Tu niña bonita
Crónica en verso de un encuentro sexual con un hombre mayor
Eras, me dijiste, algo viejo,
y yo te imaginé casi abuelo,
con la barba blanca,
la cabeza firme
ausente de pelo,
el rostro poblado
por surcos del tiempo,
la camisa abierta,
el pecho sin vello...
Rasurabas todo
lo que tuvo pelo
ganando batallas
a un calendario
que ponía fechas
al hombre que tuvo
músculos de acero.
Cuando te encontré
fuera de las Redes,
eras un amigo
tierno en los consejos,
que me acariciaba
cuando yo temía
que hubiera tormenta.
Desperté un día
y te vi distinto.
Habías bebido
todo el vino tinto
del bar de la esquina.
Te dejé en la puerta
de la hospedería
con una receta
de remedio de abuela
para la resaca
de los cubalibres.
Volví por la noche
y estabas divino,
vestido de sastre
y me atreví a decirte:
te quiero, amor mío.
Saqué tu chaqueta,
dejé la camisa,
saqué el pantalón,
las piernas me viste,
sentí que tus manos
corrían sin rumbo
subiendo, bajando,
tocando con mimo,
y entonces la ví, a ella,
a tu niña bonita:
era una muñeca
y se parecía
a Marilyn siendo
morena y con moño.
Hicimos el trió
mejor de la Historia
con la individua
de plástico y goma.
Jugabas con ella
poniendo la polla
entre sus pitufas
mientras con un dedo
buscabas el orgásmo
dentro del tesoro.
Sentí que tu lengua
lamía mi coño
y mordí tu hombro
tan bien como pude.
La muñeca iba
de uno a otro,
sintiendo mis celos
de mujer rabiosa.
¡Y tenemos otro!
dijiste gustoso,
dejándome sola
con la mil posturas.
Viniste corriendo
con el otro estorbo:
un muñeco grande
con verja de oso.
Faltaba la Barbie
grande como un roble
para que jugáramos
a cinco en un polvo.
Pero fuimos cuatro:
mi viejo y señora,
más una muñeca
de moño redondo
y el triste muñeco
que me hizo sentir
fuerte con su polla
de mentira dentro
de mi cueva roja.
El fin fue un sainete
de roquidos rotos
por el mal dormir
de la mujer joven.
¿Quién quiere a un viejo?,
pensé por la noche,
mañana repito,
pero con un joven
que duerma y no ronque
babeando la colcha.