Trío en una noche especial II
Ana se estaba metiendo dos dedos a una velocidad considerable. En mi estado de éxtasis, provocado por la verga de Rogelio, sólo había una cosa en la que podía fijar mi atención: los pechos de Ana, que brillaban por el sudor. Además, para variar, ella no dejaba de mirarme mientras se tocaba...
— Quiero tragarmela entera. Ayúdame a empujar, que llegue hasta el fondo.
Yo no sabía exactamente lo que estaba haciendo, creo que él tampoco. El caso es que me la metí lentamente, haciendo que pasara por mi paladar, llegó a la campanilla, la metí un poco más y me dieron ganas de vomitar, pero aguanté, y lo miré mientras empujaba. El me agarró por la nuca y empujó también. Joder, se metió entera, pero tuve que sacarla. Casi me sale la cena también. Estuve tosiendo, se me metieron los jugos gástricos por la nariz. Ana tenía que estar flipando. Me recuperé y volví a metérmela. Golpe a golpe la fui introduciendo más adentro. Otra vez hasta el fondo. La sensación de ahogo era angustiosa y otra vez las arqueadas presentes. Moví la cabeza lo que pude, haciendo un ruido que me salía de dentro, luchando con el instinto. Pero la tenía ahí como un auténtico putón. Me la saqué, lentamente, con los ojos llorosos, la baba me caía por los pechos y me los acaricié, pellizcandome los pezones mientras lo miraba, satisfecha.
Me cogió del pelo, por la nuca, y me llevó a la cama, poniéndome bocarriba, con la cabeza saliendo del colchón. Me metió la polla en la boca y me la empezó a follar. Sentía cada centímetro de su piel cuando el falo recorría mis labios al entrar y salir. Si veía que el capullo se iba fuera, agarraba la polla y chupaba más. Y él la volvía a meter más adentro. Con la otra mano me estaba frotando la pipa a placer, igual que él me metía la polla en la boca. Empujó hasta que me la tragué enterita otra vez. La excitación de ser tan puta estaba pareja con la angustia de tener esa masa en mi garganta. Me empezó a obsesionar la idea de tener su semen en mi boca, tragármelo. Pero antes quería esa polla dentro de mí, en otro sitio. La tenía tan dentro que no podía ni tragar ni respirar, y tuve que sacármela como pude, volviendo a toser. Cuando me recuperé, me volvió a poner en la cama bocarriba, pero esta vez fue él quien se llevó mi sexo a su boca. Besó mi clítoris con suavidad, sólo con los labios. Luego sacó la lengua y empezó a frotarla con mi pipa. Yo estaba muy excitada, entregada. Me daba la sensación de que iba a venirme muy pronto. Mientras hacía esto, separó con sus dedos los labios de mi vulva y empezó a besarlos. Poco a poco a los besos le acompañaban la lengua. Primero se acercaba a mi vagina en un breve lameteo, y luego sentí el movimiento dentro de mi. Empezó a mover la lengua por todos lados. Yo gemía. La sacó y volvió a mi pipita, pero introduciendo un pulgar en mi rajita. Empecé a sentir que me corría cuando noté el índice alrededor de mi ano. Cuando terminé de correrme me vi pellizcándome los pezones, con su pulgar en mi coño y el índice bien metido en el culo.
Me miró, y tal y como lo hizo, supe que me iba a meter la verga. Sin moverme, boca arriba y con las piernas abiertas, me metió la polla, primero la punta, luego el resto, parecía mentira lo que me cabía. Empezó a follarme con muchas ganas, mi coño estaba hiper lubricado. Me veía tan chica con ese hombre encima y esa polla dentro… y él me veía igual porque empezó a manejarme como si no pesara. Me asió los pies y me cerró las piernas, con la polla dentro. Tenía mis rodillas tocándome los pechos, y me follaba mientras me tenía cogida los tobillos con una mano ¡Tenía ganas de gritar de placer! ...puede que lo hiciera. Paró y sacó la verga. La pasó por la pipa, la vagina y el culo. Yo suspiré y me estremecí al pensar que me la iba a meter por ahí. Sin embargo, colocó otra vez el glande en mi vulva, lo entró poco a poco, y siguió follándome, con toda esa polla dentro de mi y las piernas cerradas, sentía mi coño muy apretado. Sudando, me sujeté las piernas por detrás de las rodillas. Empecé a gemir y él empezó a follar más rápido. Con sus empujones me veía cada vez más fuera de la cama y me sujeté a sus brazos para hacer fuerza hacia abajo, notando la verga más adentro y haciendo que mi clítoris se estremeciera cada vez que entraba en contacto con su ingle. Sacó la polla, se levantó y, dando un rodeo por la cama, me la metió en la boca. Se la cogí y empecé a mamársela. La polla sabía a mis jugos y eso me puso aún más a cien. Creía que se iba a correr y le masturbé mientras chupaba el glande, pero en esa posición me era muy incómoda la felación. Me puse a cuatro patas y volví a metérmela hasta el fondo. Le iba cogiendo práctica y me sentía cada vez más cómoda con el glande en mi garganta, pero no podía evitar que al sacarla un mar de saliva saliese con ella. Me sentía muy zorra viéndome atragantada con su verga, y eso hacía que no pudiera dejar de hacerlo.
Como estaba a cuatro patas, me cogió en volandas y me dio la vuelta. Me escupió otra vez, ahora en el ano. Hacía muchísimo tiempo que no me la metían por ahí. Sentí su glande intentando entrar. Quise decirle que tuviese cuidado, pero cuando noté su aliento en mi culo, comprendí que él iría con tiento. Noté la punta de su lengua arriba y abajo, rodeando mi ojete y me excitó mucho. Después su lengua se abrió paso hasta que llegó bien dentro. Sentí cómo metía un dedo, y luego otro. Empecé a tocarme el clítoris y sentí otra vez el glande a las puertas de mi culo.
— Fóllame, métemela toda en el culo —parecía que alguien sacaba esas palabras de mi boca… ¡me había poseído la puta que llevo dentro, jajaja! Si Ana estaba escuchando al otro lado de la puerta, no le di ninguna opción a la imaginación.
Rogelio me la metió, ya lo creo. Me abrasaba y sentía el culo muy abierto. Tenía un placer inmenso y su polla era como un palo que abría y cerraba mi ano. Yo no paraba de tocarme la pipa, el coño no dejaba de lubricar y tenía los dedos arrugados. Me acerqué la almohada y la mordí para no gritar de placer.
— Me voy a correr —me dijo.
— Córrete.
Y se corrió en mi culo. Sentí su leche dentro y siguió follándome un poco más hasta que sacó la polla. Me di la vuelta y volví a metérmela entera en la boca, aunque ya iba disminuyendo su tamaño. Se la chupé hasta que dejó de estar dura como una piedra.
Nos echamos en la cama, extasiados. Fui al baño del dormitorio a asearme un poco y cuando salí, él no estaba y la puerta estaba abierta. Entró al rato con dos vasos de agua y dos copas de vino, pero seguía desnudo.
— ¡Vas a despertar a Ana! ¿Y si te ha visto así?
— Está dormida —esto lo hizo haciendo un gesto como si no le importase lo que decía.
Se había dejado la puerta sin cerrar del todo y una ligera penumbra dejaba ver el pasillo. Fui a cerrarla pero me cogió de la mano.
— Ahora vas a ser más puta aún —me lo dijo al oído. No me gustaba del todo la idea de tener a Ana mirando… no del todo. Mientras me hablaba, yo tenía mi mano a la altura de su polla, la rozaba ligeramente y notaba cómo se iba recuperando—. Seguro que eres capaz de ponérmela dura otra vez.
Estaba muy cortada. Miré de reojo hacia la puerta y me aseguré de que en el pasillo no había nadie. Me convencí de que la muy cerda estaba durmiendo la mona. Me puse frente a él, le cogí la verga con una mano y con la otra le cubrí los testículos. Imaginé que yo estaba al otro lado de la puerta y pensé en las guarradas que podría ver desde ahí. Así que empecé a acariciarle el escroto mientras lo miraba sonriente. Con la otra mano notaba la verga perdiendo la flaccidez, y empecé a moverla lenta pero intensamente. Me arrodillé y me metí sus huevos en la boca mientras dejaba que su verga reposara en la palma de mi mano. Le estaba dando la espalda a la puerta, así que decidí ponerme al otro lado, pero haciendo exactamente lo mismo, para poder ver si se acercaba nuestra incómoda invitada. Tenía un huevo en la boca y la mano que sostenía la polla se movía lentamente. Entonces la vi. Se había acercado un poco a la puerta, creyendo que estaba en la oscuridad. Por lo que pude entrever, estaba sin el pantalón del pijama, con el tanga puesto, y creo que se estaba tocando. Me escupí en la mano y empecé a masturbar a Rogelio con lentitud, pero a conciencia, quería que Ana viera la verga en su plenitud. Yo también empecé a tocarme y no podía dejar de mirar de reojo al pasillo, mirando las piernas de Ana y su mano metida dentro de la chaqueta del pijama. Me puse de manera de que ella no me pudiera ver los ojos. Por mi actitud, Rogelio se dio cuenta de que teníamos visita.
— Chúpame la polla.
Dejé de masturbarlo, pero no se la solté, y me quedé mirándolo. Entonces me cogió por los pelos y me llevó a su verga, sin hacerme daño, sólo para representar el numerito de dominación para nuestra mirona. Saqué la lengua y dejé que el capullo la usara como vía de entrada a mi boca. Le sujeté el rabo y empecé a metérmela y a sacármela, haciendo un enorme ruido de ventosa cuando salía. Le estaba haciendo un mamazo de baja intensidad, esperando a que él reaccionase, y lo hizo. Me cogió del cogote y empezó a mover la cadera, follándome la boca, pronto empezó a mover mi cabeza también. Sin embargo era yo quien dirigía la entrada y salida de la polla, al menos en parte. Cada vez me llegaba más adentro, hasta que me la metió en la garganta. Ahí me la metí más, y en una perfecta coreografía, él empujó un poco más. Aguanté lo que pude, sacándola después con la tos sobrevenida. Ana se estaría satisfaciendo a placer.
Le seguí masturbando, con intervalos en los que le chupaba el capullo y en otros en los que volvía a hacer una penetración profunda. Mientras le movía la polla, le pedí que me la metiese por el culo. Me volvió a coger del pelo y me arrojó a la cama, me puso a cuatro patas y me escupió en el ano. Pronto consiguió meterme el capullo y el resto de la verga después.
— Así, métemela entera.
La tenía muy gorda y empezó a molestarme un poco. Me mojé los dedos y para lubricarla, pero apenas pude, él me ayudó escupiendo otra vez y dejando que la propia polla repartiese su saliva, follandome con fluidez. Yo estaba fuera de mi. Estaba boca abajo y miré sutilmente a la puerta, y ella seguía en la penumbra.
— Fóllame fuerte —él empezó a follarme con más rapidez, yo me iba a correr—. Más fuerte, dame más fuerte.
Rogelio hacía lo que podía, el pobre no podía ir más rápido, pero me corrí, dejando que él siguiese un poco más. Me paré y me la saqué lentamente, haciendo que mi ojete fuese testigo y cómplice de las dimensiones de la verga. Cuando salió toda, noté pequeños espasmos en el ano. Jamás me había sentido así, y me gustaba.
— Mira cómo me has dejado el culo.
El abrió los cachetes lo suficiente como para que Ana lo pudiese ver.
— Todavía no he acabado —me dijo con la polla en la mano.
Me di la vuelta y le dije que tenía que ir al baño un ratito. Me puse de pie, y cogiéndole la verga le dije que le daría lo suyo. Me fui al aseo y cerré la puerta… ahora te diré lo que pasó… me lo dijo una amiga de un amigo… jajaja, imagínate…
Ana ya se había hecho una paja cuando estuvimos follando a puerta cerrada, y casi la pilla infraganti Rogelio cuando salió a por el vino y los vasos de agua. Cuando lo vio salir desnudo hacia la cocina se quedó petrificada, tiene una cocina americana y sabía perfectamente que la luz podía despertar a su invitada. Como el muy cabrón se tomó su tiempo, la imaginación de Ana volvió a desbordarse. Luego lo vio volver al cuarto y cómo dejó la puerta sin cerrar. Ella sumó dos y dos y se acercó. Llevaba lo que te dije, el tanga y la camisa del pijama, a medio abrochar.
Mientras se pajeaba a nuestra costa, Ana dudaba sobre si aproximarse más o mantener las distancias, pero cuando vio cómo me tragaba la polla de Rogelio no se resistió a acercarse. Cuando me estaba corriendo, su camisa ya estaba prácticamente desabrochada y tenía un pezón rozando el marco de la puerta, pero luego se alejó prudencialmente.
El caso es que cuando Rogelio se quedó solo, se empezó a manosear la polla, para mantenerla erecta. Se pasaba por la habitación, y Ana lo veía de un lado a otro pajeándose mientras que aparecía y desaparecía de su campo de visión, hasta que se paró tras la puerta. Ana no veía nada y esperó. Y vió la polla asomar por el hueco. No veía a Rogelio, sólo la polla y la mano masturbándola. Esa mano le hizo una seña para que pasara y ella se quedó petrificada, pero con la mano metida en el tanga y con un dedo en metido en su chocho. Rogelio terminó de abrir la puerta y, sin parar de tocarse la verga, se quedó mirando las piernas desnudas de Ana, la mano moviéndose dentro del tanga, el pezón que no dejaba que se le cerrase la camisa, la boca carnosa abierta, dejando ver sus dientes y la lengua que humedecía los labios.
Ella se puso muy cachonda viendo cómo la miraba y se acercó a él. Se besaron sin tocarse, ellá quiso desnudarse pero él se lo impidió. Como tenía los dedos mojados, a modo de ofrenda los pasó por la boca de Rogelio, que los saboreó y chupó, para a continuación, chupárselos ella misma. Luego agarró la polla y empujó con ella a Rogelio hasta la cama, y lo sentó en ella. Ella se arrodilló y se puso el glande en los labios, con la boca abierta. La punta de la polla descansaba en su labio superior y mantenía el labio inferior pegado a la verga. Notaba el olor de mi culo y esto le hizo estar aún más dominada por el deseo, y quería que nosotros también nos contagiáramos de su excitación. Así que, focalizada en meterse la verga por el culo, sabiendo que antes había estado en el mío, quiso que antes pasara por su garganta, y por eso la muy puta le estaba comiendo la polla a cámara lenta.
Le pasaba la lengua por el glande, dejando que él viese cómo le lamía. Cerraba la boca al tragar saliva, saboreando mi culo, mientras sostenía la polla con las manos. Luego volvía a colocarse el glande entre el labio y los incisivos y volvía a pasar la punta de la lengua, como si fuese un caramelo. Dejaba caer su baba a lo largo de la polla, y de vez en cuando la recogía con la lengua de abajo arriba, acabando el capullo dentro de su boca y tragando lo que había atrapado su lengua.