TÚ PRIMERO (sexta parte de Cógelo)
Tras un largo paréntesis, retomamos el relato donde lo dejamos. Lidia, Jorge, David y Serge continúan...
"TÚ PRIMERO" (SEXTA PARTE DE "CÓGELO")
Entre jadeos, Lidia se giró para devolver los besos y caricias que David también le estaba proporcionando, y al hacerlo, la imagen fugaz de su marido se le quedaron grabados a fuego en su mente. No detuvo su intención de besar a David, y mientras lo hacía, cerró una vez más sus ojos y entonces, la mirada de su marido se le apareció de nuevo, una mirada perdida, anhelante, lasciva... David la besaba despacio, jugando con su lengua, sin cesar de acariciarle el pecho izquierdo, deteniéndose juguetón en el pezón, mientras Serge no cesaba en desplazar una mano de su sexo a su vientre y la otra tomando su pecho derecho, el que en sus juegos de alcoba reservaba para su marido... Y Lidia decidió retomar el control en ese preciso momento. Con la última pizca de voluntad que le quedaba, soltó las vergas de sus amantes, retiró sus manos de sus pechos y se incorporó, forzando a que Serge quitara su otra mano de su empapado sexo. Se levantó ante la interrogante mirada de los tres machos que ahora la rodeaban desde todos los puntos cardinales. Sus flujos manaban descontrolados a lo largo de sus muslos, alcanzando sus rodillas, brillando a la luz de la lámpara, mientras conseguía dar dos pasos titubeantes y, tomando a Jorge de sus manos, lo hizo alzarse. Éste respondió a la solicitud de su mujer, que una vez lo tuvo frente a ella, rodeó su cuello con los brazos y le susurró al oído:
-"Quiero que seas tú el primero, mi amor-".
Y cuando terminó de pronunciar esas palabras, comenzó a desabotonar la camisa de su marido lenta pero firmemente. Jorge se dejaba hacer. Ella lo ayudó a sacar los brazos, y en ese instante, Lidia se arrodilló, desabrochó el cinturón por su hebilla y tirando fuerte de los botones de los jeans, consiguió vislumbrar lo que quería: el enorme bulto a punto de estallar en la entrepierna de Jorge. Contando con la colaboración de su marido, los bajó y sacó, y entonces se giró hacia Serge y David, que miraban la escena desnudos, sonriendo y con sus penes apuntando groseramente hacia el techo. Sin detenerse, liberó la verga de su marido al bajar a su vez los boxer hasta los tobillos de Jorge, que levantado alternativamente sus piernas, permitió que Lidia lo dejara, también a él, totalmente desnudo. A continuación, y ante la decepción de sus amantes, Lidia se incorporó sin ni siquiera prestarle el más mínimo "tratamiento" al pene de su esposo, y cuando estuvo a su altura lo empujó contra el sillón que venía ocupando previamente, y sin pausa, se sentó a horcajadas sobre el miembro de su marido, que entró suave como un cuchillo caliente sobre la mantequilla... Tal era la humedad y la excitación de Lidia que la verga de Jorge se introdujo en su sexo con total facilidad, acercando a continuación su boca al oído del sorprendido Jorge. para susurrarle:
-"Cariño, no respondo de lo que haga esta noche, espero que me perdones..."-
Jorge, con voz entrecortada, le respondió:
-"Lo que vaya a suceder lo queremos los dos, mi amor. Haz lo que desees hacer, yo estoy aquí, contigo."-
A lo que Lidia, a su vez, volvió a susurrarle mientras empezaba a cabalgarlo con ímpetu:
-"¡Pues para empezar, fóllame!-"
Lidia se agitaba sobre Jorge con pasión mientras echaba la cabeza hacia atrás, dejando su melena oscilar sobre la espalda, mientras Jorge la tomaba con sus manos por las caderas, acompasando los movimientos de la hembra y sujetándola a su vez para que no cayera. Serge y David, ante la hermosa visión de la pareja, comenzaron a masturbarse despacio, comprobando que Lidia había tomado de nuevo las riendas de la noche, y sorprendiéndolos al "dejarlos en la estacada" prefiriendo comenzar con su marido. Pero mientras Serge aceptó la situación como el que se reserva el mejor turno y ríe el último, David no pudo evitar sentir ciertos celos de Jorge: Lidia no era otro "polvo" más, realmente se sentía muy atraído por la mujer con la que había disfrutado de las situaciones más morbosas de su vida.
De vez en cuando, Lidia acercaba su cabeza a la de su marido, lo besaba y le decía algunas palabras al oído, lo cual alteraba más a David, que no alcanzaba a escuchar con claridad el mensaje que la mujer trasladaba a Jorge, por lo que se incorporó e intentó acercarse un poco más a la pareja. Entonces Lidia se giró, y pudo ver cómo Serge se masturbaba despacio, recorriendo el enorme falo negro con su no menos enorme mano, y a David, con la intención de levantarse del sofá y acercarse a ellos. Lidia se detuvo, besó de nuevo a Jorge con fruición, se incorporó saliendo de su marido, y situándose frente a David, lo agarró por la nuca y lo besó con pasión, introduciendo su lengua en la boca del monitor, jugando con sus labios y frotándose contra el grueso pene con un movimiento circular, jugando con él. Bajó su mano hasta el sexo de David, lo tomó firmemente y le dijo:
-"Vamos a enseñar a Serge lo que hacemos juntos-"
Lidia miró levemente hacia atrás para comprobar la posición de Jorge, y se sentó sobre su verga despacio, introduciéndosela de nuevo en su vagina pero ahora ofreciendo la espalda a su esposo, todo ello sin soltar el pene de David, atrayéndolo hacia ella y dirigiéndolo también hacia su sexo. El profesor de tenis ya sabía lo que tenía que hacer, sintiéndose a la vez aliviado de volver a ser objeto de atención por parte de Lidia, y sorprendido una vez más por la forma en que la mujer había tomado las riendas de la situación. Lidia apoyó su espalda sobre el pecho de Jorge, que colocó la cabeza junto a la de ella de forma que su boca se situaba a la altura del oído izquierdo de la hembra, y mientras tanto, David fue introduciendo su pene despacio, encontrando cierta resistencia al principio, pero poco a poco, y con la colaboración de Lidia, que abría sus piernas acogedoramente para que su amante entrara más cómodamente. Así, Lidia consiguió, una vez más, y gracias a su excitación, lubricación y flexibilidad, tener las dos vergas dentro de su sexo al mismo tiempo. Los dos machos, coordinados de anteriores penetraciones, comenzaron a introducir alternativamente sus penes dentro de la mujer, rítmica y sensualmente. Jorge sujetaba a Lidia de las caderas y le besaba el cuello, mientras David le agarraba ambos pechos y besaba su boca con lujuria a lo que Lidia respondía con la misma intensidad, pero eso, sí, echando una mirada de vez en cuando al imponente negro, el cual no podía disimular una expresión que mostraba una mezcla entre sorpresa y satisfacción viendo de lo que era capaz su "presa" de esa noche.
El ambiente era tan denso que se podía cortar con un cuchillo: jadeos, gemidos, olor a sexos, el calor que los cuerpos desprendían... La espiral en la que estaban sumergidos parecía no tener fin. La excitación de Lidia alcanzaba unos extremos no conocidos aun por ella a pesar de los acontecimientos de los últimos días, y es que aunque el hecho de sentirse llena de los dos machos ya le era conocido, la sensación de verse observada ahora por Serge la removía por dentro aún más. Jorge y David se aplicaban con maestría en la penetración; ahora, ya los dos arietes entraban de forma simultánea en el sexo de la mujer, alcanzando todos los rincones de su vagina, forzando a su clítoris a asomarse y ser alcanzado por el pubis de David.
-"¡¡Más fuerte; así, así!!"-, gemía Lidia, guiando la intensidad y ritmo de sus machos mientras agarraba la nuca de David apartando su boca de la del monitor: necesitaba aire, necesitaba respirar, necesitaba poder mirar a Serge, sus ojos, sus músculos, sus manos, su verga... Éste sonreía satisfecho, sobre todo al comprobar que le prestaba más atención a él que a los otros dos hombres; esperaba pacientemente su turno, y viendo la intensidad con la que sus compañeros penetraban a la hembra, éste no tardaría mucho en llegar.
Y efectivamente, Jorge ya no pudo soportarlo más: contemplar a su mujer en el sofá abierta de piernas entre los hombres, dueños de su sexo, sus pechos, su boca; hacerla suya delante de los monitores de tenis; la doble penetración, una vez más, con la colaboración de David; sentir cómo ella lanzaba miradas fugaces a Serge mientras éste se masturbaba; y sobre todo, imaginarse lo que podría pasar a continuación. Así, se convulsionó. Un latigazo le recorrió el cuerpo, desde la nuca hasta su pelvis, y sin poder contenerse por más tiempo, descargó con fuerza su esperma dentro de la mujer en varias acometidas especialmente intensas. Lidia, conocedora de la situación, se giró y besó la boca de su marido, tomando su mano derecha y conduciéndola hasta su pecho. David sintió de pronto cómo su pene era abrazado por una ola de calor y humedad más intensa, e inmediatamente comprendió lo que sucedía. Su excitación lo venció a su vez, y comenzó a derramarse dentro de ella, mezclándose la semilla de ambos en una catarata blanquecina que inundó el sexo de Lidia, empezando a rezumar al exterior el semen de los dos machos empujado por unas últimas acometidas. El orgasmo de David coincidió con el de Lidia, que abandonando de nuevo la boca del monitor, echó su cabeza hacia atrás mientras exhalaba un grito ahogado y ronco, sus piernas temblaban y su pelvis se convulsionaba a un ritmo mucho más acelerado que el de sus amantes.
Jorge acariciaba la cara de Lidia con ternura, ella se dejaba hacer, reduciendo sus espasmos poco a poco. Sus pechos se agitaban sin descanso, uno propiedad de Jorge, el otro en manos de David, el cual seguía penetrando suavemente a Lidia, ya sin el acompañamiento de Jorge, cuyo pene, fláccido, había salido de su cobijo goteando semen sobre el sillón. Lidia, semi-inconsciente, acarició el torso del monitor, deteniéndose en las marcadas abdominales de su amante, en sus brazos, en sus hombros, en sus pectorales, en su culo, recorriendo su cuerpo, agradeciéndole el placer que le había dado. De nuevo tomó la boca de Jorge, besándolo esta vez con menos apasionamiento pero con más dulzura, y a continuación, atrayendo la cabeza de David para brindarle un beso similar, correspondido por el monitor con la misma intensidad y lujuria con la que la había estado besando durante la penetración.
Cuando Lidia lo dio por terminado, dirigió su mano hacia el encogido pene de su esposo, acariciándolo con ternura, contemplando cómo David se resistía a salir de ella. Tuvo que empujarlo de nuevo en esas abdominales que la cautivaban para que su pene la abandonara, aún semi-erecto y envuelto en esperma. Con su otra mano lo tomó a su vez, simultaneando las caricias a ambos penes; entonces, una vez más volvió su mirada hacia el gigante de ébano, que en ese preciso instante se levantó del sofá y se dirigió hacia el trío con su verga enhiesta. Serge tocó el hombro de David invitándolo a separarse de Lidia mientras bramó:
-"Ahora es mía"-
Y cuando ésta quedo totalmente expuesta a los ojos del negro, éste la tomó entre sus brazos, la alzó y se encaminó con ella hacia el dormitorio, dejando a Jorge literalmente empotrado contra el sillón y a David perplejo contemplando cómo "raptaba" a Lidia, de la que sólo alcanzaba a ver su cabeza, un brazo rodeando el cuello de su compañero, y las piernas colgando a lo largo del poderoso brazo del norteamericano. Le llamó la atención cómo la mujer dejaba un considerable rastro de semen y flujo por el suelo a medida que era transportada hacia el dormitorio. Gran parte era suyo...
Serge empujó la puerta del dormitorio con su pie, abriéndola de par en par. Lidia se dejaba hacer, con sus ojos semi-cerrados, abandonada en los brazos del coloso, acertó a vislumbrar una habitación en penumbra, de un tamaño considerable, presidida por una cama enorme, redonda, con un monitor de televisión frente a la misma anclado a la pared, y con unos sillones y sofás distribuidos estratégicamente por la estancia de forma que desde ellos se tendría una posición privilegiada como espectador de lo que allí aconteciera. Pero en lugar de dirigirse a la cama, se introdujo en el baño, situado a la derecha de la estancia. Depositó suavemente a Lidia de pié en la ducha y abrió con cuidado el grifo del que salió una lluvia tibia que hizo estremecer a la mujer en un primer instante, aunque pronto su piel se acostumbró a la temperatura del agua. Serge se introdujo a su vez en el habitáculo junto a Lidia, tomando un frasco de gel en su mano y vertiendo una gran cantidad en su enorme zarpa, para a continuación comenzar a frotarle espalda, hombros y cuello. Poco a poco fue descendiendo hasta los glúteos, en los que se detuvo con delectación, amasándolos firmemente, girando hacia las caderas y volviendo de nuevo hacia el centro. Lidia se sujetaba con una mano en la cintura de Serge, pues sus piernas aun temblaban por el extenuante orgasmo que había experimentado minutos antes, y se dejaba duchar, se dejaba acariciar, permitía ser preparada para lo que ese gigante iba a hacer con ella en unos minutos que se le antojaban eternos. El norteamericano abandonó el culo de la mujer para centrarse en sus pechos, abarcándolos por detrás con una sola mano, mientras que con la otra acariciaba el vientre de Lidia, que en ese momento sintió la turbadora dureza del miembro de su amante apretándose contra la raja del culo. Tal era el tamaño que lo sentía incluso en la espalda, y eso, junto a las caricias de las que estaba siendo objeto, volvieron a excitarla, a desear ser penetrada, apenas unos minutos después de haberse corrido brutalmente con su marido y su otro amante.
-"¿Cómo es posible?¿Qué me está sucediendo? ¡No soy yo! "- se preguntaba aturdida y temerosa, pero pronto sus sentidos vencieron la batalla y decididamente su mano derecha se encaminó hacia la verga de Serge, tomándola con pasión mientras éste bajaba una de sus manos desde el vientre hasta su sexo, introduciendo un par de dedos para extraerle los restos de flujo y semen que aún permanecían en su interior. Lidia exhaló un suspiro de sorpresa y placer, y comenzó a masturbar con parsimonia el negro falo, al mismo tiempo que Serge la besaba en el cuello. Ella volvió su cabeza buscando la boca del gigante, que respondió tomándola de la cintura, y girándola por completo, la besó con lujuria y deseo bajo la tibia ducha. Lidia sintió de nuevo el pene del monitor, esta vez en su vientre alcanzando prácticamente sus pechos, tal era el tamaño del negro y su verga. Levantó sus brazos hasta el cuello del hombre y se dejó abarcar por los musculosos brazos. Las manos de Serge comenzaron un frenético baile por la nuca, espalda y culo de la mujer, todo ello sin dejar de apretarla contra él con la intención de que su verga se marcara con fuerza en su vientre y que asomara entre los pechos de la hembra.