Tu piel

Sexo a la antigua usanza.

Parecía que no llegabas nunca. El sueño me vencia y mi impaciencia por verte aparecer me hacía pensar que te olvidaste de mí. Más, de pronto entraste por la puerta de la habitación. Yo estaba acostado con el torso desnudo y con un pantalón de pijama de algodón. Tú llevabas un camison muy cortito de seda que mostraba por completo tus muslos, dejando transparentar tus pequeñas braguitas negras y tus senos. Te acercaste a mí con una sonrisa y una mirada, mezcla de amor y deseo, acariciaste mi pecho, y luego me besaste. Seguidamente yo te quité el camisón y te acostaste a mi lado en la cama. Mi mano recorrió con suavidad tu piel desnuda, y después me incorporé para poder acariciar tus senos al tiempo que besaba tus pezones con mis labios. Tus gemidos hicieron que mi excitación fuera en aumento, y tu piel tenia ese olor fresco a esencia de baño, invitándome a besar poco a poco cada centimetro de la misma. Fui besando así, primero tus mejillas, luego tu cuello y tus labios, los cuales recorrí con mucha suavidad. Seguidamente mis besos quisieron descubrir el resto de tu piel descendiendo poco a poco, sucumbiendo en el hermoso paisaje de tu cuerpo. Mis besos recorrieron tus senos y después tu vientre, llegando al borde de tus pequeñas braguitas negras, que dejaban asomar por los lados un poquito del bello de tu pubis, descubriendo al tiempo tus ingles, un poquito húmedas ya. Besé muy suavemente esas ingles para aplacar así su calor, mientras acariciaba tus caderas con mis manos. Después baje tus braguitas muy despacio, mientras se descubria ante mis ojos tu hermosa vagina. Alzaste las piernas para permitirme que pudiera acabar de desvestirte y después apoyaste tus muslos en la cama con suavidad, separando las piernas. Yo me quité el pantalon que llevaba mientras miraba tu cuerpo totalmente desnudo. Tu mirada mostraba que estabas muy excitada y deseosa, tus mejillas estaban sonrosadas y tus pezones muy erectos, lo que te hacia muy apetitosa a mis ojos. Mi mano quiso sentir la humedad de tu vagina, y mis oidos disfrutaron escuchando tus gemidos de placer al sentir mis caricias. Me acosté sobre tí, y coloqué mi sexo pegado al tuyo. Lo tomaste con tu mano y tú misma lo introdijiste dentro de tu vagina. El placer que sentí al ir entrando dentro de tí fue tan intenso que creí desmayar, mientras escuchaba en mi desvanecimiento tus dulces gemidos. Entré dentro de tí hasta que nuestros cuerpos estaban muy unidos, y mis ingles totalmente humedecidas con los jugos de tu vagina. Sentia tus senos pegados a mi pecho, tu vientre acariciando el mío, y tus muslos separarse para rodear mis caderas. Tus manos acariciaban mi espalda y tus ojos estaban cerrados. Nuestros cuerpos estaban muy sudorosos y tu aliento entrecortado me invitaba a besar tus labios una y otra vez. Empecé a mover mi cadera arriba y abajo con suavidad, para que mi sexo recorriera tu vagina, y acariciara sus paredes aumentando tu excitación, y la mía propia. A veces aumentaba el ritmo de mi movimiento para disfrutar escuchando tu dulce gemir, ralentizando después cuando nos acercabamos al climax para poder así, beber de tus labios y saciar mi sed. De pronto, tu excitación alcanzó un alto límite y tomaste mis nalgas con fuerza para que entrara lo más adentro que pudiera. Sentí como mi sexo era bañado con un jugo muy dulce y suave en el interior de tu vagina y me dijiste con voz muy melosa: "¡ya, cariño, ya!". Empecé a moverme entonces con mayor rapidez arriba y abajo, penetrando tu sexo empapado al tiempo que tus incesantes y cada vez más intensos gemidos, me hacian volver loco. Noté como ese intenso placer me llevaba al punto del orgasmo, pero quise contenerlo en espera de que tú alcanzaras el tuyo. Cada vez me resultaba más dificil aguantar, hasta que noté una gran explosión dentro de tí que acarició todo mi sexo y me hizo explotar al tiempo. Noté como desahogaba mi orgasmo en tu interior, mi largo e intenso orgasmo que tú pudiste sentir. Después, ambos nos relajamos, tú abriste los ojos y me regalaste una sonrisa, y luego un beso.