Tu tía es muy puta 3
Nos volvimos a besar mientras me seguía comiendo el coño y el de detrás me tocaba los pechos desordenadamente. Le quité las manos de mis tetas y nos puso la polla entre nuestros labios. La acogimos con lascivia
Tu tía es muy puta 3
En el cine porno
por Ramón Fons
Mi sobrina consiguió plaza en la universidad y se afincó en nuestra casa. Era un gusto compartirnos los tres. Hoy teníamos invitados. Mercedes y Luís comían en casa.
-No se os puede dejar solas - decía mi sobrina desde el salón refiriéndose a Mercedes y a su tía.
Luís atizaba el fuego de la parrilla. Mientras yo preparaba unos vinos. Nos reímos los dos.
-No se porqué lo dices – repuso su tía.
-Un pajarito me ha contado algo de un cine y...
-...mira que eres chafardera. Todos los italianos sois igual de cotillas? - preguntó Mercedes.
-Su padre si. Te lo puedo asegurar -sentencié.
Mercedes es la más joven del grupo con treinta y un años. Pelirroja de cabello, el otro nunca lo hemos visto. Caderas poderosas y pechos grandes como las aureolas y pezones. Le encanta comer pollas y chupar coños. Es una fiera cuando tiene una polla en la boca. Luís es algo mayor. Alto fuerte y culto. Le gusta más mi esposa que su mujer y está loco por mi sobrina. Que más se le puede pedir a un amigo, no?
Mantuvimos la incógnita hasta servir los cafés. Mercedes comenzó el relato indicando que las señoras estuvieran atentas al tamaño de los penes de los dos caballeros. Pronosticó que irían cambiando de tamaño en el transcurrir de la narración.
Risas y disparates.
-La cuestión es que tu tía y yo salimos a cenar y después de no se cuántas copas de vino y unos cuantos gin tonic estábamos bastante borrachas y tu tía propuso visitar un cine porno.
-Hace tiempo que me ronda por la cabeza ir a un cine de esos – dijo tu tía
- Para ver la película o para ver el ambiente
-Ya que pagamos la entrada, vamos a todo – me respondió la salida de tu tía.
Le preguntamos al taxista si conocía algún cine porno. Nos miró por el retrovisor primero y aprovechando el semáforo en rojo ladeó el cuerpo para mirarnos entre los asientos.
-No me parecían de esas – dijo volviendo a la posición de conducir – el vestuario no es el de ir al cine porno – añadió.
Tu tía llevaba puestos unos pantalones negros de vestir y una camisa blanca de cuello pirata abotonada. Zapatos altos de tacón fino. Por dentro unos pantys negros de malla. Vaya que vestía con corrección.
Yo con una blusa roja muy seria y falda corta a cinco dedos sobre la rodilla de color blanco con medias de liga de lycra con blonda. También zapato alto. Las dos con americana ella en negro yo en blanco.
-Cómo cree usted que hay que vestir para ir a ese tipo de cine?
-Nunca he estado pero por lo que cuentan allí van a follar, con perdón, suelen ir putas y cobran por chuparla o por un polvo - aclaraba el taxista.
-Pero se puede entrar para ver la película, No?
Volvió a mirar por el retrovisor y dijo – ustedes mismas. Ya se apañarán.
El luminoso del sex shop indicaba también “cine”. Entramos a la tienda. Era un sex shop normal. Cinco o seis hombres deambulando por los pocos pasillos y uno que salía subiéndose la cremallera de una de las varias cabinas de tv.
Al fondo del local estaba el mostrador con un dependiente. Le pregunté por donde se accedía al cine y que valía la entrada.
Todos los hombres del local nos habían seguido hasta el mostrador.
-Normal que nos siguieran – dijo mi esposa
Haciendo caso al taxista aprovechamos la intimidad que nos ofrecía el coche para hacer alguna transformación al vestuario formal.
Tu tía se quitó los pantalones. El taxista ya adoptó la posición de observador e incluso corregía estilismos.
El taxista opinó que sin la blusa y sin sujetador. Sólo con la americana y los panty de rejilla triunfaría.
A mí me diseñó el modelo formado por la falda subida hasta el bajo pecho, así quedaba súper corta mostrando la blonda de los panty y la blusa roja muy desabotonada también sin sujetador.
-Así es como os follaba yo – dijo al salir del vehículo para abrí la puerta y observar lo que se veía.
-Casi perfectas - observó. Rasgó los pantys de malla haciendo agujeros en la redecilla. La verdad es que quedaba muy putón.
-Suerte de los bolsos que lleváis que parecen petates del ejercito. Cave la ropa que os habéis quitado y hasta me podría meter yo.
Tu tía le preguntó que valía la carrera y el muy espabilado quería cambiar el importe por que le montáramos un show.
Pensé que serviría para calentarnos antes de entrar.
Me acerqué a tu tía y comencé a lamerse los labios. El taxista se acercó a un palmo para ver nuestras lenguas. Puse una mano en el interior de la americana negra y jugué con un pecho. El taxista tenía la respiración pesada.
Tu tía le cogió una mano y se la puso sobre el tanga. Yo le agarré el paquete y se lo acariciaba. Por la intensidad del beso supe que el taxista se estaba introduciendo dentro de tu tía.
-Me puso dos dedos de golpe. Suerte que estaba muy mojada- aclaró - y le saqué la polla que la tenía tiesa como un palo. Me agaché y se la chupé con ganas.
-Atención. Atención!!! – cortó mi sobrina – Mirad las pollas como se han puesto tiesas - jajaja jajaja- todos reímos.
Tu tía le puso las tetas en la cara para que le comiera los pezones. Se corrió en segundos. Pude esquivar los chorros de leche que soltó. Mi mano no paró hasta que la polla le desapareció entre los huevos.
El dependiente, un hombre maduro de color, nos indicó una cortina al otro extremo del mostrador.
- Las chicas bonitas no pagan con dinero, dijo el barquero – y nos lanzó unos besos.
Detrás de las cortina unas escaleras que perdían luz al descender conducían a la sala de proyección.
La escalera terminaba frente a la pequeña pantalla que a un metro escaso comenzaba la primera de las cuatro filas. En cada fila cuatro asientos destartalados con apoya brazos abatibles. .
La luz de la pantalla nos sirvió para buscar asiento. La sala estaba vaciá. Nos instalamos en la segunda fila en los asientos de en medio. La pantalla mostraba una boca mamando una polla inmensa. Casi no le cabía en la boca.
-No hay nadie. Vaya decepción
-Ya. Me esperaba ver a parejas follando y tíos masturbándose mientras le tocaban las tetas y cosas así.
-Hace un poco de frio. Lo notas? - dije y tu tía se giró hacia mí y comenzó a besarme.
El frio fue desapareciendo y el público apareciendo.
Separamos las bocas y con discreción observamos nuestro alrededor.
Los seis hombres que antes nos comían con la mirada estaban junto a nosotras. Uno a cada lado. Dos en los asientos de enfrente y dos en los de detrás.
Tu tía volvió a besarme y me desabrochó la americana abriéndola de modo que mis pechos quedaron al descubierto. Ella me los tocaba muy despacio mientras me besaba. Con una mano me acaricié por encima del tanga. Me separé de tu tía y vi que el que estaba al lado de ella tenía la enorme polla fuera del pantalón esperando a que alguien se la meneara. Cogí la mano de tu tía y la conduje hasta la polla. La acarició sin mirarlo y volvimos al beso.
-Mientras le acariciaba la polla, desde detrás me restregaban otra por la cabeza -decía mi esposa – miré hacia arriba y era una hermosa polla negra.
-Tía, mira como se le ha puesto a tu marido.
-Pues ya sabes. Aprovecha y comesela un poco como yo se la comí al negro que dejando caer la cabeza hacia atrás le cacé el capullo y me lo puse en la boca para lamerlo desde dentro. Al que le estaba haciendo una paja me tocaba las tetas. Y el de enfrente de rodillas sobre su asiento ya me estaba metiendo dedos. Era una pasada. De vez en cuando me sacaba la polla negra de la boca para respirar y mirar a Mercedes. Ahora tenía al de su lado de rodillas frente a ella y le comía el coño. El de detrás le tenía la polla en la boca.
-Niña hazle algo a Luís que le va a reventar ese tesoro rosa que tiene entre piernas – dijo Mercedes. - Y tú no se pero yo ya estoy mojada de recordar aquella noche – añadió tocándose el coño y lamiéndose luego los dedos.
Hicieron una pausa para servir unas copas. Luís y yo teníamos las pollas en la boca de mi sobrina que las alternaba a ratos y las juntaba luego para ponerse las dos de golpe en la boca a lo que Luís dijo – tienes la boca grande como tu madre.
-Y mueve la lengua como ella - añadí
Al salir a por el tabaco y los ceniceros mi esposa vio y le vieron la pareja de ancianos que se hospedaban en la habitación del hotel que tenemos frente nuestra casa.
La señora estaba escandalizada.
-Me ha dicho “degenerados” y ha cerrado las cortinas. Será porque les estás comiendo las pollas justo en la puerta de la terraza a la vista de todo el mundo.
-Ya lo había visto. El abuelo me sonreía y hacía como si se la pajeara. Al pobre hombre le hemos dado una alegría – dijo mi sobrina.
Es lo que tiene ser nudista y liberal.
-Nos volvimos a besar mientras me seguía comiendo el coño y el de detrás me tocaba los pechos desordenadamente. Le quité las manos de mis tetas y nos puso la polla entre nuestros labios. La acogimos con lascivia – seguía relatando Mercedes
-Me levanté. - dijo mi esposa - Fui al primer asiento de la fila y lo subí. Le puse un pié encima para que el hombre de enfrente me pudiera entrar mejor en el interior de la vagina.
El negro me comenzó a besar con una lengua inmensa. Me corrí en la mano del que me metía todos los dedos.
Apartó la mano y no se quién me restregó una polla dura por todo el coño que con lo empapado que estaba entraba dentro hasta sin quererlo.
Me folló duro. Al negro le gustaba como se la comía porque volvió. Me dí la vuelta para tenerlo delante y el que me follaba se puso detrás de mí. Era fantástico. Mercedes me pedía el cambio.
-Claro. A mí me tocaron los pardillos. Yo veía como disfrutaba y quería gozar como ella. Y cambiamos.
-Le dije a uno que se sentara y yo me senté sobre él. Le agarré la polla y con cuatro meneos me la puse en el culo. Cuando se acomodó y entraba y salía con comodidad le dije al otro que me follara por el coño. Lo hizo. Quedaban dos hombres que solo hacían que menearsela y les dije que desde el pasillo de detrás me reventaran las tetas. Fue la mejor media hora en muchos meses.
Interrumpí con una tos tonta. No me hizo caso y siguió.
- Les hice la rueda. Me comí seis lenguas y seis pollas. El coño y el culo me los comieron seis. Me follaron el culo los seis. Me follaron el coño los seis y me rompieron los pezones los seis – nos acercó los pechos para verificar lo negras e hinchadas que tenía las dos areolas y los pezones – y me tengo que poner crema.
Si sumas son treinta y seis, no?
Al subir las escaleras le preguntamos al dependiente negro , que no era el negro de la lengua inmensa, si había un lavabo. Le seguimos. Pasamos por un almacén lleno de cajas de películas, supuse, y detrás de unas cortinas había un plato de ducha y un sanitario.
-En el armario encontraréis toallas – dijo ya de espaldas
Nos duchamos. Sacamos de todo de todos los agujeros. Hicimos gárgaras con el gel de ducha. Nos enjabonamos la una a la otra y una cosa lleva a otra. El calentador sería eléctrico porque al rato de acariciarnos y follarnos con los dedos el agua salía fría.
Al regresar al mostrador el dependiente negro nos dedicó una sonrisa. Se la devolvimos y al girarnos para salir del local oímos – No tan deprisa bellezas. Son cien euros – dijo esgrimiendo un lápiz de memoria.
- Queréis que lo ponga? - mi sobrina y yo dijimos que sí al mismo tiempo.