Tu mi mujer, yo tu mujercita
Para esa mujer que nunca sera mia.
Te veo tumbada en la cama, con la espalda desnuda y el culo medio tapado con las sabanas revueltas.
Tus pechos se insinúan apretados contra el colchón, solo dibujándose la curva del seno.
No puedo evitar volverte a mirar como la primera vez, tan alta, tan guapa, con esa gracia tan tuya que me encandilo desde que hable contigo.
Paso un dedo por tu espalda, bajando por tus caderas, retirando suavemente la tela que cubre tus nalgas. Agarro uno de tus rizos entre mis dedos, tan suave y sensual que no puedo evitar acercarme a olerlo.
Giras la cara para acercar tu nariz a la mía, mis labios acarician los tuyos en un calido beso y no me puedo creer que estés conmigo en la cama.
Entrelazamos las manos y nos besamos con intensidad, me encantan tus curvas, tus nalgas. Atrapo uno de tus pezones entre mis dedos y me muerdo el labio inferior mientras miro tus enormes ojos castaños y aparto un rizo de tu frente.
Me aprietas un poco, juntando nuestros pechos, los míos tan pequeños y parados, y los tuyos preciosos, invitándome a lamerte.
¿Cómo no ibas a gustarme?
Mi mujer perfecta, las dos tan pasionales, las dos tan sexuales te veía tan sexy en el trabajo, cuando te fumabas un cigarro conmigo, cuando bajábamos juntas por el ascensor y te miraba el culo unos instantes.
Y ahora, en mi cama, te siento mía y quiero que no se acabe nunca el roce de tu piel contra la mía. Tu eres mi mujer y yo tu mujercita.
Dedicado a mi buena amiga D.S. Nena, te voy a echar de menos.