Tu dolor será mi placer.

Por fin le conozco. Soy novata, él un experimentado. Deseo que me haga sufrir...

Querido diario:

Te escribo porque eres el único con quien puedo compartir las nuevas vivencias que estoy experimentando.

No quiero que los demás me tachen de loca o me juzguen con sus miradas sin decir palabras. ¿Qué sabrán esos hipócritas?

Me estoy viendo con un hombre que se dedica a torturarme.

¿Que por qué lo hago? Simplemente porque un día cualquiera, dándome placer y experimentando con mi sexo, me castigué yo misma.

Cuando supe lo que era, sado, busqué videos en internet para llevarlos a la práctica. No era lo mismo...

Las bofetadas, cachetadas, retorcimiento de pezones que yo misma me afligía no eran suficientes. Necesitaba un hombre, como el que veía en los videos, que me aplicara el dolor que aplicaba a esas actrices.

Seguí indagando en páginas de foros fetichistas. Recibía muchas peticiones y declaraciones de otros usuarios. Nunca me decidía por el miedo a que sólo fueran babosos necesitados de un buen polvo.

Tiempo después fui a dar con el perfil de uno de ellos. No tenía foto y solo se describía en una frase " Tu dolor será mi placer". Tampoco era muy activo en el foro.

El halo de misterio sumado a mi desesperación me hizo mandarle un mensaje. Recibí la contestación al día siguiente.

  • Hola, me has escrito.

Conteste deseosa de que estuviera en activo esa mañana.

  • Tú me dirás...

Su respuesta me pilló imprevista. No sabía qué decir ni cómo proponerle nada.

  • Me ha gustado tu frase.

Decidí ser sincera y no complicarme.

  • Gracias. ¿Es lo que buscas?

Me quedé dudando de nuevo. Las mujeres buscamos claridad, pero nos cuesta dar respuestas claras.

  • Si, pero...me gustaría conocerte un poco. No sé tu nombre, ni siquiera tienes una foto.

  • ¿Acaso importa?

  • No sé...supongo. Es lo mínimo

  • Este es un foro de gente que busca experiencias diferentes. No puedes venir con prejuicios. De ver mi foto seguro que empiezas a juzgarme sin conocerme.

No me había planteado ese punto de vista. Ya había suficientes prejuicios en el día a día, jugar con las mismas reglas suponía perder.

  • De acuerdo. Sí, busco exactamente lo que pones en tu frase.

  • Muy bien. ¿Cuándo te viene bien quedar?

  • Ammm...un día cualquiera entre semana.

Fui rápida en esta respuesta. Prefería un día que no hubiera mucha gente en la calle.

  • Bien. Nos vemos dentro de dos días en este sitio.

Me mandó la ubicación de un parque que por suerte conocía bien y no quedaba muy lejos de mi casa.

  • ¿Como nos reconoceremos? ¿Me pongo algún distintivo?

  • Ponte lo que quieras. Yo llevare el collar de un perro colgando en la mano. Cuando me veas acércate.

  • ¿Llevo preservativos?

Tuve la gran idea de soltarle esa pregunta para descifrar un poco sus intenciones.

  • No son eso mis planes. De momento. Si te portas bien quizá te dé un premio, si es lo que buscas.

Sin más palabras, se fue. Me dejó con el corazón a mil. Acababa de concertar una cita con un desconocido cuyas intenciones desconocía. Por lo menos había superado mi prueba, no buscaba follar sin más.

Los días previos a la cita se me hicieron eternos. Cuanto más se acercaba más nerviosa estaba. No sabía ni que ponerme, gran dilema de casi toda mujer.

Pero por suerte razoné que si iba a un parque lo mejor era ropa deportiva que no me delatara mucho.

Me calcé unos leggins negros, una sudadera grisácea y unas deportivas altas.

Durante el camino al parque las escasas personas que me crucé, la mayoría hombres, no dudaban en mirarme de arriba a abajo.

Me considero una chica del montón. Soy delgada, de estatura normal, pelo castaño y ojos color miel que brillan a la luz del sol. Puedo presumir de buena figura sin apenas cuidarla y tengo unos pechos normales que realzo usando camisetas y sudaderas ajustadas.

Me gusta verme sexy y que me miren, como a toda mujer. Pero no soy presa fácil, que no se equivoquen.

Soy soltera. Mis experiencias sexuales son escasas. Y con mis gustos particulares aún más.

Por fin llego al sitio de la cita y creo que me toca esperar. Me impaciento hasta que veo llegar a un hombre bastante mayor que yo, corpulento y con barriga. Lleva un collar largo colgando de su mano. Ese detalle me hace caer en que es él.

También el repara en mí y deja de caminar. Me quedo un rato sin saber que hacer hasta que recuerdo que soy yo la que tiene que ir a su encuentro.

¿Qué hago? ¿Me acerco o me largo? No sé si es lo que me esperaba.

" No prejuzgues" Me digo a mí misma recordando la conversación con el desconocido.

Sin darme tiempo a más cavilaciones comienzo a caminar lentamente hasta donde está.

  • Muy bien.

Me dice el desconocido aprobando mi decisión como si supiera que momentos antes había dudado.

  • Hola...

  • Chsss. No hables, no me mires y ponte esto.

Me acerca el aro del collar para que meta el cuello. Actuó lentamente y no puedo dejar de analizarlo.

  • ¡Que claves la mirada al suelo!

Exclama mientras me pega una bofetada. A

nte esto me vuelvo totalmente sumisa.

Ajusta el collar a mi cuello y se dispone a caminar. El tirón me hace reaccionar y le sigo.

" Menuda vergüenza" Pienso para mí misma.

Por suerte baja hacia un camino donde hay más árboles que tapan la escena y yo ruego que no haya nadie corriendo por ese tramo.

Caminamos por el sendero hasta que se encuentra un gran banco de piedra donde paramos.

Me quedo quieta mirando al suelo. Se acerca a mí y empieza a inspeccionarme.

Inspecciona mi pelo, mi cara, mi cuello.

  • Abre la boca

También la analiza como si fuera un dentista. No duda en meterme algunos dedos provocándome arcadas. Descubro que tiene las manos grandes y dedos gordos.

Me saca de mis pensamientos al ver que sube mi sudadera dejando mi vientre al aire. Baja cada copa de mi sujetador para liberar las tetas. Me las mira, las agita, las pellizca. Sus tocamientos y el frío de sus manos producen un cosquilleo en mi cuerpo. Se me erizan los pechos, se enduren mis pezones.

Me deja tranquila, pero sigue por abajo. Agarra mis leggins y braguitas por delante y tira de ellas sin pensarlo dejando mi coñito al descubierto.

Se queda mirando y con la mano libre tira de mi piel hacia arriba para que los labios queden más expuestos.

Tengo unos labios pequeños y regordetes que dibujan una fina rajita.

Por supuesto abre mis labios y se asoma al agujerito de mi coño.

A estas alturas yo estoy roja como un tomate y totalmente avergonzada. Solo rezo para que no pase nadie.

Vuelve a taparme y me da una leve caricia al coño por encima de mis leggins y unos golpecitos. Supongo que le gusta lo que ha visto y los golpes son de aprobación.

Lo importante es que ya estoy tapada y menos expuesta, aunque el collar sigue en mi cuello.

Se pone detrás de mí y me magrea el culo. También me da cachetadas algo más fuertes.

De nuevo baja mis leggins y braguitas con fuerza dejando mi culo completamente al aire.

Continúan sus tocamientos y azotes. Al rato abre mis nalgas para inspeccionar mi ojete. Frente a la resistencia de mis nalgas, me pide ayuda.

  • Inclínate y abre bien los cachetes.

Me cuesta reaccionar como es lógico ante esa situación.

  • ¡No te lo voy a repetir!

Su amenaza me recuerda la bofetada de antes. Me apresuro a inclinarme y abrirme. Parece que no es suficiente pues también el usa sus dedos para abrir más mi pequeño orificio.

Una vez satisfecho vuelve a subirme la ropa. Soy un manojo de nervios e inseguridad. No sé qué hago aquí. No sé por qué me presto a esto. Esto no es lo que busco.

  • Perfecta. Estas casi sin usar.

Su comentario me hace verme como un simple objeto de subasta al que inspecciona un entendido.

Ya de nuevo frente a mí parece que me lee el pensamiento.

  • Tranquila, hoy sólo te voy a azotar. Cuando me canse podrás irte...

Es lo que quería. Se parecía más a lo que había visto en los videos; a lo que me excitaba, pero... ¿acaso pensaba hacerlo allí mismo? Menuda humillación si nos veía alguien...

Al fin se sentó en el banco y tiro del collar para bajarme. Me tumbo boca abajo sobre sus piernas con el collar colgando delante de mí sin salirse de mi cuello ni de su mano. Y mi culo en pompa esperando su castigo.

Reconocía esa postura, me había excitado viéndola en videos. Pero allí en el momento, en público, la situación me cortaba un poco.

El primer golpe no se hizo esperar. Fue fuerte y directo. Como ya he dicho tiene las manos grandes y prácticamente lo he recibido en las dos nalgas. Contraigo el culo y siento un enorme picor. También el efecto del azote ha llegado a mi coño, pero eso me ha provocado un leve cosquilleo que me ha excitado.

  • ¡ Ahh!

Recibo el segundo. Él no se reprime nada y le pone todas sus ganas. Así va cogiendo ritmo, aunque siempre intenta que yo no adivine el golpe.

Llevaba unos 24 azotes cuando de repente oímos unos pasos. Para de golpearme y sube mis piernas al banco. Así parezco una chica tumbada sobre las piernas de su novio.

Pero nuestra diferencia de edad y el collar nos delatan.

  • ¡Hola buenos días!

Se atreve a saludar mi castigador al hombre que pasa por delante de nosotros.

Yo también lo veo e intento sonreír y aparentar normalidad. Que postura más humillante por lo menos antes, boca abajo, tenía la mirada clavada en el suelo.

El senderista nos devuelve el saludo y sigue caminando extrañado.

  • Y veinticinco.

  • Aaaaooooh!

Finaliza dándome con las dos manos en cada nalga y de la fuerza mis caderas resbalan del banco y vuelvo a la posición inicial.

Levanto la cabeza y veo que el transeúnte se ha girado al oír mi grito. Por suerte está alejado.

  • Que torpe.

Es la excusa que pone mi azotador al que nos mira para justificar mi grito. Se piensa que me he resbalado yo sola, nos sonríe y sigue caminando.

Mientras se aleja mi castigador me levanta un poco la sudadera y va bajando, con cierta dificultad por la postura, mis leggins y braguitas.

Vuelvo a tener mi coñito y culo al aire y estoy más expuesta que antes.

Mantengo la cabeza baja y cierro los ojos como queriendo escapar de otra futura humillación como la de antes.

Noto que me acaricia el culo. El roce me molesta, me escuece. Incluso con los leggins creo que ha conseguido ponérmelo rojo. Pero siento que es algo peor lo que me espera.

Abre mis cachetes y al reparar en mi coño también lo abre. Ahora está muy flexible y tengo tremenda vergüenza pues creo que ha oído el ruido de mis flujos. Frente a mi trasero rojo y dolorido está mi coñito empapado fruto de sentir el roce de los azotes.

No pierde el tiempo y mete dos de sus gruesos dedos. Los saca empapados.

  • Toma guarra. Esto ha salido de tu cuerpo.

Me hace chuparlos con intención de devolver al interior de mi cuerpo lo que ha salido por mi coño, metiéndolo por la boca.

Repite varias veces esa acción asegurándose no dejar nada.

  • Muy bien, p

rosigamos.

Ya empezaba a acostumbrarme a que metiera los dedos y esa declaración me sienta como jarro de agua fría.

  • Aaaaiiiihhh!!!

Recibo mi primer azote a culo descubierto. El dolor es insoportable y vuelvo a contraerlo junto con las piernas.

  • Aaaiiiihh aaaiiiihh!!!

No hay tregua, ha empezado la segunda sesión y no sé cuándo se cansará.

  • Auuxxxx...joder como pica.

  • Eeehhh, esa boquita. Sumo cinco más a los veinticinco de antes.

Me quedo helada al oír la cantidad de azotes que tiene planeado darme.

  • No,no por favor...tanto no puedo aguantar.

  • ¿Qué te he dicho? ¡Como vuelva a oírte serán cuarenta!

No quería comprobar si era capaz de cumplir sus amenazas. Acepté la tortura como buenamente pude. A mitad de sesión estaba sollozando. Me mordí los labios para, aparte de aguantar los golpes, evitar que pudiera salir cualquier palabra de mi boca.

Sin darme cuenta ya había acabado. "¿Había sido más rápido de lo que parecía o es que simplemente me había acostumbrado?"

Como recompensa me masajeo un poco el coño mientras esperaba que me recuperara. Paré de sollozar y comencé a gemir. C

onsiguió hacerme olvidar el dolor y la humillación de estar semidesnuda en un sitio público. Pero el malvado no me dejo acabar...

  • Bueno, ya estas lista. ¡Arriba!

A regañadientes hice ademán de levantarme, pero tampoco me dejó levantarme y subirme los leggins.

Cogiéndome de los pelos me puso de rodillas frente a él y se puso de pie.

Un enorme bulto marcaba su pantalón. Se ve que había disfrutado castigándome.

No tardó en liberarlo y ante mi tuve una polla super dura y gorda, para su edad.

  • Pajéame

Le mire con cara de súplica. Era demasiado peligrosa la situación. Yo de rodillas con mis intimidades al descubierto y él apuntándome con su polla erecta que sobresalía de la bragueta. Si nos veía un policía estábamos perdidos.

  • Cuanto antes consigas hacerme correr...antes podremos irnos.

Sin otra salida que la que él me planteaba empecé a meneársela con todas mis fuerzas y ganas.

Tan excitado estaba y tan rápida fui que no tarde en recibir sus lechazos.

Cerré los ojos como es obvio. Mientras recibía sus chorros también llego un grito a mis oídos.

  • ¡Iros a un hotel, guarros!

Con los ojos cerrados no pude que presenciar la escena, pero parecía la voz de una mujer que se encontraba lejos.

  • ¿Por qué no te unes? Envidiosa.

A mi acompañante no le importó lo más mínimo, siguió pringándome la cara mientras se encaraba a la voz.

Reconozco que la contestación me hizo gracia. Con los ojos cerrados la vergüenza era menor.

Cuando acabó cogió algunos pegotes de mi cara y me los hizo tragar.

  • Lista. Ni se te ocurra limpiarte la cara. Ya te he hecho tragar lo que más se veía. Ahora solo pareces una chica que lleva la cara sudada de correr.

Con esa justificación me ayudó a levantarme, mientras yo me tape lo que tenía al aire.

  • Y ahora largo.

Me dio un azote de despedida como quien arrea a un caballo para que camine.

Me puse a andar todo lo rápido que el escozor del culo me permitía. El roce de los leggins y las braguitas no me ayudaban.

Cuando ll

egué a casa fui directa al baño a mirar cómo me había dejado.

La cara bañada por su líquido transparente. El trasero plagado de enormes marcas rojas y formas que adivinaban sus dedos. También repare en mi coño volvía a estar húmedo.

Ya que él no me había ayudado a correrme, decidí hacerlo por mí misma, me lo había ganado.

Allí frente al espejo, con la visión de mi trasero al rojo vivo y el recuerdo del sonido de sus azotes. Empecé a masturbarme frenéticamente.

Tuve el mayor de mis orgasmos lo que corroboro que, aunque sufriera, quería que me siguiera torturando.

Al día siguiente entré en el foro y vi que tenía un mensaje suyo.

  • Cuando te hayas recuperado avísame.

Por supuesto pasé unos días sin poder sentarme normal y durmiendo en pompa. Pero consciente que en cuanto mi cuerpo se recuperara...volvería a por otra dosis adrenalina.

Por ahora no tengo más qué escribirte, querido diario. Pero tan pronto como me recupere, me veré con mi torturador. Y salga ilesa o no...serás el primero y único en conocer los hechos.