Trío en el Pub

Fernando acompaña a una amiga a cumplir su mas íntimo deseo.

"EL PUB"

Ultimamente me he dado cuenta de que me estoy volviendo un poco perverso, algo así como una especie de Marqués de Sade, alguien a quien le gusta provocar y al que le gusta sacar lo más oscuro que todos llevamos dentro. Me gusta ver como las fantasías de cada uno se revelan, como se olvidan los prejuicios y se deja rienda suelta a las pasiones. Adoro ver como los más ocultos deseos caen uno detrás de otro, como la sexualidad animal se muestra sin prejuicios, sin poder evitarlo.

Supongo que después de haber liberado la lívido de mi actual esposa, de Natalia, en aquella despedida de solteros, ahora necesitaba corromper a otra persona. Así que aproveché la ausencia de mi mujer en un largo viaje de negocios para hacerlo.

Llamé a Beatriz, una rubita teñida que no debe llegar al metro sesenta y que era una antigua compañera de trabajo de Natalia. En el transcurso de estos años nos habíamos ido haciendo amigos y poco a poco había ido surgiendo una especie de morbo entre los dos, algo que ambos lográbamos disimular. Yo porque quiero con todo mi corazón a Natalia, es la esposa perfecta y la puta ideal, y ella por que hasta hace poco había estado saliendo con alguien. De todas maneras no era mi intención llevármela a la cama, eso hubiera sido demasiado fácil.

Como iba diciendo Beatriz es una atractiva mujer que ronda los treinta, tiene largas piernas musculosas que acaban en un culo que ella considera demasiado grande, pero que a mí me parece perfecto, y con unas tetas que en apariencia encajarían en la mano más exigente.

La llamé la noche anterior y la propuse ir a cenar. Fue una cena tranquila, agradable, en la que el principal tema de conversación fue la ausente Natalia, era una manera tan buena como cualquier otra de levantar una barrera entre los dos. Yo sonreía complacido a todas sus gracias y asentía con educación, pero la verdad es que mi imaginación ya la tenía colocada en posiciones indecentes y comprometidas. En una de aquellas veces noté como algo dentro de mis pantalones se ponía duro y firme, así que hice gala de mi mejor sonrisa y me levanté al baño. Supongo que su silencio fue señal de que el pequeño pantalón de lino había insinuado mi situación. Era lo que quería desconcertarla, provocarla. Lo logré. Al volver a sentarme, ya en estado de reposo, lo primero que hizo fue hablarme de mi esposa. Eso era señal de que había visto el bulto de mi entrepierna y que no sabía como actuar. Perfecto.

Soy un adicto a internet, me gusta perderme en la red y entrar en los chats eróticos. La gente, la mayoría de ellos hombres, se desinhibe en el anonimato de un ordenador y dice locuras que luego ninguno sería capaz de hacer. Me gusta entrar y provocar a la gente, revolucionar un poco el gallinero. Es divertido. Fue en la red donde encontré el lugar al que iba a llevar a Beatriz. Siempre había oído hablar de los clubes liberales, dónde la gente iba con sus parejas o en solitario y en donde todo estaba permitido, siempre que se contase con el consentimiento de los demás. Al parecer nadie se ve obligado a hacer nada que no quiera. Era una idea tentadora, a la que me había resistido por miedo, por temor a que sólo fuera un club encubierto. Pero últimamente leído sobre ellos en alguna revista seria, creo que un semanal de algún periódico dominical. No lo sé.

La verdad es que me pareció la ocasión ideal para ver si lo que decían era verdad o simplemente era pura fachada. Desde que me inicié en el sexo grupal, ya sea con dos o más mujeres, compartiendo a Natalia con varios hombres, o todos con todas, me he percatado de una realidad. El sexo en grupo casi nunca se puede hacer con gente conocida, con amigos. Yo sólo lo hice una vez, en aquella partida de La Colmena y creo que no lo podré repetir. No digo que tontear, o jugar con otros juegos similares, no se pueda hacer, es divertido y además muy sano, pero llegar más allá de eso es lo que no es aconsejable. El sexo puro y duro, aunque sea tomado así, siempre puede traer celos si se hace con amigos. Pueden surgir los típicos *¿

por qué le mirabas de esa manera?* o algo peor. Si ya existe un cariño previo no es aconsejable el sexo, a no ser que se esté muy seguro de la pareja, pero mucho, mucho. Por eso aquel sitio era genial. Allí nadie conoce a nadie, o por lo menos nadie nos conocía a nosotros.

Le dije a Beatriz que la iba a llevar a un sitio muy especial, que confiara en mi. Me miró rara. Seguramente no sabía a que podía referirme, no estaba muy segura de que fuese hacer algo de lo que se iba a arrepentir. Pero finalmente, movida por la curiosidad, aceptó. Sonreí maliciosamente y le di la dirección al taxista.

Por fuera no parecía un sitio muy distinto a los pubs que pueblan Madrid, sólo el nombre lo delataba; La Tentación . Mi acompañante me miró y me limité a encogerme de hombros. Un hombre vestido de cuero nos abrió la puerta y nos hizo entrar en un sitio en penumbra en cuyo fondo había una cortina de terciopelo púrpura. La abrimos y nos encontramos con una recepción. Una pelirroja nos recibió con una enorme sonrisa y salió de detrás de la barra. Llevaba un traje de chaqueta y pantalón por el cual se podía observar que no llevaba sujetador, era sexi sin ser guapa. Se llamaba Mónica y nos preguntó si era la primera vez que íbamos allí. No dejé que Beatriz contestara.

  • Sí. Bueno un amigo mío me ha hablado de un local parecido a este en Barcelona y hemos decidido venir a ver. Ella no sabe nada, es una sorpresa.

Me miró con cara rara, supongo que pensaba que estaba forzando a mi mujer a ir a un sitio al que no quería ir. Pero yo sabía que a Beatriz sólo le faltaba algo que la empujase hacia el sexo animal, algo que le hiciese olvidar sus prejuicios. Y ese algo íbamos a ser el local y yo. De todas maneras la relaciones públicas no sabía nada de todo eso y me miró a los ojos.

  • Aquí nadie tiene que hacer nada que no quiera.

¿

Lo sabéis?

  • No te preocupes, no pensamos forzar a nadie. Créeme.

Debió ver algo en mis ojos que la convencieron de mi verdad, así que asintió con su cabeza y nos pidió los abrigos. Yo vestía un traje de lino habitual en mi repertorio, mientras que ella llevaba un excitante vestido negro con cuello cerrado y espalda abierta hasta casi el final de la misma. Estaba muy atractiva.

Mónica nos abrió una puerta que daba entrada al bar y allí vimos varios hombres solos bebiendo. Creo que ninguno de ellos quitó los ojos de mi acompañante hasta que no salimos de allí, ella lo notó y se apretujó contra mí. Estaba seguro que por un momento se había sentido desnuda y sexi, pero a la vez frágil e insegura. Yo le di un par de palmaditas en la mano con ánimo de hacerla ver que estaba junto a ella. La relaciones nos enseñó el resto del local. Varios reservados, que tenían las puertas cerradas y de los que salían gemidos de placer de varias personas, un par de jacuzzis en los que nos confesó que suelen acabar casi todo el mundo que va y que también estaban poblados por varias personas haciendo el amor, y un salón con varias mesitas en las que había varias parejas. El salón estaba flanqueado por un enorme cristal que daba al bar.

-

¿

Nos ven desde el otro lado?.

  • No. Es un espejo doble, con truco. Desde aquí podéis hacer alguna elección en caso de que así lo deseéis. Ellos no pueden entrar aquí si no es invitados por alguna de las parejas. Son las reglas de la casa.

En ese instante supe que Beatriz había adivinado mi propósito al llevarla allí. Apretó todo su cuerpo contra el mío y me hizo notar que su temperatura estaba en aumento.

  • Detrás de la pista de baile, está la entrada a la sala oscura.

-

¿

Qué es eso?.

  • Lo mejor de todo el local. Quizás os atreváis y entréis.- Nos guiñó un ojo y sonrió pícaramente-

¿

Alguna cosa para beber?.

Pedimos un par de copas que nos trajo ella misma y ninguno de los dos habló en su ausencia. Nos limitamos a mirar al resto de las parejas. En una de las mesas una chica joven le estaba haciendo una felación a su pareja mientras se despojaba de la ropa. Había un par de parejas más que les miraban ávidos. En la pista una mujer y hombre bailaban de una manera tal que costaba mucho distinguirles al uno del otro. Mientras lo hacían ella señaló a un chico joven que estaba sentado en una mesa, sólo, y le hizo señales con el dedo para que se acercase. Ahora nadie que mirase podía saber quien era quien.

Beatriz estaba tan absorta en lo que veía que no se dio cuenta de que Mónica nos había dejado las copas y la estaba hablando. Cuando cayó en la cuenta de que era así, sonrió abochornada y pidió disculpas.

  • Te decía que si veis algo al otro lado del cristal que queráis, sólo tienes que pulsar en ese botón y una de nuestras relaciones vendrá a veros.

¿

Todo claro?.

  • Sí. Gracias Mónica.

  • Que os lo paséis bien.

Ninguno volvió a hablar por lo menos en diez o quince minutos. Nos limitamos a ver qué pasaba a nuestro alrededor. La chica de la pista de baile la había abandonado y ahora estaba en una de las mesas medio desnuda y rodeada por aquellos dos hombres con los que había bailado. Ambos parecían bastante dispuestos a que no quedase un centímetro de su piel sin estimular. Era sumamente excitante, hasta el extremo que noté como volvía a empalmarme. Sabía que Beatriz no quitaba ojo de lo que allí sucedía. Lo sabía por que ella deseaba en esos momentos cambiarse por esa mujer. Lo sé por que cuando le conté lo de mi despedida de soltero, ella me miró con ojos de deseo, de envidia, y me dijo que ojalá alguien hiciese eso por ella. Por eso estábamos allí, para ver si era capaz de hacerlo.

-

¿

Te gusta el local?. La música está bien y la gente parece bastante amable, esta chica Mónica la verdad es que me ha cai...

  • Fernando,

¿

qué hago yo aquí?.

  • Tomar una copa conmigo y disfrutar de mi grata compañía.- le sonreí divertido y tomé un sorbo de mi whisky.

  • En serio.

Me aproximé a ella hasta el extremo de dejar mi boca a la altura de su oído. Allí tan cerca la pude oler. Olía a sexo, a deseo, a miedo, a confusión. Si no hubiera sido por mi amor hacia Natalia en aquel momento la hubiese tomado de más maneras de las que nadie sabe contar. Pero reprimí mi deseo fugaz y le susurré.

  • Sabes para que estás aquí. Mira dentro de ti, lo sabes.- noté como su cuerpo se estremecía y vi como la piel de su cuerpo se ponía de gallina.- Ahora hay que ver si eres capaz de llevarlo a cabo. Quiero que mires bien a ese trío. Mira como el más joven de los dos ha metido su cabeza entre los muslos, observa como el otro acaricia sus pechos con pasión. ¿No te imaginas en su lugar?. ¿No deseas que cientos de manos y de pollas jueguen contigo?. ¿No quieres que te acaricien por tantos sitios que no puedas distinguir los que tienes libres de los que no?. Dime, ¿no lo deseas?.

Beatriz cerró los ojos y respiró fuerte. Hechó la cabeza hacia atrás y se acarició la melena rubia teñida. La dejé un rato sumida en su fantasía y luego hablé.

  • ¿Tienes el valor de hacerlo?.

Abrió los ojos y me miró como si yo no debiese estar allí. Luego lo abrió más y se sentó bien. Se separó ligeramente de mí. Estaba avergonzada. Poco le iba a durar.

  • No, creo que no. Verás, siempre he pensado que podría, pero ahora, al verme aquí, al saber que puede hacerse realidad mi más anhelada fantasía, no me veo capaz. Lo siento Fernando, sé que lo has hecho por mí, pero no sé, me da mucha vergüenza.

Volví a aproximarme a ella y la miré a los ojos. Con dulzura la cogí la mano y se la acaricié. Luego la besé en la mejilla.

  • Sé que puedes hacerlo, sé que quieres hacerlo. Déjate llevar.

  • No sé Fernando, sabes que me atraes pero...

  • No te equivoques, yo te he traído para que disfrutes, pero yo no practico el sexo sin mi esposa, por lo menos sin que ella esté delante. También me gustas, pero no te he traído aquí para eso. Quiero que dejes libre tu mente, tu cuerpo, quiero que te follen varios tíos como siempre has deseado. Quiero que disfrutes...

Mis palabras la inundaban de placer, de descripciones exhaustivas de las experiencias de Natalia, de sexo puro, de placer animal. Poco a poco vi que se estaba dejando envolver por ellas y que había vuelto a acelerar el ritmo de su respiración. Era excitante verla caer lentamente hacia el pozo de la lujuria, del desenfreno. Abrió los ojos y aireó su melena. Se la notaba excitada. La podía oler desde allí.

  • Voy un momento al baño, quizá tarde un poco.

Me sonrió tímidamente y supe que ahora mismo estaba en mis manos. La devolví la sonrisa y la vi desaparecer hacia los servicios. Una vez entró en ellos yo pulsé el llamador y esperé a que viniese alguna encargada. Mientras me deleité viendo como el trío que había estado en la pista había pasado de sutilezas y follaba como locos. Uno la penetraba mientras la boca de ella trabajaba el henchido pene del otro. Me recordaba a la despedida. Me acordé de Natalia y desee que estuviese allí. Antes o después la llevaría a aquel local.

  • ¿Que quiere?.

  • Ah, hola. Mi compañera quiere que nos presente a un par de chicos que están en la barra. Esos dos del extremo. Pero si es posible me gustaría que los llevases a un reservado y que nos esperasen allí.

La chica asintió y salió con intención de dar mi recado. Mientras pude ver como todo el salón miraba con descaro al trío, algunas de las otras parejas me vieron y sonrieron, hubo incluso una mujer que pensó que estaba sólo y me invitó a que me uniese a ella y su esposo, me disculpé educadamente y le dije que tal vez en otra ocasión. Ella sonrió y volvió a meter la cabeza de su marido entre sus piernas. La relaciones me dijo que los hombres estaban ya en el reservado y que si quería algo más. Le pedí el número de puerta y le dije que eso era todo.

Cuando se hubo marchado le dejé una nota a Beatriz y fui hacia el reservado. Era una pequeña habitación con dos sillones de tres plazas y una enorme cama redonda al fondo. En el minibar estaban sirviéndose un par de copas los chicos que había seleccionado. Me miraron extrañados. Esperaban que apareciese alguien más.

  • Oye tío, a nosotros lo de los tíos no nos va, nos parece bien, pero no nos gusta...

Sonreí levemente evitando la carcajada.

  • No, no se trata de mí, a mí tampoco me van los trenecitos...

Todos nos reímos exageradamente y eso pareció aliviar la tensión que se había acumulado.

  • Menos mal tío, nos habías dado un susto de muerte.

  • Bueno he de deciros que mi amiga está un poco indecisa, ella quiere hacerlo, pero hay algo en su interior que se lo impide. Quiero que venza esa indecisión, quiero que la hagáis todo lo imaginable.

  • ¿Y tú?.

  • Yo estoy casado, y esta es una amiga. Si no os importa miraré.

Se miraron y ambos se encogieron de hombros. Posiblemente no era la primera vez que iban al local, y tampoco era la primera vez que hacían aquello con alguien.

  • Por nosotros no hay problema.

  • Por que no la esperáis desnudos. No quiero darla un minuto de reposo.

Los tres nos fuimos conociendo, decían que eran asiduos desde hace un año cuando les trajo un amigo. Allí ya habían visto prácticamente de todo y participado también en gran parte de lo que habían visto. No era la primera vez que participaban en un trío.

Unos tímidos golpes anunciaron la llegada de Beatriz. Entró en la habitación y miró desconcertada el panorama que se planteaba ante ella. Los presenté, fue gracioso, ella no pudo levantar la vista de aquellas pollas semi-flácidas que le saludaban graciosamente. Se sentó a mi lado, pero no dejaba de mirarles, creo que todavía no les había mirado la cara.

  • ¿Te gusta?.

No me contestó, creo que la situación le desbordaba. Así que me acerqué a su oído y la comencé a susurrar, describía los cuerpos de aquellos dos hombres, lo que podía hacer con ellos, su total sumisión a sus caprichos. Mientras lo hacia les hice una señal para que se acercasen por detrás del sillón y la dejé en sus manos. Yo me recosté en el otro sillón y me dediqué a ver el panorama.

El moreno se inclinó sobre ella y comenzó a besarle el cuello mientras que sus manos buscaban el broche del vestido. El otro chico la cogió la pierna y comenzó a besársela lentamente de arriba a abajo hasta llegar al zapato. Se los quitó de golpe y metió las manos debajo del vestido para bajar las medias. Poco después Beatriz estaba tumbada en el sillón, sólo con las bragas como toda ropa, y con los ojos cerrados, aunque con las piernas entreabiertas. Su boca dejó escapar un leve gemido cuando se notó desnuda.

Los dos chicos se pusieron delante y comenzaron a mordisquear los pezones duros, mientras Beatriz dejaba caer los brazos por la espalda del sillón y seguía gimiendo tímidamente. Yo me había prometido no caer en la tentación, y era duro seguir así, pero me estaba poniendo como una moto ante el panorama. El rubio dejó sus pechos y bajó hasta la cadera para despojarla de las bragas, a la vez su compañero continuaba besando y succionando los pechos de mi amiga. Desde allí noté como la respiración se le estaba acelerando, sobre todo cuando las bragas tocaron el suelo de la salita.

El moreno la abandonó y se fue hacia atrás del sillón y con la corbata de uno de ellos le ató las manos. Beatriz se movió incómoda, pero no protestó. El rubio separó sus piernas y se sumergió entre aquella maraña de pelo negro. La besó lentamente en el clítoris y poco a poco la fue excitando, lo apretaba con saña entre los labios mientras la lengua le martilleaba. Beatriz hacia tiempo que no reprimía sus gemidos y sus movimientos de cadera estaban ayudando a que aquel tipo la llevara hacia su primer orgasmo. El otro, animado por lo que le estaba haciendo, se cogió la polla y la metió en la indefensa boca de Beatriz. Esta se sorprendió por la brusquedad, pero tardó poco en deslizar sus labios arriba y abajo de aquel trozo duro de carne. Era delicioso ver como había olvidado sus prejuicios y ahora simplemente se limitaba a disfrutar de la lengua que le estaba martilleando el clítoris, mientras que su boca apenas lograba contener los casi veinte centímetros de polla dura.

Tardó poco en soltar su primer orgasmo, y poco más en desatarse las manos y agarrar con ellas las pelotas del moreno. Las estrujaba suavemente mientras seguía chupando con ansia. Separó la cabeza del rubio de su húmedo coño y le puso de pie, al otro lado. Tardé un poco en darme cuenta de que ya no tenía los ojos cerrados, sino que me miraba directamente a los míos, y de no ser porque tenía la boca llena de carne, me hubiese dado la impresión de que sonreía.

Yo desde luego si que sonreí feliz, no es que hubiese sido muy difícil hacerla caer en la tentación, pero me alegraba ver que ya había otra persona que no ponía freno a su lujuria.

Ahora Beatriz alternaba la polla de uno y la del otro, parecía ávida de ellas, las devoraba de arriba a abajo con pasión, con fuerza, hasta el extremo que el moreno descargó su semen sobre los pechos de ella. Su compañero tardó un poco más en hacerlo, sin embargo Beatriz no daba la impresión de haber tenido suficiente. Los cogió a los dos y se los llevó a la cama. Yo le di la vuelta a uno de los sillones individuales y me senté a ver el espectáculo. Tenía un calentón de mucho cuidado y estaba planteándome seriamente si sacármela para masturbarme mientras.

Beatriz se tumbó en la cama e hizo que uno de ellos le volviera a comer el coño, que lamiera aquella fuente de humedad, lo hizo sin prisa mientras su amigo volvía a juguetear con los pezones. Sé, porque me levanté a verle la cara, que mi amiga estaba en la gloria, seguramente había ansiado aquello en cada uno de sus sueños húmedos, y posiblemente no podía dar crédito de que se estuviese haciendo realidad. Pero ahora mismo, dos lenguas estaban lamiendo cada centímetro de su cuerpo. Me agaché y se lo dije, no abrió los ojos, simplemente volvió a estremecerse y se corrió de nuevo.

Luego me miró y ahora si que me sonrió.

  • Gracias.

Yo me incliné sobre ella y la besé en la frente. Hice caso omiso de la habilidad de sus manos para agarrarme de la polla y me volví a sentar en el sillón.

  • Un día me dejarás verla...

Me miraba extasiada y luego se volvió hacia sus dos compañeros de cama, que se habían tumbado en ella, seguramente pensando que aquello había acabado. No era así.

  • ¿Ya os habéis cansado?.

Era un tono juguetón, desafiante. Al que respondieron atrayéndola hacia ellos y cogiéndola de la cabeza para que volviese a poner aquello en marcha. No pasó mucho tiempo antes de ver a Beatriz repetir la escena del sofá, sólo que ahora se masturbaba a la vez que lo hacia. Aquello pudo conmigo y me saqué el miembro fuera de los pantalones. Sabía lo que aquello podía hacer pensar, pero en ningún momento estaba dispuesto a levantarme de aquel sillón. Bea tardó un poco en darse cuenta de como estaba, pero cuando lo hizo soltó un gritito de placer y me sonrió. Sabía que ansiaba verla desde la cena, la tengo lo suficientemente grande como para que no resulte escandalosa, pero si como para que por si mismo excite.

  • Dámela.

Me lo decía a mí, pero yo la negué con la cabeza y le recordé que tenía dos en la mano. No era bueno abusar. Me masturbaba lentamente cuando uno de ellos se tumbó en la cama y la penetró. Beatriz soltó un gemido de placer y se dejó ir hacia aquella cadencia que la llevaría al orgasmo poco después. Me di cuenta de que mientras era follada por aquel tipo no quitaba la vista de mi polla, pero no se olvidaba del otro, al que masturbaba con la mano. A veces lentamente y otras con más rapidez, depende de la velocidad que imprimiera la polla que tenía dentro. Era maravilloso.

  • Tú rubito, ayuda a tu amigo.

El aludido se puso detrás y comenzó a juguetear con el culo de mi amiga. Lo lamió como pudo mientras la polla de su amigo le perforaba en cada envite, Beatriz se fue dejando llevar, se mordía los labios para que sus gritos no fueran demasiado escandalosos. Pero no pudo evitar dejar escapar un grito de mezcla de dolor y placer cuando la polla fina y larga del rubio entró por la puerta de atrás. La sensación de notar dos pollas dentro de si, el jadeo de los dos hombres, las embestidas, el verme masturbarme para ella, todo la hizo llegar de nuevo a un orgasmo. Fue brutal, escandaloso.

Poco después vi como el moreno sacaba su miembro y se corría sobre el vientre desprotegido de Beatriz, poco más tardamos el rubito y yo en corrernos.

Me limpié un poco y me vestí. Ella mientras parecía no estar dispuesta a dar tregua a aquellos dos chicos. Casi me arrepentí de haber despertado la bestia que llevaba dentro, pero algo dentro de mi se sintió orgulloso. Me acerqué y la besé suavemente en los labios.

Salí del reservado y me senté fuera a esperarla. Sabía que iba a ser una noche muy larga. ¿Dónde estaría ahora Natalia?.