Trio y dominacion en Canarias

Unas vacaciones, una isla, una playa nudista. Un suceso inesperado cambia nuestra realidad como pareja para siempre.

Habíamos planeado aquellas vacaciones durante meses. Nuestra estancia en Canarias debía coincidir con nuestro primer aniversario, y decidimos celebrarlo a lo grande. Hacía tiempo que César y yo necesitábamos un descanso, así que nada mejor que viajar a un clima cálido y tumbarnos al sol en alguna recóndita playa, nudista a ser posible.

Los primeros tres días de los diez que teníamos planeados fueron los más románticos que yo recordaba hasta la fecha. César se mostraba tierno y entregado y yo estaba encantado de que mi hombre me mostrara su amor y devoción a todas horas. No obstante, el cuarto día sucedió algo que me demostró que el César que yo conocía hasta entonces, aparentemente fiel y enamorado tenía un lado mucho más oscuro, como casi todo el mundo, que yo no había descubierto aún, y es posible que él tampoco.

El cuarto día en Gran Canaria decidimos ir a una playa nudista algo alejada del hotel, para lo cual alquilamos un turismo. Al llegar comprobamos que no había demasiada gente, tal como nos habían dicho en el hotel, y casi todos eran o parecían gays. Nos tumbamos al sol cerca de la orilla en un lugar solitario (la playa era inmensa y de arena fina, formando enormes dunas). Nos bañamos juntos un par de veces y tomamos el sol un rato, escuchamos música en el mp3, lo normal en un día de playa, solo que desnudos.

Habíamos hecho el amor salvajemente la noche anterior, por lo que no se nos ocurrió nada de naturaleza sexual, a pesar de que nadie podía vernos allí. Sin embargo, en un momento determinado, empezó a pasearse por la orilla un chaval de no más de 20 años, con un cuerpo de impresión (aunque nosotros estamos musculados, el cuerpo de aquel chaval era una verdadera obra de arte, moreno, muy bronceado, con un culo precioso, y además era muy guapo, las cosas como son). Empecé a sentir una extraña sensación de incomodidad, porque era evidente que el chaval estaba interesado en nosotros y no paraba de pasearse arriba y abajo por la orilla frente a nuestro sitio sonriendo maliciosa-mente. Yo intentaba distraer la mirada, pero era evidente que César, por más que intentara disimularlo, se había quedado prendado de aquel chaval, o al menos, su polla eso empezaba a manifestar. Para mitigar la tensión, empezamos a hacer bromas entre nosotros, sobre quien sería el primero en caer y poner los cuernos al otro, algo que hasta entonces nos parecía muy difícil que ocurriera. Sin embargo, yo observaba que a pesar de restarle importancia, su polla había alcanzado el estado de erección total, unos 18 cm de carne, y al girarme pude ver que el chavalín canario tampoco parecía indiferente.

Nos besamos y comencé a mamarle el rabo, primero despacio y después sin piedad. El no paraba de gemir, pero lo que temía no tardó en suceder. El chaval, ante las muestras de pasión evidentes, perdió la poca vergüenza que le quedaba, y se acercó pajeándose hasta colocarse prácticamente a nuestro lado. Había que tomar una decisión ya, y yo ingenuamente confiaba en que César tomaría la decisión correcta y le diría amablemente que se alejara, o, todo lo más, que se conformara con mirarnos. Pero no fue así como pasó: la excitación era muy grande y César súbitamente me levantó la cabeza con una mano para apartarme suavemente de su rabo, mientras con la otra acercaba la del muchacho que empezó a lamerle con ganas sin mediar palabra. Yo me quedé alucinado, no sabía que hacer ni como reaccionar, de repente es como si me hubieran expulsado del paraíso, pero tampoco me dio tiempo a decir nada porque César me acercó a su cara y me besó en la boca con una pasión inusitada y una sonrisa irónica en los labios, como diciendo, "tranquilo, no pasa nada, solo quiero pasar un buen rato".

Después de besarnos durante un minuto, mientras el desconocido le lamía la polla a conciencia, mi novio se limitó decirme en voz muy baja al oído:"ahora los dos a la vez".

Yo no sé si estaba más decepcionado que excitado, pero me venció la curiosidad, y me acerqué a su húmedo miembro. No sé el rato que pasamos el canario y yo compartiendo aquel precioso trozo de carne, pasándolo de una a otra boca y haciendo causa común mientras los gemidos de mi novio me excitaban cada vez más. Cuando el chico canario se acercó y me comió la boca, yo creí que iba a explotar. Estuvimos así un buen rato, hasta que César se incorporó y continuó ofreciendo su rabo al canario, morreando con él de vez en cuando, lo que me ponía cada vez más furioso, pero trataba de contenerme. Cuando me acerqué a ellos, que no hablaban entre sí, César me abrazó y compartimos un beso múltiple. Su cabeza giraba de un lado a otro, comiéndole la boca primero al canario y luego se giraba y hacía lo mismo conmigo. No hacía falta palabras ni explicaciones. Comencé a pajearme, hasta que César me indicó con un gesto que me agachara y le comiera la polla al canario. No me apetecía mucho, y me resistí un poco, por lo que, en previsión de problemas, César me dijo al oído, muy despacio: "Quiero que le comas el culo y se lo abras completamente, y cuando notes que está muy abierto, vas a la bolsa, coges un condón y me lo pones". El tono era suave, pero yo le conocía y no dejaba opción a pensar que estuviera bromeando.

No sabía que hacer, la verdad es que mi novio de repente me parecía un desconocido, pero el mundo es así, y todo el mundo tenemos fantasías al fin y al cabo. La suya se estaba haciendo realidad en ese momento al parecer. Con desgana, pero con un calentón del quince, indiqué al chaval, que se pusiera a cuatro patas, a lo que accedió sin problemas, por lo que llegué a la conclusión de que era muy pasivo, y no le importaba que me lo follara yo también. Mientras César nos observaba con un sonrisa de placer y se pajeaba al mismo tiempo, yo le fui abriendo el culo poco a poco, primero con la lengua, a lo que respondía con tímidos gemidos, y después con los dedos, hasta que noté que el orificio se iba abriendo como una flor, algo nada difícil por otra parte, pues el chaval pese a su juventud parecía tener bastante experiencia anal. Estaba absolutamente excitado para entonces, sobre todo cuando miraba de reojo y veía a mi novio pajeándose sin contemplaciones. Me levanté y fui a la bolsa a buscar la caja de condones que providencialmente siempre llevábamos en nuestras salidas. Abrí uno de ellos y se lo encasqueté como pude a César, que parecía impaciente por follar. No contento con esa humillación, me indicó que le apetecía que me pusiera delante y le abriera el culo de aquel voluntario. Ya metido en faena, me daba igual, me senté sobre la espalda del chaval que seguía a 4 patas y mirando hacia la posición de mi novio, le abrí los cachetes del culo, para que César pudiera contemplar el ojete abierto de su presa.

Lentamente se la fue introduciendo, marcando el ritmo.y para entonces mi excitación no conocía límites. Mientras se la clavaba sin piedad al chaval, empezamos a morrearnos, le pellizqué los pezones, le pasaba la mano por la espalda, hasta que él me dijo: "¡Empújame el culo, como si necesitara ayuda!". Puse la mano en su culo, que se movía al vaivén y aquello me pareció absolutamente excitante. Estuvo un buen rato follando en varias posiciones, de lado, el chico encima de él y besándose con ternura, lo que me excitaba y me ponía celoso al mismo tiempo, y luego de frente, también besándose a veces, mientras yo miraba incrédulo. Posiblemente el chaval hubiera deseado que yo hubiera tomado una actitud más activa con él y le hubiese ofrecido mi rabo o algo así, pero es que en ese momento mi novio atrapaba toda mi atención, yo estaba como hipnotizado mirando lo que hacía sin terminar de creerme que aquello pudiera ser real.

Sin embargo, la mayor sorpresa estaba por llegar. Después de un rato interminable clavándosela y martirizándome al tiempo que poniéndome cachondo con frases como: "¡Mira como me le follo, ¿te gusta verlo, verdad?" y otras por el estilo, me anunció de repente con una sonrisa maliciosa: "No te pienses que te vas a ir de rositas, ponte a cuatro patas, que me voy a correr dentro de ti". Yo obedecí sumisamente, siguiéndole el juego, pensando que al menos se cambiaría el preservativo antes (nosotros hasta entonces siempre habíamos hecho el amor con condón, pero aquel día iban a caer muchos tabúes, uno detrás de otro), pero, para mi sorpresa, cuando decidió que estaba listo para correrse, simplemente se quitó el condón, lo tiró a la arena, y me metió la polla a pelo. Tras un par de estocadas, se corrió dentro, lo que aumentó aún más mi sensación de humillación, porque parecía que lo único que quería era "limpiarse" en mi culo, como si de repente hubiera pasado a la categoría B. De pronto ya sólo servía para recoger la lefa que había puesto en acción un tercero.

Yo estaba muy excitado, pero aquello parecía no tener fin. Sin mediar palabra, se acercó a mi cara y me la metió llena de lefa en la boca, mientras morreaba con el otro chaval. El otro chico no pudo evitarlo y se corrió en mi cuello y mi pecho al instante, y eso mismo hice yo al sentir el contacto con el espeso líquido. Todavía nos quedamos un buen rato los tres en la arena, besándonos y sonriendo, sin hablar, hasta que el chaval se disculpó y dijo con su suave acento canario, que sus amigos le estarían buscando y tenía que marcharse. Nos quedamos solos y abrazados mi novio y yo, como dos extraños. Yo estaba a punto de llorar, pero él no parecía afectado. Simplemente dijo: "Lo importante es que nos queremos y que nos ha gustado". Yo no pude por menos que responder:"Te habrá gustado a ti, claro". Pero él me respondió con sorna: "No veo que hayas salido corriendo. A ti te excitaba tanto como a mí. Te pone cachondo pensar que tu novio se folla a otro tío, reconócelo". No supe que contestar. El me dijo: "No te preocupes, habrá más ocasiones. Me ha gustado y lo hemos pasado bien. De vez en cuando, si surge, lo haremos. Pero siempre que sea yo el que penetre. No quiero que nadie te vaya follando por ahí". Vaya, pensé, ya salió el toque machista. Nunca lo hubiera sospechado. El tiempo le daría la razón. Tiempo después, en una discoteca de Calpe, conocimos a un chaval jovencito que parecía pasivo, y nuevamente se repitió el proceso, pero en esta ocasión él me pidió que me acercase y le preguntase directamente si quería comerle el rabo a mi novio. Al unir placer propio y humillación ajena nuestra relación se transformó lentamente, y aunque seguimos juntos, él terminó confesando que siempre soñó tener una relación estable con un inferior jerárquico, no necesariamente un esclavo, pero sí alguien que le reconociera como macho dominante. Y en eso estamos, tres años después. No puedo decir que sea lo que siempre soñé, pero pasada la sorpresa inicial debo decir que me gusta mi papel y estoy a gusto en él. Vivimos juntos, él es cariñoso y considerado, pero firme en sus pareceres, tenemos sexo cuando él quiere, y si le apetece, buscamos un tercero, siempre con la condición de que él vaya de activo dominante. Muchas veces me relega al papel de mirón mientras se folla a alguno, pero me excita igual, está muy bueno y folla como un dios griego. Otras veces participo y hasta en una ocasión dejó que me follara un amigo suyo hetero que sentía curiosidad por el mundo gay. Todo en el sexo y en el amor vale si dos personas están de acuerdo, y a veces la vida es más llevadera y excitante de esta manera que como pareja tradicional.

A nosotros nos ha servido para conocernos mejor y aceptar nuestro lado oscuro, que a fuerza de rastrearlo ya no lo parece tanto.