alternativas

-¿Estás enamorada? -fue directa la muchacha, arrepintiéndose un poco al segundo del arrebato.

-Se nota que no me conoces... -reía ella

A Emilia no le gustaba como se oía eso. Más que por el hecho que sabía que no la conocía bien, era obvio, llevaban hablando si quiera una semana, sin embargo era lo otro. ¿Era Magdalena una roca, un objeto? ¿Por qué tanta repulsión? Eran aquellas cosas las que llamaban aún más la atención de Emilia.

-¿Podemos parar aquí un segundo? -preguntó Magdalena

-Claro -afirmó Emilia. Ella miró a su alrededor el puente y desde allí el reflejo de algunas luces de los edificios más altos en el rio y luego devolvió la vista a Magdalena para notarla descolorida, sin embargo Emilia pensaba que eso la hacía ver hermosa. Tembló, no sabiendo con exactitud si era por la brisa y viento que se levantaba o por la intensidad en los ojos de Magdalena que contrastaban con su piel.

-Debería prestarte mi sweater ¿no? -dijo Magdalena

-Oh vamos, no quiero quitarte ese aire de "niña buena" -dijo gesticulando comillas

-No dejaré de ser encantadora sin él -expresó

-Oh, engreída -acusó Emilia

Magdalena de todos modos se quitó la prenda y se la ofreció a Emilia quien aceptó amablemente. Ella se sentía tenuemente encantada por Magda, cada segundo y a pesar de que la consideraba engreida sabía que tenía la razón. Magdalena podría haber estado insultándola y en ese momento le habría parecido fascinante.

-debes ponerme al tanto de lo que me perdí hoy -dijo Magdalena cambiando de tema

-oh no, asume las consecuencias -dijo Emilia indiferente

-¡ok ok! al menos debes admitir que me extrañaste -propuso Magda

Te extrañé como una condenada loca pensó Emilia, sin la necesidad de reproducirlo -Sólo diré que tu ausencia se nota un.. poco -dijo en cambio +

-¿Esa es tu sutil forma de decirme que me extrañaste? -preguntó y Emilia se sonrojó, pero para su suerte un sonido que provenía del bolsillo del pantalón de Magdalena interrumpió su leve tortura.

Notó que Magdalena entonces no contestó el teléfono, sólo miró la pantalla, sospechando que no quería hablar con la persona que intentaba localizarla. Guardó el aparato

-¿Tienes la costumbre de no contestar tus llamadas? -preguntó curiosa Emilia

-No es nada importante -respondió -deberíamos seguir caminando, ya debo devolverte a casa -dijo entonces. Emilia sólo asintió, teniendo el presentimiento que su repentino cambio de actitud tenía que ver con esa llamada. Se preguntaba quién podría haber sido y justo entonces cuando retomaban el camino comenzó a sonar nuevamente el celular.

-Si quieres me aparte para que puedas hablar -dicidió decir Emilia. Magdalena no le dijo nada y miró nuevamente su teléfono con una expresión de molestia, acercó el objeto a su oído y respondió.

Emila se había procurado no poner atención ni escuchar lo que decía, pero era inevitable y su curiosidad y gran interés por saber de quién se trataba le ganó.

-Deja de molestarme maldita sea -gritó al teléfono Magdalena entonces mantuvo una pausa como si estuviera escuchando una respuesta -Vete a la mierda Ignacia, tú y toda tu basura déjenme en paz -dijo cuando colgaba de una vez.

Golpeó su frente con el celular y entonces este volvió a tocar la melodía que indicaba una llamada. Magdalena vio la pantalla nuevamente y entonces Emilia sólo observo segundos después como volaba con aterrizaje hacia el río. Magdalena lo había arrojado sin siquiera contestar.

Emilia estaba sorprendida e impactada por la situación, no podía comprenderlo. Quería decir algo pero nada parecía conectarla a la escena. -¿Que fue eso? -dijo en fin. Veía como Magdalena iba a decir algo pero en cambio se tomó la cabeza en señal que algo no estaba bien y seguido este acto su cuerpo se detuvo y luego tambaleó  como antecedente a que iba a desplomarse al suelo a lo que Emilia se acercó a ella rápidamente a ella intentando impedir que eso sucediera.

-Magda, qué sucede -preguntó Emilia en su desesperación mientras intentaba reponerla

-Estoy bien Emi, sólo es un mareo -respondió a duras penas Magdalena

-No puedo dejarte así ok, no puedes quedarte así -dijo con impaciencia. Emilia comenzaba a sentirse aterrada porque le pudiese suceder algo más.

-Yo necesito sentarme un momento, nada más -pidió al cabo que realizaba la acción.

-Tienes que ver un doctor Magda, es en serio -insistió Emilia

-¡No puedo! ¿entiendes? no puedo hacerlo -respondió ella.

-¿Por qué no? estás poniéndote en riesgo Magda -intentaba persuadir Emilia

-Tú no entiendes Emi, si mi padre se entera... -pausó ella

-Si se entera de qué -preguntó

-Si él se entera que yo estuve metiéndome drogas lo perderé todo, con él y con todos -dijo ella, completamente fría y directa como si deseara soltarlo todo de una vez. Emilia no sabía que decir, ni como actuar. Podría haber sido crítica pero no quería, no con Magdalena, algo se lo impedía y dudaba que fuera la prudenci -Emi, no me mires así, yo no quería decepcionarte -comentó ella culpable.

-¡No estoy decepcionada Magda! -contestó -no te conozco, sólo tengo rabia, infinita rabia porque sé que debió pasar algo muy malo para que te sucediera eso, yo sé que tú... -pausó la manifestación tragando saliva -yo sé que tú eres más que eso

Emilia notó como una lágrima se escapaba por la mejilla de Magdalena y comprendió la dimensión del asunto. Se arrodilló para ir hasta donde estaba Magdalena sentada en el asfalto y pensándolo sólo una vez antes de actuar, la abrazó para socorrerla. El gesto fue intenso, dada la soltura y desahogo de Magdalena.

-Todo estará bien -susurró Emilia muy despacio al momento que se intensificaba ese abrazo mientras Emilia le quitaba la libertad y espacio entre sus brazos. Ella no sabía bien si en algún momento eso se había convertido en algo más personal, pero sabía que le gustaba ser ella quien estuviera ahí acariciando su cabeza bajo el manifiesto de consuelo. Lo único que pensaba en ese momento era en el deseo de que el tiempo se detuviera sólo para recordar ese momento.

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Magdalena salió hasta el jardín trasero de su casa, junto a una manta y un café para sentarse en una de las bancas que habían ahí y apreciar en primera plana la luz de la luna que irradiaba esperanza en todo su esplendor. Las lágrimas se habían ido y con ellas también la aflicción, sin embargo Emilia también había desaparecido, para su desfortuna como creía.

Recordó los últimos segundos antes de que se fuera hasta su casa. Emilia había tenido la disposición de dejarla ahí con la promesa que estaría tranquila sólo si Magdalena lo estaba. Magda tuvo la valentía de incluso tomar nuevamente de su brazo cuando ella se iba para retrasarla un poco, no estaba demasiado segura si quería dejarla ir en ese momento pero entonces echó un vistazo y notó que ya era demasiado tarde, no era justo.

Todo en Emilia la había llamado a reaccionar esta vez con sinceridad a sus sentimientos. No olvidaría jamás el apoyo que le había dado esa noche, ni sus abrazos ni sus palabras. No podría en duda ni por un segundo esta vez que le gustaba todo en ella, desde su espíritu crítico, sus ironías y su formalidad hasta la sutileza, delicadeza y sencillez en su trato para hacerla sentir mejor.

Magdalena se encontraba entonces lamentándose de todos los errores que había cometido en el pasado. En ese momento, mientras bebía su café junto a la fría brisa del anochecer, sabía que hubiese dado lo que fuera para haber sido una mejor persona. Creía fuertemente que de haber conocido antes a Emilia como lo hacía ahora, hubiera entregado todo por mostrarse digna de admirar ante ella. Esta vez no tenía miedo de decir en voz alta que amaba a esa mujer. No se sentía segura aún si estaba enamorada de Emilia, pero amaba todo en ella, lo amaba y lo consagraba como todo el despeje en un camino de tormentosos pasos.

Se le hacía tan difícil dejar ir aquello que aprendía a amar con tanta dificultad. Le molestaba la idea de la poca probabilidad que había de que Emilia sintiera lo mismo alguna vez.

Un ruido al interior de la casa quitó a Magdalena de su catarsis. Escuchó a su hermano que causaba estruendos intentando haciendo callar a alguien más entre risas. Notó la falta de sobriedad en su persona y sospechó temerosamente de quién era ese alguien.

-Hermanita -dijo Miguel con dificultad -¿No que ibas a desaparecerte?. Magdalena notó la presencia de Ignacia a lado de él.

-¿Por qué iba a desaparecer de mi propia casa? -preguntó ella intentando ignorar lo demás.

-Oh, con tu hermano creíamos que no querías encontrarnos, ya sabes... juntos -dijo Ignacia. Magdalena se disgustó, celos era lo último que podría sentir por ella y por él.

-Permiso, debo atender un asunto en el baño -interrumpió Miguel. Ambas lo vieron marcharse y luego que se perdiera Ignacia se acercó rápidamente a Magdalena

-¿Qué era más importante que atender mi llamada? -interrogó

-Oh, créeme, en estos momentos todo es más importante -respondió Magdalena -¿Qué haces con él? ¿esto es por mí acaso? Porque no puedo dejar de pensar en lo patética que te ves en este papelito Ignacia

-Tú y yo teníamos un trato pequeña, y lo hemos tenido también desde que te conocí -intimidó ella

-No quiero nada tuyo -afirmó sin más, tomando su taza y su manta para entrar a la casa.

Ignacia la detuvo por el hombro -¿Crees que es así de sencillo? Usar a la gente y luego irte así como si nada-reclamó Ignacia

-¿Yo te he usado? -gritó Magdalena enojada -no tengo tiempo para seguir esuchando estupideces.

Ignacia la volvió a tomar, esta vez de forma brusca de la parte superior de su camiseta para arrastrarla hacia a ella -no estoy jugando Magda ¿Crees que habrá alguien más que te ofrezca todo lo que yo te he dado?

Vieron que Miguel se asomaba nuevamente y Ignacia soltó de forma inmediata su prenda. Magdalena decidió que no diría nada más, y sólo se apresuró a adentrarse al interior del hogar. Subió a su cuarto y ahí se encerró instantáneamente. Ya no quería más molestias, por supuesto no dejaría que Ignacia la atemorizara. Ella misma la había enseñado a ser más dura frente a los demás y si era necesario, ahora lo aplicaría hacia su persona.

Hundió las manos en sus bolsillo y encontró ahí un trozo de servilleta que había utilizado Emilia para escribir su número de teléfono. Ambos reían cuando lo había escrito, sabiendo muy bien que minutos antes de eso Magdalena había arrojado su celular a quién sabe dónde. Ahora se arrepentía, ahora deseababa más que todo en el mundo hablar con ella.

...

Había pasado un par de días de los hechos. Magdalena ya no estaba con la misma ansiedad que antes por volver pronto a los días que compartía junto a Emilia porque ahora sólo esperaba tranquila. Sabía que verla la pondría feliz nuevamente, sea como sea, y no quería que los nervios ni esa ansiedad arruinará nada. Esta vez la esperaba serena en la biblioteca para estudiar un poco para unos de los test que se aproximaban. Había encontrado la forma de buscar una receta entre los muchos contactos que había logrado empatizar en el pasado y empezar con mesura con la automedicación. Sabía que no llegaría muy lejos con los síntomas que la había tenido en agonía los días anteriores y se sentía plenamente consciente que debía atender ese asunto.

La vida partía su rumbo en matices equilibrados. Nada era absolutamente perfecto aún, pero tampoco era malo. Había evitado sobre todo la presencia bajo cualquier medio con Ignacia y lo seguiría haciendo, aunque ella atentara contra su voluntad y en cuanto a Emilia, Magdalena se conformaba con tenerla a diario, quizás no como ella quisiera pero al menos estaba. Al menos existía y su existencia significaba en consecuencia una de las mejores cosas que le había pasado a Magda.

Se concentró en la música que sonaba en sus oidos y cerró los ojos un momento regufiándose en sus brazos y usando de almohada una de las mesas del lugar. Aún faltaban algunos minutos para que llegara Emilia.

A veces, aunque intentaba despojarse de esas idealizaciones, soñaba con Emilia. Soñaba en como sería ser un poco más arriesgada y jugársela por ella. Emilia lo valía todo, valía cualquier esfuerzo y Magdalena por su lado era obstinada, no dejaría pasar algo que pudiera servirle de oportunidad para acercarse a ella, pero era innecesario como a la vez lo necesitaba y lo quería con todas sus ganas.

-No se supone que vengas acá a dormir -sintió las palabras fuera de sus audífonos y adivinó que la persona que le había susurrado cerca del oido era Emilia. No es como si fuera de piedra pensó ella cuando un instantáneo escalofrío le recorrió la espina dorsal.

-Sólo estaba esperándote -respondió ella

-Vaya manera de esperarme -sonrió Emilia. Magdalena encontraba desarmante aquella sonrisa y sonrió ella también sonrojada, volviéndo la cabeza a la posición que tenía anteriormente.

-¿Estás bien Magda? -preguntó Emilia con preocupación

-Si yo estoy alucinando, nada más -respondió

-Mmm ok, empecemos con esto soñadora -incitó divertida

Magdalena movió algunas cosas de lugar para darle espacio a Emilia y una vez cómodas ambas comenzaron a repasar algunos contenidos. Era fácil prestar atención a la voz de Emilia, lo complicado pensaba Magdalena era estar cien por ciento concentrada en lo que decía pues fácilmente se perdía en segundos en todos sus gestos al expresar algo. En el juego que hacía de vez en cuando con sus lentes al quitarlos una y otra vez y en la forma expresiva de sus ojos. Magdalena agradecía estar un poco dotada del arte de entender rápido, de lo contrario estaría en graves problemas.

-Y así es como se resuelve -dijo finalmente Emilia. Magdalena se había quedado lo bastante colgada para dedicarle un par de segundos al ejercicio y comprender realmente como se resolvía. Concluyó en que comenzaría a resolverlos porque no quería fallarle, sin embargo un chirrido en la puerta principal del lugar la sacó de sí y la obligó a mirar hasta ese punto. Le costó asimilar la imagen frente a ella, y recordar que se trataba del chico que estaba junto a Emilia la semana anterior. Preocupación era lo que sentía Magdalena en ese momento y esa preocupación la llevó a mirar mecánicamente a Emilia quién se encontraba distraida trambién por la situación.

-mmm Emi, si quieres nos vamos -comentó Magdalena

-No puedo comportarme como una niña Magda, de verdad no importa -dijo ella normal. Se dio vuelta hacia Magdalena entonces para intentar seguir explicándole pero para Magda era inútil, ella ya había perdido la concentración de hace unos minutos.

Indudablemente le molestaba que él estuviera ahí. Naturalmente hubiese deseado que Emilia jamás lo hubiese visto y reconocía que los celos le llovían en instante.

-Él está mirándote -informó Magdalena

-¡Magda! en serio, no creo que sea necesario que me digas cada movimiento -dijo seria. Entonces supo que su humor había cambiado, y que de cierto modo ella tenía la culpa. Lo vio acercarse hacia ellas y entonces sintió un estúpido impulso de tomar a Emilia y llevársela de ahí, pero ella jamás se lo perdonaría.

-Emi -intentó nuevamente Magda

-¿Qué sucede ahora? -respondió ella. Magdalena sólo indicó levantando su cabeza en dirección al tipo que se dirigía hacia ellas.

No digas nada tonto, contrólate ellos no son nada, contrólate -pensaba sin cesar Magdalena, aunque si de ella y sus extraños impulsos de tratara, el ex novio de Emilia habría querido arrepentirse de acercarse a ellas dos.

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Mmmm me quedo sin mucho que decir jaja, la verdad a veces me siento un poco (sólo un poco bastante) avergonzada por tardar. Les hago la cordial invitación naturalmente a comentar y sugerir ajaja a ver si me motivan un poco! Muchas gracias por los comentarios de siempre