Tu manera de amar (capítulo 16)
Miedo
El receso culminó y nuevamente regresaron al salón, ellas eran un claro ejemplo de lo que es la felicidad. La clase transcurría con normalidad, pero pronto se vio interrumpida por la directora de la escuela, quien, al entrar al salón, saludó a los alumnos e inmediatamente solicitó la presencia tanto de Amelia como de Carolina en la dirección y sin más, dio la vuelta y se marchó, esperando que ambas alumnas la siguieran.
Las chicas estaban con cara de no entender qué pasaba y se miraban la una a la otra, intentando encontrar alguna respuesta o algo que aclarará sus dudas sobre el por qué las mandaron llamar, pero ambas estaban en las mismas, no sabían el motivo, pero pronto se enterarían.
— Pasen y tomen asiento. — Les ordenó la directora con tono serio, mientras ella se aseguraba de cerrar la puerta.
— Bien, las llamé porque desconozco qué relación exista entre ustedes, pero no voy a permitir que dentro de la escuela, realicen actos indebidos. — Decía con tono firme mientras observaba a las dos jóvenes que seguían sin entender.
— ¿A qué se refiere? — Preguntó Amelia un poco desconcertada.
— A esto. — Respondía la directora mientras les mostraba su celular con una foto de ellas, captada justo cuando ambas se estaban besando. — Ambas reconocieron que en efecto, eran ellas, y sí, se estaban besando.
— Pero no es lo que parece. — Alegó Carolina, intentando dar una explicación. — Me refiero a que sí nos dimos un beso, pero no estábamos haciendo nada malo,
— ¿Quién le envío la foto? — Quiso saber Amelia, pues en su mente rondaba ya el nombre de alguien que bien pudo ser la autora de eso y quería rectificarlo.
— Sea como sea, fue dentro de la institución educativa, y como ustedes ya lo saben, se debe guardar en todo momento las reglas que la moral y las buenas costumbres establecen. Y no revelaré el nombre por motivos de seguridad, así que por el momento se irán suspendidas por tres días y mañana quiero a sus respectivos tutores aquí
— ¡¿Tres días?! — Preguntó sorprendida Amelia.
— Lo siento jovencitas. La decisión está tomada, mañana hablaré con sus tutores.
— Pueden retirarse. — Mencionó finalmente la directora, sin dar oportunidad a más réplicas.
Ambas se marcharon decaídas y pensando que realmente eso era una injusticia, coincidieron en que aquello era obra de Karla y ahora sí tenían que andarse con cuidado, por lo pronto les tocaba buscar la manera de decírselo a sus mamás.
— ¿Ahora qué haremos? — Quiso saber Amelia.
— Pues disfrutar de nuestras pequeñas vacaciones, estar juntas y darnos mucho amor — Dijo rápidamente Carolina, con una mueca coqueta, restándole importancia al asunto de la suspensión.
— Amor, claro que me encanta esa idea, pero primero hay que resolver la situación en la que nos encontramos. — Al decir esto, Amelia no pudo evitar sonreír, pues indudablemente era una excelente propuesta por parte de su novia y más por la cara que puso, pues la interpretó como una invitación a algo más que ver películas, tomarse de la mano y darse unos cuantos besos.
Ya entrada la noche Carolina habló con su madre, se sintió apenada al decirle el motivo por el cuál la estaban citando, pero Alejandra intentó ser comprensiva y confiar en lo que su hija le había contado. Ya tendría tiempo en la reunión de aclarar las cosas. Su hija ahora era feliz y ella haría lo posible porque siguiera así.
Por su parte, Amelia dudaba en contárselo a su madre, pues no quería darle preocupaciones o que faltara a su trabajo por ese tipo de cuestiones, pero no le quedó más remedio que sincerarse, después de todo, tres días sin ir a la escuela era demasiado tiempo para ella.
Después de contarle lo sucedido, su madre acordó que iría a la escuela y vería qué hacer con esa situación, los ataques y cosas por las cuales estaba pasando su hija, ya no le parecían, pues todo ocurrió a raíz de que Amelia decidió revelar sus preferencias sexuales.
Al siguiente día, tanto Martha como Alejandra acudieron con la directora, ambas aclararon la relación de sus hijas, sin embargo no lograron mucho, pues la directora haciendo valer su posición, mantuvo firme la sanción que les había asignado a las jóvenes, pues aseguró que de dejar pasar por alto aquella situación, el día de mañana los demás alumnos harían lo mismo, eso sí, se comprometió a estar más al pendiente de la integridad tanto física como emocional de ambas jóvenes, pues a pesar de haber suspendido a las chicas, comprendía la situación por la que pasaban y sabía que lidiar con tanto adolescente no era nada fácil. Aseguró que tomaría cartas en el asunto y también hablaría con Karla.
Cuando Martha tuvo la oportunidad de hablar tranquilamente con Amelia, le contó lo que la directora acordó y le prometió que todo estaría bien. Pero esas palabras aparecieron no brindarle la tranquilidad suficiente hija, pues ésta se notaba un tanto callada y ausente.
— ¿Qué piensas hija? — Quiso saber Martha ante la actitud de Amelia.
— Tengo miedo mamá. — Respondió con cierto pesar y un rostro triste.
— Miedo de que esto siempre sea así, o de no poder llevar una relación tranquila porque siempre habrá alguien que crea que amar a otra mujer es incorrecto, miedo de que nos miren y juzguen, que nos discriminen... Tengo miedo de que eso pueda más que todo. — Finalizó Amelia al borde de las lágrimas.
— Es normal tener miedo, hija. — Apuntó Martha, — Incluso yo también tengo miedo; por ti, a que sufras, te dañen, o tomes decisiones incorrectas. Pero lo que no está bien es que renuncies a lo que tanto te ha costado. Si tienes claro lo que realmente quieres, lucha, siempre lucha por ello, estoy segura que también habrá gente comprensiva y a la que no tengas que dar explicaciones.
— Pero... ¿Y si Carolina se cansa de esto? ¿Y si me deja? — Decía Amelia con cierto temor.
— No pienses eso, que Carolina te ha demostrado que está dispuesta a todo por ti, así que no creo que sea el caso, y si llegara a pasar, eres muy joven y con una vida por delante, seguramente vendrán nuevos amores. Así que tranquila, yo siempre estaré contigo. — Terminó por decir Martha mientras abrazaba a su hija, que justamente necesitaba eso, un abrazo reparador, que ahuyentara sus miedos y dudas. Finalmente su madre con toda la madurez necesaria no podía equivocarse y quizá tenía razón.
Al siguiente día, un poco más animada pero sin dejar de lado sus preocupaciones, Amelia acordó de verse con Carolina para salir a algún sitio y pasar la mañana juntas, pues por la tarde tendría que trabajar.
Una vez que llegó a casa de su novia, permanecieron un rato ahí, al pasar de los minutos, Carolina pudo notar cierta seriedad en el semblante de Amelia, lo cual le preocupó pues no sabía el motivo, le pasaron mil cosas por la mente hasta que decidió ir directo al grano y preguntar qué le ocurría.
Amelia insistía en que no le pasaba nada, sin embargo su novia era un tanto astuta y por el tiempo que ya llevaban juntas, se podía decir que la conocía mejor y sabía que algo rondaba su mente y le causaba esa intranquilidad.
Sabes que no me quedaré tranquila hasta que me digas qué te ocurre, ¿Verdad? — Dijo Carolina dirigiendo la mirada hacia su novia, que seguía sin decir mucho.
— Y que seré lo suficientemente insistente hasta obtener algo más que un nada. — Puntualizó Carolina con cierta seguridad, a lo que Amelia sonrió pues sabía que era cierto.
— Tengo miedo. — Dijo por fin Amelia mientras bajaba la mirada. — Miedo de que lo que ocurre a nuestro alrededor acabe con la relación
¿Pero qué dices? — Preguntó Carolina un tanto sorprendida. — ¿A caso dejarás que eso influya en lo que ambas sentimos? —Terminó por decir.
— Claro que no — Respondió Amelia de inmediato. — Jamás permitiría eso.
— Entonces no entiendo tu miedo. — Mencionaba Carolina, sin comprender muy bien a qué se refería su novia.
— Pues a que tú... Te alejes de mí. — Se sinceró finalmente Amelia, lo que provocó que se sonrojara un poco por la pena que sentía en esos instantes.
— Mírame y escúchame muy bien. — Decía Carolina mientras se dirigía hacia ella y con ambas manos le sujetaba el rostro sin perderla un momento de vista. — Te amo, y mientras exista amor, no voy a querer alejarme de ti, ¿Entiendes?
Amelia esbozo una ligera sonrisa mientras asentía con la cabeza.
— Lo sé, pero no puedo evitar sentir miedo en algunos momentos.
— Terminó por decir con cierto pesar, pues no le gustaba sentirse así.
— Bueno, ¿Y si te quito ese miedo que sientes? — Preguntaba Carolina mientras acercaba su cuerpo al de su novia para darle un beso que la dejó sin aliento por unos segundos.
— ¿Ah sí? ¿Y cómo le harás? — Quiso saber Amelia, quien le devolvía el beso con mayor intensidad mientras sus manos se posaban ya en la cintura de Carolina y sentía la necesidad de juntar más y más su cuerpo.
— Ya lo verás. — Decía Carolina con una mirada que reflejaba deseo y pasión.