Tú escoges la ropa, yo el menú. Tu mujer es el pos
Una cena en un restarurante. Tu, tu mujer y yo. ¿Qué dirá la señora de la mesa de al lado?
Tú escoges la ropa, yo el menú. Tu mujer es el postre
Te espero en el restaurante. Te doy la dirección media hora antes. La "Creu Alta". Como el estadio de no sé qué equipo de futbol, me dices. Ni te contesto, sabes que no me gusta el futbol.
Como siempre puntual. Educado la cedes el paso al entrar. Deliciosa. Poco maquillada. Discreta. Preciosos pendientes. Con su traje chaqueta.
Ya apareció, por fin, ya está aquí, pienso para mis adentros.
Una blusa camisera, de crepe negro casi-casi transparente. Encima una americana. Traje chaqueta, con falda. Debajo sujetador negro. Cómo no, con sus zapatos de tacón y con sus medias negras. Me contaste que siempre usa unas que se sujetan solas al muslo, sin ligueros. Quizás que lleva tanga negro, a juego.
Un beso de saludo, dejo caer la mano y sobo sus nalgas. No quiero tocarla quiero palpar qué hay debajo de la falda. Lamentablemente no lleva ligueros.
Pícara me enseña una bolsita con un bulto envuelto en papel de regalo. " Es para ti, una sorpresa " me dice sonriendo.
No hay muchas mesas. Una pegada a la pared. Su americana en el respaldo. Sentada con la faldita que se abre por el frente. Sabes escoger ropa práctica. La abertura de la falda es como una solapa superpuesta, muy elegante y practica, por supuesto. Agradeces el cumplido.
Ella levanta la solapa. Con disimulo los dos miramos. Acerté, el tanga negro, muy transparente. Se ve perfectamente el vello. Por el momento no quiero que esa zorra se afeite el coño. Me gusta ver su pelambrera salvaje, desordenada, me gusta enredar allí los dedos.
Sé que te a ti pone ese tanga.
Cuando viene el camarero por la comanda no se acerca a la mesa. Seguro que ha visto las piernas separadas, puede que el minúsculo tanga emergiendo entre los muslo. Digo "puede" porque la blusa es muy transparente, se ve perfectamente el sujetador. Por cierto, esa blusa camisera es muy bonita, provocadora y no para llevar aquí, pero es muy bonita.
Como siempre la pido que se desabroche un par de botones, no uno, sino uno más de la cuenta. Quiero un buen escote, de los que se te ve el corazón a nada que la tela coja algo de vuelo.
Vino blanco. Un verdejito para empezar. Entrantes
El de la mesa de al lado ha mirado un par de veces. Es lo encantador de esos escotes, "ver" a ver si se ve algo. Me gusta el juego de ver a ver si se ve. El camarero también juega. Algo ha comentado en la barra. Otro camarero se asoma disimuladamente. A lo mejor también viene a servirnos.
Primer plato. Otra botella. Ahora tinto.
Vete al baño y quítate el sujetador. Por qué pones esa cara si era evidente. El juego estaba muy claro. Ya sé que no es muy original, pero es lo que hay. Además no es la primera vez que exhibo a tu mujer. Ella no dice nada. Es como si lo supiera. Permanece al margen de la discusión. Bueno al margen es un decir. Te hago observar que los pezoncillos ya están guerreros. Mira como se la están poniendo ya a nuestra zorra Sí, acostumbrate: ya es "nuestra" zorra-. Sonríe tras la copa de vino. Es el aire acondicionado dice burlándose de ti con la mirada. ¿Pero te gusta esto? " A mí no me cuentes historias " -te dice mientras se levanta-, tú empezaste.
La vemos caminar hacia los baños. El camarero sigue el meneíto de sus nalgas en la falda de tubo. Un acierto lo de los tacones.
Impresionante. Las tetas libres dando pequeños meneos. El de al lado casi se atraganta con el vino. Menuda mirada le ha echado la mujer que le acompaña. Claro que cuando mira a nuestra mesa y observa por qué su marido se ha puesto así... su cara de asombro.
El camarero viene con otra botella. Se clava en sus pechos. Normal. La blusa súper transparente, abierta casi hasta el ombligo, y esas tetas al alcance de su mano, de cualquier mano... Según sirve el vino disimuladamente ella se roza contra su muslo. Se le ve como se excita con esos pantalones del uniforme tan ajustados.
Meto la mano bajo la mesa. Te lo anuncio en voz alta. Le estoy tocando el coño. El de al lado otra vez que casi ducha a su mujer con el vino. Joder siempre le pillo bebiendo.
Le estoy tocando le coño. Te repito. Lo confirma asintiendo. " Me está haciendo una pajilla " -dice picarona. Miras bajo la mesa. Me ves masturbarla con el tanga puesto. Ella se sujeta a la mesa con las dos manos, algo separadas como si fuera un volante gigante. Cierra los ojos. Jadea en silencio. Ves como respira agitadamente. Aprieta con fuerza los dientes. Te pones nervioso, miras hacia los lados. Es inquietante. El de la mesa de al lado no quita ojo. En cuanto su mujer se distrae clava la mirada tratando de ver algo más.
¿Te da vergüenza, cornudo? El mango del cuchillo, redondo frio. Imita a un consolador. Asiente, me da permiso. Estará frío, es de metal.
-. Cornudo, caliéntalo con la mano -obedeces. Como siempre. Ella sola mete la mano bajo la mesa. Me ayuda. Te lo cuento, ni te hago, ni te dejo mirar bajo la mesa. Esa zorra está apartando el tanga. El de la mesa de al lado alucina. Está viéndolo. La mujer ha vuelto la cara con gesto de asco.
¿Será capaz de correrse?
Cuando termina le mando que vaya al servicio y se quite las bragas. El cuchillo está sobre la mesa. Comprueba si está mojado te digo displicente- Obedeces. Asientes. Lo lames porque te lo mando.
No se corta, no trae las bragas escondidas, ¡qué va!... las trae luciéndolas en la mano. Las deja a tu lado, junto a la servilleta. Se sienta y abre las solapas de la falda. El de al lado no se corta ya, mira y remira sin disimulo. Le tiene que estar viendo todo el potorro.
Huélelas, cornudo, quiero que compruebes y me cuentes cómo están las braguitas. Sí, si el tanga de tu mujer está o no mojado.
Lo está -afirmas serio.
Eso es porque se ha corrido como una...
Como una guarrilla -dice ella riendo sin dejarme terminar la frase.
Segundo plato. El camarero está mosca. Cuando lo trae ella está sobando mi polla. Me ha sacado el rabo y me lo está meneando con todo el descaro del mundo. La señora se levanta y va a la barra. Obviamente se está quejando. El camarero viene, educadamente comienza a pedirnos que nos comportemos, que estamos dando la nota o que, si no, que nos vayamos.
Ni caso. Sonriendo se vuelve provocadora. Al hacerlo se la ha abierto la blusa. Tiene que verla bastante bien desde arriba.
Oiga, ¿usted dejaría que a su mujer se la follase otro tío? -El camarero alucina. Entonces pasó lo que tenía que pasar.
Mire, joven, ese de ahí es mi marido, es un cornudo que me ofrece a otros hombres. Se excita dice, y para que el señorito esté contento yo tengo que volverme una guarra y permitir que me hagan de todo. Este de aquí es mi amante.
¡Joder! Alucino en colores. Tú ni te cuento. Lo de rojo pasión es poco. Te has quedado de una pieza. El camarero también. Pero la tía sigue dale que te pego moviéndome el rabo.
Lo anuncio delante de todo el mundo:
- Para que lo voy a echar.
Tú con los ojos como platos, el camarero con un bulto en los pantalones del catorce, y yo los cierro. Sólo los abro cuando se ha acabado. Lo que veo me deja más estupefacto. Con toda la tranquilidad del mundo, está recogiendo la corrida y empujándola con un cuchillo sobre tu plato. Cuando ha terminado de escurrir su mano, hasta el último pliegue, dice: " Come, cornudo ". Y tú obediente coges los cubiertos. El camarero me mira alucinado. Asiento con la cabeza como diciéndole mira chico esto es así, es lo que hay.
Los de la mesa de al lado flipan. La señora la da una arcada. El tío mira con unos ojos libidinosos a tope. El camarero no sabe qué hacer. Algo tiene que hacer porque... y se me ocurre.
-. Tío ¿has visto como se te ha puesto? Si que si te has visto el bulto que tienes. Mira avergonzado . No, si te comprendo perfectamente, tú tranquilo. Por cierto, ¿quieres que ella te alivie? -Se ha quedado de piedra. Tartamudea- Sí, hombre va al almacén o a algún sitio, como si de verdad nos estuvieras riñendo y te deja como nuevo. Mírame a mi si no te lo crees. Por "éste" no te preocupes -digo señalándote despectivo-. Éste se nos hace una pajilla ahora mismo y nos cede a su mujer ¿verdad, cornudo?
Ni parpadeas, te lo repito. Una y otra vez hasta que asientes. Tu mujer tan natural bebiendo su copita de vino como si no pasara nada.
Cuando se lo pregunto a ella, se limita a mirar el bulto del pantalón y a asentir sonriendo.
- Háblalo con tu jefe, anda.
Se aleja. El juego de las miradas cómplices entre tu mujer y yo. Tú no intervienes. Acabas de correrte como un buen cornudo complaciente. Sí, en cuanto has sospechado que podríamos follarnos a tu mujer allí mismo en el restaurante te has corrido.
El camarero se acerca a la otra mesa. Pide disculpas, disimuladamente el señor le deja un billete en la mano, no quiere que nos eche, no quiere que haga caso a su mujer, quiere disfrutar del espectáculo.
- No si ya te digo... -nos reímos. El camarero nos guiña un ojo. La casa les invita a una botella de champan.
Los postres.
Es ella quien dice voy a mear. Se lleva la bolsita. Tarda un rato. Se levanta la falda. Se ha puesto un liguero ¡qué tía más cojonuda!
La señora se ha ido, el marido ha vuelto la cara con una última mirada cuando salían.
- Cierra -le digo al camarero. Ha traído la nata, tal y cómo le pedí.
¿Para echársela a tu mujer en los pechos? ¿Para embadurnarnos la polla con ella y que esa puta nos la coma? Ni si, ni no. No te digo nada. Solo sugiero ideas. Se te nota inquieto. Se acerca el momento.
Mientras te voy preguntando: Oye, ¿Le quito la falda? No, mejor se las subo, se las remango. No sé por qué pero me gusta más follarme a las guarras medio vestidas, te digo a la cara. Así tendrá más pinta de puta. La haré apoyarse sobre los codos en la mesa, que descanse sobre los antebrazos. Las tetas colgando. Frente a ti su cara. Bésala, cornudo. Aprovecha, que luego vete tú a saber a qué la sabe la boca.
Me levanto y rodeo la mesa. Se me nota que estoy preparado. ¿Tú también? Desde atrás, como a mí me gusta, le desabrocho del todo la blusa... Delante también está el camarero. Viene otro de la cocina. El resto no han querido. La chica sí. No quiere participar. Tímidamente ha dicho que quiere verlo, sólo verlo. Le sobo las tetas ofreciéndolas. Nadie habla. No hay silencio, ella está jadeando. Separo la silla de la mesa. Levántate so puta.
La coloco. Los tíos se la comen con la mirada. Tienen cara de perros salidos, lascivos, lujuriosos. Me preparo. La chica ríe disimuladamente cuando ve la mancha de tus pantalones.
- Me la voy a follar así -te digo-. No hace falta que te diga que luego a lo mejor, también lo hacen los camareros.
Ahora vete a casa. Puedes llevarte el tanga de tu mujer.
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