Tu mirada
Con sólo una mirada me sentí suya y esa sensación quedará anclada en mi cuerpo hasta el resto de mis días.
TU MIRADA
Lo vi, mejor rectifico porque es de sabios, él me vió a mi primero, y yo, como antaño, intuí su mirada, esa mirada intensa, que no te deja indiferente, que te hace estremecer a la vez que sientes muy dentro de ti como una especie de punzada que se precipita en el inicio de un pequeño escalofrío que recorre toda mi columna vertebral, poniendo mis cinco sentidos en alerta. Ante esas sensaciones tan remotamente vividas y tal vez, algo olvidadas pero anheladas .. no me quedó más remedio que rendirme a la evidencia y girarme sobre mí para buscarla inquieta entre la multitud que nos separaba. Fueron minutos o quizás tan sólo unos segundos que a mi se me antojaron eternos hasta que por fin me encontré con su mirada, sus ojos negros chispeantes, tan llenos de vida y tan delatores e insinuantes como ….. antaño.
Ese momento tan mágico fue roto cuando descubrí una mano femenina requiriendo su atención, agarrando suavemente su mentón para girarle hacia su cara y tras dedicarle unas palabras ininteligibles para mi a causa de la distancia, la música y el gentío, tuvo el privilegio de posar sus manos a ambos lados de su cara robándole un beso de sus labios.
Uhhh.. no os imagináis como me dolió ver esa escena, como ardí en deseos de ser esa mojigata, con cara de putilla, con su rubio pelo engominado con la ralla al lado recogido en una coleta alta, su piel tostada por el sol y su generoso escote que dejaba atisbar unas tetas bamboleantes a mi parecer libres del sujetador, obviando el resto de su figura por el parapeto que hacía la gente delante de ella. La muy guarra le estaba comiendo la boca como si le fuera la vida en ello y yo por mucho que me doliera no podía apartar mis ojos de aquella visión, hasta descubrirme sin darme cuenta humedeciendo mis labios con mi lengua y mordiendo mi labio inferior ligera pero intensamente, tal vez en un impulso de imaginar la cálida y voraz lengua de Antonio , de “mi” Antonio dentro de mi boca, de sentir su textura en mi propia lengua, su sabor, su humedad …… su todo
Joder no! otra vez estaba fantaseando con él, como tantas y tantas veces lo había hecho, con aquel muchacho que desde que tengo uso de razón ha sido mi tentación platónica inalcanzable y que la vida o el destino se ha encargado de cruzar nuestros caminos en muchos momentos fortuitos, breves e intensos.
Aún le recuerdo con su kimono de Judo en las muchas competiciones a las que acudía con mis padres para acompañar también a mi hermano practicante del mismo deporte y compañero de gimnasio. Ansiaba la llegada de esas competiciones o exhibiciones para convertirme en su fiel admiradora, eso sí, siempre desde la distancia y desde el silencio. No me perdía ningún detalle de sus combates, disfrutando cada vez que se descolocaba su chaqueta del kimono a causa de alguna llave de su adversario, dejando su torso desnudo, perlado de sudor por el esfuerzo realizado, y su forma de volver a colocarla por debajo de su cinturón, cuya finalidad práctica reside en la sujeción del traje pero simbólicamente representa la unión de cuerpo y alma. Y mientras, a la par que él iba avanzando en su proceso de aprendizaje con su gradual escala de colores también lo hacía yo… a mi modo: blanco (pureza) , al amarillo (descubrimiento), pasando por el naranja (ilusión-amor), verde (fe-esperanza), azul (idealismo) y así hasta alcanzar el marrón (iniciación al conocimiento), aunque para mi esta tonalidad representa todo lo contrario, “fin del conocimiento; fin que él puso con su huída, tras otro de nuestros encuentros furtivos, que os narro a continuación.
Faltaban escasas dos semanas para la representación anual navideña, como costumbre adquirida hace tres años atrás, volvíamos a escenificar “El cascanueces”, de Tchaikovsky, pero aún así no faltaban innovaciones en la coreografía y bailarines nuevos, lo que suponía un gran número de ensayos y aunque distábamos mucho de ser profesionales, poníamos el alma en ello porque nos apasionaba el ballet y cabe reseñar que ninguno de nosotros estaba por la labor de hacer el ridículo en nuestra propia localidad a la vista de todos para luego convertirnos en la mofa del pueblo.
Era jueves a última hora de la tarde, la clase duró dos horas y media, estaba literalmente machacada, hacía dos días escasos de la renovación de mis puntas, mis antiguas Capezio Comtempora decidieron partirse y ahora en un tiempo record, tenía que doblar y amoldar las nuevas a mis pies, no sin cierto sacrificio de dolor y sangre causado por las incipientes ampollas de mis dedos.
Al término de la clase todos estábamos agotados, exhaustos, sudorosos y anhelantes de una buena ducha tibia a las que acudieron en bandada. Sopesé la situación …… dieciocho alumnos para cuatro duchas, descarté rápidamente la idea de ir al vestuario optando por quedarme en el aula y practicar el “ Pas de Bourré” para desgracia de mis maltrechos pies.
El aula estaba a mi entera disposición, tenía forma de rectángulo de unos diez metros de largo por unos cuatro de ancho, totalmente entarimada, con espejos en tres de sus lados y dos pares de barras en paralelo que discurrían a lo largo de estas tres paredes. En el lado libre de espejos y de pared, se encontraba una cortina opaca de color negro con el emblema del gym “ IberSport” en un fucsia brillante, que servía tanto de telón para las representaciones que en ocasiones allí mismo hacíamos como de parapeto divisorio con la sala contigua de musculación.
Me encontraba asida a una de las barras haciendo “pliés ” para ir doblando y amoldando las puntas nuevas a mis pies, cuando una extraña sensación me invadió por dentro, presentí que no estaba sola, fue la primera vez que la mirada de Antonio me provocaba ese cúmulo de sensaciones. La podía notar perfectamente fija en mi cuerpo, como se deslizaba por mi cabello rubio recogido el un moño alto, dejando mi cuello libre y esbelto, recorriendo cada milímetro de mi figura, estilizada por el maillot de lycra negro que se pegaba a mi cuerpo como una segunda piel, bajando por mis caderas sobre las cuales se sustentaba una tenue y escasa falda de gasa en un tono rosa palo, hasta llegar a mis torneadas piernas también cubiertas por unas medias rosas.
Al principio estuve algo inquieta y temerosa, ya que por mucho que buscara a través del espejo que tenía enfrente de quien se podría tratar, no veía a nadie, hasta que por fin me percaté de un ligero balanceo de la cortina en uno de sus extremos y allí descubrí sus dos brillantes ojazos negros. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando supe que por una vez era yo la observada y me rendí ante las caricias de sus ojos.
Una terrible y pronta excitación se apoderó de todo mi cuerpo, como así reflejaron mis delatores pezones que rápidamente se irguieron y endurecieron marcando toda su plenitud bajo el maillot, mi piel se erizó, sentí como me ardían las mejillas, como me mordía y humedecía sensualmente mi labio inferior y como comenzaba a sentirme húmeda, muy húmeda.
Me armé de valor para devolverle la mirada, para hacerle saber que había sido gratamente descubierto. Cerré mis ojos por un instante, inspiré fuerte hinchando mi pecho y cuando los abrí clavé mi mirada en la suya a través del espejo. Creo que por un momento logramos salvar las distancias y pude notar como su cuerpo rozaba mi cuerpo, como su aliento bailaba en mi nuca y como sus manos se posaban en mis caderas… para cuando quise despertar de otras de mis fantasías, solamente logré atisbar un ligero balanceo de la cortina, él se había marchado. Atravesé el aula corriendo con el característico clack, clack, clack, de mis puntas chocando contra la tarima, bajé las escaleras casi volando y ví que se dirigía a la salida, sin pensármelo dos veces lo llamé con mi voz agitada y jadeante: Antonio!! Él se giró, volvió a mirarme y me regaló una sonrisa tan maravillosa que aún no he podido olvidar.
Después de eso, sin decir absolutamente nada salió por la puerta y huyó.
Desconcertada me adentré en el vestuario, había tres duchas ocupadas, varias de mis compañeras se hallaban medio desnudas, otras a medio vestir y otras a medio peinar. Me senté en el banco situado frente a mi taquilla y empecé a desnudarme con una parsimonia pasmosa, mi cuerpo centelleante aún de sudor quedó reflejado en unos de los grandes espejos del baño, por un momento lo admiré y tal vez por el influjo del espejo me imaginé que mi mirada era la suya, esa mirada que tan sólo unos minutos antes en el aula me había desnudado de igual forma en su mente y ante esa visión …. volví a excitarme.
Abrí mi taquilla para coger el neceser con potingues varios y la toalla, me enrollé en ella y me metí dentro de la ducha que estaba libre. Al otro lado, Jimena no paraba de quejarse por la presión del agua. Giré el grifo del agua caliente y fría para regular la temperatura, deshice mi moño dejando caer mi larga melena rizada y cuando el agua estuvo de mi agrado me metí bajo la ducha. Notar el agua cálida sobre mi piel, me estremeció al instante, su discurrir por mi cuello, mis hombros, mis tetas, dejando mis pezones erectos al ser la meta de cada gota que se precipitaba al vacío desde ellas para estrellarse de lleno con el plato cerámico.
Apoyé mis manos sobre el frío azulejo, dejé que el agua me acariciara lentamente la espalda, notaba su calor correr por mi columna, deslizándose hasta mi culo para perderse en la parte interna de mis muslos, mojándome toda. Un incipiente río cálido empezó a manar de mi coño, un segundo calentón sería insufrible y no estaba dispuesta a quedarme así. Vertí una cantidad razonable de mi gel de coco directamente sobre mi pecho, rauda comencé a restregarlo por ellos con movimientos circulares, el aroma a coco me embriagó tanto terminé perdiéndome en mi propia fantasía, imaginando que eran sus manos las que tomaban mis tetas y las apretaban con firmeza amasándolas entre sus ágiles y gruesos dedos, bamboleándolas de arriba abajo hasta alcanzar mis pezones con el pulgar y el índice y girarlos suavemente como si se tratase de sintonizar la radio. A esas alturas mis pezones estaban como piedras, en su máximo esplendor y traté de zafarlos con mi boca….. perdón: su boca, al mismo tiempo que “su” mano impregnada en el afrodisíaco gel de coco caía por mi abdomen para perderse en mi pubis y jugar con el escaso vello púbico que en el habitaba, abriéndose poco después paso entre mis labios mayores para descubrir la humedad y calidez de mi coño, calentura que él me provocaba con tan sólo una mirada. Tímidos gemidos surgían de mi boca, al notar “su” dedo corazón recorrer todos los pliegues de mi sexo, palpando cada recoveco hasta alcanzar mi clítoris hinchado y deseoso de sus hábiles dedos con los que impuso un movimiento rítmico y circular que me hubiera llevado a tocar el cielo con las manos de no ser porque en ese momento las tenía bastante ocupadas.
Subí una de mis piernas sobre el poyete forrado de azulejos para facilitarle la entrada a mi cueva, él no se hizo esperar, con suavidad pero con firmeza introdujo “su” dedo medio dentro de mi, uhmm , mi vagina pedía más, animado introdujo su dedo índice y mi coño se contrajo de tal manera que se negaba a dejarlos escapar sin parar de rezumar fluidos como un poseso hambriento de polla. El mete saca de ese par de dedos dentro de mis entrañas y la fricción que me imponía en el clítoris con “su” otra mano, hacían aumentar el volumen de mis gemidos indicándome que mi ansiado orgasmo estaba cerca, me flaquearon las rodillas y caí hincada sobre ellas en el plato de la ducha, pero él era persuasivo y siguió machacando mi pequeño garbanzo hasta que me corrí de una forma descomunal, como jamás antes lo había hecho, hasta el punto que pensé que me había meado encima y entendí a la perfección el dicho de: Joder!!! Me meo de gusto!!
Después de una ducha tan reparadora, volví a salir envuelta en mi toalla, Jimena ya no relataba como antes y sé de buena tinta que estaba esperando mi salida triunfal en cuanto ví como me miraba con los ojos como platos y una sonrisa de oreja a oreja diciéndome: Joder tía, me has puesto cachonda!!
Salí del gym, me encaminé hasta el coche, mi Golf recién estrenado color cereza metalizado, con la L de “novata” en la luna posterior. Cuando me acomodé en el asiento me percaté de que había un papel enganchado en el limpiaparabrisas, creí que se trataba de publicidad pero al salir y coger el papel me di cuenta que se trataba de un trozo de libreta de cuadritos donde ponía con una caligrafía perfecta: “ Me encanta tu olor a coco”.
Me tambaleé por un instante, hasta el punto que tuve que apoyarme sobre el capó helado del coche, escruté nerviosa y emocionada a mi alrededor buscándole con la mirada pero no le volví a encontrar hasta dos años después ……….
Por fin me he decidido a compartir con todos vosotros la primera parte de este relato que para mí tiene un significado especial, ya que he tenido el privilegio de vivirlo en primera persona. Obviamente los nombres de personajes y lugares han sido producto de mi inventiva. Si os ha gustado, pronto estará la segunda entrega.
“El matrimonio es al amor lo que el vinagre al vino. El tiempo hace que pierda su primer sabor” (Lord Byron)