Tú y otras drogas juveniles 3
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E
Emilia se había despertado con un aire diferente ese lunes. Sabía de antemano lo que le esperaba y tenía fe de salir ilesa y teniendo en cuenta lo que Andrés le había dicho. Si ella era amable con las otras personas procuraría, al menos lo intentaría ser con Magdalena también. Con el dolor de su corazón.
Se preguntaba por qué el lunes había llegado tan pronto y por qué particularmente las cosas que no quería ni esperaba llegaban primero que todas las demás.
-Te invito a desayunar hija –dijo sirviéndole la comida más importante del día. Su padre generalmente tenía un buen humor y a ella le alegraba que así fuera. Y después de todo él era muy joven aún para no serlo. Su madre había muerto cuando ella nació y él era todo lo que tenía. Su padre había procurado ser padre y un buen amigo, aunque posiblemente no se comparan a los consejos e instinto de una madre y Emilia simplemente había tenido que hacerse fuerte e independiente a eso.
-Gracias, yo estaba muriendo de hambre realmente –dijo Emilia
-Debes alimentante –dijo él –ese cerebrito no se mantiene solo.
Él siempre había estado muy orgulloso de todo lo que había logrado sin necesitar demasiado. Emilia siempre había sido una excelente alumna y excelente hija y aunque había sacrificado mucho por ella, agradecía ver a su padre contento.
Era lo menos que podía devolverle.
…
Esa mañana había llegado más temprano al instituto. Quería sentirse tranquila y animada para el día y tomarse un tiempo le daría eso. Hojeaba a Weiss sin leer demasiado. Su padre le había regalado lazos de amor porque su trabajo como psicólogo lo había vuelto loco por él. A Emilia no le hacía tanta gracia. Ella prefería en su lugar a los verdaderos escritores, pero era un regalo y decidió que le daría una oportunidad.
-"El alma del hombre es como el agua. Viene del cielo, se eleva hacia el cielo y vuelve después a la tierra, en un eterno ciclo." –escuchó Emilia mientras se asomaba a través del libro para ver unos curiosos ojos azules observándola. Era Magdalena.
Le había sorprendido recitando aquella frase que Emilia había leído en el prólogo unos días antes cuando había comenzado con el libro. ¿Realmente la recordaba así de fluida?
-¿Lo has leído? –preguntó Emilia intrigada
-Algo así –dijo Magdalena desinteresada –la frase sale en la tapa del libro –le indicó.
Por supuesto, era demasiado lindo para ser verdad y no, no podía ser. Por un segundo le había agradado Magdalena. Aunque debía reconocer que si le agradaba la sonrisa que le estaba regalando.
-¿Por qué llegas tan temprano? –preguntó Emilia bajando la mirada antes de que fuera demasiado evidente.
-¿Yo podría hacerte la misma pregunta, no? –respondió con esa pregunta. ¿Por qué tenía que ser tan complicada?
-Yo tengo mis razones –dijo Emilia
-Bueno, en ese caso yo también las tengo –respondió la otra chica –es más, voy por ello. Nos vemos más tarde-
-Hoy en la biblioteca después de clases –agregó Emilia –no tardes por favor –dijo
-Ahí estaré –dijo Magda asegurando con su encantadora sonrisa.
Sólo para asegurarse de lo que había dicho antes sobre el libro echó un vistazo a la tapa porque no recordaba exactamente haber leído esa parte. Su sorpresa fue grande.
-“Lazos de amor” El reencuentro de dos almas gemelas destinadas a amarse por siempre . Brian Weiss. Autor de muchas vidas muchos maestros –terminó de leer.
No decía nada más que eso. Entonces se quedó mirando un momento más la tapa.
No entendía el porqué.
M
Magdalena planeaba la manera de poder llamar su atención. Ella se había sentido muy convencida confesándole a Ignacia que podía conquistar a quien quisiera pero Emilia era diferente. Ella lo había notado. Emilia era inteligente y sabía guardar distancias y también el silencio cuando se debía. No sería fácil.
Se sentía especialmente interesada en hacerlo. Más que tener la libertad de alejar a Ignacia de su vida, lo que era importante para ella, también se sentía parcialmente atraída. Era todo un reto.
Magdalena se había empeñado en ser amable esa mañana. Después de todo ella no era tan terrible. Se había propuesto alejar a la gente porque no le importaba hacer amistades, nadie le importaba mucho. Tenía a Rocío porque la conocía desde la infancia y ella siempre había estado a su lado.
El sonido de su celular la distrajo. Era Ignacia. No habría respondido pero ella ya la había llamado unas diez veces durante la mañana y decidió que era mejor enfrentarla por fin.
-¿Qué sucede Ignacia? –respondió molesta
-¿Ahora no sabes saludar? –dijo ella
-Hola –saludó secamente
-Eres tan ingrata Magda –le acusó
-Mira si vas a hacerme esos reproches no tengo tiempo Ignacia –le advirtió Magdalena. No tenía derecho a llamarla ingrata ni nada, Magdalena no le debía nada.
-Sólo quería desearte buena suerte –dijo en cambio. Ella se preguntaba si Ignacia hacía otras cosas además de molestarla. Magda sabía que estaba estudiando y no sabía como lo hacía para ser tan exitosa haciendo tan poco.
-¿Sobre qué? –preguntó Magdalena
-Sobre lo de hoy –respondió ella entendiendo que se refería a lo de Emilia.
-No la necesito –dijo y cortó.
La detestaba. Realmente lo hacía. Magdalena no entendía como había sido tan ingenua para meterse con ella.
A veces le gustaba imaginar que podría devolver el tiempo y cambiar particularmente ese error. Aunque también podía ir más atrás e impedir que su madre falleciera. Impedir que su padre hubiese manejado ebrio.
Soñar no costaba demasiado.
Miró la hora y se percató de que debía entrar ya a clases. Por primera vez le preocupaba ser puntual y dar una buena impresión.
…
Estaba en matemáticas pero ella no ponía demasiada atención. Había estado observando a Emilia intentando descifrarla como si pudiese enamorarla así. Deparaba en ser disimulada. No quería que el efecto fuera inverso al amor.
Su rubio cabello le caía por los hombros adornando también su espalda. Le gustaba su expresión estando concentrada y la atención que ponía en los demás.
Sus pensamientos se suspendieron mientras alguien hacía ruido con una silla. Su vista se dirigió a la pizarra preguntándose en que minuto habían escrito tanto.
Le sorprendía lo fácil que se le hacía distraerse.
E
Emilia estaba divertida viendo a Andrés bostezar cada cinco minutos. Se había dirigido al comedor a su respectiva hora.
-¿A caso no duermes? –preguntó riendo
-Me quedé colgado en canales de concursos en la televisión hasta la madrugada –respondió él -¿sabías que son muy interesantes?
-No tenía le menor idea Andrés –dijo Emilia sonriendo –Por qué mejor no decides dormir temprano –le aconsejó
-Estoy ansioso –respondió Andrés
-¿Por qué, qué sucede? –preguntó Emilia preocupada.
Andrés comenzó a reír –hay una chica que está acosándome- le contó.
-¿Es una broma? –dijo Emilia sin poder creerle demasiado. Andrés sacó del bolsillo su celular buscando algo. Le mostró a Emilia todas las llamadas perdidas y mensajes de la supuesta mujer.
-Dile que eres gay –le aconsejó Emilia
-No es algo que le digas a todo el mundo –respondió horrorizado
-Deberías pensarlo ¿sí? Por tu salud mental y esos estúpidos programas a los que les estás dando sintonía –dijo riendo aún más.
-graciosa Emilia –dijo él serio.
Emilia miró su reloj y entonces reaccionó de inmediato. No le gustaba ser impuntual y últimamente había agarrado la manía de llegar con unos segundos de retraso. Quizás unos minutos.
-Debo irme ya –anunció ella. Tenía que correr hasta la biblioteca
-Verdad que eres niñera –se burló él.
-Cuídate Andrés –ignorando el comentario –aleja a esa acosadora, no vaya a ponerme celosa –dijo bromeando y se apresuró a salir de ahí.
…
Emilia corrió hasta la biblioteca sabiendo que llevaba unos diez minutos de retraso. Esperaba que Magdalena no fuera tan puntual a pesar de que le había pedido que si lo fuera. Habría sido una gran inconsecuencia.
Llegó absolutamente desarmada y al entrar se dio cuenta que ella ya estaba ahí, sentada esperando. Se sentía avergonzada por eso así que como ya había perdido unos minutos decidió al menos arreglarse un poco antes de ir hasta ella. Uno o dos minutos más no harían la diferencia ya.
-Debes saber que me debes quince minutos extra –anunció Magdalena apenas llegó a su lado.
-Lo sé, lo siento yo sólo tuve un percance –mintió
-¿Cuál percance pudiste haber tenido a sólo dos calles del instituto? –dijo riendo
-Uno que me retrasó quince minutos –respondió Emilia sin decir mucho. Dispuso que ya fuera hora de sacar las guías y empezar la supuesta clase.
Magdalena se había comportado muy bien mientras ella explicaba y eso lo hacía más fácil. Al parecer Emilia se había llenado de estúpidos prejuicios que le habían asustado.
Luego de explicarle le dejó algunos cálculos para que resolviese. Magdalena no se quejó y simplemente comenzó.
Mientras ella hacía eso, Emilia se distrajo mirando a su alrededor. No había mucho en que divertirse tampoco. Se encontraban en el templo del silencio. Entonces destinó su mirada a Magdalena. Parecía concentrada en lo que hacía y no quería molestarla. Cuando ella no estaba molestando a la gente ni diciendo cosas sarcásticas se veía hermosa.
-Ya terminé –dijo al cabo de unos minutos y me despegó de mi objetivo.
-¿de verdad? –preguntó Emilia extrañada.
-Sí, compruébalo tú misma –dijo ella entregándole la hoja.
Emilia la recibió y comenzó a revisar los números frente a ella. Estaba sorprendida.
-No entiendo –dijo de pronto
-¿Qué cosa? ¿Están mal? –preguntó Magda
-No, están… bien –afirmó revisando los ejercicios
-Entonces ¿cuál es el problema? –dijo curiosa
-¿Por qué haces esto? –Preguntó Emilia mirándola a los ojos
-¿Hacer qué Emilia? –le reclamó confundida
-Reprobar, ausentarte en las clases ¿para qué? Si podrías ser más que eso –aseguró Emilia
-No me importa ser la mejor como a ti –manifestó Magdalena –tú no me conoces Emilia.
A Emilia le irritaba su actitud. La estaba haciendo perder el tiempo cuando posiblemente podría ser excelente en lo que quisiera.
-¿Sabes que creo? –Anunció Emilia –Creo que eres una niñita tratando de demostrarle a papá y a todos los demás que no está asustada del mundo
Magdalena simplemente la miró y luego agachó la cabeza. Emilia comprendió que había cruzado un límite que no le correspondía. Se sintió terrible de pronto
-Yo… lo siento –se excusó Emilia
-Está bien –dijo Magdalena sin mirarla a la cara.
-No debí entrometerme –continuó
-Ya dije que está bien ¿sí? –la miró esta vez. Parecía desanimada –deberíamos continuar con esto –anunció Magda indicándole las hojas.
Emilia simplemente asintió.
M
“ eres una niñita tratando de demostrarle a papá y a todos los demás que no está asustada del mundo”. Se le habían grabado esas palabras en la cabeza. ¿Ella realmente era eso?
Nunca le había permitido a nadie hablarle así y ella simplemente lo hizo. Y Magdalena se había sentido pequeña tras esas palabras. Por un minuto había olvidado todo su objetivo que era impresionarla y se concentró en esa frase. Emilia había sido lo bastante observadora para leerla por completo.
Le asustaba tanta cercanía a su persona sin si quiera hablarle demasiado. Y entonces lo recordó y volvió a afirmarlo. Emilia era diferente a todas las otras personas y empezaba a agradarle.
Quizás más que eso.
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Creo que este si es más largo. De antemano gracias por la aprobación y sus comentarios como siempre y paciencia gente paciencia... y bueno al igual que con el otro. ¿Y quien sabe? con futuros... Cariños