Tú y otras drogas juveniles 6

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Sentía presión en las manos y en el estómago. Sentía un nudo lastimándole la garganta. ¿Sentía celos?

Definitivamente si no era celos entonces no sabía qué. Magdalena decidió entrar al instituto o haría algo de lo que se arrepentiría más tarde.

Había llegado con un terrible dolor de cabeza al colegio y ese incidente había acrecentado más aún ese padecer. Estaba experimentando los primeros síntomas de la reciente abstinencia y Magdalena sentía que ese decaimiento se multiplicaba por dos

Se escondió tras la parte más profunda del jardín que servía para los pequeños descansos. Afirmó su cuerpo contra la pared el cual fue descendiendo por propia voluntad.

Sentía algo de coraje y frustración, porque aunque se había convencido de que Emilia estaba lejos de ser suya, estaba lejos de confesarle todo lo que la estaba torturando, le daba celos ver que otro tomaba sus manos y la miraba quitándole toda la atención.

¿Quién era él y desde cuándo lo conocía? ¿Cuándo había permitido que se le acercara así?  Eran todas las preguntas que daban vueltas en la cabeza de Magdalena, sabiendo perfectamente que le importaba más que todo en ese momento encontrarles respuesta y era únicamente porque Emilia significaba mucho en su vida. Y si no estaba disponible, si había alguien más que ocupaba un lugar en su corazón, al menos quería saber quién era y si era el mejor para ella.

Aunque reconocía que para ella nadie sería lo suficientemente bueno. Siempre tenía la esperanza.

Decidió quedarse fuera toda la jornada o parte de ella, hasta que su estado de ánimo mejorara un poco. No estaba preparada aún para ver a Emilia, temía ser imprudente, comportarse como una loca psicópata despechada sin juicio. Emilia no merecía eso y a pesar de todo, y de lo poco que eran en ese momento, no quería alejarla.

Buscaría la manera de hacer lo contrario.

El cara o sello era bastante honesto, bastante justo, pero no cuando se trataba de una decisión tan infantil por tomar. O quizás, no infantil la decisión si no el método que estaba empleando para decidir tomar una posición.

Magdalena había llegado una hora antes a la biblioteca si haber entrado durante toda la mañana a clases. Aseguró de llevar el libro que correspondía a la materia de ese día y toda la disposición de preguntarle directamente a Emilia quién era la persona con la que estaba. Aunque estuviera sonando algo posesiva.

Y estaba ahí, jugándose la suerte con una moneda. Recordaba a Emilia y la piel se le erizaba quitándole la seguridad de poder ir de frente.

Si era cara, le preguntaría. Si fuese sello, entonces guardaría sus celos y sus incertidumbres en las profundidades de los sentimientos que hasta el momento se habían mantenido escondidos, resignándose a no saber jamás la verdad sobre nada y haciéndose cargo de su futuro de ahí en adelante.

Magdalena tiró la moneda y la dejó en su palma si mirarla. Entonces por otro lado, vio entrar a Emilia quién ya se acercaba a ella. Había perdido todo el tiempo y ahora su destino se reducía a poner la vista en la palma de su mano. Habían pocos segundos entre ese estrecho camino.

Cara.

Se preguntaba en qué minuto había sido tan cobarde para llegar a ese extremo.

-Hola señorita puntual –dijo ella, sin mayor emoción

-Hola –respondió Magdalena aún preocupada de la resolución anterior.

-¿Por qué no estuviste en clases hoy? –dijo molesta

-Me sentí enferma –dijo cual semi verdad se trataba. Recordó su dolor de cabeza.

-¿Estás bien ahora? –preguntó por primera vez mostrando interés.

-Lo estaré –aseguró.

Magdalena no sabía por dónde empezar. De partida, para Emilia era muy importante partir de inmediato con la materia antes que cualquier cosa. Aprovecharía esa instancia, le daría su lugar para que hiciese lo que quisiera y luego le preguntaría.

¿Y si mejor no le preguntaba nada y hacía caso omiso del azar? Y aunque hubiese salido sello de todos modos, ella sentía que la duda la estaba matando.

Magdalena se detenía a observarla fingiendo atención. Se veía extraña al día anterior, sin demasiado ánimo. Ella se preguntaba con desesperación si el chico con quien la había visto tenía algo que ver en eso. “ Si era así, lo perseguiría hasta hacerle pagar el hecho de la estuviera alejando” pensó Magda, imaginando escenas que remontan al personaje Italiano, de intimidamente voz.

-Estás un poco desconcentrada ¿no? –preguntó Emilia

-El dolor de cabeza está volviendo –fingió

-Entonces paremos todo esto –dijo ella amablemente, por fin después de mucho tiempo.

Entonces Emilia se sentó sin embargo su vista se iba a otra perspectiva de la gran habitación. Transmitía una imagen lo suficientemente triste como para que a Magdalena le empezara a preocupar.

Quería preguntarle, ella quería más que todo saber que le pasaba y si podía hacer algo para subir su ánimo. Se dio cuenta que estaba siendo demasiado egoísta intentando encontrarle respuestas a lo que había visto en la mañana, tanto, que había dejado pasar por alto el hecho de que Emilia no se encontraba bien.

-Emi ¿estás bien? –preguntó

-Eso creo –respondió sin mirar a Magda de vuelta

-¿necesitas hablar? –quiso invitar

-Nada en especial –confirmó

Y Magdalena estaba ahí, a unos cuantos respiros y latidos de su corazón de preguntarle. Notaba que Emilia aún no se daba la vuelta para mirarla y le preocupaba.

-Hoy te vi… con este tipo –comenzó a decir sin tener el control de lo que decía de su boca. Y se quedó ahí, si poder seguir articulando la oración.

-¿Cómo? –preguntó intentando desviar el comentario

-¿Era tu novio? –interrogó directamente de una vez por todas. Hubo un silencio de unos diez segundos que se hacían tan eternos en la medida de que ella no decía nada.

Fue estúpido, fue estúpido, fue estúpido, pensaba Magdalena.

-Ex novio –dijo ella, de momento, demasiado cortante.

Magda no sabía que responder a eso. ¿Entonces por qué? ¿Por qué si era un ex, por qué él estaba ahí donde estaba? se preguntaba. Estaba poniéndola nerviosa el no saber y el querer saber.

-Entonces él…-intentó decir

-Él ha estado buscándome últimamente –dijo Emilia sin dejar terminar la oración que Magdalena no sabía cómo continuar

-¿Quiere volver contigo? –preguntó

-Algo así –dijo Emilia

-¿Le quieres? –preguntó apresuradamente. Emilia miró a Magdalena como le hubiese herido en alguna parte.

Magdalena se dio cuenta por fin lo que había hecho. Había comenzado un breve e intenso interrogatorio que se le había escapado de las manos. No había hecho falta preguntar demasiado con lo que ella había puesto en el aire. Había sido tan torpe, encontró recriminándose.

Vio una lágrima asomarse por la mejilla de Emilia y entonces se sintió aún más enferma, el dolor de cabeza venía de golpe y también la culpa, la angustia.

-No lo quiero, ya… no –comentó ella.

No hubo remordimiento ni prudencia que detuviera a Magdalena a pararse de su asiento para ir frente a frente con Emilia. No le prestó demasiada a importancia a lo que ella esperaba escuchar y era que ella no tenía nada con el tipo con quien la vio. Simplemente se arrodilló frente a Emilia y esperó alguna señal de su cuerpo para abrazarla, sin embargo, fue la propia Emilia quien se vino hacia Magdalena para buscar protección.

-Por favor no me preguntes más –dijo Emilia entre sollozos.

-Tranquila, lo siento… Emi perdóname –le rogó

Magdalena la retuvo entre sus brazos por mucho tiempo. Comenzó a sentir mojado su hombro producto de las lágrimas de Emilia pero nada le impedía que se despegara de ella. Sólo lo hizo cuando ella se había calmado lo suficiente para que Magda agarrara todas las cosas sobre la mesa y tomara la mano de Emilia y la llevara hasta afuera, sabiendo que el lugar donde estaban no era el mejor para lo que estaba sucediendo.

Y ella sentía que el contacto espontáneo de su mano junto a la de Emilia era lo más significativo que le había pasado hasta ahora. No se apresuraría, porque sabía que jamás iba a volver a suceder algo así.

Magda no sabía qué hacer para animarla tras haberla desanimado ella misma. Pero sabía que daría lo que fuese por verla mejor, por verla sonreír. Encararía a quien fuera, incluso si era ese hombre el que le había hecho daño.

-¿Tienes un pañuelo? –preguntó Emilia afligida, soltándose de la mano de Magdalena para tapar sus ojos.

-Mm siempre puedes usar mi polera –respondió Magdalena sonriendo y Emilia le devolvió la sonrisa a pesar de todo. La tristeza comenzaba a disiparse de sus ojos.

-No me obligues hacerlo Magda… -amenazó Emilia

-Pruébame –le retó

Y Emilia lo hizo. Y Magdalena no sabía si era por el reto o qué, pero Emilia se acercó demasiado a ella para justamente usar su polera como pañuelo de lágrimas.

Ella pensaba probablemente en hacer algo enfermizo como no volver a lavar esa camiseta nunca más luego de ese acto.

-¿Y entonces…? –preguntó Emilia de brazos cruzados con mirada desafiante

-¿Entonces qué? –preguntó Magdalena aún sorprendida

-¿Aún crees que no soy capaz de aceptar tus desafíos? –volvió con sus interrogantes.

Magdalena se preguntaba si Emilia aceptaría si ella la desafiara a besarla ahí mismo. ¿Hasta dónde llegaría con esa valentía? No tenía idea

-Por supuesto que no, como que me has pillado –dijo Magda

-Me alegra –respondió

Le alegraba verla estable de nuevo. Emilia solía ser un poco orgullosa y para ella habría sido vergonzoso que la vieran llorar y en ese estado tan frágil.

-Me alegro verte feliz –comentó Magdalena

-Si le dices a alguien que me viste llorar me veré obligada a hacer algo muy malo –le respondió

-¿Tan malo como qué? –preguntó

-Sólo desafíame… -le anunció.

Magdalena aún no abandonaba la propuesta del beso, pensó en broma. Quizás fuera de broma, no habría estado nada mal.

E

A Emilia le gustaba la compañía de Magdalena en ese momento. Era tan importante como podría haber sido la de su padre en tiempos malos. No había querido decirle nada aunque moría por desahogarse.

Recordaba el hecho de esa mañana más vagamente. Marcos había ido a verla cuando Emilia iba de camino al instituto y le había sorprendido por completo. Hace mucho que no lo veía, y el de pronto estaba parado ahí frente suyo, pidiéndole unos minutos de atención. El hombre no se daba por vencido jamás.

“Yo tuve que volver con ella, pero no porque la quería” recordaba Emilia, saliendo de la boca de su ex novio quien le daba una explicación sobre lo que había sucedido hace un par de meses. Emilia ya no lo quería pero aún le dolía que le estuviera basureando una y otra vez.  Ella no quería saber porque la había engañado y dejado, sólo quería estar en paz.

Entonces Marcos comenzó a darle explicaciones que habría querido no escuchar jamás. Era una constante de sufrimiento y era como volver a abrir la llaga que había cicatrizado hace un tiempo.

-Es el mejor café que he probado –declaró Emilia entonces volviendo a la realidad y viendo a la hermosa chica que estaba frente suyo.

Magdalena había estado haciendo todo lo posible por animarla y aunque le impresionaba los efectos, lo estaba consiguiendo. Le había invitado a tomar café, aún persistente en la idea de que Emilia no bebía nada más que eso.

Y seguía pensando, aunque la hubiese llevado donde quisiera, la compañía no se comparaba con nada ni nadie. Se sentía aliviada de no estar tan sola y tener que debatirse sola.

-Y eso que no has probado mi café –respondió Magdalena haciendo hincapié en que ella también podría hacerlo

-Puedes impresionarme cuando quieras Magda –dijo Emilia. Y Magda si la sorprendía, lo hacía cada segundo. Apenas llevaban tres días hablando y era como si se le hiciera indispensable tenerla a su lado. Le agradaba que la hiciera reír a costas de lo que pudiera significar para hacerlo. Ella adoraba todas sus niñerías de cierto modo.

-Te lo aseguro –respondió.

Le gustaba sobre todo esa frase. Magdalena era de las personas que conseguía las cosas que se proponía y si no eran posibles, las inventaba. Tenía toda una reputación por ello.

Salieron del café con destino a lo que sería el final del día.

Emilia se preguntaba mientras caminaba junto a Magdalena si ella tenía algo mejor que hacer y el porqué se estaba molestando en si quiera acompañarla. No era como si no quisiera que fuera así, pero ¿en qué momento?... ¿Cuándo fue que Magdalena empezó a serle tan cercana, tan importante?

Mirarla significaba hacerse tantas preguntas sobre ella. Era una mujer misteriosa y eso la hacía infinitamente interesante. Seguía preguntándose si era ilegal pasar tanto tiempo a su lado, como si el quedarse demasiado cerca la fuera a meter en problemas, pero entonces miraba sus delicados ojos e incitadora sonrisa y desmedía inmediatamente los riegos sobre cualquier cosa.

-Gracias por aceptar mi invitación al café –comentó ella

-Cuando quieras –aseguró Emilia

-Estoy preparándome para invertir mi mesada en ti los próximos meses –dijo Magdalena señalando las próximas invitaciones.

-Verás, no soy demasiado fácil –manifestó con grandeza Emilia. Le hacía el tiempo bromear con Magdalena.

-No es como si me hubiera dado cuenta –le respondió

Ya se acercaban a la estación para tomar cada una su propio camino. Magdalena iba en sentido contrario al que se dirigía Emilia para llegar a casa.

Era curioso lo que estaba sintiendo, creía. Temía que llegara el momento de alejarse de ella y tener que enfrentarse al dilema del día. ¿Y por qué tenía que hacerlo? ¿Qué tal si se quedaba con lo bueno del día? Magdalena definitivamente la había hecho olvidar, en pequeños trazos la angustia de ese día.

Quizás le entristecía más que todo, el despedirse de ella y que se acabaran los casuales paseos por la tarde.

-Creo que es hora de decir adiós –anunció Magda

-No sabes la gracia que me hace –bromeó Emilia. Sabía que era tan mentira como la cara de satisfacción que había fingido.

-Me recordarás –aseguró engreída Magdalena

-Cuando recuerde por qué no estudié para el examen de mañana, si te recordaré –dijo Emilia, sin sentirme demasiado preocupada por ese detalle.

-¿Me perdonas? –preguntó con lamento

-Lo pensaré –dijo Emilia dándose vuelta percatándose que su línea de tren ya se acercaba.

Se sentía levemente decepcionada, esperaba que tardara un poco más.

-Emi… -le nombró tímidamente

-¿Qué sucede? –preguntó preocupada

-¿Estarás bien? –dijo averiguando sobre el después

-Eso creo –afirmó sonriéndole para su tranquilidad

-¿Me lo prometes? –insistió

Emilia iba a responder sin embargo sintió el silbato del metro anunciando su llegada. Se devolvió porque era tiempo de despedirse.

-Debo irme –anunció Emilia triste, sólo por la despedida –nos vemos Magda-

Y simplemente se subió al vagón pero al tiempo que ponía sus dos pies sobre él, sintió que alguien tomaba de su brazo y tiraba de ella hacia atrás. No era el resto de personas que subía ni nada, era Magdalena

-¿Qué? –preguntó intrigada por la situación y preocupada por la distracción que le hacía perder el viaje

-No me lo has prometido aun –dijo Magdalena con una sonrisa traviesa. Cuando Magdalena había tirado de ella, la atrajo lo bastante cerca como para incluso quedar a centímetros de lo que rostro.

-Harás que pierda esto –gritó riendo. Le distraía ahora la distancia, más que nada.

-Promételo, por favor –rogó tiernamente. Le distraía la boca y los rasgos tristes al pedirle eso.

-Magda, prometo que estaré bien –prometió Emilia por fin soltándose. Si seguía tan próxima a ella se dejaría llevar.

-Te recomiendo que subas antes de que esto se marche –le aconsejó esta vez dejándola ir.

La miró de reojo y subió. Y siguió observándola al cerrarse las puertas y entonces cuando ya no podía verla más, imaginó su cara una vez más.

Emilia sentía un extraño relación de amor y odio hacia esa virtuosa cualidad de Magdalena de siempre salirse con la suya.

No quería perder eso, no quería dejar de verla. Si los siguientes días no estaban tanto tiempo juntas, entonces buscaría la manera de encontrar su rostro una vez más por ahí.

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Una vez más me encuentro aquí lamentando la demora :( ! insisto, son las clases y la presión de tener excelentes notas este año ajaj. Espero les guste el rumbo de la historia.

Nota. Lamento si a veces se confunde el tercera persona con primera persona (me di cuenta leyendo anteriormente que hubo una sola oración donde si lo hice). Fue el grave error de haber hecho el otro relato en primera persona (ya que este lo comencé a escribir hace mucho tiempo atrás, en tercera). Prometo tener cuidado con eso.

Agradeciendo por supuesto a la señorita autodenominada FAN N°1 ajjaaj y a todas las demás. Muchas gracias por sus comentarios y sugerencias !. Que tengan buenos días (tardes, o noche)