Tristán
Un chico que me hace volar.
Esta es una historia que nace en Septiembre del pasado año. Los últimos días agónicos del verano, en que se empieza a sentir un ambiente melancólico que espera el infeliz invierno. Todo comenzó con el primer día de clases del nuevo cuatrimestre. Soy un chico normal, que algunas veces roba las miradas, pero nada en especial. No me enrollo más.
Aquél día llegué de costumbre como siempre a la uni a eso de las 3 de la tarde. Hacía buen tiempo, iba con un jean ajustado bota tubo, una camisa de rayas azules y blancas y unos Adidas azules con las tres rayas blancas características. Me entretuve un poco saludando a amigos que fumaban en la entrada al bloque y saludando a mi chica que no veía desde el día anterior. Cuando vi el reloj iba cinco minutos tarde a clase, así que fui corriendo.
Llegando al aula vi un chico que le había pasado lo mismo, llevaba un saco verde, pantalón beige, ajustado también. Estaba de espaldas a mí, así que no lo había visto bien, pero al voltearse tuve una sensación nueva para mí hasta ese momento. Era muy guapo, pero vamos, nunca había pasado por mi cabeza tal pensamiento.
Con un poco de vergüenza le pregunté:
- ¿Te han dejado fuera?
- Si tío, es con Rafael, ya sabes se la pasa de mala ostia todos los días.
- Jo… Y el primer día, pues nada la próxima entramos.
Eso fue todo lo que hablamos. Pero la intriga no tardó en invadir mis pensamientos, ¿Quién era? ¿Por qué estoy sintiendo esto? Ese día al llegar a casa aun pensando en lo que había pasado, me reprimí a mí mismo aquellos pensamientos, que hacían que sintiera movimientos en la parte abdominal baja y esa extraña sensación de ansiedad que todos hemos experimentado al probar algo nuevo.
Curioso, en la siguiente clase, decidí llegar 10 minutos antes, para que esta vez no cerraran la puerta en mi cara, pero vamos, con ustedes puedo ser honesto, era para verlo nuevamente. Llegó justo a tiempo, faltando 3 minutos para que empezara la clase, hablando con una chica y se sentó una fila atrás de donde yo estaba. Que atractivo era, no podía verlo más, no me podía girar, pero me daba miedo el solo pensarlo, ¿me gustan los chicos? Siempre me he considerado hetero, pero él despertaba mis más íntimos deseos de lujuria. Deseaba hablarle una vez más, saber su nombre, acercarme más, olerlo, verlo desnudo. Joder, los mismos que hasta ahora había sentido por una chica.
Atento escuché al llamado a lista, típico del profesor, un hombre mayor de unos 60 años, con barba envejecida y una espalda ancha que recordaba viejas glorias, que piensa que la universidad es primaria.
- Juan David Jaramillo
- Presente. Contesté
- María Nalda. Aquí
- Tristán Murcia. Alzó la mano.
Ya lo tenía, su nombre. Tristán. Me hacía recordar la antigua ópera que tanto gustaba a mi abuelo. Le daba aún más ese carácter misterioso a su personalidad, que lo único que hacía era aumentar mi curiosidad por él. Durante la clase, olvidando el tema momentáneamente, me di cuenta de que ya se habían establecido grupos de trabajo y que por suerte para mí, debían trabajar en pareja los únicos dos que faltaron a la primera clase.
Una sonrisa no demoró en dibujarse mis labios, y al girarme al verlo, me encontré con su mirada, fija de color marrón; traté de disimularlo haciéndole un gesto de aprobación que él respondió de la misma forma. Me invadió un sentimiento de vergüenza nuevamente que no estaba preparado para sentir mezclado con una emoción indescriptible.
Al final de la clase, se acercó a mí y me dijo:
Que mala leche tio, tenemos el doble de trabajo que los demás.
Ya… Pero vamos no es tan difícil.
Si, pues nada, Tristán.- Y me tendió su mano, trigueña, con poco vello, dedos largos y uñas bien cuidadas.
–Juan- le dije apretando su mano.
Aproveché el momento para pedir su móvil y aquí es donde empieza toda esta locura.