Tú nombre

Fantasía erótica con una amante que aún no me ha dicho su nombre, solo su apodo, sacado de foros y de sus cuentas de instagram.

Y poco me importará conocer tu nombre, si impera mi lengua sobre tus muslos y tú liso vientre. Y que más me dará el cómo te llames si por tu boca solo salen gemidos.

Me pedirás que cuente, tras tus altas botas de tacón, los besos que te doy por la piel. ¿Tanto te gusta someterme? ¿O es solo que ansias mis besos?

El fundirme entre tus piernas, el sentir como te derrites en mi boca. Tus gritos, tus órdenes, tus insultos. Yo como buen sirviente, deseando complacerte y apagar tu fuego. Mirarte a los ojos, luego a la entrepierna, ver el tanga rojo que tantas veces has mostrado, buscando cazar, consiguiendo atraparme.

Parecías inocente, aunque malvada y perversa. Esa sonrisa de revista, esa música urbana, ese humo jamaicano. Pero en el brillo de tus ojos se veían tus intenciones. ¿Qué más me da tu nombre si tengo la boca ocupada en tu entrepierna?

La humedad crece entre nuestros labios, tu respiración se acelera, tu piel se funde en mí. Tu cuerpo luce brillante por mi saliva, por los mil besos que me has hecho contar mientras te recorría, de arriba a abajo, besándote.

Jadearé en tu entrepierna notando tus uñas, sintiendo tus tirones a mi pelo. Las sábanas arderán revoloteando entre nosotros, y las paredes serán nuestros únicos testigos. ¿Para qué presumir? Así es más caliente.

Cuando nos vimos en aquel bar, tras meses hablando por distintas redes y foros, teníamos claro qué pasaría. No hizo falta hablar. Te seguí al baño, no me diste tiempo a entrar antes de estamparme en la pared y darme la orden de ponerme de rodillas. Poco tardaste en meter mi cabeza en tu falda gris. Poco tardaste en empezar a gemir bajo mi lengua. Quién te diría a ti que se me diese tan bien lo que tanto había relatado. Y ya ves tú, tú sabías más sobre mí que yo sobre ti. Conozco tu cuerpo, tu sabor y tu olor. Conozco tu piel y tu ropa interior. Pero tu nombre… el misterio más caliente de nuestros encuentros. Tres veces, en ninguna me has querido decir cómo te llamas. No me lo he "ganado", aunque sepas mi edad, mi nombre, mi dirección y hasta conozcas mi desnudez al completo.

Arañaremos nuestras pieles entre gemidos y besos. Entraré en tu cuerpo, empujado por tus manos, siendo tu juguete, siendo tuyo. Así lo pides y así lo deseo, quién lo diría. ¿Para qué saber tu nombre, si me amordazas con tu húmedo tanga rojo?

Encadenarás orgasmos y corridas, los que no en mi cara o en mi boca, serán cuando esté dentro de ti. Te bañaré en mi esencia, bajo tus órdenes, para obligarme a dejarte limpia, reluciente, usando mi lengua y mis dedos. ¿Eso es lo que te pone? Magnífico, yo obedezco.

Sentir tu piel ardiendo y encharcada, tu pelo tan corto en ese especial peinado. Le demostraré a tus labios que no necesitan la marihuana para darte la felicidad, que yo lo puedo hacer mejor.

A ti solo te importará mi placer, mi piel y mi cuerpo, si ellos pueden complacer a tu intimidad. Me lo dejaste claro, "todo lo que haga que me corra será perfecto. Si tu cuerpo no influye, lo olvidaré". Y, ¿cómo negarme? Cómo decirle que no a tu piel, a tus curvas, a tu mirada.

Tu cuerpo se retorcerá de placer bajo mis manos, bajo mi lengua, bajo mi poder. Eres tú quien manda, pero soy yo quien puede hacerte temblar con solo besarte la piel. ¿Lo dudas? Vuelve a aquellos sitios en los que nos hemos visto, ¿no te he demostrado lo suficiente aún?

Aquella cama, aquel baño, aquel portal. Tu placer me hacía disfrutar como no te hacías a la idea, mientras te comía el coño, mientras cumplía tus órdenes con mi mejor mirada. Gemías mi nombre, arañabas mi piel, gritabas de placer.

Aún recuerdo cuando me dijiste que si te hacía alcanzar Júpiter, del placer, me confesarías tu nombre. Se ve que soy un inútil perspicaz, y tu demasiado fuerte y resistente. ¿Te haces la dificil para humillarme o porque te pone tan cachonda el poder? Por la humedad de tu entrepierna, por el calor de tu piel… juraría que adoras esto, ¿cierto?

Y cada vez que hablamos, tras todo lo sucedido, no dejo de saborear tu piel, de evocar tus suspiros, tu dulce aroma.

Volvamos al inicio. Meses hablando, te conocía por tu nick en Instagram, en los foros… Un día me dijiste que pasarías por Madrid, y te propuse quedar. ¿Por qué no aceptar, con todo lo que te había calentado con esos mensajes? Querías venganza, y yo quería que te vengases. Quedamos en un pub, que yo ya conocía y tú querías visitar. Mi relato sobre lo de Yuko te encantó, y no querías ser menos que ese bombón de amiga que tengo.

Nuestro primer encuentro fue más alocado si cabe, pero, para putearte, igual de bueno que el de mi vieja amiga. Me ataste, me hiciste arrastrarme por ese baño que hace un año fue testigo de una de mis mejores experiencias sexuales. En cambio, tú decidiste no chuparmela. Me metiste la cabeza entre tus piernas, te sentaste en mi cara… prácticamente me violaste la boca con tu delicioso y mojado coño, y yo lo disfruté más que tú. Saber que te retorcías así por mi… uf, solo de pensarlo me caliento de nuevo. Esta vez tardamos menos cuando me cabalgaste. Tú estabas cachondísima, y yo no me pude resistir a ser tu juguete de ese modo. Me hiciste limpiar todo tu cuerpo a lengüetazos, y he de admitir que sabes de maravilla. Acabamos los dos cubiertos de corrida. Tú de la mía y yo de la tuya. Ahí me diste tu sujetador, como "pago" por mis servicios, y, para qué engañarnos, la de veces que me he masturbado con él.

El segundo encuentro fue, si cabe, mejor aún. Te dió por seguir jugando, y en un imprevisto, me pasaste una foto excesivamente provocativa, con ese tanga bermellón que tanto me gusta. Me pasaste la dirección y habitación del hotel en el que estabas. Y aún así, tuviste el valor de hacerte la sorprendida cuando llamé a la puerta de tu suit. Entré y me recibiste con un beso, pegándome a la puerta, llenándome la boca del humo de tu canuto de hierba.

Cerraste con mi cuerpo y te quitaste la bata. Sólo tu tanga cubría tu deliciosa piel y poco tardaste en besarme el cuello mientras me desnudabas. Creo que fue la vez en la que más tocaste mi cuerpo, y me encantó. Estuvimos bastante tiempo sobre esa cama espaciosa. Llegaste siete u ocho veces al orgasmo, casi todas en mi cara. Aún recuerdo el sabor de tu coño, aún recuerdo la melodía de tus gemidos, tus movimientos de bailarina. Sólo me dejaste correrme una vez, sobre tus pechos y tu vientre. Una estampa preciosa que fotografiaste antes de ordenarme limpiarlo. Esa vez fue la más única para mí, con el humo del porro entrando y saliendo por todos lados, era la primera vez que hacía eso, y fue maravilloso. Ojalá y la próxima vez que me metas entre tus piernas, vuelvas a tener un porro. Esa noche me regalaste tu tanga, ese famoso de encaje bermellón con el que tanto me habías provocado.

Me dejaste dormir a tu lado, aunque jugásemos más con nuestras pieles que con los sueños. Esa mañana, intenté despertarte con fuego, pero quisiste ser fría y dejarme caliente. Hasta que nos despedimos. El portal del edificio del hotel estaba vacío, y no íbamos a desaprovechar la situación.

Me tiraste contra una columna y me bajaste los pantalones. No cabía en mi de mi asombro, por fin me la ibas a chupar, y con lo bien que me besabas… Menuda maravilla, tu lengua, tus labios, tu mirada… no me permitiste tardar demasiado. Escasos minutos después me descargaba en tu boca, y tu manera de recibirlo me hizo volver a correrme. Me demostraste, instantes después, que no eras egoísta, y ese beso fue de los mejores de mi breve vida. ¿Para qué quedarnos solo con eso? Iba a agradecértelo de rodillas, como tanto te gusta, y cuál sería mi sorpresa al ver que no llevabas ropa interior bajo esa, suculentamente corta, falda. Ya tenías pensado el meterte mi cabeza ahí dentro, y yo como un ingenuo caí en tu trampa. Pero no querías exponerte y me empujaste tras una puerta. La sala de contadores, ¿qué más da qué hacía abierta? Tu delicioso cuerpo se postraba ante mí cuando te quitaste la camisa. Esas curvas, esa piel tersa… Contradecí tu orden y lamí y besé toda tu desnudez, hasta que no pudiste más y me empujaste contra tu entrepierna, chorreante y ardiente, ansiando ser devorada. Al final, acabaste corriendote en mi cara, por última vez hasta el momento.

Desde entonces, ansío volver a encontrarme contigo, nuestros chats cada día son más calientes, pero creo que muero si no siento el roce de tu cuerpo, recuerdo tus labios, tu sabor, tu mirada… Y miro tu tanga, tu sujetador, los acaricio y vuelvo a lo de siempre. Anhelo follarte, o más bien, anhelo que me obligues a follarte. Cada vez que pienso en todo ello, recuerdo con ansias tu cuello, tu piel. Y, sobretodo, tu última frase.

-Mi nombre es...