Tú solo, él solo, y la casa para los dos (2)

¿En que momentó se esfumó tu inocencia? Ahora ya lo sabes. Él, te ayudó a descubrirlo.

TÚ SÓLO, ÉL SÓLO, Y LA CASA PARA LOS DOS

(AL DÍA SIGUIENTE)

Dan las 7 de la mañana. El despertador de la televisión te despierta y te metes a bañar de inmediato. Se te hace tarde para ir a la escuela. Te pones el uniforme de colegial, tomas el trabajo que has impreso el día de ayer y bajas a la cocina. La señora del servicio ya te tiene el desayuno preparado.

-¿Mi primo ya desayunó? –le preguntas con timidez.

-No. Todavía no baja. Si se desvelo anoche bajará a desayunar más tarde –te contesta la sirvienta.

"Si supiera el motivo", te dices por dentro. Das las gracias y te despides. El horario de clases está a punto de comenzar.

Y aunque quisiste, no lograste apartar de tu mente los recuerdos de lo sucedido con tu primo. " INeed Some Sleep " de Eels te acompaña en el walkman todo el día y toda la tarde, como música de fondo por el drama que estas viviendo. Te sientes culpable, un pecador, alguien que ya no merece buenas palabras y atenciones departe de tus amigos y maestros. Todo ha cambiado. Te preguntas que pensará tu primo de lo sucedido. ¿Se sentirá igual que tú? ¿Te odiará por lo que hicieron? ¿Te dejará de hablar? ¿Le dirá a tus padres que tienen un hijo maricón? ¿Cuánto cambiará su relación contigo? Muchas preguntas te haces pero todas quedan en suposiciones negativas.

Regresas a tu casa, pero él aún está en la Universidad. Comes solo, acompañado por la señora que cocina y hace la limpieza de tu hogar. Te sientes mal, con ganas de echarte a llorar. ¿Qué te espera cuando Roberto llegue a casa? Las dudas atormentan tu mente toda la tarde y en el inicio de la noche.

El planeta continúa su movimiento de rotación. Nuevamente te encuentras solo. La sirvienta se ha ido, y él no llega. Debería de haberlo hecho desde hace unas horas, pero ya es de noche y no hay señas de él. Comienzas a preocuparte. ¿Tanto le afectó tu entrega? ¿Por qué no quiere verte? ¿Cuánto te odia? Tus padres llaman por teléfono para preguntar como les va, qué hacen. Tú les mientes y dices que tu primo está en su habitación, y tú haciendo tarea. Lloras en la soledad de tu casa. Tú solo y la casa sola. ¿Será la soledad que te espera por haber caído en prácticas homosexuales que tu religión prohíbe y ataca? Lloras, te desahogas llorando con culpa y tristeza sobre esa almohada que aprietas entre los brazos y que ha sido testigo mudo e inútil de aquel encuentro.

En esas andas, cuando alguien entra a la casa. Sube las escaleras y llega hasta tu cuarto. No quiere entrar, solo saber si estás ahí. Pone la oreja sobre la puerta y escucha, escucha tus sollozos. Tu primo gira la manecilla de la puerta para cerciorarse si está cerrada y tocar. Pero no, la gira con facilidad y entra. Te ve llorando tendido sobre el colchón de la cama, de espaldas a él, como un niño pequeño que merece ser consolado. Sientes su presencia y volteas. Te ve tus lindos ojos empañados en lágrimas, con una mirada de soslayo que conmueve inmediatamente su corazón.

-¡Ro-Ro-Roberto! –logras decir con sorpresa tratando de limpiarte el llanto.

-Ya llegué –te dice con la mirada fija- ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?

¿Qué espera que le contestes? Lloras por él. Pero ¿cómo decírselo?

-No es nada –mientes-. Estaba preocupado. ¿Dónde andabas?

Él te mira con indiferencia, y se acerca hasta tu cama.

-No tienes por que preocuparte por mí. Salí tarde de la Universidad y fui a parrandear con mis cuates.

-¿Ya cenaste? ¿Quieres que te prepare algo? –preguntas levantándote de la cama hasta estar de pie frente a él, pudiendo oler algo de su aliento a alcohol. No esta borracho, pero sin duda visitó alguna cantina.

-¡No! No quiero que vuelvas a hacer nada por mí –dice él con firmeza, y a ti esa actitud te desconcierta.

En verdad está enojado contigo, piensas. No sabes que decirle, te estas muriendo por esa apatía que te demuestra. Tú solo querías ser cortés. Él intenta acercarse más a ti, pero una barrera invisible lo detiene y da media vuelta dispuesto a salir de la habitación, solo que antes de hacerlo por completo, desde el marco de la puerta, voltea y te dice algo que te trastorna aún más.

-Eres es un chavo lindo, pero solo eres un niño. Lo que pasó anoche no ocurrió jamás, ¿entiendes? No se va a volver a repetir.

Apunto estuvo de regresar sobre sus pasos e irse, pero tú, con los ojos enrojecidos de tanto llorar, lo detienes con una pregunta.

-¿Por qué no? ¿No te gustó?

-…Me encantó –responde tu primo no con facilidad-. La revista tenía razón, pero yo no soy gay, a mí me gustan las viejas. Lo de ayer ahí quedó. No puede volver a pasar. Búscate una novia y olvida lo de anoche. Yo tuve la culpa, lo sé... Perdóname si ayer te lastimé con mi brusquedad.

-No, Roberto. No me lastimaste.

-Pero empezaste a llorar –afirma con desconcierto, volviendo hacia ti- Y llorabas también cuando entré a tu cuarto. ¿Te duele mucho todavía?

-Para nada. Ayer mis lágrimas fueron de felicidad. Nunca creí que se sintiera tan estupendo hacer el amor. Y hoy lloraba por ti, porque no llegabas y temí lo peor. No sé si soy gay o no, pero a mí también me encantó lo de anoche, ya no soy un niño, los dos somos adultos, y si quieres volver a hacerlo por mí no hay problema. La verdad sí me gusto mucho lo que me hiciste –dices algo avergonzado por tanto descaro de tu parte, con la vista hacia el piso.

-No mames, no digas esas cosas, wey. Somos primos.

-Pues… ya sabes lo que dicen de los primos… -sonríes por ese dicho mexicano que se te ha venido a la mente- "Al primo me le arrimó" –le dices y sueltas unas risillas que apagan tu tristeza.

Él también se suelta a reír. Nuevamente ambos están de broma, tratando con eso de suavizar la tensión del momento. El sentimiento de culpa por las acciones realizadas comienza a desaparecer. Cambias de melodía. " Life in Mono " comienza a escucharse.

-¿No crees que con lo de ayer ya fue suficiente? –te pregunta.

-No. Creo que aún hay más.

-Hay muchísimo. Si lo sabré yo

-¿Entonces? –preguntas.

-¿Entonces qué?

-¿Qué dices, va de nuevo? Estamos solos, y tenemos la casa para los dos –sugieres.

-Pero mañana tienes escuela.

-Ya entregué mi último trabajo, y por un día que falte no va a ver problemas.

-Mmmm. En ese caso, si tú quieres -se acerca más a ti.

-Quiero.

-Pues entonces ni hablar… -te dice sonriendo mientras te abraza y te carga entre sus musculosos brazos, como a una novia en su noche de bodas a punto de entrar a la recamara donde va a ser desvirgada- Oye, ¿y las sábanas de tu cama? –pregunta extrañado al no encontrarlas sobre tu colchón.

-En la secadora. Después de lo de anoche necesitaban una lavadita ¿no crees? –dices sonriendo y abrazándolo por el cuello.

-¡Seguro! Vamos a mi cuarto.

-¿No hará mucho calor? Tienes el ventilador descompuesto, ¿recuerdas?

-Ya sirve, lo arreglé hoy en el mañana.

-Entonces andando –aceptas.

-Andando. No sabes la que te espera, primo, mi novia regresa hasta la semana próxima y todavía ando caliente.

Te da un beso de lengüita y te lleva en brazos hasta su habitación. Te acuesta con sutileza en su lecho, y comienza a desvestirse frente a ti, como mostrándote el menú y todo lo que te vas a comer. Se quita los zapatos, la playera, el jean, y el bóxer frente a tus ojos, enseñándote sus piernas de roble y su abdomen a cuadros formando un lavadero bello y sin vello digno de ser lamido.

Se arrodilla en la cama para desnudarte por completo. Solo besos y más besos, caricias y manoseadas, y han comenzado así su segunda sesión de sexo. Su habitación no tiene ventanas hacia el exterior, así que nada de lo que ahí hagan se escapará con el viento emanado del ventilador. Él se acuesta sobre su espalda y te ofrece ese delicioso manjar llamado verga, aún dormida pero latiendo con vida propia como pitón emocionado por su presa, creciendo a cada una de tus chupadas hasta alcanzar sus 20 centímetros de carne dura y maciza. Chupas, lames, lengüeteas, mamas con desesperación, hasta el fondo y luego afuera. Sabe fenomenal.

-Mi niño bonito –te dice él.

-Mi Batman –le dices tú- Estás bien buenote.

-Para lo que gustes, mi chico maravilla –se ríe. Tal vez no entendió lo de "Batman", pero supo darte una buena respuesta.

-¿Qué hago para tener un cuerpo como el tuyo?

-Ya lo tienes. Solo ábreme bien tu culito –responde con morbosidad.

Tu primo te pone de a perrito y acomoda la ya bien lubricada cabeza de su mástil en tu orificio anal.

-Aguanta primo, aguanta, no dolerá tanto como la primera vez.

Te dice y comienza con la penetración, te toma de las caderas y de pedazo en pedazo comienza a zambutirte la cabeza y luego el tronco completo de su vergota que ha hecho feliz a tantas y que ahora te hace feliz a ti. Anteayer ni soñabas con vivir una situación como esta, pero hoy, un día después del inicio, aquí estás otra vez con el culo parado y con la larga y gruesa tranca de tu primo dentro de ti, lista para la acción. Tu hombre comienza a bombear y a gemir, obligándote por inercia a hacer lo mismo. El vaivén de sus caderas te marca el ritmo. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro, afuera… Sus huevos chocando con tus nalgas producen un sonido hueco súper excitante. Tienes a todo un macho en celo cogiéndote por detrás. Tú gimes de gusto y sin reparos. ¡Que bien se siente aquello! ¡Que chingón es tener a un miembro viril, duro y potente embistiéndote con toda su energía, pero buscando también el placer de los dos!

Cambian de posición, él se sienta en una esquina de la cama y te pide que te sientes sobre su miembro viril, de frente a él. Lo haces con cuidado de no caerte hacia atrás, él te ayuda sosteniéndote por la espalda con una mano, atrayéndote a su cuerpo, mientras te acaricia las nalgas con la otra. Nuevamente su verga ha ingresado dentro de ti, buscando un lugar tibio, apretadito y caliente donde poderse alojar, y ambos continúan con la placentera faena. Él, tratando de llenarte hasta el fondo, y tú, queriendo tragarte todos los centímetros de su instrumento a sentones. Los besos de lengüita no se hacen esperar, aprietas a tu invitado allá abajo e intentas masturbarte entre el emparedado que forman el lavadero de tu primo y tu abdomen, recorriendo con la mano que te queda libre su espalda firme y maciza, de la que han empezado a brotar las gotas de sudor del sexo rudo e imparable.

-Me gustas mucho, primito –te dice al oído entre los quejidos de satisfacción producidos por ambos- Me está encantando cogerte. Ah, ah, ah… ¿Te gusta, te gusta como te lo hago? ah, ¿te gusta como te cojo, chiquito?, oh, oh, ¿te gusta mi verga?

-Sí, Roberto. Sí. Si…si…sigue, sigue. ¡No pares, no pares por favor! ¡Sigue Roberto, sigue! ¡Ah, ah, ha!

Y así continúas fornicando con tu primo los minutos siguientes, cogiéndotelo a sentones y dejándote coger con locura. Sientes muy rico cada vez que él se viene dentro de ti. Hasta ahora no has probado el sabor de su leche, pero ya sabes que aunque no sea en esta noche, lo harás pronto. Por fortuna no hay escapatoria de esta práctica.

Los días siguientes son para ustedes como la esperada luna de miel por todos los hombres del planeta: La oportunidad legal y moral para coger a gusto con tu pareja, coger, coger y coger; coger por la mañana, a medio día, por la tarde, la noche, a media noche, por la madrugada, coger sin prisas y a conciencia. Follar sin interrupciones, sin estar a la expectativa por si algún familiar entra al cuarto donde disfrutas con tu novia o novio y los sorprenda en pleno deleite sexual. Follar de a gratis y sin un lugar que se renta por hora. Follar a diario y con libertad, aunque todos los asistentes al casamiento sepan lo que en realidad hacen un hombre y una mujer en los días que dura su honeymoon .

Las tardes tu primo y tú las aprovechan para morrearse, para abrazarse restregando cada uno sus paquetes en las nalgas del otro, como demostrando la calentura que llevan dentro de sus cuerpos esperando ser apaciguada. Se han bañado juntos, rozándose, acariciando su piel desnuda, le has hecho mamadas bajo el chorro de la regadera, en la sala de tu casa, en sus respectivas recamaras, y hasta en la cocina, claro, cuidándose de que la señora del servicio no esté a la vista o no se encuentre en tu hogar. Tu paladar aún saborea aquella mamada que le hiciste en la cocina la quinta noche que pasaban solos. Habían bajado a cenar, oyendo en el stereo de la sala " Goodnigth Moon " de Shivaree, lo empezaste a calentar y lo desvestiste por completo aprovechando la luz tenue emitida por las lámparas del lugar. Él sostenía una cerveza en la mano, y después de quitarle el bóxer te animó a chupar, pero está vez no solo su verga, también la cerveza. Puso una bandeja retenedora de agua en el piso frente a él, y bañando su vergota con el líquido espumoso de la cerveza te alentó a mamar su reata empapada de ese nuevo sabor que provocaba. La bandeja impedía el derrame del líquido en el piso, mientras chupabas con gusto y complacencia aquel pedazo de carne grueso y enrojecido, escurriendo en cerveza a la usanza antigua de las orgías griegas. Aquello era como gotas de agua sobre una roca ardiente: humeante y vaporosa. ¡Y vaya que disfrutaste aquel banquete! Algún chef tendría que ponerle nombre a ese agasajo de verga envinada. No quiso acabar en tu boca, aunque poco le faltó.

Caliente y desnudo como estaba, te dio tremendo besote saboreando un poco de lo que tú le habías saboreado allá abajo con tu lengua. Abrazados y aún besándose, salieron de la cocina mientras te quitaba las prendas que cubrían tu cuerpo esbelto de adolescente. Pasaron por la sala y tus ropas quedaron colgadas en los sillones o en la alfombra de la estancia. Su verga apuntaba hacia el techo y aún goteaba humedecida por tanta lubricación ya recibida. Su cuerpo estaba caliente, hirviente en temperatura sexual. Te colocó frente al respaldo de uno de los sillones y besándote el cuello acomodó de nuevo su poderosa tranca entre los cachetes de tu culo y sin decir nada te la dejó ir de porrazo hasta golpear tus nalgas con sus huevos y hacerte sentir el cosquilleo provocado por los vellos bien recortados que coronaban su miembro.

Comenzó a penetrarte una y otra vez, reteniéndote por las caderas para que no te le soltaras en medio de aquellas fuertes acometidas. ¡Que suerte que las luces estaban apagadas! ¡Que mal que estaban a oscuras!, porque no veía la molestia que te provocaba al estar apretando tu cintura contra el filo del respaldo del sillón. ¡Te dolía, aquello te dolía!

-¡Wey, vamos a arriba! –le dices para librarte un poco de ese malestar.

Pero con lo que no contabas era con su habilidad para ponerte a 20 uñas sobre los primeros peldaños de la escalera que lleva a las recamaras, sin sacarte siquiera su potente instrumento. Una y otra vez, él seguía a lo suyo, bombeando y empeñado en sacar a chorros la leche hirviente en su interior.

-¡Sube! ¡Sube, chiquito! -te alentaba al oído, con voz retadora y suplicante, parsimoniosa y sensual, mientras uno de su musculosos brazos te tenía bien atrapado por la cintura, apoyándose con el otro sobre los escalones- ¡Trata de subir! –insistía, y tú le hiciste caso.

Y aquello se volvió un deleite sin igual, y un suplico total. Tú a gatas tratando de escalar cada uno de los peldaños, intentando llegar al siguiente con una mano, impulsándote con la otra, trepando con tus rodillas, tratando a la vez de no perder el equilibrio y aguantar los embates constantes que Roberto daba a tu culo, respirando agitando mientras el peso de su cuerpo te sofocaba. Tu primo solo se agarraba bien a tus caderas y dejaba que fueras tú quien lo subiera cual carga sobre tu espalda. No paraba de bombear. Cuando sentía que te estacionabas sobre los escalones y ya no subías, se impulsaba él mismo con los pies, y con la verga clavada a tu culo lógicamente también te impulsaba hacia delante, alentándote a continuar el camino:

-Ahahahahahahahahahah –gemías como animal herido, sangrante y aún en combate.

-¡Dale, mi niño bonito, dale! ¡Aguanta solo un poquito más! ¡Ya casi, ya casi, ya casi llego!

Aquello era una sinfonía de gemidos, quejas, esfuerzo y rechinar de los escalones de madera por tanto ajetreo. El sudor salía por tu cuerpo y el suyo, y el de los dos empañaba la escalera. Tu miembro iba dejando un camino de líquido preeyaculatorio por donde pasaba. ¿En que momento tu Batman se volvió el villano pervertido de la historia? ¿Serán así de apasionantes sus encuentros sexuales con el chico maravilla? Aquella forma de follar no la conocías, y será algo que nunca se te olvidará. El buenote de tu primo continuaba cogiéndote como un semental, taladrándote una y otra vez en cada embate, como no queriendo que su verga se separase ni un milímetro de tu funda carnal. Te costaba reconocerlo en aquellas circunstancias, pero eso te estaba haciendo gozar como una perra en celo, como una hembra que tiene al macho dándole duro y tupido por detrás, como amante que está siendo follado con ímpetu y goce por su amado.

Y aquella última noche a solas, un hombre joven y fuerte se cogía en las escaleras a un adolescente frágil pero igual de caliente. Dos cuerpos de hombres desnudos se amaban con pasión y locura. Un par de lagartos, uno sobre otro, reptaban cuesta arriba en una forma escandalosa e increíblemente erótica. ¿En qué momento se esfumó tu inocencia? Ahora ya lo sabías. Fue en aquella noche calurosa en que te asomaste a la ventana y viste a tu adonis luciendo la perfección de su cuerpo. Aquella imagen te encendió las hormonas. Por eso se te formó una erección cuando te metiste a bañar. Por eso te excitó el sudor de su cuerpo, sus frases en doble sentido, sus proposiciones, por eso… y más.

Un estremecimiento que recorrió todo el cuerpo de tu amante te hizo darte cuenta a que se refería con el "ya casi llego". Los dos alcanzaron el último peldaño de esa agobiante escalera, y con un par de estocadas finales y profundas, tu primo Roberto derramó en tu ano toda la pasión del producto de aquel encuentro, toda su descarga de semen que había estado hirviendo en sus huevos, toda su lefa caliente y abundante, toda su leche sabrosa y vital. A ti solo te quedó chaquetéartela hasta provocar tu venida pringosa y profusa.

Ahí quedaron vencidos los dos. Ángeles heridos, desnudos, seductores, con sus cuerpos húmedos por el sudor, cansados y adoloridos por aquel combate cuerpo a cuerpo, tratando de normalizar su respiración y separándose después uno del cuerpo del otro. Pasaron unos cuantos minutos con la cara hacia el techo y la visita cerrada. Recuperando el aliento y la energía perdida en el campo de batalla. Pero pronto vuelves a la realidad de aquel encuentro. La cocina, la sala y las escaleras estaban hechas un desastre. Alguien tendría que limpiar. Sientes un sobresalto en tu corazón y abres los ojos. Mañana llegarán tus padres, todo tendrá que cambiar, y entonces ¿qué pasaría entre ustedes? El lunes tu primo volvería a ver a su novia, y por consiguiente a tener el sexo normal, sexo con una mujer, sexo con ella. Y así, uno al lado del otro, sentados sin ropa al final de la escalera, tú le compartes tus miedos.

-Fue hermoso Roberto… Muchas gracias

-Gracias a ti por permitirme ser el primero.

-Siempre lo hubieras sido… -suspiras- Pero fue bello mientras duró ¿no es cierto?

-¿De qué hablas?

-De de ti, de mí. Mañana llegan mis papás, ¿qué pasará entre nosotros? –preguntas con un dejo de melancolía. Tu primo te toma la mano y la aprieta.

-Mañana…. Mañana todo volverá a la normalidad. Cada quien su vida.

Te sientes triste, te dan ganas de llorar, pero no puedes hacerlo. El cansancio hasta eso te impide. ¿Y qué esperabas? ¿Qué espera un príncipe de un héroe en armadura dorada? Los héroes se quedan con las princesas, no puede quedarse contigo. Un héroe puede rescatar a un príncipe, pero no le hace el amor. Era natural que aquello terminara. Ya te lo había dicho él en la segunda noche. Se entregaron, se amaron, pero ninguno de los dos habló sobre el futuro. En eso piensas, y ya no hay más que decir. El sentimiento de pérdida es inminente. Lo sueltas y tratas de incorporarte con cuidado, pero Roberto vuelve a tomarte de la mano y te lo impide.

-Cada quien su vida…, pero cuando un ventilador se descomponga, siempre tendremos que usar el del otro –añade con una sonrisa, devolviéndote con inmediatez la frescura y la armonía en aquellas noches que comienzan a ser calurosas. Te alegras, porque un día próximo cerrarás la ventana de tu habitación, y harás lo necesario para dormir en otra cama… Un héroe te estará esperando.

FyN

No existe un adiós

sin que haya primero un hasta luego.