Tu sangre
Mi mano bajó de tu mejilla a tu pecho y te enganchaste a mi cuello con ambos brazos mientras ese beso subía de tono, tu respiración iba en ascenso, movías tus caderas buscando la satisfacción de oprimir el rayo de sensaciones que iba de tu boca a la ingle. Yo me sentía salvajemente excitada.
Tu sangre.
Deslicé mis labios suavemente sobre tu quijada hasta tu cuello, me llené de tu aroma y tú suspiraste sonoramente. Mi cuerpo hervía, a pesar de que no había ni una gota de calor en él, y lo único que tenía en mente era que quería morderte. Poseerte. Seguí jugando con pequeños besos sobre tu garganta. Mi lengua se hacía presente y el olor de tu sangre se estaba apoderando de mi control, quería succionarla, beberla y hacerte mía. Cambié de dirección, lejos de la tentación que olía a muerte. Besé, te besé. Tu respiración entrecortada, suavemente chocaba con mi hombro. Subí hasta el lóbulo de tu oreja y lo metí en mi boca.
De reojo veía tus expresiones, tu ceño fruncido, tus labios separados dejando ver tus blancos dientes, lanzabas pequeñas bocanadas de aire que secaban tu boca. Bajé de nuevo hasta tu garganta pero, no hice escalas, seguí hasta tu pecho. Posé pequeños besos en la clavícula, en el tórax hasta el nacimiento de tus pechos. Aquel collar de plata se interponía entre tu piel y mis labios en pequeños instantes, aquel collar que yo misma te regalé. Terminé mi dulce tortura.
Difícilmente me desprendí de ti. Te miré, cerraste tus labios y acompasaste tu respirar, luego de un momento abriste los ojos y me miraste suplicante, con un amor y una ternura que no recordaba. Te acercaste a mi y atrapaste mis labios. Tu boca se sentía seca y fría a contraste de tu piel caliente. Jugamos un momento, nuestras lenguas danzaron un baile más y por instantes succionabas mi labio inferior, lo que yo aprovechaba para succionar tu labio superior.
- Tómame-. dijiste sobre mis labios sabiendo a que te enfrentabas.
- No aquí, no ahora.
- Tómame-. suplicaste de nuevo.
Tenía que negarme a una vida eterna para ti, llena de persecuciones y miedo, una vida dónde comienzas a ser un extraño entre un montón de mortales que se preguntan "¿por qué no envejece?". Una vida de nómada dónde eres un asesino, dónde tienes que tomar el cuerpo de personas para saciar tu sed. Pero quería aceptar el reto de amarnos así siempre, pasar una eternidad juntas. Te tomé entre mis brazos y levanté tu cuerpo del suelo, rodeaste mi cintura con tus piernas y te atrapé contra la pared, haciéndote lanzar un pequeño gemido de sorpresa. Nos quedamos quietas un momento.
Me miraste impaciente la boca, acaricié tu mejilla con ternura y nos fundimos nuevamente en un beso largo y lento. Mi mano bajó de tu mejilla a tu pecho y te enganchaste a mi cuello con ambos brazos mientras ese beso subía de tono, tu respiración iba en ascenso, movías tus caderas buscando la satisfacción de oprimir el rayo de sensaciones que iba de tu boca a la ingle. Yo me sentía salvajemente excitada.
Me encaminé a tu cama contigo en mis brazos. Te recosté suavemente y me posé sobre ti. Mi pierna derecha se metió entre tus piernas presionando tu intimidad, tomaste dos puñados de mi cabello. Me besaste intensamente y una de mis manos se deslizó debajo de tu blusa, subiendo, tocando tu piel, sintiendo tus poros totalmente alerta. Alcancé tu seno derecho e invadí tu ropa interior, sentí tu pezón endurecido y lo apreté con mis dedos índice y pulgar haciéndote gemir fuerte. Eras toda sensaciones y yo... me sentía viva.
Dejé la parte superior de tu cuerpo descubierta, tus medianos pechos estaban tan despiertos al igual que tus ojos totalmente abiertos pidiéndome más. Besé tus labios brevemente y nuevamente hice un camino de saliva hasta el nacimiento de tus pechos. Primero el izquierdo, besé alrededor de tu aureola, acariciabas mi cabello suavemente dejando que hiciera lo que quisiera contigo, metí tu pezón a mi boca y apretaste un poco el mechón de cabello que tenías en tus manos, lo succioné, chupe, besé, mordí a mi antojo, tu pelvis se empujaba involuntariamente a mis caderas. Repetí el proceso con tu seno derecho y estabas a punto de colapsar. Detuve tu éxtasis, me frunciste el ceño desesperada por llegar a tu clímax. Pero, tenía otros planes para ti.
Seguí besando con rumbo al sur de tu cuerpo, tus costillas, tu estomago hasta llegar a tu ombligo, besos húmedos en tu vientre mientras acariciaba los muslos de tus piernas. Me coloqué sobre mis rodillas e incorporé mi cuerpo para verte. Desabroché el botón de tu pantalón y bajé el cierre, tu ropa interior se asomaba tras de ellos. Tiré suavemente hacia abajo y fui liberando tus piernas. Primero la derecha, al estar libre planté besos desde la punta de tus pies hasta tu pantorrilla, luego la izquierda, metí tu pulgar en mi boca y tú sólo mirabas el espectáculo con deseo y ansiedad, mi boca comenzó a subir por tu talón, tu pantorrilla, tu rodilla, suavemente por tu muslo hasta llegar a tu entrepierna, alzaste tu espalda y echaste tu cabeza hacia atrás cerrando los ojos, esperando mi próximo movimiento. Olía tu embriagante intimidad, estaba deseando tanto probarte. Suavemente besé tu monte de venus, luego un beso más abajo sobre tu clítoris. Te retorciste. Con mis labios, atrapé con delicadeza tu pequeño e hinchado botoncito, mi lengua empezaba a jugar con él de arriba abajo, haciendo círculos y comenzaste a gemir con intensidad, empujando tus caderas hacia mi cara. Seguí mi labor, disfrutaba fuertemente el sabor a sexo en mi boca, tus fluidos comenzaban a pasar sobre mis labios. Abandoné un instante tu fuente del placer y besé más abajo, introduciendo mi lengua dentro de tu vagina.
- ¡Ah! -. gritaste y apretaste la sábana de la cama.
Me regocijaba en el placer que te estaba provocando, eras toda mía. Te viniste en mi boca. Tu cuerpo comenzó a temblar, te movías con más rudeza y arqueabas tu espalda. Empapaste de tus jugos mi boca, los saboreé.
Esperé pacientemente a que te reincorporaras, acariciaba tu mejilla, tus brazos, tu pecho, luego de un rato abriste los ojos.
- Bienvenida, amor-. te sonreí.
- Hola-. dijiste secamente aún recuperándote, con una sonrisa de satisfacción.
- ¿Estás bien?- recargué mi barbilla en tu estomago y te miraba.
- No esperaba esto cuando te pedí que me tomaras.
- ¿Qué esperabas? - sabía la respuesta
- La vida eterna a tu lado.
- O sea que... no querías un orgasmo.
- Sí quería-. te sonrojas. - bueno... quiero.
- ¿Quieres más? - sonrío divertida.
- Sí -. te sonrojas de nuevo.
- ¿Quieres pasar la eternidad conmigo?
- Sí-. tus ojos se iluminan
- No quiero que sufras.
- El día que muera, sufriré más si no estoy contigo-. escucho melancolía en tu voz.
- Está bien.
- ¿En serio?
- Sí-. respondo finalmente y te abrazas a mi cuerpo con ansiedad y lagrimas de felicidad en los ojos. - ¿Estás consiente de lo que conlleva?
- Aprenderé... aparte... - tu cara se ilumina. - no quiero que me acusen de pedófila dentro de unos 20 años
Te incorporas y subes sobre mi riendo.
- Creo que te estorba toda la ropa-. dices mirándome seductora.
- Hay que hacer algo con eso.
- Desvístete para mi-. sonríes con malicia.
Me desconcierta tu petición, pero de todas maneras me deslizo bajo de ti y me paro frente a la cama, mirándote a los ojos ansiosa, tú sonríes y muerdes tu labio. Puedo ver tu perfecto cuerpo desnudo ante mi, quiero tomarlo de nuevo, pero recuerdo que tengo que dar un show personal. Tomo la base de mi blusa y la paso sobre mis hombros y cabeza, tomo el botón y zipper del pantalón y lo bajo suavemente sin flexionar las rodillas hasta que tengo que sacarlas fuera, tus ojos se engrandecen y se dilatan tus pupilas. Quedo frente a ti en ropa interior. Pongo mis manos en la espalda, buscando el broche de mi sostén pero me detienes con una señal, levantas tu mano para dar un alto y te levantas hincándote en la cama.
- Yo lo hago.
Con tu dedo índice apuntando hacia abajo pides que me gire, te obedezco. Desabrochas mi sostén y siento como se afloja alrededor de mi. Plantas un beso en mi hombro que baja por mi espalda, siento tu caricia como si fuese un recuerdo que tuve en vida, mis pezones se endurecen al ritmo que tus labios bajan por mi columna, llegas al límite de mis bragas y con ambas manos las jalas hacia abajo, acaricias mi trasero, eso me hace dar un respingo y vuelves a subir, desde la espalda me abrazas y cubres mis pechos con tus manos, al mismo tiempo comienzas a masajearlos, tocarlos, apretando mis pezones. Gimo.
Una de tus manos acaricia desde mi seno hacía el sur, comienzas a besar mi cuello y a simular que me muerdes, eso me excita. Acaricias mis piernas y pasas tu mano derecha entre ellas, subiendo y posándote en mi sexo, vuelvo a gemir. Con tus dedos abres mis labios vaginales y colocas tus dedos medio y anular sobre mi clítoris. Haces círculos, círculos que me enloquecen que me llevan al cielo aunque mi destino es el infierno, no puedo contener más mi voz y lanzo un gemido agudo que llega a tus oídos. Mis músculos de tensan fuertemente, siento correr toda sensación hacía lo más íntimo de mi cuerpo, acumulándose, haciendo contraerme... queriendo explotar y liberarme. De pronto colapsé y me encontré con el pecho plano a la cama. Respirando como loca, totalmente sensible a cualquier rose, mi orgasmo culminó mi conciencia. Con una velocidad, que ni tú esperabas, pronto estaba sobre ti ansiosa, deseosa, decidida... Recorrí mi mano hasta tu sexo, mis dedos se abrieron paso una vez más entre tus labios, invadieron tu virginidad... así mientras te penetraba suavemente haciéndote llegar a la cumbre de nuevo...
….clavé mis colmillos en tu cuello.