Trío en el Colegio Mayor

Sin pensarlo mi novia, me comparte con mi compañero de habitación, en nuestro primer trío.

COLEGIO MAYOR

Sin pensarlo mi novia, me comparte con mi compañero de habitación, en nuestro primer trío.

Primero de todo, agradecer a todos aquellos que me habéis dejado comentarios y valoraciones, ya que eso me anima mucho a seguir inventando historias.


Esta historia comienza en el mes de marzo, cuando mi novia (y compañera de clase) Sara organizó en su dormitorio, una fiesta del pijama para las chicas de su planta del Colegio Mayor donde nos alojamos en Málaga. Sara es una chica morena, con el pelo oscuro y por los hombros, ni baja ni alta, con ojos oscuros, y un cuerpo que no es una diosa, pero tiene todo puesto en su sitio, es decir, unos labios carnosos, que cada vez que se pasa la lengua para provocarme, me pone los pelos (de los huevos) de punta, unas tetas redondas y no muy grandes, puntiagudas y mirando hacia arriba (como los pitones de los toros), una cintura fina, unas caderas normales, para poder agarrarse cuando se la estoy empitonando desde atrás o ella está cabalgando encima mío, un culo redondo y majete, para comérselo hasta hincharse, y un coño bien afeitado, con una línea de pelo que va desde el monte de Venus hasta el clítoris rojo y gordito, en fin, no es porque sea mi novia, pero está buenísima, y es muy buena compañera, en todo, en lo malo, en lo regular y en lo bueno.

No me sentía muy bien esa tarde, ya que no quería estar solo, pero tampoco le quería fastidiar a Sara su fiesta del pijama. Estuve toda la tarde en la habitación, estudiando y repasando apuntes, solo, porque mi compañero de habitación, Daniel (chico rubio, fuerte, no muy alto), se había ido al gimnasio del complejo para ponerse un poco más "cachas" de lo que siempre está él. Llegó como a las ocho de la tarde, se dio una ducha (ya que las habitaciones dobles tienen baño completo), se puso ropa cómoda y se tumbó en la cama a leer algo. Al poco rato, llamó recibí una llamada al móvil. Era Sara. Debí poner cara de circunstancias mientras escuchaba y hablaba por el móvil con mi novia, porque Daniel dejó la lectura y se quedó mirando hacia mí.

Cuando terminé la conversación debí seguir con la cara de póquer, porque Daniel me preguntó si ocurría algo. "Nada importante", de respondí. Intenté seguir centrado en los apuntes, pero no podía. Me levanté y tomé mi chaqueta, dispuesto a salir de la habitación. Daniel se puso de pie como un rayo, y me volvió a preguntar si ocurría algo grave. Me paré en seco delante suyo, y le dije que Sara estaba muy triste porque su fiesta del pijama se había jodido, porque no había ido casi ninguna chica, ya que todas tenían cosas que hacer. Sólo estaba una amiga suya, y se iba a ir ya a su cuarto. Daniel me dijo que le esperara dos minutos, que se ponía un pantalón y me acompañaba. Él ya conocía a Sara, y pensó que entre los dos podríamos ayudarla a animarse. No me pareció mala idea (ni buena), así que accedía a esperar. Rápidamente se puso un vaquero y las zapatillas. Y en diez minutos estábamos en la puerta de la habitación de Sara, en la parte sur del edificio, el lugar donde estaban las habitaciones femeninas.

Llamé a la puerta un par de veces y pregunté por mi novia, y no respondió nadie. La tercera vez que llamé, abrí la puerta y tras un "¿Sara?", introduje casi todo mi cuerpo en su cuarto. Estaba vacío, y se oía la ducha. Le dije a Daniel que esperara fuera, que yo iba a entrar para hablar con ella, y su contestación fue un "vale", con una sonrisa a media cara. "Si me necesitáis me llamáis". Con un guiño de ojo, acepté su propuesta. Pasé a la habitación pero no cerré la puerta, sino que la dejé entornada, para que Daniel no se sintiese "apartado" de la situación, ya que había sido muy amable en interesarse por el estado de ánimo de mi novia, y para que entrara si le requeríamos. Llamé a la puerta del baño, y Sara contestó que se estaba terminando de duchar. Esperé un par de minutos, y allí salio mi princesa, envuelta en una toalla blanca, que le llegaba justamente hasta la altura del comienzo de los cachetes del culo, y tapaba su cuerpo hasta el busto, y otra toalla en el pelo recogido (no era momento de pensar en follar, pero estaba de dulce así). Le pregunté qué había pasado y en ese momento se echó a llorar. La senté conmigo al borde de su cama. Me contó que le había salido mal la fiesta, tenía un montón de bebida y aperitivos, y antes de que llegara (con Daniel, que ella no sabía que estaba allí, detrás de la puerta), hubo tres chicas en su habitación. Dos de ellas, vieron el panorama, se tomaron un cubata y se marcharon, sin ni siquiera ponerse el pijama; y su otra amiga (Jessica), por no hacerla el feo, se quedó con ella un rato más, pero también se fue. Jessica le dijo que había elegido un mal día, que todas tenían trabajos por terminar, y que lo hiciera en otra ocasión. Sara no quería volver a organizar nada. La habían dejado tirada.

La intenté consolar como pude, diciendo que no era su culpa que sus amigas y conocidas de la residencia fueran unas tontas. La comencé a besar la frente, los párpados, calmándola todo lo que podía, hasta que cuando llegué a sus labios, me respondió con un beso tan tierno y húmedo, que mis pensamientos de cariño y amor se convirtieron en calientes pensamientos de… Su respiración se iba agitando poco a poco, sus manos se aferraban fuertemente a mi cuerpo, a mi cuello, y no se cómo ocurrió, que cuando me quise dar cuenta, estaba tumbado en su cama, besándonos fuertemente, acariciando su espalda, que ya no tenía la toalla tapándola, revolviendo mis dedos en su pelo. Comencé a frotarme contra ella, sintiendo su cuerpo encima del mío, clavándole mi erección en su parte baja, como si la follase pero con la ropa puesta. Ella tampoco se quedaba atrás, ronroneaba como una gatita, había desabotonado mi camisa, y acariciaba mi pecho, dándome pequeños pellizquitos en los pezones.

Cuando sus manos bajaban hacia el cierre de mi pantalón, una luz de alarma se encendió en mi mente. "¡¡Hostias, Daniel!!". Sonó como un estruendo en la habitación. Incorporé a Sara y comencé a abrocharme la camisa, pensando que nos habría visto totalmente. Sara siguió encima mío, sin moverse. La increpé diciendo que se vistiera, a lo que ella contestó que no, que le invitase a pasar. "¿Estas loca?", le dije al momento. "Si", me respondió, y le llamó. Yo tenía los ojos que me hacían chiribitas. Daniel entró, y se quedó en la puerta. Sara le dijo que la cerrara y echara el pestillo. La imagen era tragicómica: mi novia, sentada a horcajadas encima mío, desnuda de cabeza a cintura, tapada por una toalla en el vientre, sentada encima de mi paquete; yo, con la camisa a medio abrochar, y los pantalones desabrochados; y Daniel, de pie al lado de la puerta, con su cuerpo musculoso y una erección que se le notaba en sus vaqueros.

Los pezones de mi novia se pusieron puntiagudos. Sin dejar de mirar a Daniel, tomó una de mis manos, y la puso en uno de sus senos, que empezó a acariciar, y con la otra, llamó a mi compañero de habitación, que se acercó lentamente. Cuando estuvo al lado de la cama, Sara le tomó también la mano, y se la puso en el otro pecho, y comenzó a acariciarse los dos pechos, al tiempo, con nuestras manos también. La idea me excitaba, pero a la vez me confundía. No quería compartir a mi novia, y menos con ese chico, que era el doble de cuerpo que yo, y que seguramente (se confirmó después), la tendría mas larga que yo. Pero la carne es débil, y los hombres pensamos más con la polla que con la cabeza. Al momento, volvía a desabrochar mi camisa, cosa que Sara aprovechó para soltar sus manos, y acariciarme suavemente el pecho y a pellizcarme los pezones (¡eso me mata!), mientras los dos seguíamos manoseando sus tetas.

Cuando no lo esperaba, las manos de mi novia, se van directas al cierre del pantalón de Daniel, que sin quitar la vista de los ojos de Sara, se deja hacer. Ella consigue abrir su pantalón, y sale un bulto bien grande, envuelto en un slip blanco. Yo miró el paquete de mi amigo, y la cara de zorra de mi novia. Daniel se sienta en el final de la cama, y deja de acariciar el pecho a mi novia. Sara se vuelve hacia él, y dirige sus manos hacia esa tremenda tranca, acariciándola sobre la poca ropa que le queda encima. Yo aprovecho para quitarme la camisa, y vuelvo con mis dos manos a sobarle las tetas a placer, ya convencido que hoy haré por primera vez un trío, con un tío al que no tengo mucha amistad como para darle a compartir a mi novia. Ella sigue como hipnotizada por la mirada (y la polla) de mi compañero de habitación., sobando su paquete pero bien. Ellos se están mirando, fijamente, mientras ella toca y recorre con sus manos el palo de Daniel, y él, se recuesta en la cama y se quita la camiseta, aceptando dicho sobeteo, que produce que el capullo de Daniel asome por encima de su calzoncillo, brillante y rojo. Ella sigue sin apartar la vista del chico. La excitación de Sara es tal, que se logra deshacer de su postura (sentada en horcajadas sobre mí), y acerca su cuerpo hacia él, bajando su cabeza hasta el trozo de rabo que sobresale del calzoncillo, que empieza a lamer, como si fuera un helado, despacio, recorriendo con su lengua todo el capullo, hasta que lo envuelve con sus labios, y comienza a succionarlo.

Yo aproveché para quitarme la ropa y las toallas, dejándolas en el suelo. Daniel también tomo la decisión de quitarse todo, y cuando acabó, Sara se abalanzó sobre su pene, lo lamió, lo chupo y lo mamó como si nunca tuviera otra oportunidad. La cara de felicidad de mi compañero de cuarto era indescriptible. Me acerqué por detrás a Sara y comencé a acariciarle la espalda, el culo y las piernas, como dejando ver que yo también existía, pero seguía cegada en dar placer a nuestro amigo de trío. Entonces ella, cogió mi pene y comenzó a masajearlo lentamente, como a mí me gusta, sin soltar con la otra mano y la boca la polla de Daniel, que se la tragaba cada vez más, haciendo que éste diera algún que otro gemido ronco. Me harté de la situación y decidí pasar a la acción. Como ella estaba casi a cuatro patas, la alcé el culo, me ensalivé un poco la punta del glande, y se la puse en el principio de su cueva, que estaba ya muy húmeda. Con un leve movimiento, le metí la punta de mi polla, y esperé unos segundos, a la reacción de Sara, pero como ví que estaba muy ocupada con la mamada de Daniel, pasé a metérsela de una sola vez, hundiéndosela hasta los huevos, cosa que la molestó un poco, por el grito que dio. Me paré otro instante, y comencé el vaivén lógico en estos casos, primero lentamente, disfrutando del calor y la estrechez que me ofrecía su coño, y poco a poco, follando un poco más fuerte, para que viera que tenía un novio del que ocuparse.

De pronto y sin mediar palabra, de un movimiento seco, Daniel quitó la cabeza de Sara de su polla, la incorporó (sacándome la polla de su agujero) y puso su coño encima de su cara, empezando una comida de coño, que creo hacía mejor que yo, debido a los gemidos largos que daba mi novia. Yo no quería quedar de lado de su juego, y enseguida me puse de pie, y callé los gemidos de mi novia metiéndole mi polla en la boca, que hacía que fueran más sordos. Daniel se tragaba literalmente el clítoris de mi novia, le chupaba toda la raja, le metía la punta de la lengua en sus labios, en su entrada, derritiendo de placer y gusto a mi novia, que no tardó en llegar al orgasmo, y a la que tuve que sujetar de los hombros para que no se viniera encima mío. Unos instantes después, no sé cómo, pero Sara estaba tumbada en la cama boca arriba, Daniel tenía su polla apuntando justo a su agujero, y yo estaba de pie en la cama, sin saber que hacer. Mi amigo se la clavó de una vez, y esta ocasión el grito de Sara fue más leve que cuando se la metí yo. Daniel comenzó a follar a mi novia, con un ritmo que no era rápido ni lento, pero sin bajar la guardia. Reaccioné con una mirada rápida de mi novia, que con los ojos me dijo "Dame tu polla", y me arrodillé ante su cara, ensartando mi polla en su boca, para ahogar otra vez los gemidos de Sara. Daniel seguía a su ritmo, sin cesar el mete-saca, y yo comencé a pellizcar suavemente los pechos de mi novia, que se deshacía en placer por la follada que le estaban dando, y eso lo demostraba sus ojos casi en blanco, su respiración rítmica con el polvo que le estaba echando ese chico, y la mamada que me estaba dando. Estuvimos así como diez minutos, para mí eternos, para ellos cortos, hasta Sara se corrió otra vez, y de nuevo mi compañero decidió volver a cambiar de postura, como siempre, sin mediar palabra.

Se tumbó rápidamente en la cama, y ayudó a Sara a sentarse encima de su polla, sujetándola fuertemente por el mango, y casi obligando (consentidamente) a ella a sentarse encima y cabalgarla. Ahí me quedé yo otra vez a remolque, masturbándome y viendo como ese tío le incrustaba el miembro viril a mi novia hasta el tope de los huevos, y viendo también como ella saltaba encima de ese nabo más largo y duro que el mío. Sara se dejó caer encima de él, poniendo sus tetas a la altura de su boca, y ayudándole a que las mamase mientras se la follaba. Daniel chupaba y mordisqueaba esas peras, mientras que con sus manos, acariciaba la espalda y el culo de mi novia, y mientras tanto yo, allí, masturbándome y viendo como se follaban a Sara. El espectáculo duró poco, ya que Daniel comenzó a respirar fuerte y a gemir, augurando la pronta llegada de su corrida. Sara se desacopló de su polla, se sentó en la cama y con un gesto, hizo que Daniel se arrodillara a su lado. También me hizo una seña a mí, para que ocupara su otro lado. Con las dos pollas tiesas, una a cada lado, ella comenzó a chuparlas por turnos, como diez mamadas hasta que cambiaba a el otro rabo. Hubo pocos cambios, ya que el primero en correrse fue Daniel, que entre gritos y espasmos, le soltó tres chorros de semen caliente en su cara, cuello, pelo y tetas. Lo masturbó hasta que exprimió toda su carga encima suyo. Luego se dedicó a mí en cuerpo y alma (y boca), chupándome la punta del glande y acariciándome los huevos mientras me la comía (como a mi me gusta). Tardé poco en eyacular con un placer increíble, echando dos lechazos blancos en la cara y pecho de Sara, que cuando acabé, limpió mi punta con su lengua.

Cuando acabó de exprimir mi polla, jadeante aún, Sara se tumbó en la cama, exhausta. Yo permanecía de rodillas a su lado, y Daniel, en silencio, se vistió y salió de la habitación de mi novia. Seguí en la postura en que estaba un rato más, hasta que me tumbé al lado de ella. Ella me cogió en su regazo y me dijo "Ha sido maravilloso, y lo necesitaba". Yo no dije nada, me quedé a su lado, con mi cabeza apoyada en su hombro, viendo todo el semen desperdigado por su cuerpo. Pasó un rato cuando se incorporó y se metió en el baño. Yo comencé a vestirme. Estaba totalmente fuera de lugar, pensando qué había pasado para acabar así, compartiendo en trío a mi novia con un compañero de habitación, mientras oía la ducha de nuevo. Me fui hasta la puerta del baño, y llamé antes de entrar. Le dije que me iba a mi cuarto, cuando ella me pidió que me esperara un momento a que acabase de aclararse y quitarse todo el semen de encima. En ese momento estábamos cuando apareció su compañera de habitación (Jessica), diciendo que si llegaba en un mal momento se podía volver a marchar a dar una vuelta. La dije que no se fuera, que yo ya me marchaba, cuando Sara, al oído, me dijo "Gracias mi amor. Te debo una como la de hoy, que te pagaré con Jessica". Me dio un dulce y húmedo beso en los labios, y se puso otra vez la toalla alrededor de su cuerpo. Salí de aquel baño y de la habitación con un "Hasta mañana" automático. Tenía la cabeza hecha un lió, pensando en lo que había ocurrido y en lo que podía suceder. Llegué a mi habitación y me encontré a Daniel como si no hubiera pasado nada, con su pantalón corto y su camiseta, leyendo apuntes tumbado en su cama.

Esa noche no dormí bien, pensando y pensando en lo que había ocurrido, que me dejaba un sabor amargo. Pero también pensando en la recompensa que me daría mi novia por lo que había pasado hoy