Tú, sumisa. (I)

Sexo, vicio, sumisión, y tú como protagonista.

Miras por la ventana, es ya noche cerrada. Diriges tu mirada hacia el móvil, todavía no tienes respuesta de él. Pasan los minutos y el temblar de la pierna no cesa, no eres capaz de controlarlo.

Al fin, un mensaje: “En media hora de rodillas en la puerta. Posición y vestuario habitual.”

Tu no sabes como reaccionar, el mensaje que llevas horas esperando por fin ha llegado y no tardas ni diez minutos en estar cómo y dónde él te ha dicho. Sientes una especie de hormigueo por todo el cuerpo, solo eres capaz de pensar en las innumerables opciones de lo que puede acontecer en cuanto esa puerta se abra. Tantos posibles castigos, tantas posibles acciones de sumisión que, con la mitad de ellas, se te hace la boca agua, con la otra mitad, te muerdes el labio, y todas ellas hacen que te mojes como la perrita en celo que eres.

No se retrasa, en cuanto pasa el tiempo estipulado se oye la cerradura moverse.

La posición habitual es, como bien sabes, de rodillas frente a la puerta con la boca semiabierta, los ojos cerrados y una trenza de caballo en el pelo, obviamente sin ningún tipo de ropa más allá de la lencería estipulada.

Nada más entrar sientes como su mano se posa en tu nuca, sin ningún tipo de intención más de que sientas que está ahi, que tu amo está preparando en su mente las maneras en las que te va a usar esta noche, las formas en las que vas a gritar del placer que te proporciona simplemente una caricia suya. Todos los pelos de tu cuerpo se te erizan con el simple tacto de sus manos, con el roce de sus uñas, con el oír de su respiración. Deja de tocarte y caminado hacia el salón te dice que vayas tras él en posición de perrito. Lo haces hasta que llegas al sillón donde se ha sentado tu amo. Lo miras, entre desafiante y amenazante con el prominente bulto que se está formando en su entrepierna. Sabes que le pones en todos los sentidos de la palabra, sabes que de una manera u otra terminas teniendo un control sobre ese miembro que tantas veces te ha hecho callar y gritar.

Él simplemente te lanza una mirada y tu entiendes de momento la orden. Con celeridad le bajas los pantalones y boxer para liberar esa pedazo de polla, a la que le falta muy poco para ver en todo su esplendor. No tardas ni medio segundo en abalanzarse sobre ella y devorarla como llevas todo el día imaginando en tu cabeza.

Dura, caliente, mojada, dispuesta plenamente para ti.

Él comienza a hacer de las suyas y no tarda en coger de esa trenza a la que tanta dedicación has puesto. Comienza a dirigir esa pedazo de mamada que le estás haciendo, cada vez más duro, cada vez más fuerte, cada vez más profunda, y tú cada vez mas mojada zorrita. No haces otra que, como buena sumisa, dejar que tu amo te folle la boca como tanto te gusta, soltando largos hilos de baba por toda su polla y por parte del suelo, que no tardan en llegar a fundirse con los fluidos que emanan de tu coño, estás cachonda y lo sabes.

No tarda mucho en cansarse del simple metesaca de la mamada y pronto comienza a actuar como tantas veces ha hecho y como tanto te pone. Se levanta cogiendote de la trenza y literalmente te estampa contra la pared de la habitación, dejando todos tus orificios accesibles a sus perversiones. Tú, cachonda perdida como estas ya no haces más que restregar ese coño chorreante por su cuerpo mientras, presa del vicio, dejas toda la saliva en la pared, jadeando.

Comienza metiendo primero un dedo, luego varios, dentro de ti mientras aprieta tu cuello contra la pared.

Te da la vuelta, quiere mirarte los ojo, ¿o realmente quiere otra cosa? Sabe lo que te gusta y saca esos dedos del coño para metertelos en la boca hasta producir arcadas, a la primera las saca y te da la torta de la que tantas ganas tenías. Ahora no solo tu coño esta caliente, todo tu cuerpo está desbordando puro sexo y adrenalina.

¿Y sabes que es lo peor? Que eres consciente de que esto no acaba aquí…

CONTINUARÁ.

Este es mi primer relato. Cualquier pregunta, idea, sugerencia o propuesta de mejora pabzlauriet@gmail.com