Tu manera de amar (capítulo 4)

Asombro

Pasaba de medio día cuando Amelia ya se retiraba de su trabajo, tenía un poco de hambre por lo que decidió pasar a un restaurante que se situaba a unos pasos del ciber- café. Al entrar pudo notar que era un lugar pequeño, con toques rústicos que le daban un ambiente acogedor, mientras se dirigía a una mesa que se encontraba vacía, pudo notar que Alejandra estaba en la mesa de al lado, sin evitarlo, ambas cruzaron miradas mientras sonreían ante tal coincidencia.

– Amelia ¿Cómo estás? – Preguntaba Alejandra mientras se levantaba de su asiento y la saludaba dándole un beso en la mejilla.

– ¡Muy bien! - Contestaba Amelia al tiempo que correspondía al saludo.

–Toma asiento, – La invitó Alejandra, a lo que la joven dudaba pues no quería incomodar.

– Anda, que no muerdo, sirve que nos hacemos compañía mientras comemos. - Terminó por convencerla.

Alejandra llamó al camarero para que tomara la orden de la joven, pues ella ya había solicitado su menú, a lo que éste no demoró en llegar a la mesa donde estaban y con gran amabilidad empezó a tomar nota. – En seguida traigo su orden, – Decía el joven al mismo tiempo que se retiraba.

Mientras esperaban, Alejandra tomó la iniciativa para comenzar a platicar de cosas triviales, a Amelia se le podía notar ya más relajada, respondía con total soltura y de vez en cuando también preguntaba cosas. Poco tiempo después, el camarero llegó y comenzó a poner sobre la mesa los alimentos, al cabo de unos minutos se retiró deseándoles un buen provecho. Ambas comenzaron a degustar su comida y entre la charla y las risas, terminaron casi al mismo tiempo.

– ¿No llevas prisa? – Quiso saber Alejandra, pues deseaba platicar de manera más profunda con la joven y estaba ante la oportunidad perfecta, pero tampoco quería interrumpir sus actividades o las cosas que tuviera que realizar. Amelia un poco extrañada respondió que no.

– Bueno, no sé muy bien por dónde empezar, pero trataré de ser lo más clara posible, - Decía esto un poco tensa, mientras miraba a la joven como buscando una respuesta ante algo que aún no había dicho. – Lo único que te pido son dos cosas; La primera es que esta plática quede solo entre nosotras, – Amelia la miraba expectante. –¿Y la segunda? – Cuestionó en seguida. – La segunda es que ya no me hables de usted. – A lo que ambas sonrieron, en señal de que estaban de acuerdo.

Alejandra inhaló un poco de aire, parecía que intentaba ordenar sus ideas y al cabo de unos segundos, comenzó:

– Sé que quizá te pareció extraña la manera en la que me acerqué a ti en la escuela, honestamente ni yo te conocía físicamente, sabía de tu existencia porque Caro me llegó a platicar algunas cosas, así que el día que la tutora te llamó por tu nombre, no dude en imaginar que se trataba de ti, por eso te hablé,  para ser honesta, tenía curiosidad de saber cómo eras. Te preguntarás ¿Por qué?

– Bueno, casi a principio del semestre, mi hija hablaba de ti, eso me daba gusto, creí que empezaba a hacer amistades, la verdad es que no le ha ido muy bien en ese aspecto. Después me di cuenta que no era así, pues cuando le preguntaba por ti, me evadía las respuestas o apenas y me contestaba, eso me llevó a la conclusión de que tal vez tú ni siquiera hablabas con ella. Unos meses después ella dejó de mencionarte, sentí pena por mi hija, porque noté que algo cambió, ya no veía la misma emoción en su rostro y en ocasiones al llegar de la escuela se encerraba en su cuarto sin decir nada.

– ¿Puedo saber qué decía de mí? Preguntó Amelia, interrumpiendo la conversación, dejando ver que su curiosidad podía más.

  • Me contó sobre tus preferencias, – Al decir esto, Alejandra se sintió un poco avergonzada, pues sabía que eso sería una indiscreción, pero bueno, finalmente estaba siendo sincera. – También me dijo que eras un poco reservada, que tenías un pelo muy bonito, que tu rostro lucía bien sin maquillaje, hablaba de la ropa que llevabas puesta cuando ibas a la escuela y de lo bien que te veías... Con todo eso incluso llegué a pensar que le gustabas.

Amelia se sorprendió bastante ante esa confesión, no disimuló el asombro que le causaron esas palabras, parecía no entender nada.

¿Gustarle? Pero... Cómo...Yo...  – No era capaz de terminar las frases.

– Sí Amelia, mi hija también es ... lesbiana , y por la forma en la que se expresaba de ti, puedo afirmar que le gustabas.

Amelia seguía en shock, no podía creer que todo lo que Alejandra le decía fuera verdad y más por el comportamiento de Carolina estas últimas semanas, estaba totalmente confundida.

– No sé qué pasó entre ustedes, Caro no me dice nada y yo no sé de qué otra manera ayudarla, después de todo es mi hija y no me gusta verla mal.

– Alejandra mencionaba esto con cierto pesar, parecía que ya había agotado todos sus recursos sin obtener buenos resultados.

– Es que ni yo misma podría darte una respuesta. – Atinó a decir Amelia en medio de tanta información que había recibido.

– Bueno, podrías empezar por darme tu versión. Sugirió Alejandra mientras veía el reloj que traía en la muñeca, asegurándose de que aún tuvieran tiempo.