Tu madre, la puta de todos 3

Una inocente merienda de amigos, desvela los secretos mas íntimos de la madre de uno de ellos.

CAPITULO V

EN CASA DE MARISA

“Bueno Oscar, te contamos rápido. Ayer Javier y yo no salimos por la tarde porque estuvimos pensando en un nuevo juego de Rol. Lo hemos llamado el Husmeo, le dijo Pablo.

"Y eso que es?, preguntó Óscar.

"Pues, tío su propio nombre lo indica. Cotillear, mirar en tu caso entre las cosas de tu madre, y si encontramos algo interesante, fotografiarlo", dijo Pablo.

"Me parece una chorrada, pero si no revolvéis que mi madre se pueda dar cuenta, no hay problema. Yo me voy, tardaré como 45 minutos ¿tendréis suficiente tiempo?", contestó Óscar.

"Eh, si claro. De sobra", le dije yo. Pero encendemos la play, así si viniera alguien parecería que estábamos jugando".

" Sí, pero tenemos que cerrar la puerta, si viniera alguien no nos daría tiempo a disimular", añadió Pablo.

"Vale, sin problemas os dejo las llaves y cerráis por dentro. Si dejáis la llave metida, no podrían abrir, pero no os vayáis antes de que vuelva yo que no llevo llaves", dijo Óscar.

"Claro tío, no te preocupes", le dijo.

Nos encendió la play, y nos dio las llaves,

"Venga tíos, en un rato vuelvo. No desordenéis nada quemo madre me la corta".

"Tranquilo tío, confía en nosotros", le dije.

Según salió por la puerta cerramos con llave y empezamos nuestro registro.

" Vamos al baño", dijo Pablo.

"Este no es el del pincho", le dije.

"No, pero hazle una foto de todas formas", dijo Pablo, “a ver en el cesto de la ropa sucia"

"Que vamos a encontrar ahí?", le pregunté.

"Esto", me contestó sacando un tanga usado.

"Y que hacemos con el tanga", le pregunté.

"Hazle una foto, estamos husmeando y se supone que estas cosas son las que buscamos", me contestó.

Este Pablo estaba en todo. Coloque el tanga sobre la tapa de inodoro y lo fotografié asegurándome que saliera las manchas blanquecinas en la parte de su coño. Era un tanga de diario, sin grandes alardes.

"Vamos al dormitorio", dijo Pablo.

Tampoco era el de las fotos.

"Bueno, a ver dónde duerme la Marisita", dijo Pablo abriendo una de las mesillas.

Yo mientras miré en el armario. Qué raro, todo tipo de ropa, vestidos, faldas, pantalones de ella en un lado y del marido en otro. Y luego eso sí, mil cajas de zapatos. Como en el armario de todas las tías.

"Tío, aquí no hay nada", le dije a Pablo.

"Y si lo hay no va a estar a la vista. Mira debajo de las cosas, en las baldas de arriba, en las cajas de zapatos. Mira lo que he encontrado yo", me dijo enseñándome dos vibradores.

"Hazles la foto de rigor"

Se la hice y me fui a mirar a la cómoda, tenía ganas de ver su ropa interior. En el segundo cajón estaba. Bragas, tangas, sujetadores, de todos los colores, formas y tamaños. Algún tanga incluso, lo identifiqué con alguna de las fotos. También les hice fotos.

"Mira por debajo de las bragas. Pero mete la mano solo, no las saques, se daría cuenta. Yo mientras sigo con el armario", me dijo Pablo.

Así lo hice. Empecé en un extremo del cajón, levantando las prendas con una mano y pasando la otra por el fondo del cajón.

"Nada tío, no hay nada", le dije.

" Aquí tampoco", me contestó, "y casi me he mirado todas las putas cajas de zapatos."

Recoloqué lo mejor que pude la ropa, y cerré el cajón. En los otros, ropa interior del marido en uno, y jerséis en el otro. Nada allí no encontraríamos nada.

"Ehy, ehy, ehy, aquí hay algo", gritó Pablo.

"Es una tarjeta micro SD. Estaba en metida en un zapato en la última caja al fondo. Algo tiene que tener, sino nadie guardaría una tarjeta en un zapato. ¿Tiene la Tablet lector de micros?"

"Claro tío tiene dos por falta de una", le contesté mientras la metía en una de las ranuras.

Afortunadamente, tenía su ganchito que facilitó las cosas. Eran 64 GB. La cargó y comprobé que tenía 48  GB usados. La abrí. Había varias carpetas identificadas por fechas.

"Abre una", me dijo Pablo.

Abrí, la primera, era de hacía un par de años. Allí estaba nuestra Marisa totalmente en cueros como posando.

"Bingo", le dije "tenemos más fotitos de la putita"

"Sí, pero ahora no tenemos tiempo de verlas. Copia la tarjeta en la Tablet", dijo Pablo.

"Vale, pero se va a llevar un rato", le dije.

"Ya tío, pero es lo que hay", contestó." Sólo esperemos que no venga Óscar antes de que termine."

Empecé a copiar. Me dijo la Tablet que tiempo estimado de copia una hora treinta minutos.

"Nosotros mientras vamos a mirar papeles", dijo Pablo.

"Qué esperas, ¿encontrar fotos impresas?", le dije.

"No, datos suyos. Nombre completo, edad, donde trabaja, a ver qué sacamos"

Fuimos al cuarto que Óscar llamaba el despacho. Había un ordenador y estantes con carpetas al margen de un armario empotrado con más trastos.

No teníamos tiempo para mirar todo, así es que nos centramos en las carpetas.

No era previsible que el ordenador contuviera algo que estuviera al alcance de todos los que lo usaban.

Empezamos a mirar carpetas, facturas, manuales de electrodomésticos, declaraciones de Hacienda.

De ellas obtuve parte de los datos de Marisa, nombre completo, DNI, nombre de la empresa para la que trabajaba. Al final de la declaración había una copia de los dnis de los dos.

Foto a todo y a seguir buscando.

Recibí un wasap de Oscar.

“Mira Oscar dice que en 10 minutos está aquí. Voy a ver lo que le queda a la Tablet”, le dije a Pablo.

La miré aun le quedaban 50 minutos.

“Ven”, me dijo Pablo.

Fuimos al dormitorio.

“Haz u na foto para que nos acordemos en que zapato estaba”

“Pero que piensas que nos la llevemos?, le pregunté

“No, cuando venga Oscar, haremos que seguimos husmeando. Tu estate al loro de la Tablet, y en cuanto termine de copiar sacas la tarjeta, la metes en su cajita, me la das, y digo que se me ha olvidado algo aquí; me traigo la Tablet para ver justo el zapato en el que era, la vuelvo a poner en su sitio, e intento dejarlo todo como estaba para que Marisa no pueda sospechar nada. No podemos hablarle a Oscar de la tarjeta, primero porque no sabemos todo lo que contiene, y segundo porque antes de que se entere de todo esto, yo al menos, quiero respuestas”

Hay veces que odiaba a Pablo. Sus razonamientos eran aplastantes y los decía con una seguridad que parecía decirte, ¿es que no te has dado cuenta idiota?

Seguimos buscando entre los papeles. No teníamos ni idea de que buscábamos, pero estábamos seguros de que, si había algo que nos interesara, lo encontraríamos.

Al fin entendí a Pablo, se afanaba en mirar la carpeta de los documentos, a ver si había algo, alguna hipoteca, algún préstamo, algo que hubiera llevado a Marisa a prostituirse. Pero nada, no había nada, y Oscar llamó al telefonillo. Fui a abrir, mientras que pablo recogía las carpetas.

Subió, aún le quedaban 35 minutos a la Tablet.

“Hola, tíos, ¿habéis husmeado mucho?, nos dijo. “¿No falta ningún tanga ni braga ni sujetador?”

“Nada hombre”, le contesté. Solo hemos hecho unas fotos de unos consoladores, los tangas, y poco más.”

En ese momento salió Pablo que venía del despacho.

“Oye, Oscar, en esa habitación hay un ordenador. ¿Lo usa tu madre?, le preguntó.

“Si, a veces por las noches. Dice que va a ver cosas de moda, o de los bancos o cosas así, pero un día la pille con el abierto, que se había ido al baño, y estaba chateando con un tío.”, dijo Oscar.

“No jodas, ¿y lo leíste?”, le pregunté

“Apenas me dio tiempo, la oí salir del baño y salí por pies”, me contesto.

“¿Te importa que echemos un vistazo?”, le preguntó Pablo.

“Se trata de husmear, ¿no?, pues husmear. Cada uno tenemos un usuario, pero están sin contraseña. Eso sí no tengo ni idea de sus contraseñas en el Skype, ni nada, ósea que si no sale puesta no tengo ni idea”, dijo Oscar.

“Gracias, tío, vamos a echar un vistazo”, le dijo Pablo.

“Vale, yo me voy a duchar que vengo sudando como un pollo. Si encontráis algo me lo decís”, nos dijo yéndose hacia el baño.

“La verdad es que nos está dando facilidades Oscar, parece que él también está interesado en que encontremos algo”, dijo Pablo encendiendo el ordenador.

Era un W10. Accedimos al usuario Mama

El escritorio estaba limpio, los iconos habituales, poco más.

Intentamos abrir el Skype, pero pedía contraseña. Al menos ponía su usuario Marisa45es. Se ve que se lo abrió hace ya unos años. Echamos un rápido vistazo a la carpeta documentos, solo una tabla Excel, con importes, sin conceptos. La verdad es que los importes eran altos, bastante altos. La hice una foto.

Miramos la carpeta de las imágenes. Obvio que no iba a haber nada. Miramos en descargas; al final ya, buscamos por .jpg. Ningún éxito.

“Lo único que se me ocurre, es intentar sacar el log donde guarda las conversaciones el Skype, si hay algo puede estar ahí”, le dije a Pablo.

“Sabes hacerlo?”, me preguntó.

“Más o menos. El de mi hermana ya se lo abrí una vez, quizás este también pueda, pero tengo que llevarme el fichero y hacerlo con calma en casa”, le contesté.

“Me haría falta un pincho, coño tengo los dos de Marisa en el bolsillo. Problema resuelto.”

La localización estaba dentro del usuario mama en la carpeta Appdata, allí en roaming, Skype y luego su usuario.

Allí estaba el archivo Main.db. ES una base de datos, que guarda varias tablas, pero eso ya tendría que verlo en casa. Metí el pincho, y copié el archivo.

Bueno, Pablo a esto le quedan 5 minutos. Creo que aquí poco podemos ya mirar más. Ahora nos toca mirar lo que estamos copiando e intentar acceder a sus conversaciones de Skype.

“Espera, espera, ahora que caigo. Tanto las fotos como los videos, tiene que hacerlos alguien. Alguien que o no participa, o no tiene interés en salir en las fotos, ¿y si fuera el marido?”, dijo Pablo.

“¿Tú crees?, le pregunté.

“Yo ya no creo nada, pero ya que tenemos el ordenador abierto vamos a mirar sus carpetas”, dijo.

“Hemos buscado los Jpg, y no ha salido nada interesante, pero bueno, miremos”, le contesté.

Desde allí mismo accedí al usuario papa, revisamos escritorio, documentos, imágenes, videos…. Nada.

Esto ya está listo, le dije sacando la micro de la Tablet. La metí en su cajita de plástico, y se la di a Pablo.

Fuimos al dormitorio, y siguiendo la foto que habíamos hecho, volvió a introducir la micro dentro del zapato, y volver a meterlo en su caja, cerrándola y colocándola donde estaba antes.

Puso también las cajas de delante, y cerró la puerta del armario.

“Listo, no notara que hemos sacado la caja, demás no creo que la mire todos los días”, dijo Pablo.

“Ya”, le dije, “tienes razón. La tiene ahí porque no pensará que nadie vaya a buscar dentro de sus zapatos. No contaba con Sherlock y el Doctor Watson.

Cuando volvíamos del dormitorio, salía Oscar de la ducha.

“¿Ya chicos?”, nos dijo

“Si, bueno no hay nada que merezca la pena, pero bueno ahora toca otra casa”, le dijo Pablo.

“Por cierto, a nivel estadístico ¿a qué hora suele irse tu madre por las tardes? Te lo digo por si tenemos que repetir el husmeo”

“Sobre las cinco, más o menos y no vuelve hasta las nueve o a veces las diez”, contestó Oscar.

“Venga pues luego nos vemos, adiós tío”

“Adiós Oscar”

Salimos a la calle.

“Que quieres volver cuando se vaya Marisa?”, le pregunté.

“Para nada. Quería saber la hora porque vamos a seguirla”, me contestó.

“Ah claro, y si se va a uno de los hoteles de Torrejón o de Alcalá, ¿también la seguimos?”, le pregunte un poco ya cansado. No entendía porque no nos valíamos de lo que teníamos, la fallábamos, y listo.

“¿Tú quieres saber qué pasa?, pues yo sí. Si no quieres venir, iré yo solo”, me dijo tajante.

“Vale, vale, tío no te me cabrees. Yo pensaba dedicar la tarde a verlas fotos de la otra tarjeta”, Le contesté.

“Eso podemos hacerlo mañana por la mañana, que ella está trabajando. Esta tarde, tenemos que saber dónde va, que no me trago lo de la piscina y las amigas. En tu coche o en el mío”, me dijo Pablo.

“Yo conduzco y tú la sigues y me vas indicando”, le contesté.

“Vale, pues si suele irse a las cinco, quedemos a menos cuarto, ya en el coche listo para salir en cuanto salga ella”, me contestó.

“Perfecto. ¿Vamos disfrazados?, le pregunté.

“Sí, no te jodes, tú de la pantera rosa, y yo de espinete, para no llamar la atención”, me dijo riéndose.

“Venga tío luego nos vemos

“Hasta luego”

Pues yo había dicho en serio lo de disfrazarnos, no sé, unas gafas de sol y unas barbas nos habrían cambiado el aspecto por completo.

CONTINUARA