Tu corazón en la frente 7

Viene oliendome a invierno esta noche y no sabes, que me faltas... es que a cada respiro tu nombre se hace abrazo y madrugada. Viene abriendose paso la luna, en cada espacio en cada duda... en cada duda. Filio

Tu corazón en la frente 7

Faltaban 10 minutos para que terminara mi día de trabajo, cuando la secretaria me avisó que la jefa quería verme en su oficina antes de irme. Tenía una vaga idea de lo que quería hablar conmigo… Quizás quiera llamarme la atención por lo que pasó en la mañana en el estacionamiento de la clínica… o quizás por lo que casi hace. No lo sé, pero estoy segura de que ahora me enteraré.

Esperé paciente que dieran las 7 de la tarde. Me quité la chaquetilla y me puse mi chaleco para luego tomar mi bolso y el abrigo antes de caminar hacia la oficina de la jefa. No me detuve a pensar en su intención de besarme en todo el día. Sólo tenía cabeza para recordar a Alejandra parada en el estacionamiento… llorando. Esa imagen de ella no se me iba de la mente, por más que intenté concentrarme en mi trabajo, no pude dejar de pensarla. Me equivoqué un par de veces en los números y tuve que volver a empezar otras tantas… no lograba poner el 100% de mi atención en lo que hacía

Golpeé la puerta, conciente de que quizás la mujer me reprocharía mi demora de la mañana y mi discusión con Alejandra. Estoy segura de que escuchó lo suficiente como para saber lo que hay entre ella y yo. Lo tiene que haber deducido al escucharla decir que me amaba… golpeé de nuevo al no tener respuesta.

  • Adelante.
  • ¡Hola! Me dijeron que quería hablarme antes de que me fuera. − Dije cerrando la puerta detrás de mí.
  • Si, pasa Alicia… Toma asiento. − Me dijo mientras se acomodaba en su silla.
  • Gracias. − Le digo al tiempo que me sentaba.
  • Pues creo que es mejor ir directo al grano. − Dice con seriedad.
  • La escucho. − Dije bajando un poco la cabeza.
  • Hoy en la mañana… cuando dejábamos la muestras en la cajuela. − Comienza diciendo, pero se detiene.
  • Sí, lo recuerdo… usted tenía intenciones de besarme. − Termino diciendo por ella.
  • Es cierto. En ese entonces las tenía. − Dice sin esquivar mi mirada.
  • Pero no lo hizo. No veo el por qué debamos hablarlo, no pasó nada. No hay por qué preocuparse. − Digo intentando darle fin a esta conversación.
  • Es verdad. Me interrumpió tu novia. − Me dice con un toque de molestia en su voz.
  • Ella no es mi novia… pero sí es la mujer que amo. − Digo en un impulso.
  • Ya veo. De saberlo antes, me habría controlado. Discúlpame. − Dice algo avergonzada.
  • No se preocupe. No pasa nada… sólo son cosas. Además, no hubiera hecho nada malo. Aunque, a decir verdad… no le habría correspondido. − Le dije honestamente.
  • ¿No? − Me pregunta levantando la mirada.
  • No. Lo siento. − Le afirmé.
  • ¿No te molesta que te intentara besar? − Dice curiosamente.
  • A decir verdad, señora… − Empiezo diciendo.
  • ¿Podrías tutearme? − Me pide inclinándose un poco hacia delante en su silla.
  • No veo la diferencia, pero trataré, si así lo quiere. − Le digo acomodándome en mi silla, frente a ella.
  • Te lo agradecería. − Me mira complacida.
  • Bien, le decía, que el que quisiera besarme no me molesta en sí, pero me incomoda, trabajamos juntas. Usted puede no ser mi jefa directa, pero tiene ese cargo mientras el jefe no vuelva de vacaciones y… − Sigo diciendo pero me interrumpe.
  • ¿No te gusto? ¿Como mujer? − Pregunta con su mirada directa en mí.
  • No niego que sea guapa y que esté, por decirlo de alguna manera, de buen ver, pero no, como mujer sólo me gusta una chica. − Respondo algo incómoda.
  • Nunca antes me habían rechazado y menos de esta manera tan amable. Llego a pensar que estás siendo sarcástica. − Dice sonriendo a medias.
  • Pero no lo soy. Sólo soy sincera contigo ¿Preferirías que no lo fuera? − Pregunto a modo de tranquilizarla.
  • Preferiría que me dejaras acercarme a ti. − Me confiesa.
  • Como amiga y colega, todo lo que quiera, pero si sus intenciones son otras, le agradecería que entablara una distancia prudente entre nosotras. − Le pido mirándole a los ojos.
  • Tu chica, al vernos… se puso celosa. − Dice cruzando sus brazos.
  • Lo sé, pero hay otras cosas que tenemos que resolver antes de yo explicarle que usted y yo no tenemos nada.
  • Sólo amistad. − Dice con un tono de inconformidad en su voz.
  • Sólo amistad. − Le afirmo.
  • Bien, creo que ya lo hemos dicho todo. Es mejor irnos. − Dice incorporándose en su silla para luego levantarse de ella.
  • Si, creo que Mary aún me esta esperando. − Digo levantándome a la vez.
  • Bien, te veo mañana… chao. − Me dice yendo hacia la puerta.
  • Chao, Ximena. − Le digo saliendo por la puerta que había abierto para mí.

Le di un beso en la mejilla y me marché sin más. La situación era incómoda, me pidió tutearla, cosa que al parecer es importante par ella, pero difícil para mí. Es mi jefa ¿Cómo la voy a tutear? ¿Qué dirán los demás al notarlo? En fin, un problema, pero le dije que lo intentaría. La tutearé cuando estemos solas, así nadie dirá nada y yo me quedo tranquila.

No puedo negar que me inquieta un tanto el hecho de que quiera algo conmigo. Debo de confesar que no me lo esperaba. Como tampoco creía que para Mary ese tipo de cosas sea obvio. Y yo que la molesté por ello, creyendo que sólo era su imaginación y nada más ¡vaya error el mío! Lo peor del asunto es que Alejandra nos vio. La puso celosa su proximidad conmigo y más aún, el hecho que posara su mano sobre la mía ¡Qué fastidio!

Alejandra, Alejandra… ¿Qué voy a hacer contigo? ¿Cómo demonios se te ocurrió lastimarme así? Sé que el miedo y la presión, con Esteban ahí, pudo ser la razón por la cual dijiste eso y me hiciste ver insignificante, pero ¿Tenías que hacerlo dos veces? No alcanzaba con una, al parecer. No soy nada más que un beso para ti, el que hiciéramos el amor no significó nada, no fue lo suficientemente importante como para reconocer que me amabas delante de tu hermano, porque de lo contrario, no estaríamos en esta situación.

Ahhhhh ¡Cómo adoro a esa mujer! La necesito como no tiene idea y esto, más que hacerme mal, me hace idiota. Sé que me equivoqué al pedirle, de una manera no muy sutil, que se fuera ¡Quizás ya ni este en casa! Soy una tonta, fue por mí a la clínica y es obvio que se quedó a esperarme. Pude escucharla, intentar entender sus razones, pero es que me sentía tan herida en mi orgullo que sólo dije estupideces… yo no deseo que se vaya de mi lado. Aunque no seamos nada, sólo amigas, no quiero que se vaya y me deje sola… no quiero ¿Por qué tenía que hacerme eso?

  • ¡Epa, mujer! Llevo 20 minutos esperándote. − Dice Mary al verme salir por la puerta de la clínica.
  • ¡Mary! Lo siento, la jefa quería hablarme. − Dije acercándome a ella.
  • Sobre el "casi beso que te dio", supongo ¿no? − Me dice curiosa.
  • Sí. − Le digo comenzando a caminar hacia el paradero de autos.
  • ¿Qué te dijo? − Me pregunta caminando conmigo.
  • Pues nada, yo le dije que podíamos ser amigas, si es que lo quiere, pero que más allá, nada más. Fui bastante clara con ella. − Dije con mi mirada en el suelo.
  • Bueno, no te preguntaré más. Por tu cara, veo que bien no andas. − Dice tomándose de mi brazo.
  • Mejor. − Dije mirándole agradecida.
  • Te llevo a tu casa, anda… aprovéchame. − Dice sonriéndose.
  • Jajajja… te lo agradecería. No quiero esperar por un coleto, pero tampoco quiero llegar a casa sin que esté ella ahí. − Le digo cabizbaja.
  • Lo sé, preciosa. Se arreglará, ya verás. Aunque fuiste imprudente y dura con ella en la mañana. − Me dice con un tono serio.
  • Lo sé, pero… ¿Qué más podía hacer? ¿Cómo adivinar a lo que iba? Tal vez sólo quería que la dejara en paz con esto y deseaba que siguiéramos siendo sólo amigas. − Le digo, confesando mi temor.
  • ¡Alicia! no seas idiota. Fue porque te ama ¡Te esperó 3 horas mujer! Y en el frío. Dale mérito. − Me dice quitándole el seguro a la puerta del auto.
  • ¡Soy una estúpida! La dejé ir por necia y terca. − Dije algo desesperada.
  • Vamos… aún puedes alcanzarla. − Me dice, subiéndose al auto.
  • ¿Cómo sabes? − Digo subiéndome a la vez.
  • Hablé con ella por celular mientras te esperaba. − Me dice, poniéndose el cinturón de seguridad.
  • ¿Sí? ¿Qué te dijo? Dime... − Le pedí anhelosa.
  • Bueno, me preguntó cómo estabas porque no se atrevía a llamarte, luego me contó lo que pasó y me explicó, en pocas palabras, que se dejó llevar por el miedo, pero que no quiere perderte. − Dice buscando algo en su bolso.
  • ¿Sólo eso? − Dije intranquila.
  • También dijo que iría a casa para juntar un poco de sus cosas antes de que llegaras, ya que le dijiste con indirectas que se fuera. − Termina de decir al tiempo que enciende el motor.
  • Grrrrr… no me lo recuerdes. Pon el auto en marcha… ¡Dale! − Dije algo desesperada.
  • Bueno, no me estreses ¿quieres? Estás peor que cuando te diste cuenta que estabas enamorada de ella. − Dice riéndose de mí.
  • Entonces conduce, no quiero que se vaya. La quiero conmigo. − Dije poniéndome yo el cinturón.
  • Díselo, resolverías muchas cosas. − Me dice poniendo en marcha el auto.
  • Se lo dije, muchas veces en el transcurso de la noche, pero bastó que llegara Esteban y… todo se fue a la mierda en cosa de segundos. − Le dije algo molesta.
  • Tranquila, preciosa… ya verás como la alcanzamos. − Dice intentando tranquilizarme.
  • No entiendes, Mary… si yo pierdo a Ale… no sé qué haré. Ella, lo sabes, lo es todo. Te juro, prefiero tenerla como amiga a no tenerla en lo absoluto. − Le confieso.
  • ¡Pero mujer! No te pongas dramática, ella te ama, no la perderás. − Dice doblando en alguna esquina.
  • ¡Eso no lo sabes! Me vio con Ximena hoy por la mañana y por su cara… estaba celosa. Sus ojos… me dieron miedo.
  • ¡Ahh bueno! Ahora resulta que tienes una novia celosa y… Conque Ximena ¿eh? − Me dice mirándome de reojo.
  • No es mi novia, no aún. Y sí, Ximena, pero sólo cuando estemos ella y yo. − Digo mirándola.
  • Pero será tu novia de todas maneras… estamos llegando. − Me informa.
  • Gracias… me bajaré aquí, para el auto. − Dije quitándome el cinturón de seguridad.
  • Ali, que comenzó a llover ya. Te mojarás. − Dice parando el auto.
  • No importa. Sólo quiero llegar rápido. Te veo mañana… gracias. − Le dije bajándome.
  • Bueno… te llamaré más tarde para ver como te fue.
  • Bueno, sí… te lo agradecería. − Dije y cerré la puerta.
  • ¡Bien! Chao, chao.
  • Chao, Mary. − Dije y comencé a caminar.

Estaba a dos cuadras de la casa y, por alguna razón, estaba inquieta. No quería pensar en el hecho de que ya no estuviera allí. Necesitaba con todo que no se fuera de mi lado. La amaba, necesitaba… tenía que impedir que se fuera de mi lado… ¡Joder! Justo ahora tenía que ponerse a llover así, con todo. Vaya con la suerte mía, pero bueno… ya falta poco y estoy casi toda mojada ¡Qué fastidio! Me gusta el agua, la lluvia, pero ya me está fastidiando que llueva cada vez que yo tengo que salir, "es el karma" me diría Ale

Busqué en mi bolso las llaves mientras caminaba hacia la entrada. No las encontré. Me detuve en la puerta y comencé a hurgar en mi bolso. Estaba más que exasperada cuando las encontré, enredadas entre los audífonos de mi Mp3. cuando las pude sacar miré a mi alrededor y pude notar que el auto de Ale no estaba estacionado. Lo cual significaba que, o aún no llegaba o ya se había ido y llegué tarde a detenerla.

Metí la llave en la cerradura, di vuelta y la puerta se abrió. Sentí la presión en el pecho mientras entraba en la casa. Tenía un leve malestar en el estómago, estaba nerviosa. Tenía miedo, me asustaba demasiado no encontrarla, lo cual era lo más probable.

Las luces estaban apagadas. Dejé las llaves en la mesilla y me quité el abrigo mientras caminaba hacia la sala. La luz del poste de enfrente me daba un poco de visibilidad al caminar. Llegué al sillón, dejé mi abrigo mojado en él y me encaminé al cuarto de Ale. Sentía un malestar general, me dolía el cuerpo, me parecía que la cabeza me iba a explotar y me daba la impresión de que no avanzaba.

Me detuve en la puerta. Levanté mi brazo derecho con intenciones de golpear, pero no me atreví y lo dejé caer a mi costado. Me quedé quieta, necesitaba saber si estaba ahí, pero no tenía la fuerza suficiente para enfrentarla. Me equivoqué, pero ella lo hizo también y aún así, me sentía culpable por su llanto. Sentía unas ganas locas de abrazarla, besarla y mantenerla así, pegada a mí por siempre y…dejé caer mi frente en la madera y de pronto la puerta se abrió. Estaba abierta.

Empujé un poco más con mi mano la puerta y la vi vacía. Aunque a simple vista estaba todo en su lugar… para mí era evidente que ya no estaba.

  • Llegué tarde. − Dije en voz alta.

Caminé hacia su cama y me dejé caer en ella. Cerré mis ojos y las lágrimas comenzaron a salir. Sentía un malestar intenso en el cuerpo. Me sentía débil... podía sentir su aroma en toda la habitación y las lágrimas salían más agresivamente. La había perdido por mi necedad y orgullo. Era mi culpa…se fue por mi culpa, pensaba, y ese pensamiento no me dejaba hablar, me apretaba la garganta, sentía que me faltaba el aire cuando sentí la puerta cerrarse.

Me levanté de golpe y poco me faltó para correr hacia la sala y al llegar, no era ella.

  • ¿Qué haces aquí? − Le pregunté secándome los ojos con las manos.
  • Vine a hablar con Alejandra. La puerta estaba abierta. − Me dice caminando hacia el sillón.
  • Se fue de aquí, Esteban. − Le informé sin poder evitar llorar.
  • ¿Cómo? ¿Dónde se fue? − Me pregunta al tiempo que se sienta.
  • No tengo idea. Sólo sé que no está aquí. − Dije sentándome en el sillón de enfrente.
  • Es mejor así. Ustedes dos no… − Dice acomodándose.
  • Vete. − Le pido.
  • Alicia, entiende… si Ale, siguiera con esto… mis papás no lo aceptarían. − Dice levantándose.
  • Vete, Esteban. Tú no sabes nada de eso. No puedes estar seguro de ello. − Digo más para mí misma.
  • Lo estoy. − Me afirma.
  • Tus padres sólo quieren que esté bien y feliz. Tú eres el que está mal al no permitirle serlo con tus prejuicios y orgullo. − Digo algo exasperada.
  • Se fue ¿no? eso quiere decir que no esta segura. Es muy indecisa, lo sabes. La conoces mejor que ella misma. Si se fue, es porque no quiere esto. − Me dice con un tono irónico.
  • ¡Se fue porque yo se lo pedí! Se fue por mi estupidez.
  • Es mejor así. Lejos estarán bien y se olvidarán de esto. Podrías continuar
  • No volveré contigo, Esteban. Si es eso lo que piensas que pasará. − Le digo con dureza.
  • Yo te quiero, Alicia. − Dice acercándose.
  • Y yo amo a tu hermana. Es así de simple. − Digo retrocediendo.
  • Ella no te quiere lo suficiente como para quedarse contigo. − Me dice hiriente.
  • Ella se fue por mi culpa. Es mejor que te vayas, ya viste que Alejandra no esta aquí y espero no verte de nuevo por aquí. − Le digo indicándole la puerta para que se vaya.
  • Como quieras, pero sí te digo, ella no volverá. La conozco bien y el miedo puede más que ella. − Me dice mientras camina hacia la salida.
  • Asumes que la conoces, pero no lo haces. No ves más allá de lo que quieres ver, Esteban. Nunca te has detenido a pensar en lo que a ella le hace bien. Sólo piensas en lo que es mejor para ti. Eres egoísta, ahora lo veo. No eres ni una pizca de lo que pensé que eras.
  • Tú tampoco eres lo que pensé. − Dice dándose vuelta para mirarme.
  • Estamos iguales. Ahora vete. − Dije dando por terminada la conversación.

Esteban se giró en sí y se fue. Sentí la puerta abrirse y cerrarse una vez más para luego quedarme en total silencio. Un silencio que lejos de tranquilizarme me perturba. Ella se había ido y, de pronto, nada es como debe ser, nada es como debería ser con ella aquí. Está vacío, ella lo iluminaba todo con ese andar risueño, siempre sonriendo, haciendo sus cosas de aquí para acá y ahora… se ha ido.

En completa oscuridad y sólo con la luz que llegaba desde la calle, me fui a recostar. Caminé hacia su habitación, me detuve un segundo en la puerta y entré. Miré algunos cajones a medio cerrar antes de dejarme caer en la cama, volviendo a cerrar los ojos, respirando profundo me dejé ir. Sentía el cuerpo cortado… necesitaba de ella, su olor, sentirla de alguna manera conmigo, no quería perderla, pero lo hice y ahora me sentía tan sola en esta casa que comenzó a tener vida cuando ella entró a formar parte de mi vida cotidiana

No supe en qué momento me dormí, sólo sentí la alarma de mi celular sonando en la sala. Me levanté sin ganas, el cuerpo me dolía, el dolor de cabeza parecía haberse incrementado, me pulsaba al caminar. Miré mi celular y paré la alarma. Eran las 7 de la mañana, era hora de levantarse a trabajar y no quería. Me quería recostar, el cuerpo me lo pedía a gritos, quizás fue la lluvia de ayer y quedarme dormida con el pelo mojado, no lo sé. Pero tenía que levantarme por lo que me encaminé a la ducha pensando que trabajar me distraerá y no pensaré en Ale ni en que el hecho de que ya no está conmigo