Tu tía es muy puta 5 vacaciones en el trópico 3

Pierre y yo nos unimos al ruedo. Comenzaste a mamar las pollas a discreción. En alguna dedicaste más tiempo y cariño. A otras les escupiste y pasaste de ellas en aquella ronda. Uno que era muy espabilado te cambió de postura y te puso a cuatro. Te la metió por el coño hasta correrse dentro lanzando alaridos. Todos lo miramos por si se estaba muriendo. Pero no. O si, pero de placer. Nos descojonamos.

Tu tía es muy puta 5

vacaciones en el trópico (parte 3)

por Ramón Fons

Querido lector, este relato es continuación de “mi sobrina y yo 9, vacaciones en el trópico 2” pero al tener mi sobrina menos relevancia y ser mi esposa la protagonista principal he creído oportuno incluirlo en la serie Tu tía es muy puta.

Me gustaría que dejarais comentarios e incluso valoraciones ya sean negativas o positivas. Siempre se aprende de vosotros y todo ello motiva a seguir creando historias para divertirnos.

Oímos llegar a Pierre en su bote. Salimos a recibir a la visita. Con la consigna bien sabida de que mi sobrina era mi mujer y mi esposa una amiga mía que nos venía de invitada. Todos esperábamos que el engaño funcionara.

Tomó una ducha y nos reunimos en la piscina.

Mi esposa reparó en nuestra desnudez delante del servicio. No preguntó. Nos miró mientras se desprendía del pareo. Pierre la miró de arriba abajo con disimulo y de soslayo me guiñó un ojo. Nos preparó unas copas y frutas. Volvió a dirigirse a nosotros de usted y con la formalidad de un profesional.

-Veo que no os cortáis por nada, pareja – dijo mi esposa.

-Es más divertido, y da un morbo...tía.

Pierre, que entendía algo de español me miró con extrañeza.

-Si es una amiga de Román también podría ser la tía de su esposa – pensó el mayordomo.

Le vi haciendo cábalas al pobre y me supo mal. De todos modos acabaríamos por delatarnos nosotros solos.

-Siéntate aquí con nosotros Pierre. Tengo que contarte algo – le dije entregándole una copa de ron.

-Te presento a mi esposa y a mi sobrina – comencé a decir – No se porqué nos dio por suplantar personalidades. Y tarde o temprano te darías cuenta que a mi amiga le llamaría esposa y a mi esposa sobrina. Ahora ya lo sabes.

-Entonces....

-Entonces nada. Todo sigue bien y mañana vamos de excursión – le dije mientras le indicaba que fuéramos al interior. Le aclaré que mi esposa estaba al corriente de mi relación con la sobrina. Y que la sorpresa de mañana esperaba que fuera un éxito.

-Lo de anoche le gustó o aflojo un poco.

-No, no. No aflojes. Me gustaría más fuerte aún.

Cenamos en la piscina y Pierre se retiró.

Tenía ganas de estar con mi esposa. Mi sobrina lo entendió.

Todos dormimos como angelitos. No oímos llegar al mayordomo. Nos despertó subiendo el volumen de la música.

Duchas, desayuno y al abordaje.

Nunca mejor dicho. Subimos a bordo de una flamante Fairline Targa 44 de 12,8 metros de eslora.

Pierre dijo que él no vendría con nosotros y nos presentó al capitán y al tripulante, un joven de unos veinte años, ambos de un marrón chocolate 75% cacao.

El capitán se encargaba de todo.

Zarpamos rumbo a una isla solitaria. El capitán me dijo que entendía bastante el español pero prefería que a bordo les habláramos en francés.

El capitán me estaba enseñando la cabina y el manejo de la nave cuando reparé en que las chicas se habían instalado en la zona acolchada de proa. Ya estaban desnudas para broncearse sin marcas.

-No se preocupe por nosotros. Suele ser habitual – dijo el joven sin quitar la vista a los cuatro pechos.

Estaban situadas de cara al sol con la cabeza casi apoyada en el cristal de la cabina y los pies apuntaban a la salida del arrecife.

El capitán le dijo al joven que preparara el cóctel de bienvenida.

ÉL también echaba ojeadas a las tetas que tenía en frente.

El joven aún estaba en la cocina interior cuando viramos a estribor por lo que las chicas tuvieron que cambiar de posición girado sobre sus culos buscando el este para seguir bronceándose.

Cuando el tripulante subió a la cabina para anunciar el cóctel se encontró a las chicas bastante abiertas de piernas en frente del cristal. Tardó unos largos segundos en reaccionar.

Cuando lo hizo fue para decir – ¡Quelle paire de palourdes glabres. Je les mangerais avec ou sans citrón!

El capitán me interrogó con la mirada ¡Vaya par de almejas sin pelos. Me las comía enteras con o sin limón! Le respondí.

-Veo que conoce bien nuestra lengua Monsieur Román.

El tripulante sirvió unos aperitivos acompañados de unas bebidas que dijo eran típicas de la zona.

El aperitivo se sirvió en la mesa de la bañera de popa.

Las chicas llegaron anudando sus pareos. Mi esposa lo anudó por la cintura dejando los pechos a la vista de todos. Mi sobrina lo anudó al cuello pero de tan flojo se le veían las tetas por los lados.

Las bebidas estaban deliciosa. La fruta fresca ayudaba a que el alcohol entrara mejor.

El capitán se comía las tetas de mi esposa con la mirada. Con el vaivén de la embarcación las tetas se le movían en todas direcciones. Los ojos del capitán también. Creo que no comió, sólo bebió cada vez que ella lo hacía, y fueron bastantes.

Se cansaron de estar sentadas y volvieron al acolchado con los vasos y dos botellas de no se qué.

Me quedé con la tripulación sentados en la cabina desde donde se veían dos almejas sin pelo a punto de comérselas. Brindamos por ellas.

Pregunté al capitán por las provisiones para pasar el día en la isla y a qué hora nos recogería.

-No se preocupe por nada. Al llegar al destino desembarcaremos todo lo necesario para un buen pic nic.

Las chicas estaban bebiendo demasiado.

-Disculpen -dije refiriéndome a los dos – creo que es hora de poner crema a las damas.

El joven y el capitán me siguieron con la mirada y no se movieron del asiento.

Me arrodillé en medio de las dos. Rocié primero a mi esposa y luego a mi sobrina. Los dibujos que hice con la crema fueron los mismos. Rodeé con un círculo los pechos como si fueran los huevos y del medio salia una polla que se corría hacia el coño con unas cuantas gotas.

Miré a la tripulación y el joven me levantó el pulgar. El capitán ladeó la cabeza con una sonrisa.

Luego puse una mano en un pecho de cada una y comencé el masajear para extender la espesa crema. Les hacía el mismo movimiento a las cuatro tetas. Hacia adentro, hacia afuera, apretón, pellizco en pezón, ahora en la otra...

Bajé al ombligo donde estaban un montón de figuradas gotas de leche y las desdibujé el del vientre. El dedo índice de cada mano bajó arrastrando la crema blanca hasta donde comienza la raja de la vulva para recorrerla mientras ellas a la vez separaban aún más las piernas.

El capitán creo que puso el piloto automático para no perder detalle. El joven era todo ojos.

Mis dedos índices pasaron muchas veces sobre los clítoris y se perdieron en las vaginas un montón más. Ellas se removían en la colchoneta y dejaban ir algún jadeo. Jugaba con sus labios vaginales. Mi sobrina preguntó si nos miraban los marineros. Respondí afirmativamente y me sacó la polla de dentro del bañador que estaba totalmente erecta. Mi esposa separó un brazo para encontrar un pecho de su sobrina.

Ahora les masturbaba con brío. Mi esposa se corrió mientras se quitaba las gafas de sol para mirar fijamente al capitán.

Por los movimientos que hacía el joven tripulante, se estaba masturbando.

Las dejé muy brillantes. Rellené sus vasos y regresé al puente.

El tripulante había bajado a buscar una fregona. El capitán me advirtió de donde no tenía que pisar.

-Hemos tenido pasaje atrevido pero ustedes son insuperables – comentó el oficial.

-Pues espere a ver el regreso. Si ya van medio borrachas luego puede pasar de todo.

La travesía duró una hora larga. Creo que nos dio un rodeo para seguir viendo a las chicas.

Divisamos la isla de nuestro destino donde pasaríamos el resto del día hasta ver ocultarse el sol.. Un paraíso en medio del caribe. El capitán acercó la embarcación y el tripulante montó algo parecido a una jama. Sillas, mesa y cajas herméticas con la comida. Otra caja, que contenía botellas de agua y licores. La dejó anclada dentro del agua.

La nave se alejó y se perdió entre los escollos y rocas altas del final de la playa.

Les faltó tiempo para lanzarse al mar. Recogí los pareos que la suave brisa y la suave alaba al vuelo y me desnudé. Fui tras ellas.

Cansados de jugar en el agua nos tumbamos en la blanca arena.

La lengua de arena mediría diez metros y unos cien de larga. Una cala preciosa con un frondosa vegetación detrás de nosotros. Varios cocos jugaban con las tímidas olas y la arena mojada.

-Al fin solos, preciosas – exclamé.

Mi esposa fue a por una botella y trajo tres .

-Una para cada uno – dijo -las repartió, eran todas diferentes, y brindamos.

Creo que nos dormimos los tres.

Me desperté y volví al agua. Las llamé -Niñas que no hemos venido al trópico a dormir.

Vinieron a mí y nadamos entre corales.

Al encarar hacia la playa descubrimos la presencia de cuatro fornidos hombres negros y desnudos. Mientras nadábamos buscando la orilla pudimos ver que colocados en el hombro llevaban los pareos de mis dos chicas. Ellas se asustaron. Mi esposa nos dijo – Aquí hay que enseñar quien manda o puede pasar algo gordo – y se encaminó hacia ellos.

El más fuerte, que tenía su pareo, le dijo en francés que se acercara de rodillas. Mi esposa no hizo caso y dos de los otros hombres la agarraron y la tiraron al suelo.

Mi sobrina a la vez que me miraba pedía que fuera en su ayuda.

-Debe ser cosa de Pierre. Sigámosles el juego.

Ya de rodillas frente al negro, o mejor dicho, frente la enorme polla del negro, él le indicó que si quería la prenda se la tenía que comer.

Nos miró y llamó a su sobrina.

Las dos arrodilladas en la arena lamiendo y chupando las cuatro impresionantes pollas negras. Todas de diferente tono y los capullos de grandes a inmensos.

Aparecieron varios indígenas más. Éstos con pinturas en la cara y el cuerpo. Con ramas a modo de gorro se cubrían la cabeza. Portaban cuerdas y palos.

En un momento construyeron diversos artilugios con los palos. Entre varios alzaron a las chicas y las colocaron sobre los elementos de madera. A mi esposa la ataron de manos y pies con los brazos y las piernas totalmente abiertas a una aspa horizontal que estaba situada a un metro de altura y la hacían girar como una ruleta.

A mi sobrina también la ataron en dos barras paralelas quedando su cuerpo colgado entre ellas. Las barras estaban muy separadas entre ellas. Las piernas de mi sobrina abiertas de par en par debían de doler en aquella postura.

Comenzaron a danzar los nativos alrededor de las chicas y cada vez se acercaban más a ellas. Saltaban y bebían de unas conchas. Comencé a preocuparme.

En el jacuzzi de la villa le conté a mi sobrina escenas que no pudo ver desde donde la tenían atada.

-Uno uno de ellos – comencé - hizo girar el aspa donde estaba atada tu tía. Al parar la rueda ella quedó con sus piernas abiertas frente el más fuerte. Se acercó a ella, se arrodilló y comenzó a lamerle el coño.

El resto seguían cantando y bebiendo.

Otro se puso detrás de su cabeza y le introdujo el capullo en la boca. Otros le sobaban los pechos y la rociaban con el licor que bebían. Le lamían todo el cuerpo. Por turnos le iban comiendo el coño y metiendo dedos en los agujeros. Alguno ya se corrió sobre la vulva y otro seguía chupándosela. Varios le llenaron la boca de leche. Tu tía, cuando podía, chillaba de placer.

Vi como Pierre se la follaba como si fuera lo último que haría en su vida. Se la metió por delante y por el culo. Luego se corrió en la boca y vino a comerte el coño a ti.

-No tengo ni idea. Me lo comieron tantos tíos y tantas veces- reconoció mi sobrina.

-De repente la rueda giró y se puso en posición vertical – seguí narrando

-Tu tía quedó con la cabeza hacia abajo y el sexo a la altura de cualquier polla que se la quisiera follar. Fui el primero. Sin perder tiempo se la clavé hasta el fondo y comencé a follármela como hacía tiempo que no lo hacía. Estaba tan cachondo que me movía a mil por hora. No se quien se puso de rodillas entre mis piernas para que tu tía que seguía siendo la mejor puta del universo se la mamara. El que estaba badajo de mis pelotas me hacia cosquillas en los huevos con los rizos de su cabeza.

Un negro muy negro me sacó de dentro de tu tía diciendo “tu vas déjà la baiser à l'hôtel”. Me quiso decir que yo ya me la follaría en el hotel.

Pierre me sacó del grupo – te gusta el numerito que os hemos preparado, Román? Bebimos varios tragos. Eran las trece horas y y estábamos bastante borrachos y cansados de sexo. Al menos yo.

  • Eso si lo recuerdas. Fui a con Pierre a verte . Te oía gritar y nos hicimos un hueco.

Parecía un columpio. Uno te empujaba por la espalda y otro te esperaba para metertela. Era divertido.

-Solían tener buena puntería – dijo mi sobrina.

Luego te desataron y te pusieron de rodillas en el centro de un corro para hacer un gang bag.

Pierre y yo nos unimos al ruedo. Comenzaste a mamar las pollas a discreción. En alguna dedicaste más tiempo y cariño. A otras les escupiste y pasaste de ellas en aquella ronda. Uno que era muy espabilado te cambió de postura y te puso a cuatro. Te la metió por el coño hasta correrse dentro lanzando alaridos. Todos lo miramos por si se estaba muriendo. Pero no. O si, pero de placer. Nos descojonamos.

-Recuerdo que luego vino el debate que tuvisteis Pierre y tú tío.

-Hoy yo por detrás y tú por delante – decías

-No yo por delante y tú por detrás – decía él. Parecíais tontos

-¡Me da igual quien sea el primero. Pero follarme por todos lados de una vez!

Desapareció todo el mundo.

Quedamos los tres tirados en la arena. Cuando repusimos fuerzas nos dimos un baño, nos limpiamos los unos a los otros y comimos las viandas del catering.

El resto de la tarde la pasamos comentando la sesión de sexo. dormitando bajo la jaima y bebiendo mucho zumo de fruta. Mi esposa dijo que sabía desde un principio que la orgía era cosa mía.

La puesta de sol fue un espectáculo sensacional.

-Tío. Te puedes creer que del regreso no consigo recordar nada en absoluto – dijo mi sobrina con cara de preocupación.

-No me extraña, guapa. Pillaste un pedal. Entre lo que bebiste, lo que fumaste y los polvitos blancos que sirvió el tripulante -aclaró su tía.

-Bien, pues te cuento -le dije.

-Llegó la flamante Fairline Targa 44 con su tripulación. Recogieron los útiles del catering y levamos anclas.

Las chicas seguíais más borrachas que enteras. El crepúsculo ocultaba la fatiga en vuestras caras. Estabais muy bellas. Nos tumbamos en los sofás de la bañera de popa y el joven sirvió unos tragos.

Al veros medio dormidas propuso animar un poco la fiesta. Le pregunté como. Me lo contó y respondí que si.

La primera copa os entró de golpe. Le primera calada fue profunda y el billete no tembló.

La cosa cambió de color. Trajo otra botella y tu tía le dijo que se sentara entre vosotras. Lo hizo encantado. A su derecha dos pechos de veinte años semi descubiertos y a su izquierda sin ningún pudor dos bellezas redondas de treinta …

Tu tía, que es muy puta, mientras le contaba no se que tontería al chico, le tenía una mano casi sobre el paquete y la movía de lado a lado restregándole la entrepierna. Él se arrellanaba hasta colocarse debajo de la mano. Miré y vi como le acariciaba por encima del short.

Me gustó cómo lo calentaste – le dije a mi sobrina –Mientras te acercabas a tu tía ,poniéndole las tetas en la cara del joven, para decirle al oído que la querías mucho y comenzasteis a daros besitos justo frente la nariz del joven.

-Se le puso dura cuando nos chupamos las lenguas – decía mi esposa - y le apreté la polla.

-Algo recuerdo. También bajé la mano a su polla. Se la saqué del short y la tía bajó a chupársela. Yo le comencé a morrear y el me tocaba las tetas.

Cierto. Yo fui a la cabina a ver al capitán.

-Están disfrutando de la travesía? Respondí que sí.

-Y son muy cómodos los sofás -añadí.

-Si lo prefieren pueden bajar al camarote. La brisa puede enfriar a las señoritas.

Ya en el camarote el joven se tumbó boca arriba y las chicas os peleasteis por su polla.

Tu tía se le sentó en la cara para que le comiera el coño y tú no dejabas de lamerle los huevos. Yo me desnudé y te comencé a comer desde atrás hasta abrirte el culo para follártelo.

El capitán oyó ruidos. Bajo. Vio lo que sucedía y volvió a subir. Volvió a bajar desnudándose por le camino.

-He puesto el automático. Y también puso su polla en la boca de tu tía. Me hiciste salir de tu culo para montarte al joven.

-Dame los huevos, que quiero chupártelos, tío – obedecí mientras botabas sobre al tripulante con su polla dentro de ti.

Tu tía se tumbó y el capitán le metió toda la polla de un empujón.

Os dejé disfrutar de la travesía. Subí a cubierta a tomar el aire.

Cuando faltaban unas cinco millas para tocar tierra bajé a despertaros.