Trio con mi jubilado y un abuelete en el garaje
Temblaba el abuelo y gritaba como un poseso mientras derramaba en mi boca sus jugos, haciendo que Diego acelerada también, provocando una inundación de crema en mi conejo que lo dejo medio ahogado.
Me dirigía a casa con mi jubilado Diego después de una cena, estando una algo animada por no decir bastante, pues el vino me había hecho algo de efecto, por lo que conducía el.
Entremos al garaje de mi complejo de viviendas, viendo que parte de las luces andaban apagadas, diciendo una, "que menos mal no llegaba sola, pues me hubiera dado miedo,.." Respondiendo mi maduro y varonil acompañante, que a él esa situación, le daba cierto morbo… y le animaba para tener sexo.
Le dije que no me imaginaba estar haciéndolo allí en el coche, pero que ciertamente era algo morbosillo.
Nos dirigíamos a mi plaza de parquin cuando dijo, “intentémoslo”, mientras abría la cremallera del pantalón y dejaba al aire su rabo semi-erecto.
Que malo eres le dije riéndome pero sin dejar de mirar aquel pedazo de carne que caía semidormido entre sus piernas.
Alargue mi mano y se lo acaricie mientras aparcaba, separando el asiento hacia atrás cuando termino la maniobra, invitándome con un gesto de su cara a que se la chupara.
Me ponía loca su enorme cabezón, por lo que no dude en comenzar una rica mamada que lo puso rápidamente en forma, liberándole también sus ricas y sabrosas pelotas, de la presión del slip e igualmente comiéndoselas con pasión.
Se bajó del todo el pantalón mientras ya su mano había entrado a través de mis piernas y mi falda a mi rasurado conejito que empapaba ya un poco mi ropa interior.
En unos pocos minutos y ante su ardiente fogosidad, acabe sentada sobre él, si bien aquella postura hizo que abriera la puerta del coche para poder sentarme bien sobre su dura estaca.
Estaba algo incomoda con la postura aunque placer recibía como una loca cuando lo cabalgaba, por lo que cambiamos, bajándonos del coche.. Apoyándome el delicadamente sobre el capo para comenzar ahora una sabrosa comida de mi sexo.
Oímos una puerta y unos pasos acercarse, aunque no Diego no dejo su tarea pues ambos pensábamos la penumbra nos ocultaba.
Sin darnos cuenta, la luz del interior del coche nos iluminaba un poco y ante la calentura que teníamos, no nos percatamos hasta que ya lo tuvimos encima, pues era un viejo vecino de un bloque de al lado cuyo garaje también comunicaba con el mío, dirigiéndose a su vehículo para retirar una bolsa del maletero.
Nos pillo con las manos en la masa, pues Diego estaba sin pantalones y una con las piernas abiertas sobre el capo de coche recibiendo una comida de escándalo.
Actuó con una naturalidad asombrosas, pues con tono irónico, dijo, “ por mí no paren ni se corten, aunque edad ya no tienen para hacer estas cosas aquí en el garaje ..” … creo me puse roja como un tomate cuando lo reconocí y lo vi mirando a escasos metros; aunque Diego no se cortó ni un pelo y continuo comiendo, si bien intente taparme un poco los pechos con mis manos en una situación un poco cómica, pues realmente lo había visto ya todo.
Perdida y al rio, pensé por lo que tras cerrar su maletero paso otra vez delante y saludando se marchó.
Yo me quede algo cortada, si bien Diego se lo tomo con humor y continuo con su buena labor, ofreciéndome ahora su trabuco que a la luz de la producida por la puerta abierta del vehículo, se presentaba majestuosamente brillante y duro.
Volvimos a oír la puerta y los pasos otra vez, ahora más raudos hacia nosotros, mientras cese momentáneamente con la acometida de mi boca si bien seguía agarrando con pasión aquel tieso rabo.
Miramos hacia la oscuridad y allí volvió a asomar la figura del viejo vecino, que acercándose con la bolsa en la mano que antes había retirado del coche, dijo… “que Ostias…” yo no me subo a mi casa hasta que vea esta buena follada….además no creo les moleste mi presencia cuando aún no se fueron ni pararon ni un segundo”.
Ahora si me puse roja y casi me da algo, cuando ante mi sorpresa Diego me cogió la cabeza dulcemente para acompañarla hacia su duro apéndice y que siguiera comiéndoselo.
Intente cerrar la boca como negándome, cuando aquel viejo volvió a decir: “nena por mí no te cortes y dame una alegría visual que mira como tienes al socio y su tranca, que va explotar….”
La presión de la mano de Diego sobre mi cabeza hizo que al final cediera , comenzando a chuparle su brillante cabeza como si ya no me importara la presencia de aquel abuelo, pues incluso me pareció notarme más caliente ante las lascivas miradas y gemidos del viejo.
Mi jubilado a la vez estaba haciendo una labor de lujo con sus dedos en mi rasurado conejo que andaba siendo observado a escasos dos metros por aquel viejo mirón.
Qué coño más rico tienes nena.. Volvió a decir y perdona por hablar, espero no distraeros en tan buena faena.
No me había fijado que aquel abuelo se había sacado su espigado rabo, hasta que al soltar la de Diego, que ahora la dirigía a mi conejo para frotarlo y penetrarlo, lo vi en su mano meneándolo lentamente.
No la tenía mal aquel abuelo, aunque más fina que la que ahora entraba en mi sexo, lo cierto es que tenía una buena longitud y dureza.
Mi viejo jubilado me estaba montando con una energía y pasión desbordada, quizás al verse observado o por el morbo que le daba aquella situación, lo cierto es que movía su cadera con un ritmo que me hizo explotar a los primeros estoques.
Lo celebro el abuelo que observaba, acelerando un poco la pajilla que se andaba haciendo, acercándose a mí ahora a escasos centímetros de mi cara.
Desencajada por el placer de la polla de mi jubilado que no cesaba de darme placer, no paraba de gemir, mirando con ojos medio cerrados al otro abuelo que no cesaba de mover su largo apéndice.
Puso una de sus manos cariñosamente sobre mi hombro para acariciarlo, rodándolo con sus nudillos sutilmente y como esperando a ver lo que una hacia o decía.
Como vio no me importaba, lo bajo delicadamente hacia el pecho que quedaba libre pues el otro lo devoraba con su boca el macho que me estaba montando.
Me gusto sentir aquella vieja y rugosa mano sobre mi pezón, abriendo mi boca para suspirar con pasión ante aquella dulce y placentera caricia.
Lo mire con mi cara desencajada por tanto placer y tomándose aquello el como una aceptación, soltó su rabo de su otra mano y esta giro mi cara hacia un lado mientras acercando su cadera puso su larga y espigada polla con aquella rugosa cabeza,en mi boca.
La chupe con pasión, entrando la mitad fácilmente, pues su grosor no era la de Diego, aunque sabia a gloria chupar aquello tan rico, alargando una de mis manos para ayudarme en la tarea a la vez que testaba también sus viejas y colgantes pelotas que igualmente me gusto acariciar y agasajar.
Explote nuevamente con otro orgasmo, y casi me resbalo del capó del coche con aquellos espasmos, si bien no saltaba de mi boca durante la explosión de placer, la rica y fina tranca del otro abuelo.
Decidió Diego cambiar de postura, y le dijo al abuelo se apoya sentándose levemente sobre el lateral del capó, a la vez que me agarro por atrás, y girándome hacia el rabo de este, para que se lo chupara con mi cintura agachada y mi culo en pompa, me perforo por atrás, alternando mi chochito y la puerta trasera durante un buen rato, encendiendo más al abuelo de cuyo rabo estaba dando cuenta.
Este me agarro ahora con sus manos mi cabeza delicadamente y comenzado a gemir con pasión,intuí se iba a correr.
Fue a sacarla de mi boca cuando se iba, pensando me importaría que se corriera dentro de ella, si bien me resistí a su intento y volví a meterla para saborear su rugosa cabeza ahora con ansia mientras esta escupía borbotones de espesa leche,
Temblaba el abuelo y gritaba como un poseso mientras derramaba en mi boca sus jugos, haciendo que Diego acelerada también, provocando una inundación de crema en mi conejo que lo dejo medio ahogado.
Las Sacudidas que daba este mientras se corría hacia que me tragara hasta casi la base, aquella tranca que andaba exprimiendo.
Quedaron ambos en silencio un minuto tras aquellas copiosas corridas en mí, mientras me asee un poco con unas toallitas que en mi bolso tenia, vistiéndome también una en silencio mientras ellos también pasaban sendas toallitas por sus colgantes apéndices que ahora miraban al suelo tras aquel buen trabajo.
Se subió el pantalón aquel viejo, a la vez que me dio un beso enorme dando gracias por aquel momento, diciendo que él era una tumba y que de su boca no saldría palabra alguna de lo acontecido allí, pues era el primero que tenía que callar por su mujer, agarrando la bolsa del suelo que allí había dejado y dirigiéndose rápidamente a la puerta de subida, dijo me voy que hablando de mi mujer esta debe estar preocupada, menos mal no bajo a comprobar que me pasaba.
Nos dio por reír, pensando ciertamente si lleva a bajar y lo pilla con una comiéndole su rabillo.
Subimos a casa tras aquel morboso polvo en el garaje, metiéndome en la ducha, siguiéndome también Diego para continuar un buen rato de juegos eróticos en la misma.
Salimos y tras secarnos y sin vestirnos pasamos a la cocina donde le prepare un café, pues decía se encontraba agotado y necesitaba espabilarse un poco, no dándole tiempo una a que acabara con él, pues allí mismo sentado como estaba sobre el taburete con su cabezón apoyado sobre la madera de este, comencé a darle una mamada tan suculenta que hizo esta se volviera a levantar tras varios minutos de juegos con mi boca.
No deje ya me penetrara nuevamente pues estaba deseosa de ahora fuese su dura tranca la que llenara mi boca de tan suculento manjar, y aunque tardo más de lo acostumbrado en dármelo, al final me compenso con una abundante y sabrosa corrida que deguste hasta que salió la última gota de aquel enorme y gordo apéndice.
Pasamos a mi cama y dormimos toda la noche como si la vida nos fuese en ello, pues hasta las once del día siguiente no abrimos los ojos… contando una al despertar, que le parecía mentira lo que había sucedido anoche en el garaje, sintiendo ahora pudor por aquel recuerdo aunque Diego me dijo, tranquila que somos adultos… veras cuando te lo encuentres será todo natural y no sentirás violentada.