tu padre y yo no
Una mujer madura encuentra en el compañero de piso de su hijo el placer perdido y un nuevo placer.
En la universidad vivía en un piso con otros 3 estudiantes mas, todos ellos mayores, Enrique era el mayor tenía 24 años estaba en último curso de biología, Luis tenía 22, estaba en cuarto de periodismo, y Sergio con 22 años hacia derecho, realmente no sabíamos qué curso hacia, debería estar en cuarto pero tenía asignaturas de los años anteriores, y yo era el cuarto el más joven con 18 años y estudiaba ciencias económicas. A todos nos unía una cosa nos gustaba divertirnos y las mujeres (Relato: La portera enseña su portería).
Llevaba casi siete meses en la universidad, aquel fin de semana Enrique y Sergio se habían ido a su pueblo, Luis se había quedado al igual que yo en el piso. El sábado por la mañana Luis dijo que se iba a la universidad a estudiar en la biblioteca, no sabía el tiempo que estaría, yo por el contrario decidí quedarme a estudiar en el piso.
No llevaba ni una hora estudiando ya estaba algo agobiado, estaba pensando dejarlo y salir a dar una vuelta, cuando alguien llamo a la puerta. Abrí, era una señora.
- Buenos días, esta Luis – dijo la señora, su acento era extranjero.
- No está. Está estudiando en la biblioteca.
- ¡Oh! yo esperaba encontrarlo.
- Lo siento.
Se quedo parada.
- ¿Quiere que le diga algo?
- ¡Oh! iba a ser una sorpresa, soy su madre me llamo Giselle.
- Perdone – dije dejándola pasar – No es española.
- No soy francesa, de Lion.
- Por favor siéntese – le señale el sillón.
Giselle llevaba puesto un vestido azul claro corto, por encima de las rodillas con un escote redondo, y una chaqueta corta azul oscuro. Al sentarse, cruzo las piernas, dejando ver sus muslos, aquel movimiento me pareció muy sexi, tanto que mi polla reacciono poniéndose tiesa.
- Eres compañero de Luis.
- Si compartimos piso, no sé cuanto tardara.
- No te importa que lo espere.
- Por supuesto que no, es su madre.
- Que estabas haciendo.
- Estaba estudiando, pero ya estaba cansado. Quiere tomar algo.
- Aunque sea temprano me apetece una copa, tienes whisky.
- Si en la cocina.
Fui a la cocina cogí la botella de whisky.
- Quiere hielo – dije desde la cocina.
Al no recibir contestación, salí al salón, Giselle se había levantado, estaba mirando por la ventana, se había quitado la chaqueta, el escote de la espalda era de vértigo le llegaba casi hasta el culo. Lo que se me vino a la cabeza que no llevaba sujetador. Me acerque a ella, muy cerca, tan cerca que cuando de pronto ella se giro y quedo frente a mí, tan cerca que podía oler el perfume embriagador que despedía. Sus ojos estaban fijos en los míos. No sé el tiempo que paso.
- Decías – dijo Giselle.
- Ejem, ¿Si quiere hielo?
- Lo prefiero solo.
Puse el vaso en la mesa y comencé a verter el whisky.
- Usted me dirá cuando paro.
- Puedes tutearme, soy Gisele, llenalo.
- Como quiera… quieras.
Le llene el vaso.
- No te pones un whisky.
- Como ha dicho es muy temprano.
Se volvió a sentar, y volvió a cruzar las piernas, dio un trago, dio un respingo. Me fije en ella, mejor dicho me fije en su pecho, se marcaban los pezones. Eso no mejoro mi excitación. Cambio de posición, descruzando las piernas y volviendo a cruzarlas, se puso el vaso sobre el muslo, comenzó a juguetear con el borde del vaso.
- ¿Qué estas estudiando? ¿Periodismo como Luis?
- No yo estudio económicas.
- ¿Qué curso?
- Primer año.
- Primero, eres muy joven.
- Si, dentro de mes y medio cumpliré los diecinueve.
- Bendita juventud.
- Usted… tu tampoco es…
- ¡Vieja!
- No… iba a decir tan mayor.
- Cuantos dirias que tengo.
Se levanto y se acerco a mi. Yo trague saliva.
- Diria que cuarenta…
- Y dos, tengo cuarenta y dos – giro sobre si misma – que te parezco.
- No se, es la madre de Luis.
- Imaginate que no soy la madre de Luis.
Hacia tiempo que precisamente eso era lo que menos me importaba.
- Pues, que…
- Te lo pondré mas fácil.
Entonces rápidamente, cruzo las manos poniéndolas sobre sus hombros y con un movimiento rápido dejo caer el vestido al suelo, quedo desnuda solo con las bragas.
Senti como un calabranzo, mi polla parecía que iba a estallar. Sus pechos aunque algo caidos eran perfectos. Me cogió las manos y me las puso sobre sus pechos.
- Que te parecen.
- Bien.
- Solo bien, no será tu primera vez.
- No, no es mi primera vez, ni la segunda, ni la tercera…
La agarre de la cintura la atraje hacia mí, y comencé a chuparle los pezones, ella gimió.
- Vamos a la habitación, la de mi hijo.
La conduje a la habitación de su hijo, ella se dejo caer sobre la cama.
- Demuéstrame lo que sabes hacer.
Me desnude, me acerque a la cama y me deje caer junto a ella, mi polla rozando su muslo, acariciaba sus pechos y chupaba sus pezones, baje mi mano a su entrepierna, por debajo de sus bragas, no tenia vello púbico, cuando mis dedos se introdujeron en su raja, acariciando su clítoris introduciendo mis dedos en su vagina, ella jadeaba.
- Métemela quiero sentirla dentro.
Me situé entre sus piernas, le quite las bragas, ella se abrió de piernas, me cogí la polla con la mano y la acerque a sus labios vaginales, sus gemidos fueron en aumento, grito al sentir como mi polla recorría su vagina una y otra vez, pronto alcanzo un primer orgasmo, todo su cuerpo tembló, no pare seguí empujando ella siguió jadeando, pidiendo siguiera que no parara, y lo hice no pare, cansado me deje caer sobre ella sin dejar de empujar, unos minutos después volvía a tener un orgasmo en esta ocasión no tan fuerte, me deje caer a su lado sin dejar de acariciar sus pechos y su entrepierna, su raja estaba muy húmeda. Ella me cogió la polla, la acaricio.
- Ha sido fantástico.
- ¿De verdad?
- Sí, pero tú no te has corrido.
- No pero lo importante es que tú estés satisfecha.
- Que rico – acerco su boca a mi polla y la chupo – cuanto tiempo hacia que no tenía una en la boca.
Hizo que me pusiera bocarriba, ella siguió comiéndome la polla, unos minutos después, se sentaba sobre ella y comenzaba a cabalgar, le cogí los pechos mientras ella se movía hacia delante, hacia tras. Estaba a punto de llegar, le cogí de la cintura, ella se dejo caer sobre mí, con movimientos pélvico seguí empujando. Entonces se abrió la puerta, era Luis.
- Mama, que estás haciendo.
- Sigue no pares ahora, no pares.
Estábamos en el punto de no retorno, y poco importaba que Luis estuviera allí.
- ¡José Antonio! ¡Mama! parar.
Pero no paramos y unos segundos después ella alcanzaba un nuevo orgasmo, y yo me corría, mi leche seminal salía disparada quedando en su vagina.
Luis seguía a los pies de la cama, inmóvil, mientras Giselle se dejaba caer a mi lado.
- Mama como has podido, y papa.
- Hace tiempo que tu padre y yo no lo hacemos.
- Pero con… José Antonio, es más joven que yo.
Me levante y me dirigí a la puerta.
- A dónde vas – dijo Luis.
- Sera mejor que os deje a solas para hablar.
- José Antonio, voy a estar unos días, estoy en el hotel Royal, habitación 128.
- ¡Mama!
Recogí mi ropa y salí. Espere un rato fuera, por si había algún problema. Unos minutos después sentí ruidos dentro de la habitación, entreabrí la puerta, sobre la cama estaba Giselle abierta de piernas, entre ellas se encontraba Luis. Cerré la puerta y me fui.
Mis encuentros con Giselle continuaron esporádicamente mientras Luis siguió en la universidad, aunque Luis y yo nunca hablamos de su madre, ni como mi amante, ni como la suya.