Tú me perteneces
Tú no perteneces a tu marido, ni a tus hijos ni a tu familia. Ni tan siquiera te perteneces a ti misma. Tú eres mi propiedad.
Tú me perteneces.
Quiero que sepas una cosa, quiero que retengas esta idea de la manera más clara y diáfana posible. No habrá lugar para confusiones ni aun menos habrá lugar para dudas. Tú me perteneces. Tú no perteneces a tu marido, ni a tus hijos ni a tu familia. Ni tan siquiera te perteneces a ti misma. Tú eres mi propiedad. Y cuando yo reclamo lo que es mío no hay lugar para la duda.
Tú vienes a mí. De la misma manera que viniste a mi hace ahora dos años. Tú eras una novata, alguien sin educar en el mundo de la sumisión. Tu entraste en un canal de Chat de temas de sumisión, me abriste un privado (yo nunca abro privados) y me preguntaste por cientos de cosas y así día tras día. Tenías 39 años, estabas casada y tenías dos hijos, una niña de 3 y un niño de 7. Trabajabas en una entidad bancaria, de administrativa. Tu vida no te desagradaba, tu trabajo tampoco, eras razonablemente feliz dentro de los estándares de la felicidad que la gente "normal" conoce.
Pero sentías que te faltaba algo y habías estado buscando ese algo de todas las maneras posibles y con todas las personas posibles. Eso me dijiste aunque después descubrí que todo tu atrevimiento se resumía en algunos porros fumados a medianoche y una aventura con un compañero de trabajo y pese a ello te autodenominabas como drogadicta y adicta al sexo. Quizás desde tu universo plagado de cotidianeidad eso eran grandes aventuras. No te culpo. Viniste a mí por pura casualidad y en solo dos años has crecido como persona y has experimentado todo cuanto nunca te atreviste a imaginar. Ni en tus mejores pesadillas (o tus peores sueños). Cuando después de haber estado charlando y charlando durante mucho tiempo al final te decidiste a tener una primera sesión conmigo solo me pediste dos cosas.
Dos cosas que pide casi todo el mundo. Que no te doliese en exceso (y sin marcas) y sobretodo que respetase tu vida privada. Yo respeté eso y tú viniste a mí una lluviosa tarde de Octubre, enfundada en un abrigo de franela y zapatos de tacón. Nunca antes te había visto, solo habíamos charlado.
Yo imaginaba a un ama de casa de mediana edad al uso y me encontré con una hermosa mujer, elegante, con el pelo corto y rubio, hoyuelos y nariz respingona, de formas educadas y conversación inteligente. Tú viniste a mí una lluviosa tarde de Octubre y esa misma tarde experimentaste el miedo de estar atada boca abajo en la cama de un hotel y a merced de un completo desconocido. Tú temblabas y tu miedo era tan evidente que no hacías más que girar la cabeza de un lado a otro intentando verme, intentado adivinar que es lo siguiente que iba a hacer. Esa misma tarde te azoté, te humillé, te sodomizé, te bebiste mi semen y mis orines, te poseí como y cuanto quise, arroje cera sobre tu cuerpo (con la altura necesaria para que se enfriase en el camino y no dejase marcas), te pinzé los pezones y los labios vaginales (de la manera mas suave que se me ocurrió), te enseñé lo que es obedecer y sobretodo lo que es el castigo y la recompensa. Tú siempre habías pensado que castigo y recompensa eran antagónicos. Esta fría tarde de Octubre descubriste que podías disfrutar (como no lo habías hecho antes) estando atada a una cama y con el cuerpo de un hombre asfixiándote encima de ti mientras su pene se revolvía dentro de tu ano. Y me diste las gracias por ello y yo te castigué por darme las gracias. No me gusta que mi sumisa me agradezca nada. No hago las cosas para recibir gracias ni favores. Hago las cosas para educarte. Y tú haces las cosas para complacerme. Es así de simple.
Desde esa fría tarde de Octubre no me he metido en tu vida privada, no he dejado marcas visibles en tu cuerpo ni te he obligado a hacer nada que te comprometiese. Pero tú sabes que me perteneces. Y estas deseando servirme y hacerme feliz las 24 horas del día. Aunque estés con los tuyos tu mente esta pensando en mi. Y eso te ha enseñado lo que es la felicidad mas completa. Porque cada día cuentas las horas, los minutos, los segundos que quedan para arrodillarte ante tu amo y si te has portado bien recibir en tu boca el manjar de su placer. Nunca antes de venir a mí habías tragado semen. Decías que te daba asco.
Ahora es el mejor alimento que se te puede ocurrir. Alimento de restaurante de cinco tenedores. Lo has probado directamente de mi pene, en un plato, en un vaso, en el suelo. Siempre me lo pides y casi nunca te lo doy. Ese es el juego. Tu no conoces el sabor del semen de tu marido pero cada noche te acuestas con el y le dices que le quieres. Y no le mientes. Tú has probado mi semen pero nunca has dormido conmigo ni me has jurado amor. Y tampoco me mientes. Me has rogado varias veces que inicie a alguna amiga tuya. Pero siempre me he negado. Mis valores son los que predominan en esta relación. Nunca más de una sumisa, nunca compartida. Y ahora eres mi sumisa y no necesito otra. Me has contado que después de una larga sesión de tortura anal vuelves a casa y cuando te sientas en la mesa con tus hijos y tu marido y sientes como el culo te duele sonríes por dentro. Luego sonríes por fuera. Dos sonrisas diferentes para dos personas diferentes.
Para dos mundos diferentes. Nunca imaginaste que podías ser feliz de esta manera. Pero lo eres. Quiero que te quede clara una cosa. Tú me perteneces pero nunca pondré en peligro tu otra vida. Eso lo sabes y ambos lo aceptamos. Recuerda bien porque suceda lo que suceda . TU ME PERTENECES.