Tú solo, él solo, y la casa para los dos

Cuando el viento helado se va, y las noches comienzan a ser calurosas, ¿en qué momento tu inocencia se esfuma? Un relato mélodico en el que tú eres el protagonista.

TÚ SÓLO, ÉL SÓLO, Y LA CASA PARA LOS DOS

Imagina que tú eres yo. Imagina que eres tú quien vive esta historia

Es el atardecer de un domingo. Las 7: 30 y en la casa solo estás tú. Tus padres han salido fuera de la ciudad y hoy no regresarán. La primavera inició hace tres semanas, y ya el tiempo ha cambiado. El viento helado se ha ido y las noches comienzan a ser calurosas. Estás en tu cuarto frente al computador terminando una tarea. Desabrochas tres botones a tu camisa y dejas que el aire tibio roce tu pecho. Un viento húmedo se cuela en la habitación y una gota de sudor resbala por tu frente. Te limpias la sien con una mano y pones punto final a tu trabajo. Has concluido después de cuatro horas de cansancio. Mandas "imprimir" a la computadora y te levantas del asiento. Caminas hacia la ventana en busca de ventilación. Hoy ha sido un día difícil, difícil y aburrido.

Te asomas por la ventana y ves a tu primo allá abajo, sólo, jugando básquetbol en el patio. Tú tenías mucho que hacer y no quisiste acompañarlo. Sonríes. Por fin la casa para los dos y no planearon nada, desaprovecharon todo. Piensas en la fiesta que hubieran podido organizar, y te quedas mirándolo de arriba a abajo. Trae su pans desgastado con el que entrena, una playera empapada de sudor que se pega a su cuerpo, a sus músculos, pues vaya que a sus 21 años luce muy bien. Usa la gorra con la visera hacia atrás y está empeñado en meter canasta tras canasta. En ti no se fija. Te retiras de la ventana y comienzas a sacar tus prendas para dormir. Sabes que después de darte un baño será lo único que querrás hacer.

Apagas la computadora y cierras tu habitación por dentro. Nadie entra a tu cuarto pero aún así le echas seguro. Te metes al baño y te ves en el espejo. Sí, luces cansado. Abres la llave del agua caliente y la dejas correr. Te despojas de tu ropa y quedas completamente desnudo, pero aún no te metes a la ducha. Sigues observándote en el espejo. Tu cuerpo es delgado, pero luce bien. Tienes 15 años y sabes que eres bien parecido. Le gustas a varias chicas de tu clase. A ti también te gustan, pero no las deseas como lo hacen tus amigos. Tu atractivo: tus ojos, claros y profundos. Tu madre supo transmitirte una buena herencia. El vapor comienza a empañar tu imagen y ahora sí te metes bajo la regadera. Dejas que toda tu piel se humedezca. El contacto con el agua tibia comienza a relajarte, y el vaporcito que tu piel produce empieza a elevarse. Suspiras y descansas. Pasas el jabón por todo tu cuerpo y algo comienza a pasarte. No estás pensando en nada, pero te estás excitando. Sin embargo, estás muy cansado para masturbarte, y no estás demasiado caliente. Hoy no habrá autoplacer bajo la ducha.

Media hora después, ya estás sentado sobre la cama. Usas playera blanca y un bóxer de tela color negro, estampado con un logotipo plateado de la batiseñal. ¡Tu madre que aún te considera su bebé! ¡Obvio que sabes que no tienes el tipo del hombre murciélago! A tu primo que vive contigo le puede quedar mejor ese sobrenombre, pero tú apenas podrías ser "Robin, el chico maravilla". Te echas crema en tus manos, brazos, cara y piernas. Se siente bien acariciarte, lastima que nadie más lo ha intentado. Comienzas a peinar tu cabello, te tapa los ojos y lo llevas hacia atrás. La sensación de calor ha desaparecido. Ahora estás fresco, pero aún sientes ese aroma de sexualidad corriendo en el aire. Si tu primo no estuviera en casa, podrías caminar desnudo por toda ella sintiéndote pleno y excitado. Se interrumpen tus pensamientos: Alguien toca la puerta de tu habitación. Te paras y abres. Frente a ti está él, empapado en sudor, sosteniendo la pelota bajo su brazo. Te contempla de arriba abajo, pero si algo iba a decirte se lo calla, y habla por lo que originalmente había venido.

-Oye wey, ¿bajamos a prepararnos algo de cenar o encargamos pizza a domicilio?

-Pues… no sé. ¿Qué prefieres tú?

-La neta tengo gueva de cocinar ahorita. Encarga la pizza en lo que yo me doy un baño ¿sale?

-Órale, va. ¡Y vaya que lo necesitas primo, hueles a león! –dices sonriendo refiriéndose al olor de su transpiración.

-¡Ja, ja! ¡A ver, huéleme bien! –te dice en broma y, jugando, de un jalón te acerca a su pecho y te mantiene ahí.

-¡No mames! –contestas dizque encabronado y te retiras.

-Pues aunque no me ames. ¡Ja, ja, ja! –ríe y se marcha a su habitación. Esta vez, te ha ganado la broma.

Regresas a la cama sonriendo por la babosada que hizo tu primo. Lleva casi un año viviendo con ustedes y se llevan muy bien. Tú eres hijo único y él es como si fuera tu hermano mayor. No lo ves como tal, lo ves como un cuate más, porque si fuera tu hermano entonces te preocuparía el acercamiento que hay entre ustedes. Sabes que has soñado con él varias noches desde que llegó a vivir con tu familia. No sabes que significan esos sueños, lo intuyes, pero prefieres no saberlo y no le has dado importancia. "Son pesadillas" dices y pretendes guardarlas en el olvido. Y ahí, en tu cama, te ha desconcentrado una vez más. Pudiste sentir su aroma tan de cerca. Olía a sudor…, olía a hombre. Y tú, hueles a limpio, a inocencia a flor de piel. Te ríes. ¡¿En qué madres estás pensando?! Vuelves a tu mundo, y así, en ropa interior, te diriges hacia la sala de tu casa. "Al cabo que no hay nadie", dices. Marcas el teléfono y encargas la comida

Tomas el walkman que estaba en la sala, te colocas los audífonos y mandas "reproducir" al disco que en su interior se encuentra. El tema " By your Side " interpretado por Sade da inicio. Subes las escaleras de regreso a tu cuarto como siguiendo los acordes de es sensual música, llegas al final y no puedes evitar mirar hacia su habitación. ¿Y si le juegas una broma para desquitarte? Piensas y hacia allá avanzas. Es solo un pretexto, lo sabes bien. Unas mariposas revoloteando en tu estomago te dicen que no vas en busca de venganza. La puerta está abierta, y todo está a oscuras. En el baño se oye el ruido de la regadera. Buscas a tientas el contacto de la luz, pero no lo encuentras. En su lugar, aprietas el interruptor del ventilador de techo. El ruido te espanta e inmediatamente lo tratas de apagar. Das golpes a la pared buscando el botón. Sin fijarte, lo apagas, lo enciendes y lo vuelves a apagar. Todo ocurre tan rápido y algo truena dentro del motor... Tu primo cierra la corriente de agua. Ha oído el estruendo. Te pones nervioso. Das 4 golpes a la puerta y lo llamas en voz alta para disimular.

-¡Roberto, necesito dinero para pagar la pizza! –es lo único que se te ocurre decir.

-¡Carajos, me asustaste! –responde desde el baño- ¡Tómalo de mi billetera, está en el tocador!

-Ok –contestas y ahora sí encuentras el contacto de la luz.

Tomas la cartera, la abres y extraes el dinero suficiente, pero hay algo más allí. ¡Caray, que guapo se ve tu primo en esa foto! Tratas de cerrarla pero algo más te detiene. Por una de las bolsas asoma la envoltura de un condón. ¡Dios! La tentación te llama y lo sacas cuidadosamente. Sin saber por qué, tu corazón comienza a latir con más energía. Aprietas el centro y casi puedes sentir la lubricación del látex. Quisieras abrirlo, contemplarlo, saber cuanto mide, a que huele, a que sabe, pero eso ya sería total depravación. ¡¿Cómo te puede excitar un simple condón sin abrir?! Lo vuelves a colocar dentro y ahora sí sales de la recamara. Das un portazo algo fuerte para que tu primo sepa que te has ido. ¡Claro que intuías que tu primo mantiene relaciones sexuales con su novia! Pero una cosa es creerlo y otra muy diferente es toparse con la prueba que lo asegura. Y de pronto, el cariño que sientes por él ha cambiado. Estás molesto. Molesto sin motivo. Sientes como si alguien te hubiera robado algo de él, aunque no sepas bien qué es. Por lo pronto, la frescura de tu cuerpo se ha esfumado. Vuelves a sentir ese calorcito, un calor corporal que te quema y te excita.

El rinrineo del timbre interrumpe tus cavilaciones. Hay alguien parado en la puerta principal. Dejas el walkman de lado. Te pones un pans y bajas a abrir. Recibes la pizza. Debes aprovechar aunque sea un poco el que tus padres no estén. Vas a la cocina por una bolsa de papas fritas y tomas del refrigerador dos cervezas bien heladas. Las dos son para tu primo. Tú no bebes y tomas una lata de Coca-cola. Preparas todo y lo subes a tu cuarto. Ahí cenarán esta noche. La ventana sigue abierta y el aire húmedo sigue flotando. Te quitas el pans y lo guardas. Tu primo toca la puerta y lo invitas a pasar. Se ha terminado de bañar y su aspecto es totalmente diferente.

-¿Y bien primo, así si te gusto? –bromea con esa voz ronca y se sienta en tu cama, al otro lado de donde tú estás.

-¡Vaya, que cambio. Se me hace que mañana amanece lloviendo! –contestas con una sonrisa.

Y sí, luce mucho mejor. Trae un short de dormir y una playera sin mangas que resalta sus musculosos brazos. Los lacios vellos de sus piernas lo hacen sexy. Su perfume te embriaga en su esencia. Su cabello quebrado aún guarda gotitas de humedad. ¿Qué habrá que hacer para "tener" un cuerpo como el suyo? Sonríes por esas tonterías que piensas a veces. ¡Calma!, te dices a ti mismo y respiras con profundidad.

Es domingo y no hay buena programación en la Tv. Ven cualquier cosa, un canal de música. Mejor dicho, él ve. Tú lo miras con disimulo. Ambos están recostados sobre el respaldo de la cabecera. Sus poderosas piernas descansan sobre la cama. Y en medio de ambos, está la pizza siendo consumida, las cervezas, ¡ah!, y el refresco. La forma de agarrar la botella y llevársela a la boca se te hace tan varonil. Notas su abdomen, es plano y marcado. Y sus brazos, te ponen inquieto. ¿Qué se sentirá ser prisionero en ellos? Han pasado 20 minutos y ya no lo miras. Lo admiras.

De pronto voltea a verte y te clava su mirada. Tú desvías la vista hacia la televisión. ¿Se habrá dado cuenta? Te sientes incomodo.

-¿Y tú no chupas, primo? –te pregunta.

-¿Cerveza?

-No pendejo, verga. ¡Claro que cerveza, wey, sino qué más!

-Pues no, menso. A mí la cerveza no se me antoja.

-Mmm… ¿Y lo otro? –pregunta esbozando una sonrisa.

-¡Tampoco! –contestas con seriedad, mirándolo a los ojos, tragándote las ganas de echarte a reír.

-Pues deberías probarla –contesta devolviéndote la incisiva mirada-… ¡Hablo de la cerveza, he! –aclara al ver tu gesto de sorpresa- Aprovecha ahorita que no están tus jefes. Anda, toma de mi botella aunque sea un trago –te la ofrece y tú no tienes fuerza de voluntad para negarte, así que la recibes. Das un trago e intentas devolvérsela- ¡No chiquito, ya la chupaste y ahora te la tomas entera!

-No te preocupes, el sida aún no me pega –bromeas.

-¡Ja! Para eso primero necesitas desquintarte, primito.

-¡¿He?! ¿Y cómo sabes que soy virgen?

-Pues… no lo sabía. Pero me acabas de dar la razón. ¡Ja, ja, ja, ja! –te sientes apenado.

-…Bueno, pues lo soy y por el momento así intento conservarme –dices medio en broma, medio en serio.

-Pues entonces cuídate, que a mí me gusta desflorar vírgenes – tu primo sigue jugando.

-¡Falta que yo me deje! –contestas con determinación.

-Si no te voy a pedir permiso. Cuando menos sientas ya me tienes moviéndome adentro de ti. ¡Ja, ja, ja, ja!

-¡Pendejo!

-¡Uy, ya se enojó el niño! –tú no respondes, ha adivinado tus más oscuros pensamientos- Aguanta carnal. Es broma –te dice y te pone una mano en el hombro. Algo estalla ahora dentro de ti. Sonríes nerviosamente. Te estremece ese contacto con él. Empiezas a temblar.

-Te toca ir a dejar el empaque y los envases a la cocina –le dices para acabar con tan inquietante charla.

Su cena ha terminado. Aún siguen 5 minutos más viendo la televisión y él se levanta para ir hacer lo que le dijiste. Tus pensamientos rondan sin rumbo fijo por tu mente. ¿Qué te está pasando? Apagas la luz de tu cuarto y te metes entre las sabanas de tu cama. Por hoy ha sido todo. Pero el calor sigue ahí, no te ha abandonado. Tu primo te da las buenas noches y se va a su habitación, no sin antes soltarte su último chiste:

-Me sueñas -te dice.

-Hace tiempo que ya no sueño con monstruos –respondes.

-Que bien, porque no vendré a rescatarte. ¡Los héroes estamos en huelga! –y se va.

¡Maldita sea! Te ha ganado de nuevo y no se te ocurrió nada para contradecirle. Ya ni modo. Habrá más oportunidades. Apagas la tele y tratas de no pensar. ¿Para qué preguntarte algo que te atemoriza? Mañana será otro día y asunto olvidado. Por lo mientras, tratas de dormir… y soñar. Pero ¿con qué?, ¿con quién?...

Dormitas un poco y abres los ojos. Gotas de sudor te invaden la frente. Tu cabello está humedecido. Sigues sintiendo calor, el calor de la media noche. No quieres pararte, vacilas un rato y al final lo haces. Prendes el ventilador de techo y vuelves a tu cama. Esta vez ya no te cubres con las sabanas. Dejas que el aire acaricie tu cuerpo adolescente. La fresca corriente comienza acariciándote los pies y va subiendo a tus piernas. Sientes el soplo del viento sobre tu cuerpo. Cierras los ojos. Piensas en alguien. Tu cabello comienza a ondular como jugueteando con tus ilusiones. Te vas quedando dormido. El sueño comienza a vencerte.

La vuelta de la manija de la puerta te sorprende. Alguien la está abriendo. A ti se te ha olvidado echarle seguro. Tu primo te llama y pregunta si duermes. Distingues su silueta a contraluz. Ya no trae puesta su playera y solo viene en bóxer de algodón color negro. ¡Dios, que cuerpo, que bien se ve! Un ligero vello le cubre el pecho pero el abdomen es completamente lampiño. Está hecho todo un hombrezote, una estatua griega a la que habría que rendirle tributo, es un cúmulo de testosterona emanando sexualidad por todo su atractivo cuerpo.

-Ya casi. ¿Qué onda? –contestas.

-Disculpa si te molesto primo, pero hace un calor de la chingada y el ventilador de mi cuarto no funciona. Esa madre tiene descompuestos los rieles del motor. ¿Puedo quedarme contigo?

¿Cómo negarte si sabes que tú mismo provocaste ese accidente?

-Pues ya qué. ¡No, no es cierto! –aclaras antes de que te lo tome a mal- Pasa y acomódate. Te toca el lado izquierdo –tú duermes en el derecho. Tu primo regresa a apagar la luz del pasillo y entra a tu cuarto tras ponerle seguro a la puerta. ¿Para qué?...

-Gracias carnal. Te debo una –dice ingresando a tu cama.

¡Que sexy es y que bien huele! Ahora sí vuelves a cubrirte con la sabana y la compartes con él. Pero estás intranquilo. Casi puedes oler un peligro que te asecha. Ambos se dan la espalda. Ahora estás acostado con el enemigo. Prendes el walkman y dejas los audífonos colgando sobre la cabecera, para que la música sea oída por ambos. ¿Acaso habrá algo mejor que hacer para conciliar el sueño? " Life in Mono " deberá arrullarlos. Hace calor y tú cuerpo está temblando por algo. Te maldices por dentro. ¿Cómo se te ocurre ponerte nervioso con un hombre? Bueno, aunque no es cualquier hombre, pero aún así tratas de controlarte.

-¿Y qué hacías? Pensé que a lo mejor ya estabas jeteando (durmiendo) –te dice.

-No, el pinche bochorno tampoco me deja. Estaba…. –no puedes decirle que estabas pensando en él- mmm, pensando.

-¿Y se puede saber en qué?

-No, pues en nada. Ya ni me acuerdo.

-¿Seguro? Por la forma en que te encontré, a mí se me hace que estabas jalándole el pescuezo al ganso –sonríe maliciosamente. Otra vez está jugando.

-¡Claro que no!, pero tal vez tú sí. Con eso de que ya llevas como dos semanas sin ver a tu novia, se me hace que el jarioso aquí eres tú –nuevamente están en competencia, tratando el uno de ofender al otro.

-¡Je, je! Pues sí, pero yo ya dejé de lavar a mano hace mucho, y de seguro tú te la has de estar jalando todas las noches.

-¿Qué, me andas espiando?

-¡No mames!, ni que estuvieras tan bueno.

-¡Pero estoy! Tú lo has dicho.

-Mmmm. Wherever -vas ganando puntos.

-¿O qué, prefieres a tu amigo Memo? Digo, porque se me hace raro que cuando viene a verte nomás no salen de tu cuarto, y como por hay dicen que se siente más chido hacerlo con un hombre que con una mujer… pues

-¡No me quieras tanto, primo! El pinche Memo está bien puta feo. A su lado estás mejor tú.

-¡Ja, ja! ¡Ya vez! Lo volviste a aceptar.

-¡No inventes! Fue por decir algo.

Y siguen peleando. Te sientes estupendamente bien ahora que sabes que tú primo te encuentra atractivo. El sueño se ha ido. Y tú… estás que ardes. Y lo peor: ya sabes por qué.

-Y tú, primito, ¿cómo sabes que se disfruta más coger con un cabrón que con una vieja?

-Ah, pues eso leí en una revista de esas hot. ¿Tú crees que sea cierto eso, Roberto?

-Yo que sé, pendejo… –se da media vuelta- Pero si cogieras conmigo seguro que no la pasarías nada mal. ¡Ja, ja! –se ríe el muy desgraciado. Se acerca a tu oído y te habla- Te propongo algo: si algún día quieres probar una buena verga en tu culo, solo dime, y yo me encargo de lo demás –al decir eso sientes como te agarra una nalga y te da un pellizco- ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

Tú volteas encabronado. Lo tienes frente a ti y lo empujas por el abdomen. Pero tus fuerzas no son tantas. Te has topado con la dureza de un lavadero. Estás encabronado. Encabronado y excitado.

-¿Por qué me pegas? –pregunta sonriendo- Es mejor que todo quede en familia ¿no crees? ¡Ja, ja, ja, ja! –vuelve a reír y tú decides meterte en el tema que usa para atacarte. Así se verá hasta donde está dispuesto a llegar.

-Mmm, pues quédate sentado esperando, porque dudo mucho que tu propuesta sirva de algo. No soy tan fácil de convencer ni tan pendejo como para andarlas dando así nomás.

-¿Ni siquiera a mí que soy tu primo? Mira que he hecho felices a muchas mujeres en la cama, y si tú quieres, pues te lo puedo comprobar. No creo que "ponerle" con un wey sea muy diferente –te jala suavemente un mechón del cabello, tú te alejas mostrando incomodidad- ¡Ja, ja! Y si no, pues tú te lo pierdes, primo.

-Si, como no. Yo no soy como algunas pendejas, que por un trocito de longaniza cargan con el pinche puerco toda su vida. ¡Je, je, je!

-Ja, ja. Pues yo no te ofrezco precisamente un trocito. Nomás siente… -y diciéndote esto, completamente desprevenido, te toma una mano y la coloca a presión sobre su paquete. Sientes su virilidad. Retiras tu mano de inmediato y él casi se caga de la risa. Tú vuelves a encabronarte, y sigues excitado- ¿Qué te pareció? ¿Te sirve? -una erección comienza a formarse bajo tu bóxer.

-No friegues, ¿y esperas qué por ese palito te entregue lo que he conservado tanto? ¡Never! –estás mintiendo y lo sabes. Pero lo has herido en su orgullo- Además, si algún día me dejo "morrear" con otro wey, ten por seguro que no será contigo.

-¿Ah si? ¡Pues espérate tantito y verás de que número calzo! ¡Haber si cambias de opinión! -se incorpora y en un segundo se monta encima de ti.

-¡Órale, pendejo! –exclamas con agresión.

El peso te sofoca y puedes sentir su respiración en tu rostro. Hueles su aroma, la fina fragancia de perfume que aún despide su piel desnuda. Estás sintiendo todo su fibroso cuerpo sobre el tuyo. Sus poderosos brazos te aprisionan en la cama. No te puedes mover. Y para colmo: comienza a realizar movimientos pélvicos sobre tu entrepierna, para mostrarte de lo que habla y es capaz. La suavidad de su bóxer rosa el tuyo. Vas sintiendo que algo de él crece ahí abajo, junto a lo que ya ha crecido de tu parte.

-¡Caray, primito! ¡Cuánto has crecido! –se asombra al sentir tu erección entre sus bolas. Tú no dices nada. Estás demasiado apenado y él no se quita. Pero pronto su miembro comienza a desplazar al tuyo y recobra un tamaño y una firmeza de campeonato.

-¿Y que dices de esta?... ¿La sientes?... ¿He?…. ¿Qué me dices ahora? –pregunta y tú sigues sin contestar. No sabes que decir y por otro lado no quieres que pare. La habitación está oscura pero sabes que te está mirando, y él sabe que tú lo estás viendo, pero de pronto ya no le importa.

-¿Así si te gusta?... ¿Ya la sientes, primito? –su voz ha cambiado, ya es más débil, pero más seria. Él ya no está jugando.

-Sssssí –logras decir al fin con una voz quebrada que no sabes que significa.

¿Le estás indicando que ha conseguido su propósito y que quieres que se detenga? ¿O lo estás alentando a que no pare? Por lo pronto, sigue arriba de ti. No se baja. No se quiere bajar, ya no puede bajarse. Tu cuerpo de adolescente, más frágil, de menos estatura, casi angelical, lo ha excitado también. Y aunque sabe que esto está mal, su voluntad masculina ya no posee más convicción. La situación se les ha salido de control.

Su rostro casi toca al tuyo. La respiración de ambos es entrecortada. La emoción y el miedo se funden en tu alma. Permanecen en ese roce de sus cuerpos por breves minutos. De pronto, él deposita sus labios sobre los tuyos… No te besa, solo los deja ahí, esperando algo de ayuda que le indique que tú también quieres experimentarlo. Tus manos han estado libres todo este tiempo, pero no las has usado porque sabes que sería inútil. Tú no tienes la fuerza de tu Batman. Pero siguen ahí, queriendo tocarlo y dudando en hacerlo. Por fin, te atreves a poner las yemas de tus dedos sobre su espalda. La sientes fuerte, musculosa y caliente. Tus dedos también están calientes. Pueden derretir con facilidad su piel y enterrarse en ella. Y entonces rompes el silencio.

-Ro-Roberto… para… –dices débilmente y bajas con firmeza toda la palma de tus manos sobre su dorso. Pero no lo estás deteniendo, lo estás atrayendo.

Él siente esa corriente eléctrica que lo penetra y lo enciende aún más. ¡Y pasa lo largamente esperado! Tu primo abre tus labios con los suyos y te regala su primer beso hombre a hombre. Por fin te está besando. Es un beso lento, temeroso, primerizo. Y tú lo estás aceptando. Y lo más sorprendente, lo estás disfrutando. Tus dos manos comienzan a recorrer su ancha espalda con lentitud. Ahora en verdad lo estás tocando. Él baja una mano hasta tus caderas, pero no se atreve a tomarlas, no sabe como hacerlo. Sus labios siguen disfrutando los tuyos, pero no sabe como fajar con otro hombre. En otra situación estaría masajeando los senos de su chica o buscando penetrarla con los dedos, pero esta es otra experiencia, otra forma de sentir, de tocar, otra forma de disfrutar. Tú tampoco sabes qué hacer porque nunca lo has hecho. Solo te dejas llevar por el momento. Tu héroe roza tus muslos, besa tu cuello, acaricia la boca de tu estomago, tus antebrazos, y vuelve a tu boca. Y ambos siguen ahí, dejándose llevar por el deseo.

Los minutos pasan y el beso ya no es más dulce. Se vuelve apasionado, arrebatador, lujurioso. Le has concedido el permiso de seguir, de traspasar los límites del pudor y la inocencia. Su lengua juega con la tuya dentro de tu boca. Tienes a un ejemplar masculino encima de ti y te abandonas a disfrutarlo. El mundo ya no es importante. Acaricias los costados de su abdomen y llegas hasta su bóxer, quieres pasar de largo pero no puedes. Temes que si intentas algo más "atrevido" todo eso termine y la realidad se vuelva violenta. Pero aún así, metes las manos dentro de ellos y comienzas a bajarlos con precaución. Abres el compás de tus piernas y lo abrazas por la cadera con una de ellas. Utilizas tu pie derecho como una tercera mano y le quitas definitivamente sus interiores. Ahora sí, su redondo, firme y carnoso trasero es todo tuyo. Como piel de durazno, aterciopelada, te parecen cada una de sus nalgas, suavecitas y esponjadas. Nada ha terminado. Al contrario… apenas está iniciando. ¡Que bien se siente aquello! Él hace lo mismo con tus calzoncillos. Sus dos erecciones se juntan y se frotan una a la otra. Comenzado a lubricarse entre sí. Has llegado al cielo. Pero de pronto, él se detiene y deja de besarte.

-¡No…. esto no está bien! –dice tratando de normalizar su respiración- No somos… -pero tú, por respuesta, lo vuelves a traer hacia ti y ahora eres tú quien le planta un besote. El faje sigue por un minuto más, pero vuelve a detenerse- ¿En serio quieres hacerlo? –pregunta con asombro.

Tu respuesta ya no es un beso. Esta vez te armas de valor y lo giras hacia un lado, quedando ahora tú encima de él. Con una mano empiezas a acariciarle el pecho, los abdominales, y con la otra, su dura erección. Tu respuesta no podía ser más clara. Ni tú mismo te conocías esa calentura que ahora brota por todos los poros de tu cuerpo. Ya no eres más un niño inocente. Él está que se derrite de pasión. Con calma te quita el estorbo en que se ha convertido tu playera.

-Espera. ¡Tengo condones en mi cuarto! –dice él.

-Es mi primera vez, Roberto.... y confío en ti. No los necesitamos.

Y vuelven al ataque. Continúan las caricias y los besos. Estás sintiendo todo el ser del primer hombre en tu vida. Adiós lazo familiar y bienvenido amante fraternal. Él te besa la espalda y el cuello. Te toca el trasero de una manera lasciva, como desatando un deseo reprimido que ni siquiera él sabía que existiera. Eso te estremece. No hay duda, estás en las nubes. Recorres su cuerpo y besas cada parte de su piel. Muerdes la aureola de sus oscuros y suaves pezones y bajas hacia los cuadritos de su abdomen. Los saboreas con la punta de la lengua y el tiembla de emoción. Lames la parte interna de sus piernas y subes hasta encontrarte con su miembro grueso y jugoso. Siempre te han gustado los productos de piel, y aquí tienes el mejor de todos. ¡No lo puedes creer! Tienes frente a ti un pedazo de carne dura y palpitante, ansiosa de entrar a tu boquita adolescente.

Sabes qué hacer pero no cómo hacerlo. Recuerdas la escena de una película porno que alguna vez viste, y decides intentarlo. Por ahora comienzas a besar el tronco, te sabe bien, pero no es suficiente; continúas dando besos pausados, todavía no te atreves a metértelo por entero a la boca, pero ese momento llega pronto y tú llegas hasta la punta. Ansías seguir adelante, pero ¿dar una mamada no será ya una cosa bastante depravada? ¿Es normal llevarse a la boca órganos del cuerpo humano que tienen una función fisiológica, reproductiva y no gustativa? Bueno, si eso también es pecado, entonces ¿por qué se disfruta tanto? Este no es el momento para debatir ideas teológicas, así que te aventuras a experimentarlo por ti mismo. Si es pecado entonces ya ni modo, de por sí ya eres un pecador al estar haciendo aquello con otro hombre, sobretodo tratándose con un familiar sanguíneo, tu primo Roberto.

Pasas tu lengua y lames el glande. ¡Mmmm! ¡Sabe saladito, con olor a marisco fresco! Vuelves a probar, y oyes el suspiro de tu acompañante que te pide seguir. Pasas tu lengua una y otra vez, te animas a introducirlo un poco, pero ese poco luego se convierte en otro trozo más, y en otro más, y en otro más. ¡Dios!, lo sacas rápidamente porque te produce una arcada y de pronto te dieron ganas de volver el estomago.

-Despacio chiquito… con calma –te recomienda el experto.

Respiras con profundidad y lo vuelves a intentar. Esta vez es más fácil. No ha entrado todo porque tampoco eres de garganta profunda, aunque te gustaría enfundar de un bocado toda aquella herramienta. Sin sacarlo, con la punta de tu lengua le haces movimientos circulares en el meato urinario. El da un quejido ahogado, retorciéndose en la cama como animal herido. Chupas como si fuera un barquillo de limón derritiéndose, una paleta de yogurt que no puedes dejar de saborear. Te pone sus manos sobre la cabeza y te acaricia el cabello, invitándote a proseguir con lo que haces. Te da gusto estar complaciendo a este hombre, a tu primer hombre. ¿Si él es tu Batman, podrías en serio ser tú el chico maravilla? ¡Wau! ¡Que imaginación tienes y en que momentos la tienes! Sonríes en la oscuridad y sigues haciendo tu trabajo. Comienzas a dejarlo entrar y salir, a chupar y absorber. Lo masturbas al tiempo que mamas su verga con devoción.

-¡Dios! –exclama él- ¡Vaya que… chupas, primo…! … ¡Aaaaah! ¡Síguele wey, síguele cabrón! ¡Ahaaaaaaaaaa!

Continúas con esa faena por unos minutos más. Pero te das cuenta que algún escandaloso de la cuadra tiene pachanga, porque hasta tu habitación se han comenzado a infiltrar las melodías melosas típicas de enamorados. Y cómo no va a ser así, si la ventana sigue abierta. El tema " You´re Beautiful ", de James Blunt, está llegando hasta tus oídos. Y solo a ellos, porque todos los demás sentidos los tienes ocupados. ¡Que manera tan cursi de acompañar lo que están haciendo! ¡Aunque que manera tan certera de describir a quien te lo está haciendo! "Tú eres bello, tú eres bello en verdad". Sonríes. Por lo pronto estás listo para la penetración. Tu primo te ha dilato y lubricado. Agarras su miembro y lo acomodas en ese rincón de los placeres. Sientes un cosquilleo ahí al saber que está a punto de robarse tu sexualidad, tu castidad, a punto de desvirgarte. Lento y con calma, comienzas a bajar y deslizarte sobre la caliente herramienta. Das leves quejidos de dolor. Él también los da, pero los suyos son de satisfacción. No todos los días alguien tiene la suerte de desvirgar al chavito con quien bromea, mucho menos a alguien con quien vives.

Vas a la mitad y crees que será imposible llegar al final del mismo. Tu primo, salvajemente quizá, por desesperación tal vez, empuja su cadera hacia arriba y te encaja de madrazo todos los 20 centímetros de su virilidad. Un aullido rompe el silencio de toda la casa: es tu grito de dolor. Suerte que la música se oye en toda la manzana, sino aquello se hubiera oído bastante siniestro. Tu acompañante te ofrece disculpas. Se mantiene quieto un minuto mientras te toma una mano y le da un beso, como hacía un caballero al expresarle respeto a su dama. Ha sido duro, ha sido doloroso, pero te promete que está noche también será glorioso.

Una lágrima resbala por tu mejilla y dando un suspiro decides continuar. Él se incorpora para besarte, tratando de hacer más dulce ese empalamiento. Nuevamente cae sobre su espalda y echa su pelvis hacia arriba comprobando que ya te ha encajado toda su verga. Intentas moverte. Y a pesar de tu sufrimiento consigues hacerlo. Un sube y baja pausado, lento, poco a poco va convirtiéndose en un mete y saca rítmico. Su verga entra y sale furiosa de tus entrañas y sigue empeñada en conseguir su propósito. ¿Cuál será? Lo ignoras pero sabes que te gusta lo que están haciendo. Estás cabalgando sobre un animal furioso, montando a un semental. Tu respiración se ha vuelto agitada. Sus gemidos se te hacen tan sexys. Los dos están solos, y la casa está sola, así que dejan salir de su garganta esas exclamaciones de goce con total libertad. Tu primo te está desvirgando, y tal como lo prometió, no la estás pasando nada mal. Los tomas de las manos y con ella te impulsas para seguir machacando y disfrutando su miembro.

En la penumbra de tu cuarto, dos cuerpos desnudos se están entregando a una noche de sexo y quién asegura que no de amor. Un hombre de 21 años está cogiéndose a un adolescente de 15. En la oscuridad de la baticueva Batman está fornicando con el chico maravilla. Y efectivamente, has pasado al cielo y estás entrando al paraíso.

El sudor de sus cuerpos ahora tiene razón de ser. El ventilador del techo gira y gira tratando de refrescar sus caricias y ventilar sus pensamientos. La ventana sigue abierta pero no deja escapar sus orgasmos. Sobre la mesa de la computadora está un trabajo que se entregará el día de mañana. Y sobre ese trabajo, hay una nota con letra manuscrita que dice: " Regresamos el viernes. Pórtate bien con tu primo y no se desvelen mucho. Atte. Tus papás ".

Cambias de posición y él sube tus piernas sobre sus hombros. Disfrutas la invasión de aquel enemigo, disfrutas cada una de las estocadas de su miembro, pero sobre todo, lo disfrutas a él. A ese cuerpo musculoso, a su presencia, a su forma de moverse, a la forma en que huele, a la manera en que te hace sentir. Que afortunada debía ser su novia al encamarse a diario con él. Su voz grave y excitada te indica que algo está por llegar. Tú aprietas a tu invitado allá abajo. No lo quieres dejar salir, lo quieres exprimir hasta la última gota. Tu corazón está latiendo más rápido de lo normal. La cabeza te da vueltas, estás a punto de estallar.

-¡Oh Dios, Roberto, Oh Dios! ¡No pares… sigue… sigue! –le dices, mientras él arremete cada vez con más fuerza dentro de ti sus estocadas finales.

-¡Ya casi, cabrón! ¡Ya casi!... ¡Me vengo Chiquito, me vengo, me vengo! –grita tu primo con sus voz ronca casi ahogándose con sus quejidos de placer y satisfacción.

Te aprieta las manos al tiempo que tensa todo su cuerpo y se convulsiona al llegar su orgasmo. Tú sientes un fuerte cosquilleo en tu orificio anal, como si un chispazo eléctrico subiera de tu culo a tu cerebro por tu espina dorsal y bajara a tu abdomen y huevos haciendo eyacular copiosamente a tu rígido miembro. Tu primo gime con fuerza y sus potentes chorros de vida salen también disparados dentro de tu interior con un "¡Puta madre, puta madre, hoooooooo…!" Y por una razón extraña comienzas a llorar, a llorar anhelando tal vez compartir a su lado la nueva vida que ha derramado en tus entrañas. Hasta hoy no lo sabías. Pero la estimulación de tu próstata te ha hecho acabar junto con él, sin tan siquiera tocarte.

Caes sobre la cama dejando salir a su miembro. Aún respiran agitados, tratando de descansar y sin que ninguno haga el esfuerzo por hablarle al otro. Sientes escurrir su leche fuera de tu cavidad anal, y a sus miembros mojando las sabanas. Esto ha sido un desastre. Los dos permanecen acostados, cada uno por su lado, pero con sus cuerpos empapados en sudor, con los pies entrecruzados, y el ventilador de techo encargándose de llevar el aroma a sexo consumado por toda la habitación.

Te secas las lágrimas con la mano y haces un esfuerzo por levantarte. El pudor por mostrarte desnudo aparece, te cubres con una manta y te diriges al baño de tu cuarto. Te aseas, ves en el espejo tus lindos ojos, pero no encuentras ya a la inocencia que se reflejaba en ellos. ¿En que momento de aquel encuentro se esfumó? Haces lo posible por tardarte en el baño, no quieres salir, te sientes apenado, no lo quieres ver pero al mismo tiempo quisieras que ahí siguiera, para cerciorarte que fue real y no un sueño húmedo de adolescente chaquetero.

Regresas, pero ya no lo encuentras sobre tu lecho. Se ha ido, tu hombre bello se ha ido, tu héroe se ha ido. La música de afuera ya no se oye. Todo ha vuelto a la calma, menos… los latidos de tu corazón