Tripulación caliente
Una azafata y un piloto viven un momento de pasión en un hotel.
Lo había visto muchas veces. En el avión, en el restaurante, en la oficina, en la piscina… Ahora estaba de pie al final del pasillo, con la llave de la habitación en la mano y una mirada penetrante, esa con la que nos intentaba intimidar a todas. Sonreía mientras me acercaba a él arrastrando la maleta después de un largo día de vuelo; las suyas reposaban junto a la entrada de su habitación, que se encontraba frente a la mía.
La luz del pasillo iluminó el rostro a Juan, marcando con más fuerza sus facciones, ya de por sí duras, eso le daba un aire rudo y peligros, que inmediatamente me hizo sentir un hormigueo en el bajo vientre. Todavía llevaba el abrigo puesto, aunque recordaba haber visto su cuerpo atlético, que me había sacado más de un suspiro y que me había acompañado más de una noche en sueños.
Ya a su altura me dedicó la mejor de sus sonrisas. Su piel ya se había calentado al estar tanto tiempo en el hotel y en contacto con la mía, todavía fría, el hormigueo pasó a ser algo más.
-¡Que fría estás!
-Hace frío -repliqué, asiendo con fuerza el asa de la maleta, intentando ver cómo tomar el control de la situación.
Llevaba mi abrigo en el brazo y en la mano libre la maleta. Intenté hacerle ver que iba a sacar mi tarjeta, pero antes de comprender mis intenciones, se acercó a mí con las manos extendidas y las posó sobre mis caderas.
-Esta talla no es la correcta -dijo, tirando levemente de la tela-. ¿Por qué no has pedido otra?
Sentí la presión de sus grandes manos a ambos lados de la cintura y a pesar de estar hablando de mi uniforme, lo único que quería pedirle era que me lo quitara.
-¡Lo hice! Pero aún estoy esperando… Como no la tengas en la maleta…
-¿Quieres ver lo que tengo en la maleta?
Lo miré sorprendida y encantada con esa pregunta. Noté el calor llegar a mis mejillas, así como notaba la creciente presión que ejercía sobre mis caderas. Me imaginé por un momento cómo sentiría esos labios tiernos deslizándose por todo mi cuerpo, a la vez que me sujetaba de otras mil maneras. Quise dejar de hablar de trabajo y comenzar a recorrer ese cuerpo con la boca.
Por supuesto que notaba el efecto que producía en mí, lo había notado desde el primer momento que me perdí en su boca, en su cuerpo, en esos ojos que me devolvían una mirada torva que me prometía una costa de placer pleno. El hormigueo se extendió a mi garganta y se convirtió en una presión más fuerte que la que él ejercía sobre mí. Pronto comprendió que ya no iba a decir nada más, se apartó de mí y volvió a sacar la llave de su habitación.
No podía dejar que se fuera con esa sonrisa de suficiencia en el rostro, como si fuera tonta y tan solo el hecho de que me tocara me dejase sin habla. Dejé el abrigo sobre la maleta y salvé la distancia que nos separaba, pasé ambas manos sobre sus hombros, lo hice dar media vuelta y lo empujé con fuerza contra la pared. La expresión de su rostro cambió rápidamente de la sorpresa a la expectación. Se preguntaba qué iba a hacer yo ahora.
-¿Esto es lo que quieres? -le pregunté, pegándome a su cuerpo. Su abrigo nos separaba y me impedía hacerle sentir todo mi cuerpo.
-No sé qué es esto -respondió, con una voz que no pretendía ocultar su interés.
-Siempre intentas alterarme -le dije, sin querer dejar que tomara el control de nuevo. Iba a comenzar a hablar pero me apresuré a continuar-: ¿Esto es lo que quieres? -repetí, desabrochando su abrigo con lentitud.
-¡Joder! -exclamó cuando deslicé las manos a lo ancho de su pecho. Su respiración se iba acelerando-. Tengo que decir que sí –pasó un brazo por mi espalda y me atrajo hacia sí.
Me sonrojé al notar lo que crecía entre sus piernas pero no aparté la mirada de esos ojos penetrantes. Me elevó el rostro hacia el suyo con un movimiento de la mano, dominante. No dejándome olvidar que se encontraba ahí conmigo y que era lo único que debía mirar en ese momento. El hormigueo se extendía ya hasta el lugar en el que reposaba su mano, que fue bajando con exagerada lentitud hasta mi trasero.
-Definitivamente -dijo, agarrándolo con fuerza y haciéndome soltar un suspiro-. Esto es lo que quiero. ¿Es lo que quieres tú? -añadió, al ver que yo no decía nada.
-Entrarás en mi habitación -comencé a decir tras soltar una risilla, imaginando que algún miembro de la tripulación nos veía-. Te haría las cosas que están pasando por tu cabeza, puede que más -dejé que su imaginación volara un instante-. ¿Y después…? -pregunté, esperando que dijera algo ingenioso-. Después nada -concluí.
Me separé de él y de su evidente erección, muriéndome de ganas de ver cómo se desarrollaba bajo los pantalones… Tras ver la sorpresa de nuevo en su rostro, di media vuelta, ocultando una sonrisa.
-Después de esto -susurró, abrazándome por detrás y dejando caer su mano por mi vientre-, tan solo habrá más.
Apenas conseguí sacar la llave cuando me hizo girar sobre mí misma y me empujó contra la pared, dejándome atrapada entre sus brazos. El hormigueo se extendió por todo mi cuerpo cuando choqué contra el suyo. Su boca casi rozaba la mía, pero mantenía una distancia... Quería hacerme desearlo con fuerza. La busqué como quien nunca ha bebido de un beso. Rodeé su cuello y me entregué plenamente a su abrazo.
El hormigueo creció en mi interior y el calor llegaba a cada fibra de mi ser. Se estrechó contra mí todavía más, haciéndome notar su miembro que palpitaba bajo sus pantalones. Sus manos se deslizaban con avidez sobre mi cuerpo, no solo yo quería arrancarle la ropa y ver qué había debajo; su lengua irrumpió en el interior de mi boca, entrelazándose con la mía. Detuvo el frenesí del beso y me miró fijamente a los ojos. Ahí estaba esa mirada que hacía temblar mis piernas.
-Quiero arrancarte todo esto -gruñó, mordiéndome un labio y estirando de la camisa. A pesar de llevar media cara llena de carmín rojo, se veía como el hombre más sexy del planeta.
Sonreí al dar media vuelta para abrir la puerta de la habitación. Lo miré con descaro y entré arrastrando la maleta.
-¿Vienes?
Se apresuró a su habitación y tiró de cualquier manera las suyas en el interior. Pasó despacio a través de mi puerta, yo lo esperaba de pie, a un paso de la cama.
-Veamos si es cómoda.
-Déjate el pañuelo –me pidió estirando de él para atraerme hacia sí.
Lo empujé contra la cama y comencé a desabrochar los botones de la camisa. Notaba como mis pechos vibraban ante la visión de aquel adonis tumbado para mí, esperando a que me abalanzase sobre él y le hiciera mío.
En sus ojos brillaba la certeza de lo que haríamos esa noche; ese mismo sentimiento ardía en mí y empapaba el interior de mis piernas.
-¿Me dejo algo más? –le pregunté mientras me apartaba los lados de la camisa para que la visión de mis pechos comenzase a turbarlo.
Se acercó hasta el borde de la cama y me hizo sentar sobre él. Metió la cabeza entre mis pechos y los llenó de besos y de saliva. Su mirada era la de un animal y eso me estaba volviendo loca.
-Te he dicho que quería arrancártelo yo.
Me empujó con fuerza contra la cama. Sentir el peso de ese cuerpo hizo que me humedeciera más y que diera un pequeño grito de sorpresa. Deslizó la boca hasta el cinturón de mi falda y comenzó a quitármelo con los dientes. Sentí sus manos en el centro de mi vagina y su sonrisa al notar lo mojada que estaba me hizo sonrojar ligeramente. Con algo de esfuerzo me quitó las medias, pero me dejó las braguitas y la falda recogida sobre la cintura. Me sujetó las muñecas con fuerza contra la cama, mientras dejaba un camino de mordiscos por todo mi cuello.
-¿No vas a dejar que me mueva?
Soltó una risita que nunca le había oído.
Puso un dedo en mis labios, el cual me llevé inmediatamente a la boca. Lo recorrí con la lengua sin dejar de mirarle a los ojos. Dejó libre un gruñido y me sujetó el rostro con lo que lo que le quedaba de mano.
-Di que te moverás cuando yo lo diga.
Todavía tenía mi rostro sujeto con una mano, mientras con la otra continuaba presionándome la muñeca contra la cama. Sus piernas me rodeaban la cadera y todo su torso me cubría como una prisión delicada que tan solo prometía placer.
-Sí.
-Dilo –repitió, sin dejar de penetrarme con su mirada.
Sentía que mi sexo iba a estallar de un momento a otro, quería que me tocara, que se sacara el miembro y me dejara cabalgarlo hasta el orgasmo y me estaba gustando que me estuviera haciendo esperar.
-Me moveré cuando me digas.
Sonrió torvamente y apartó las manos de mí. Se irguió y espero a ver si me movía. Como me mantuve en la posición vio que había entrado en su juego y que me entregaba a él. Se desabrochó los botones de la camisa con una lentitud pasmosa, que me hizo pensar que tardaría toda la vida en verlo desnudo. Al final dejo al descubierto ese pecho que parecía haber sido esculpido en piedra, quería pasar mi boca por todo aquello. Me detuve un momento en su entrepierna, todavía cubierta por el pantalón que parecía más un volcán a punto de erupción.
-¿No me dejas verlo? -me miró sorprendido, como si no me esperase escuchar-. ¿Tampoco quieres que hable?
-Quiero –se acercó hasta mis labios al pronunciarlo. Me besó con una delicadeza cubierta de un deseo salvaje-. Pero prefiero que gimas. Desabróchame el pantalón.
-Sí, señor –dije, riéndome.
-Jamás me había puesto tanto que me dijeran eso.
Le quité el cinturón y bajé la cremallera, dejando libre un bulto que me hacía adivinar su tamaño. Me mordí el labio imaginándolo completamente libre de la ropa. Me pasó una mano por un hombro, bajando el tirante del sostén que todavía llevaba puesto; hizo lo mismo en el otro. Metió la mano en uno de mis pechos y lo estrujó hasta que me hizo desear que pellizcase el pezón y como si lo hubiese adivinado, pellizcó uno entre los dedos. Lo complací soltando un gemido.
-Métetelo a la boca –le pedí con urgencia, notando como no quedaba nada de mi tanga seco.
-Sí, señora.
Su mirada perversa se escondió entre mis pechos y de repente sentí su lengua jugueteando con él. Liberó por fin mi pecho del sujetador, lo cual me hizo sentir un escalofrío. Se detuvo un instante observando mis pechos. Me clavó esa mirada ardiente, con la que sentía que me atravesaba. Llevé las manos a su entrepierna y le bajé los calzoncillos para poder admirar de una vez aquel miembro que deseaba tener dentro.
Moví las manos arriba y abajo, sujetándolo con firmeza. Entreabrió la boca y cerró los ojos, disfrutando del momento. Mientras deslizaba una mano, con la otra comencé a acariciar sus huevos, notando la suavidad y lo duros que estaban, en cualquier momento haría que se corriese. Empecé a estirar de él, porque quería tenerlo dentro de mí a toda costa. Entendió qué era lo que le sugería y se dejó arrastrar hasta mi boca. Apenas puse la lengua sobre la punta y noté su sabor a semen y a hombre, un escalofrío recorrió mi baja espalda hasta mi vientre.
De repente, unos golpes en la puerta nos alarmaron. Él se apartó de mí y yo me apoyé sobre los codos, queriendo que fuera solo una llamada errónea. Los golpes se repitieron y esta vez, llamaron mi nombre con urgencia.
-¡Rápido! ¡Escóndete!
-¿Dónde quieres que me esconda?
-¡En la bañera!
Lo empujé hasta el baño y tomé una toalla de forma apresurada, para intentar despachar a mi amiga rápidamente.
-¡Espera! –dijo, atrayéndome hacia sí una vez más-. Tienes pintalabios en la cara, continuó diciendo mientras me besaba y metía la mano bajo la toalla.
-¿Qué haces? ¡Están llamando…!
La voz en la puerta me gritaba con más urgencia. Y sus dedos se abrían paso a través de la toalla y de mi tanga, encontrando el camino húmedo hasta mi placer. Deslizó los dedos arriba y abajo y me sujetó con firmeza mientras me mordía los labios.
-¡Líbrate de ella! Además…, me dijiste que te moverías cuando te lo dijera y lo has hecho cuando has querido –aumentó el ritmo del movimiento entre mis muslos-. Voy a tener que hacer algo para castigarte.
-Le diré que me encuentro mal –balbuceé-. No hagas ruido.
Me tambaleé hasta la puerta, con la intención de despachar a mi amiga rápido, tenía a un adonis en el baño y quería ver a qué me llevaba la promesa de ese castigo.
CONTINUARÁ.... Dejadme en los comentarios qué os gustaría qué pasase con nuestra protagonista y su amiga. ¿Se irá y podrá seguir con su noche de sexo o su amiga se dará cuenta de algún detalle olvidado?