Tu madre, la puta de todos 10

Una inocente merienda de amigos, desvela los secretos mas íntimos de la madre de uno de ellos.

CAPITULO XI

VAMOS A POR LOS MALOS (continuación)

No habíamos arrancado aún los coches, cuando vimos a Manuel salir de la nave haciéndonos señas de que paráramos. Llevaba una bolsa en la mano.

Se acercó al coche de Marisa.

“Toma, ahí está el resto del dinero. Dame mi paquete y que no vuelva a veros por aquí”, le dijo Manuel.

“¿Y eso?, le preguntó Marisa.

“Entiendo que he obrado muy mal contigo. Y aunque no intento reparar el daño que te he hecho, si quiero al menos no marearte más. Tengo el dinero, así es que lo zanjamos ya”, contesto Manuel, dándola la bolsa, y cogiendo el paquete de droga.

Se dio media vuelta y se metió en la nave.

Marisa abrió la bolsa, y allí había otros 75000 euros. ¿Cuánto dinero manejaba este tío?, pensamos todos.

Al final llegamos a la conclusión de que Manuel, realmente no era un mero almacenero, sino que también se dedicaba al tráfico, y quien sabe si a la venta. Pero bueno, Capítulo cerrado.

Realmente el asunto con Manuel, había resultado más fácil de lo que nadie hubiera esperado. Bien es cierto que le pillamos por sorpresa y que la actuación de Marisa amenazándole con cortarle los huevos, había sido de Oscar de Hollywood, y él, al final, había quedado de la mejor manera posible, aunque como el mismo dijo, eso no mitigara todo el daño que le había hecho a Marisa.

Ahora faltaba la segunda parte. No estábamos dispuestos a que Dompimpon, se fuera de rositas. Lo fácil hubiera sido haberle llevado el dinero, y haberle dicho, “hasta luego Lucas” pero eso hubiera sido muy cómodo para él, y queríamos que reconociera su extorsión y que recompensara económicamente a Marisa por el uso que había hecho y los amigotes, de ella.

Aunque eso sabíamos que tendríamos que trabajárnoslo mas

Pablo llamó a su colega, el hacker, a ver si había descubierto algo del Dompimpon.

Le dijo que poca cosa, que, a través, de una antigua cuenta de Facebook, había conseguido el nombre de la mujer y de una hija. También su dirección a través de algunas facturas de compras del Merca……..

No nos hacía falta nada más. Con eso, pagaríamos a Dompimpon, con su misma moneda.

Por la tarde, quedamos los cuatro en casa de Marisa, para ultimar los detalles, y diseñar el plan de ataque. Al día siguiente, que por cierto Marisa tenía cita por la tarde con ellos, iríamos a chafarles el plan por la mañana.  La verdad es que si la mañana de hoy había sido intensa la de mañana prometía ser la bomba

Por la tarde, y a las cinco, hora ya habitual, subimos a casa de Oscar, Pablo y yo.

Nos esperaba con Marisa tomando un café.

Marisa se levantó al vernos vino hacia nosotros y nos soltó un nuevo abrazo y besos a los dos.

"Chicosssss, que tengo el dinero, lo tengoooo"

Estaba exultante de alegría, se ve que ya había digerido la tensión de la mañana, y se daba cuenta de que la final era libre, podía terminar con aquella pesadilla.

Yo, particularmente en el abrazo, la noté las tetas más duras que la tarde anterior. Supongo que serían imaginaciones mías, pero el hecho es que ver a Marisa y empalmarme, era todo uno.

Nos sentamos los cuatro.

"Bueno a ver, inicio Pablo la conversación, tenemos el nombre de la mujer y la hija de Dompimpon, así como su dirección. Pienso en voz alta, ¿eh?, luego lo discutimos.

Mañana por la mañana, uno de nosotros va a casa de Dompimpon. Le dice a la mujer, que su marido ha tenido un percance con el coche, y que ha pedido que fuera a buscarla y que si estaba la hija, que fuera también.

A la vez, Marisa con dos de nosotros va a la oficina de Dompimpon. Haces lo que habitualmente haces. Supongo que tendrás acceso libre a verle", la dijo.

"Si, algo así. Me recibe siempre", contestó ella.

“Bien entraremos y le dirás qué tienes el dinero y que quieres saldar el préstamo. Sin duda se sorprenderá, pero no le quedará otra que aceptarlo. En ese momento, intervendremos nosotros. Le diremos que hemos echado cuentas y que calculamos que a Marisa la han usado alrededor de 200 veces en estos dos años, y que lógicamente hay que poner precio a ese uso. Calculando a 100 euros el uso íbamos a deducir 20000 de la deuda. Él se pondrá machito nos dirá que fuera del despacho que va llamar a seguridad, etc. Vamos lo típico.

En ese momento, le diremos que haga lo que quiera, pero que su mujer y su hija van de camino, y que seguro que les encanta la historia que tenemos para contarla.

Se acojonará, nos hará y firmará el recibo y un documento especificando que el préstamo está pagado, y listo. ¿Qué os parece?

"Guau", dijo Marisa. "No suena nada mal, ¿cómo lo veis vosotros?", Nos preguntó a Oscar y a mí.

"Puede funcionar", dije yo.

"Sí", remató Óscar, "no tiene mala pinta"

"Bien, ¿quién va a por las dos hembritas?", pregunté yo.

"He pensado que puede ir Óscar, en tu coche o en el de Marisa, y nosotros que tenemos más datos sobre toda la historia acompañar a Marisa", dijo Pablo.

"Yo quiero ir con mi madre, a ver si se me escapa una ostia al Dompimpon", dijo Óscar.

"Eso es precisamente por lo que no quiero que vengas tú. Nuestra comparecencia en sus oficinas debe de ser lo más light posible. No podemos olvidar que estamos en su terreno, y que, si le damos la mínima oportunidad de agarrarse a algo, lo va a hacer", dijo Pablo.

"Así es" dijo Marisa, "es mejor no provocarle".

“Provocarle, le vamos a provocar”, dije yo, “pero si el plan funciona le provocaremos cuando ya le tengamos cogido de los huevos, como tú esta mañana al Manuel, y así solucionaremos el tema con dos cogidas de huevos, una física y otra psíquica”.

Todos rieron la tontería. Coño pues era verdad.

"Está bien", dijo Óscar, "yo iré a por las dos fulanas".

"Bien, tenemos que coordinarlo por si a la mujer le da por llamarlo. Una vez que estemos dentro del despacho te mandaré un wasap con un OK

y en ese momento llamas a su casa, así, si ella le llama, ya estará con nosotros y no podrá hablar. Tú, en cuanto las tengas en el coche me mandas otro wasap con otro OK, para que sepamos que están en camino, y cuando lleguéis a la torre otro con Estamos”, ¿qué os parece?

"El llevar a la mujer y la hija, será sin duda la parte más delicada, pero, aunque no funcionara, solo con el hecho de que él sepa que hemos hablado con ellas, tendrá el mismo efecto. Sabrá que podemos contarlas todo", dijo Marisa.

" Vale y cuando tengamos el préstamo cancelado, se lo contamos también a ellas", dije yo.

"No, Javier", dijo Marisa, "aunque él se merece eso y más, si podemos evitar hacerlas sufrir a ellas, tanto mejor."

Esta Marisa, después de lo que le han hecho, tiene miramientos, si es que muy grande, pensé yo.

Pasamos el resto de la tarde repasando el plan y recordando la escena de Marisa. Teníamos, pero nos acojono a todos, sobre todo a Manuel.

A Marisa se la veía radiante. Sin duda era mucho el peso que se había quitado de encima.

"Chicos", nos dijo cogiéndonos las manos a los tres," cuando solucionemos lo de Dompimpon, tenemos que celebrarlo por todo lo alto. Sin vosotros hubiera estado toda vida condenada a servir a Dompimpon. Muchas gracias, chicos"

Aquello de celebrarlo por todo lo alto había sonado bien, aunque yo particularmente, hubiera deseado que dijera que su último servicio como prostituta, lo hacía con nosotros y gratis. Pero habría que seguir cascándosela como un mono con sus fotos y videos.

Nos despedimos. Al día siguiente a las nueve quedamos para empezar el “ataque final”. Sin duda, sería un día glorioso para Marisa, pero para nosotros también. Ya teníamos ganas de enfrentarnos cara a cara con el Dompimpon.

Antes de irnos, Pablo me dijo que sacara una copia al ordenador de toda la carpeta de Marisa, por si las moscas, y que también hiciera una copia a algún pincho para tenerlas el también. Menos mal que la informática, trabajaba para nosotros, y podía dejarlo pasando por la noche, pero antes, me metí en la cama con la Tablet, y mi Marisa al lado. Bueno al menos sus fotos y videos. Ni que decir tiene que descargue todas las tensiones del día.

A la mañana siguiente me levante a las 8. Me duche, desayune ligero, y me vestí. A las 8:45, estaba en el portal de Marisa con mi Tablet bajo el brazo. No sé por qué siempre me gustaba esperar.

Pablo llegó al momento.

“¿Qué tal tío?”, me dijo.

“Sinceramente?”, le pregunté.

“Claro”, me dijo él.

“Acojonado. Esto es meterse en la boca del lobo”, le dije.

“Jeje, yo también, pero no transmitamos esa imagen”, dijo Pablo. “Mira ya bajan”

Efectivamente por el portal salían Oscar y Marisa.

Marisa como siempre con su pelo perfecto de peluquería, y ¡Una gabardina!, finita, pero gabardina, bueno más bien tres-cuartos. Dejaba de medio muslo para abajo, y los zapatos de tacones blancos.

“Buenos días”, dijimos todos,

“Muy abrigada, ¿no Marisa?, la pregunté

“Al despacho de Dompimpon, hay que ir vestida acorde para ocasión”, contestó ella.

“Madre mía que miedo me das”, la dije entre risas.

“No, no te creas que voy en cueros debajo y cuando entre en el despacho me abriré la gabardina, en plan exhibicionista. Ya lo veréis”.

Nos dirigimos a los dos coches. Oscar, hacia la casa de Dompimpon, y nosotros tres hacia las cuatro torres. Marisa, llevaba consigo la bolsa con el dinero.

“Chicos, defender esta bolsa con la vida”, nos dijo.

Sonaba fuerte.

Cogimos la M-30, en menos de 20 minutos estábamos en el aparcamiento de las torres. Allí ya seguimos las indicaciones de Marisa.

Bien ahora hay que pasar por la recepción, decir dónde vamos y subir. Vosotros seguidme.

Llegamos hasta el ascensor. Allí Marisa, se quitó la gabardina.

“¿Que os gusto?”, nos preguntó.

Los dos nos habíamos quedado boquiabiertos.

Llevaba un short que yo creo que era el short más pequeño que había visto nunca. Era un tanga, un poco más grande, de color vaquero y arriba una camiseta cortada sin miramientos por debajo de las tetas. Se notaban los cortes irregulares, para que se viera que están hecho adrede. Además, marcaba muchísimo los pezones.

“Ese atuendo, me lo mando llevar a una de las sesiones, y además saliendo así de casa. Ni os cuento la vergüenza que pase, menos mal que no me cruce con ningún vecino. Lo he adornado con un resaltador de pezones, para ir empitonada. Se trata de llamar bien la atención. ¿Alguno me lleva la gabardina?”, dijo Marisa.

Lo que hace el dinero. Ella estaba ahora segurísima de sí misma, y se atrevida literalmente a desafiar a Dompimpon, con ese atuendo.

Llegamos a la planta. Ni que decir tiene que todas las miradas se fijaron en Marisa, sobre todo en sus tetas y su culo.

Marisa sabía perfectamente el camino al despacho, pero, no obstante, se recreó recorriendo la oficina, hasta llegar a la mesa de la secretaria.

“Hola cariño, dile a tu jefe que quiero verlo”, le dijo Marisa a la chica que la miraba incrédula de arriba abajo.

“Don Jorge, está aquí la señora Marisa. Quiere verle. Viene con dos jóvenes, y sería interesante que la recibiera lo antes posibles……. Ya lo verá”

“Pueden pasar” nos dijo la chica.

Entramos en el despacho. Pablo mando el OK a Oscar.

Al verla, a Dompimpon, le cambio la cara.

“¿Pero ¿cómo vienes así vestida aquí?”, la pregunto levantándose como con un resorte, y yendo a cerrar la puerta del despacho.

“¿Que pasa hombre?, ya me has visto otras veces vestida así”, le contestó Marisa

“Si, joder, pero no en mi despacho. Pareces una puta, y yo no recibo putas en mi despacho”, dijo el cada vez más nervioso.

“Bueno como tal me has tratado, no tienes de que extrañarte”, le contestó Marisa.

“Y estos dos quienes son, ¿tus guardaespaldas?, preguntó refiriéndose a nosotros.

En ese momento le sonó el móvil.

“Coño, mi mujer”, dijo

Se nos heló la sangre, si contestaba, parte de nuestro plan al garete. Y lo hizo.

“Ahora no puedo hablar, cariño luego te llamo”, y colgó.

Genial. Estaba saliendo a la perfección.

Al momento Pablo recibió el wasap de Oscar. OK, estaban en camino.

“No, no son mis guardaespaldas. Son amigos”, dijo Marisa.

“Ah, es que ya sería el colmo que las putas tuvieran guardaespaldas”, dijo él.

“Dompimpon, no grites tanto, que seguro que tu secretaria y una parte de la empresa, están con la oreja pegada en la puerta”, le dije.

“Cómo?, a mí no me llames así, dijo el malhumorado.

“Cuento en voz alta de donde he sacado tu apodo?”. Le dije.

“Bueno dejémoslo estar. ¿Qué quieres?, le dijo a Marisa.

“Venga a saldarte mi préstamo”, le dijo Marisa.

“¿Y eso?”, dijo el aún más sorprendido, “¿De dónde has sacado la pasta?, la preguntó.

“Eso es algo que a ti no te incumbe”, le contestó seca Marisa, “Necesito que me extiendas un recibo por el resto de la deuda, y un documento como el que me hiciste cuando me diste el préstamo, diciendo que con esta fecha se cancela”.

“Sí, pero antes, tengo que ver y contar el dinero.”, dijo él.

“El dinero está aquí”, le dijo ella abriendo la bolsa, “pero antes los documentos”

“Oye vamos a entrar en una dinámica….” Empezó a decir el.

“Dompimpon, esta vez las condiciones las pone Marisa. Además, tenemos que hacer unos ajustes en la deuda, así es que si te parece vamos a hablar del tema”, le dije cortándole.

“¿Ajustes?, ¿qué ajustes”, dijo él con desprecio.

“Tú y tus amigotes, habéis estado usando a Marisa durante un par de años. ¿Esos usos se deducen del préstamo?, le seguí preguntando.

“Por supuesto que no. Ella siempre ha estado conforme”, dijo él.

“Eso es falso”, dijo Marisa.

“Claro que lo es”, seguí yo, “Ella ha estado ejerciendo la prostitución para poder pagarte tu puto préstamo, y tú y tus amiguetes la folláis por la cara, porque vosotros lo valéis. Mira”, le dije encendiendo la Tablet y mostrándole la famosa pizarra policial, “hemos calculado que la habéis follado aproximadamente 200 veces. No doscientos tíos. Hay varios que repiten en varias sesiones, hemos contado las veces que la habéis follado. Y seguro que nos hemos quedado cortos, porque no sabemos si hay fotos y videos de todas las sesiones.”, Dompimpon, tenía los ojos como platos, viéndose él y todos los folladores, reflejados en la pizarra. Seguí,

“Por eso hemos calculado 200 folladas, a 100 pavos cada uno, son 20000 euros que es lo que debes de deducir de su préstamo.

“20000 Euros, 100 pavos cada uno, tú estás loco”, me dijo.

Pablo recibió el wasap de Oscar ‘Estamos’. Ya estaba aquí con la mujer y la hija, posiblemente.

“No te digo que no, es más, me lo dice mucha gente, pero mira acaba de llegar tu mujer con tu hija, las hemos traído porque sabíamos que te ibas a encontrar mal”, seguí diciéndole.

“Qué coño dices de mi mujer y mi hija”, dijo él fuera de sí.

En ese momento sonó el teléfono, era la secretaria que le debió de decir que su mujer y su hija estaban allí.

“Vale, vale dilas que en un momento las atiendo”, le contesto.

“A ver qué queréis entonces”, pegunto

“Los documentos que te he pedido antes, y que te olvides de mí de por vida”, le dijo Marisa.

Saco el talonario de recibos y le extendió un recibo por 110000 euros que era el importe que quedaba. Y redacto un documento que firmó diciendo que el préstamo concedido en tal fecha, había sido amortizado en tal otra por la interesada.

Marisa mientras a instancias de Pablo, sacó de la bolsa 80000 euros y se los dio. Él los contó de mala gana.

“Vale pues ya está” dijo el, “Pero por favor, ponte la gabardina al salir”

Marisa empezó a ponerse la gabardina, y mientras lo hacía le dijo,

“Olvídate de mí, Jorge, o ellas se enterarán de lo buen padre y marido que eres, y seguro que también salpicara a tus amiguetes”

“No dudes, que no quiero volver a saber nada de ti”, la dijo mientras nos acompañaba hasta la puerta.

Salimos, Marisa, ya toda decente, y allí sentados estaban la mujer, la hija y Oscar. Aun así, se quedó la mujer mirando con mala cara a Marisa.

A nuestro paso, Oscar se levantó, dijo “Adiós señoras”, y se unió a nosotros.

No pudo reprimirse y preguntó,

“¿Qué tal? ¿Ha funcionado?”

Marisa no dijo nada solo respondió afirmativamente con la cabeza y enseñándole los documentos metidos en la bolsa con los 30000 euros.

Llegamos al parking. Allí se desmadró, empezó a pegar salto con los brazos en altos gritando que era libre, que ya no debía nada aquel hijo de puta. Que podía volar como volar como los pájaros. Y ya de paso, nos comía a besos y abrazos a los tres.

“Y ahora nos vamos a ir los cuatro a celebrarlo a una buena heladería, a comernos los helados más grandes que tengan”, nos dijo.

Buff, la fiesta de celebración, prometida por Marisa, iba a ser la ostia. Comernos los helados más grandes que hubiera. Menos mal que no nos llevaba al cine y nos compraba palomitas.

“Pero Marisa, conforme vas vestida, casi que no te dejan entrar en una heladería, habrá niños y eso”, la dije como diciéndola por nosotros no lo hagas.

“Chicos, vosotros sabéis que en el coche llevo ropa”, contestó.

Se fue al maletero lo abrió, y sacó la bolsa de deportes, la abrió y sacó un vestido verde, con alguna que otra arruga sobre todo por los dobleces.

Miró alrededor para comprobar que no había nadie cerca, y ni corta ni perezosa se quitó el short, y la camiseta. Se quitó también los suplementos que se había puesto en los pezones, para aparentar que iba empitonada, y durante unos instantes, se quedó solo con el tanga delante nuestro.

Oscar la dijo,

“Mama!!”, como diciendo que te están viendo estos.

“Hijo me han visto tus amigos mucho más de lo que ven ahora. No creo que se asusten”, dijo Marisa.

“No no, que va”, dije yo “Además esta como si estuviera haciendo toples en la playa”, y ninguno apartábamos los ojos de ella de sus tetas y de su culo prácticamente desnudo.

Se puso el vestido, y nos fuimos a la heladería.

CONTINUARA CON EL  CAPITULO FINAL