Tú y otras drogas juveniles 2

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E

Emilia llegó a casa ese día completamente descolocada y enfadada. Ignoró el saludo diario de su padre y se refugió en la habitación.

Ella jamás había molestado a nadie y resulta que ahora tenía que encargarse de enseñarle a quien no le había dirigido la palaba en su vida. Y justamente tenía que ser ella, la arrogancia hecha persona quien tenía que tocarle.

Qué era eso de “ no todos tienen el placer de compartir tanto tiempo conmigo ”. Gracias a Dios es así. No sé qué tan placentero significaba estar con ella.

Era cierto. Magdalena era poseedora de una belleza única y una personalidad que atraía miradas también pero eso no le daba a derecho a pasar por encima de nadie ni ser tan engreída. Definitivamente no había comparación con las personas que si sabían usar la cabeza para bien. Esas eran las que atraían toda la atención de Emilia.

Recordó a Marcos nuevamente, el ex. Él era unos tres años mayor. Ya estaba en la universidad. Era un tipo agradable con una preciosa sonrisa que cautivaba enseguida. Estudiaba literatura inglesa, ocupaba su tiempo libre escribiendo columnas para un popular blog juvenil y participaba en talleres de literatura que impartían en la misma universidad. Fue así como conoció y conquistó a Emilia. Ella se había inscrito en estos talleres durante el verano y quedó encantada con Marcos.

Parecía perfecto, moldeado precisamente para ella. Sin embargo no era perfecto pues cayó en el saco del sesenta por ciento de los hombres, según avalan las estadísticas. Él sólo había sido una cara bonita que le habría roto el corazón.

No tenía caso seguir recordándolo.

Necesitaba hablar con alguien así que procuró arreglar su ánimo, saludar a su padre y dirigirse a hablar con Andrés y contarle sobre su nuevo oficio de niñera cuidando a la señorita Deyl.

-¿Estás bromeando no? –Dijo exagerando en sus palabras –ella me encanta.

-Andrés no te gustan las mujeres –le recordó Emilia. Andrés era el amigo gay. La verdad es que ni él sabía si realmente lo era pero estaba bien etiquetarlo de algo mientras sabía que había tenido aventuras tanto con mujeres como con algunos chicos.

-Lo sé, pero ella realmente me encanta –exageró nuevamente.

-Bueno, si quieres puedes darle tú las clases, a mí no me encanta la idea de tener que hablarle –respondió alterada. Necesitaba apoyo y él no se lo estaba dando.

-Emi debes calmarte, tú eres buena y amable, sólo procura ser de una sola línea con todo el mundo y no sólo con algunas personas –le aconsejó Andrés

-Si pero es que ella me saca de quicio –reclamó la chica

-¿Por qué tanto alboroto? –preguntó su amigo

-Es difícil llevarlo ¿entiendes? Yo no suelo compartir tanto con las personas y ella lo hace difícil –le confesó

-¿te lía que le gusten las mujeres? –cuestionó Andrés

-¿¿qué? –respondió Emilia alterada pensando que había oído mal.

-¿no lo sabías? –dijo riendo su amigo. Definitivamente ella no lo sabía y esta noticia la ponía aún más fuera de lugar. Es decir, ella no tenía problemas, por algo también era amiga de Andrés pero Magdalena la intimidaba. Su sola presencia lo hacía.

-No, no lo sabía… ¿cómo lo haces tú para saber de todo el mundo? –dijo un tanto divertida.

-Pura observación, soy un profesional –admitió orgulloso. Emilia reía y le hacía feliz por fin hacerlo. Todo lo demás la había tenido muy deprimida.

¿Con qué Magdalena jugaba por otro equipo? Emilia se sentía aliviada, no es como si se fuera a fijar en ella tampoco.

M

Magdalena iba a disfrutar el fin de semana como los dioses. Si su padre quería que ella fuese una niña estudiosa y aplicada, entonces le concedería su capricho pero luego le cobraría ese favor.

No planeaba quedarse toda la vida a su lado. Es más, apenas terminara el colegio se marcharía y haría algo más útil.

Fue hasta el bar para comenzar el descanso y celebrar un poco la llegada de su mejor amiga.

-¿Qué piensas hacer este fin de semana Magda? –preguntó. Rocío era más que su mejor amiga, era como una hermana o más familia que su propia familia. No tenían demasiadas cosas en común, al contrario, Rocío era más bien de muy bajo perfil y tranquila. Pero Magda se consideraba afortunada de tenerla a su lado para ponerle los pies en la tierra de vez en cuando.

-Celebrar, beber, ya sabes, cosas que haría yo –dijo Magda despreocupada.

-¿Cuándo se supone que vas a cambiar un poco? –decía una frustrada Rocío

-¿Debo hacerlo? –preguntó irónica.

-Eres una niña –reía su amiga.

Rocío tenía razón. Algún día le pasaría la cuenta el ritmo de vida que llevaba pero ¿cambiar? Parecía la tarea de su vida.

-Mira quién vine allí –anunció Rocío

Magdalena se dio vuelta para ver entrar a una despampanante Ignacia que se dirigía hacia ella.

-por favor escóndeme, no quiero hablarle –le pidió a su amiga

-¿Por qué no? Pensé que eras su “perrita” –bromeó

-Se está poniendo dramática y me está enfermando –dijo molesta Magda.

-Son los años… sabes que detesto a esa mujer. Yo me voy ¿sí? Nos vemos pronto –se despidió Rocío-cuídate pequeña.

-Adiós –Se despedía Magda y entonces veía llegar a Ignacia. Magdalena no tuvo tiempo de escapar.

-Hola hermosa- saludó a Magda y se sentó frente a ella, en el lugar que antes ocupada Rocío.

-Hola, tú –respondió secamente. Ignacia tenía diecinueve años y aún estaba convencida de que Magdalena era de su propiedad. La buscaba, desaparecía, pero siempre asumía que era su mujer, sin importar con cuantas otras se metiera.

-¿Por qué tan fría, aún sigues de mal humor? –preguntó refiriéndose a la última vez que se habían visto. Magda apenas recordaba esa situación pero sabía perfectamente que de un tiempo a esta parte Ignacia empezaba a volverse odiosa para ella.

-Yo no estoy de mal humor, sólo que no esperaba verte por aquí –confesó a Ignacia.

-Eres tan encantadora ¿sabes? –dijo irónica –¿Cómo va el colegio, querida?

Magdalena odiaba ese tono. Odiaba que le dijese así. No le gustaba tener absolutamente nada amoroso con Ignacia.

-Ni me preguntes –respondió ella

-¿Te metiste en problemas de nuevo? –intentaba Ignacia tratando de sacarle algo

-No, yo no hago esas cosas –mintió –me asignaron una tutora-. A Ignacia le hacía gracia esa información

-¿qué, acaso eres una bebé ahora? –se burló divertida

-Claro que no, mi padre se metió y ahora tengo que pasar unos días con esta chica –dijo Magdalena harta de dar tantas explicaciones

-Bueno al menos ¿es guapa? –preguntó con curiosidad Ignacia. Magda encontraba preguntándose si para Ignacia todo se trataba de eso, de atracciones, de meterse con gente o si habría algo más importante para ella.

Pensó en Emilia y en la pregunta de Ignacia. Emilia era guapa efectivamente y apostaba que tendría pretendientes pero exagerar frente a Ignacia sobre otra persona significaba darle más explicaciones.

-Tiene lo suyo –respondió Magda.

-Ves, ya está. No la pasarás tan mal –dijo guiñándole el ojo.

-No lo haré Ignacia –anunció molesta –no perderé mi tiempo tratando de convencer a una niñita que no me daría ni la hora. Magdalena por primera vez aceptaba que no lo tendría todo y no le importaba. Estaba bien no coquetear con cada chica que veía por ahí.

-Creí que pensabas que todos se derretían por ti Magda –dijo Ignacia – No me digas, ¿te acobardaste?

Ignacia tenía ese poder de lavarle la cabeza a Magdalena cuantas veces quisiera. Así lo había hecho hace dos años cuando la había encontrado indefensa por la muerte de su madre. La dirigió a un mundo completamente oscuro convenciéndola que eso la haría más fuerte. El alcohol, las drogas, las fiestas, el desenfreno, todo había sido su culpa y Magdalena se lo había permitido.

-Yo no me he acobardado, sigo pensando que todos se derriten por mí, tú eres el claro ejemplo ¿o no? –le desafió una pretenciosa Magdalena

-Pues entonces haz lo que te estoy sugiriendo –le ordenó  Ignacia

-¿Y qué se supone que gano yo con eso? –preguntó cansada.

-Lo que quieras –le ofreció

-Bueno yo la conquisto antes de lo que tú te imaginas, pero me dejas tranquila ¿ok? No más noches contigo. No quiero nada más Ignacia –negoció Magdalena

-Estás loca que aceptaré eso –respondió

-Oh, ¿quién es la cobarde ahora? –se burló Magda.

Finalmente Ignacia aceptó. Esta era la oportunidad de Magdalena de deshacerse de ella de una vez por todas. Ahora simplemente esperaba ansiosa que llegara el día lunes para cazar a su hermosa presa.

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Bueno agradezco la aceptación de mi público (aya jaja). Con respecto al tema de las drogas, creo que es completamente secundario y no hace mucha referencia y hay que centrarse en algo más importante. Este fue más corto ya que intenté ponerle más empeño con el otro relato (se habrán dado cuenta si ya lo leyeron), pero bueno de a poco iré con algo más contundente. Lo prometo. Saludos