Tu primera guerra
Un gordito moribundo te suplicó ayuda. No solo lo ignoraste, sino que su cabeza sintió el peso de tu pie para sortearlo en pos de la salida que aún no lograbas vislumbrar.
MICRORELATOS (3)
TU PRIMERA GUERRA.
Estabas apretujado contra tus semejantes.
De cara contra el piso y haciendo las veces de un camaleón, sumergido por completo dentro de un líquido espeso y pegajoso para intentar pasar desapercibido ante el enemigo que acechaba allí afuera, mientras no se te despegara el camuflaje.
Esperabas la orden para salir a tu primera batalla. Tal vez, y de acuerdo a lo que te habían contado tus ancestros, esa, además de tu primera, podría ser también tu última guerra.
Siempre era así. Muy pocos salían indemnes de una feroz contienda.
Muy pocos integrantes de un ejército lograban sobrevivir a la terrible crueldad de una guerra.
Tu adrenalina corría por todo tu interior y tus nervios te carcomían las entrañas, haciéndote víctima de una excitación desesperada en espera de esa orden que no llegaba y que se dilataba hasta el hartazgo. Ansiabas con todo tu ser la voz de mando que te indicara la hora de entrar en acción de una vez por todas.
De pronto una corriente caudalosa te arrastró salvajemente por la retaguardia junto con tus compañeros. Los gritos desesperados del resto de los integrantes de la tropa te enloqueció y te volvió egoísta.
Tan sólo querías salvar tu vida mientras te veías arrastrado por esa fuerza repentina.
Manoteaste y pateaste a tus compañeros de batalla tan sólo por lograr encontrar un apoyo de donde asirte, que por supuesto nunca conseguiste.
Eso era cruel! Malvado!
Vil y egoísta!
En una oscuridad casi total pudiste divisar apenas una abertura al frente de tu trayectoria y no dudaste ni un segundo en treparte por encima de los demás para poder salir en primer lugar. Te aferraste con tal fuerza contra lo que tocabas como si tuvieras garras en tus extremidades, intentando lograr tu cometido sin interesarte siquiera por el destino de tu prójimo.
Finalmente tu esfuerzo dio resultado.
Llegaste a tu destino y por él te internaste para caer irremediablemente en un lugar mucho más calmo, seguido del chorro que formaba una verdadera catarata humana, escupiendo sin cesar a tus propios compañeros que golpeaban sobre tu cabeza al caer.
Lo que pareció una salida al exterior, en realidad era la entrada a otra caverna.
El sitio era pequeño pero inmensamente lúgubre.
Húmedo.
Oscuro y fangoso.
Nauseabundo y claustrofóbico.
Gritos por doquier ante la tragedia inesperada.
Desesperación que te secuestró y te hizo comenzar a caminar por sobre los cadáveres de varios integrantes de tu propio escuadrón.
Un gordito moribundo te suplicó ayuda.
No solo lo ignoraste, sino que su cabeza sintió el peso de tu pie para sortearlo en pos de la salida que aún no lograbas vislumbrar.
Eso era cruel! Malvado!
Vil y egoísta!
De pronto un destello fugaz de luz sobre una de las paredes de la caverna te indicó el camino.
Te quedaba poco tiempo.
El sitio estaba totalmente inundado y muchos murieron ahogados bajo el mismo lodo. Otros, lo habían hecho sencillamente por la caída.
El olor era insoportable, pero eso no era lo peor.
Un rugido venía desde el interior de la cueva. Tal vez una bestia salvaje aparecería por allí de un momento a otro como para empeorar aún más la situación.
Antes mismo de alcanzar la salida, ésta se abrió y una nueva corriente de barro y lodo te golpeó por detrás arrastrándote hacia allí en forma violenta.
Saliste al exterior.
Viste la luz por primera vez en esa noche que parecía que iba a ser eterna, pero tu felicidad duró tan sólo un microsegundo haciendo que tu sonrisa se te esfumara del rostro.
El vacío estaba bajo tu cuerpo.
Inexorablemente la caída era inevitable.
Y ese sería tu fin.
Caías resignado en forma irremediable cuando viste dos pares de ojos que estaban posados sobre ti.
Alguien te tendió una mano y no dudaste ni un segundo.
Te sujetaste a ella con uñas y dientes.
Te aferraste a la vida con todas tus fuerzas.
Esa mano te sostuvo apenas por unos instantes y como arrepintiéndose de haberte salvado, se sacudió hasta desprenderse de ti.
Eso era cruel! Malvado!
Vil y egoísta!
Pero eso mismo era lo que tu te merecías, verdad?
Gritaste mientras volvías a caer.
Tu destino tampoco quiso que ese fuera tu fin, ya que finalmente caíste al gran lago.
Agua limpia!
Por fin!
Respiraste hondo...
Por lo menos sabías nadar!
Pero cuando escuchaste el ruido atronador, te percataste de la triste realidad.
Estabas realmente perdido!
Fuiste consciente del momento exacto en que el terremoto fue llegando hacia ti.
El lago comenzó a temblar y el maremoto formó un remolino insoportablemente poderoso en menos de un segundo que te engulló en su boca y empezó a succionarte hasta el fondo.
Supiste desde el primer momento que ese iba a ser tu triste final! Todo esfuerzo sería totalmente inútil!
Ya nada había por hacer para evitar lo inevitable!
Fuiste consciente de que nadie te echará nunca de menos por haber sido tan cruel, malvado, vil y egoísta en tu corta vida.
Vida que se truncó irremediablemente, como la de muchos otros, luego de haber intentado lidiar en tu primera y última guerra.
Vida que se apagó un segundo después de que levantaste la vista hacia el cielo y notaste que alguien cerraba la tapa del inodoro.
FIN DE ESTE RELATO... REAL?