Trio con mi esposa en un club swinger

Nos vamos a un local liberal y mi esposa disfruta de un joven y de mi en la mejor experiencia sexual de su vida.

Nos habíamos tomado unos días de vacaciones. Estábamos aburridos y se nos ocurrió la idea. Asistir a un local liberal. Un club swinger.

No nos resultaba nuevo. A veces acudíamos algún fin de semana, pero nuestra participación se limitaba a tocar y dejarnos tocar, aunque a mi, lo que más me excitaba era ver en primera persona cómo tocaban a mi mujer, cómo le acariciaban los pechos y alguna mano llegaba a su sexo.

Aquel día no había apenas gente. Aunque para nosotros era un día vacacional, coincidía con un domingo, lo que hacía que hubiera poco público en el local. Aún así, nos pareció acogedor y decidimos tomar una copa.

Las pocas personas que había se encontraban en el bar. La parte interior, donde se encontraba la piscina y el resto de instalaciones eróticas estaba totalmente vacío, lo que nos producía una cierta desazón.

A pesar del escaso público decidimos pedir una taquilla. Nos quitamos la ropa y nos pusimos unas toallas para dirigirnos a la piscina.

Estábamos solos pero el ambiente era perfecto. El agua caliente permitía poder tocarnos y acariciar nuestros cuerpos desnudos.

Apenas llevábamos unos minutos cuando un chico joven entró en la sala y se dirigió al jacuzzi. Se colocó alejado de nosotros aunque sin dejar de mirarnos. En realidad no creo que me mirase a mi, si no a mi esposa, que a pesar de haber pasado de los cuarenta, sus pechos siguen causando sensación ya que además de grande, se mantienen firmes.

A los pocos segundos, se acercó a donde estábamos, situándose al lado de Clara, mi mujer. Vi como su mano se dirigía a su pecho. Comenzó a acariciar su pecho. Noté que se puso tensa, incluso se puso de pie. Pensé que estaba incómoda con la situación, pero enseguida noté como sus pezones se erizaron. Rara vez la veía así, sólo cuando se excitaba mucho, por lo que supe que estaba bien. Ella comenzó a tocarme, y supuse que hacía lo mismo con él.

Cuando acudíamos a estos locales, los dos participábamos. Tocábamos a otras personas y dejábamos que nos tocasen, con el único propósito de hacer el amor como locos cuando volvíamos a casa. Aquella era una situación distinta, sólo estábamos David, como así nos dijo que se llamaba, Clara y yo.

El joven siguió con su pecho, yo tenía en mi mano el otro. Ella se levantó ligeramente para dejarlo fuera del agua para que él pudiera besarlo, lamerlo e introducirlo en su boca. Yo le imité e hice lo mismo. Era una de mis fantasías. Comer en conjunto con otro hombre los pechos a mi esposa.

Me aparté y me situé a su espalda, sentándola sobre mi. Me sentía excitado, y ella podía percibir mi miembro que se apoyaba en sus nalgas. Separó sus piernas y las situó alrededor de las mías, dejando su sexo abierto.

Mi mano izquierda se dirigía de su estómago a su pecho, donde David no paraba de lamerlos y besarlos. Mi mano derecha tocaba sus cachetes, y cuando bajaba un poco más, me encontraba con la mano del otro hombre, que la mantenía entre sus piernas, sabiendo que su dedo estaba dentro de ella.

Me gustaba la situación y se lo dije a mi mujer. David intentaba besar sus labios pero ella se escabullía, supongo que por timidez al encontrarme yo en la piscina, aunque me habría gustado verlo.

Los tocamientos por parte del joven se hacían cada vez más evidentes, a la vez que era más notable la excitación de Clara, que se estaba poniendo, como podría decirse vulgarmente, “a mil”.

Ella se separó de mi, se dirigió hacia él, que seguía buscando con su boca la de mi esposa de manera inútil, y se tenía que conformar con besar sus mejillas, sus hombros y cuando éstos sobresalían del agua, los pechos.

Vi como ella comenzó a masturbarle. Contemplaba el movimiento de su mano, que a veces chapoteaba y parecía que el agua hervía. El vaiven de los brazos de David daban fe cuando tocaban el sexo de Clara.

Imaginaba la mano que llegaba a su clítoris, pasaba sus dedos por sus labios y al final sus dedos se introducían dentro, mientras que ella le hacía una paja con toda las consecuencias.

Estuvieron unos instantes. Yo me había quedado apartado contemplando el espectáculo entre mi mujer y un joven a quien no había visto jamás. Cuando Clara me miró, imagino que se sintió mal por haberme dejado al margen del espectáculo, aunque yo estaba disfrutando al máximo.

Fue entonces cuando mi esposa decidió parar y se vino a mi lado. El muchacho lo respetó y se quedó apartado, a unos metros de nosotros, pero a la suficiente distancia para poder mantener una conversación intrascendente, y de esta forma crear un ambiente más acogedor. Fue ahí cuando nos dijo su nombre.

No había más gente en la sala por lo que decidimos salir. Lo hizo Clara primero, después yo, siguiéndome David. Nos pusimos los tres las toallas, casi en penumbra, ya que los bordes del jacuzzi apenas estaban iluminados.

Yo me había quedado con ganas de más. Decidimos volver a la barra. David tomó la delantera. Cuando estábamos más o menos en el centro, donde una luz iluminaba un diván, fue cuando me decidí a dar un paso más.

  • David¡¡¡¡ Has visto lo guapa que es mi mujer? – Dije mientras soltaba su toalla y la dejaba completamente desnuda ante sus ojos.
  • Ya lo creo. Es fantástica, y sus tetas son estupendas. Eres afortunado. Además, tengo que decir que encantan los coños depilados. – Dijo acercándose a ella y volviendo a darle un beso suave en su pezón y a rozar la raja de su sexo.

Clara se ruborizó. No esperaba esa reacción mía. Siempre habíamos marcado los límites y no pasábamos de unos tocamientos, pero yo estaba a punto de explotar, y ver a mi mujer con otro hombre, y saber que ella se sentía cómoda me daba alas para seguir con mi fantasía.

Mientras él seguía a lo suyo, yo continuaba apretado a su espalda. Fue cuando la susurré al oído para que supiera mi actitud en ese momento.

  • Cariño. Puedes hacer lo que quieras. Estoy muy caliente. No hay límites, sólo los que pongas tú. De momento puedes empezar por besarle. Sé que lo estás deseando.

En el mismo pasillo, David volvió a besar sus mejillas, sólo que un movimiento de mi esposa hizo que sus labios se encontraran. De los labios pasaron a las lenguas que se juntaban de forma descarada ante mi.

Llevo su mano a su pecho. Yo acariciaba su cintura y de vez en cuando mis manos se iban hacia adelante. Llevé mi dedo a su vagina para comprobar su temperatura y excitación y salió completamente mojado. Lo estaba disfrutado.

  • Vamos al sofá. Estaremos más cómodos. – Dije esperando sobre todo que Clara aceptase.

No dijo nada, pero se dirigió hacia donde había dicho. Estaba claro que íbamos a saltarnos los límites, lo que no sabía era hasta donde seria capaz de llegar. Clara es una mujer tímida, y lo de ir a locales liberales era algo nuevo para nosotros.

Ella se tumbó, y nosotros hicimos lo propio. Uno a cada lado y ella en medio. De nuevo David comenzó a acariciar y besar sus pechos. Yo preferí dirigirme a su cara y besar sus labios.

  • Te quiero. – Le dije. – Y quiero que sepas que estoy muy excitado. Nunca te he visto tan liberada y me gusta.

No respondió. Se limitó a besarme y a gemir, sin duda por las incursiones hacia su sexo que ya empezaba a realizar David. Me besaba de forma lenta, y mirando a sus ojos podía observar que se sentía bien.

El joven no sabía hasta donde podía llegar. En realidad yo tampoco conocía los límites a los que mi esposa estaría dispuesta. Él se incorporó y comenzó a besar su cuerpo, bajando desde los pechos a su estómago, de ahí a su vientre hasta llegar a sus piernas, e inmiscuirse entre ellas.

Vi como separaba sus piernas completamente. Me incorporé para ver como la lengua de David acariciaba el sexo de mi esposa. Mi pene estaba tan erecto que me dolía. Ella lo notó y se dirigió a él para introducirlo en la boca.

No le costó trabajo que un chorro enorme de semen cayera sobre su rostro. Me apresuré a limpiarla y a seguir con el espectáculo.

Mientras, el joven no dejaba de resfregar su lengua en la vagina de Clara. La notaba más excitada que nunca hasta que vi que se estremecía mientras que el joven aferraba las manos a sus caderas para hacer aún más profundo el roce en su sexo.

Tras unos gritos que se debieron oír hasta en el bar, a pesar de estar a bastantes metros, Clara se detuvo. Había tenido un orgasmo enorme. Sin embargo, David no había llegado aún y aunque a petición de ella se detuvo, no tardó mucho en volver a acariciarla.

Sus pechos fueron de nuevo acariciados y comenzó a besar sus labios y a meter su lengua en el mismo lugar en el que yo me había corrido minutos antes.

El espectáculo entre ellos hizo que me recuperase de nuevo. Estaba ya excitado. Ella tocaba y acariciaba el miembro del joven. El estaba situado de rodillas para facilitar los tocamientos de mi esposa.

Clara se giró y me miró a la cara. La conocía muy bien. Veinte años juntos permiten conocer bien a tu pareja. Sabía que quería dar un paso más y yo estaba encantado que sucediese.

  • Me lo estoy pasando muy bien. Es la mejor experiencia sexual de mi vida. Tienes vía libre. Puedes chupársela, puedes follar, puedes............. hacer todo lo que quieras.

Seguía con las piernas abiertas, permitiendo que David le siguiera tocando. Al escuchar mi respuesta, giró su cabeza hacia él y se incorporó para alcanzar su miembro con la boca.

Aquello hizo que provocase un mayor morbo. Llevé su mano a mi miembro y a la vez que realizaba la felación a David, a mi me masturbaba mientras yo pellizcaba con cariño sus pezones que se mantenían firmes y muy duros.

Ella se separó de él y volvió la cara hacia mi. Pensé que me iba a realizar una felación por lo lo que le entregué mi pene. Le dio varias chupadas pero me echó el brazo por el cuello y me llevó hacia su cara. La besé, pero quería preguntarme algo.

  • Cariño. Quiero que me folle. Puedo hacerlo? – Me preguntó temeroso de mi respuesta.

Mi excitación y morbo era tal que no podía negarme. Siempre había deseado ver a mi mujer con otro hombre aunque jamás pensé que se atrevería, al menos delante de mi.

  • Cielo, te he dicho que no hay límites. Sólo los que tú pongas y si te apetece hacerlo quiero que sepas que a mi me encantaría verlo. Siempre lo he deseado y sabes que hemos fantaseado con ello.
  • Gracias¡¡¡¡¡¡¡¡¡

De vuelvo volvió a girarse y ahora fue a él quien agarró. Lo hizo por el pecho y su boca fue a su oído para decirle la palabra que liberaba todo.

  • Fóllame¡¡¡¡

El chico no tuvo inconveniente. Supongo que lo estaba esperando y deseando. Se levantó y volvió pocos segundos después con un preservativo. Lo abrió y se lo colocó. Yo aproveché a besar a Clara que seguía igual o más caliente que antes.

El joven me miró, como pidiéndome permiso a lo que respondí con un gesto manual indicando que iniciase el acto.

Decidí apartarme y colocarme de tal forma que pudiera ver todo el espectáculo. David tomó a Clara por los muslos, los separó y ayudándose de su mano introdujo su verga en el sexo de mi mujer.

Había visto esa escena muchas veces en películas porno, pero jamás en directo y mucho menos siendo la protagonista mi esposa.

Clara cerró sus ojos y se dejó llevar mientras que el joven empezó con entradas y salidas suaves. Poco a poco se fue incrementando el ritmo. De nuevo me dirigí hacia el extremo del diván, donde se situaba la cabeza de mi mujer y llevé su mano a mi miembro.

Lo manejaba perfectamente. Sus pajas eran perfectas. Ahora David ya se movía como loco hasta que en una de las embestidas se quedó clavado en el interior de Clara. Mi esposa había follado con otro, y yo había cumplido mi fantasía.

David nos dijo que saliésemos al bar ya que pretendía invitarnos a una copa. No obstante, antes de salir, le pedí que nos dejara unos momentos solos.

El joven salió de la sala, ya con su toalla puesta. Clara me miraba sonriente y yo seguía excitado.

  • Quiero follarte yo ahora¡¡¡
  • Estaba esperando que me lo pidieras. No me apetece esperar a llegar al hotel.

Sin dudarlo me coloqué encima de ella. Estaba muy lubricada por lo que ni tan siquiera tuve que dirigir mi miembro con la mano. Se introdujo solo, sin ayuda.

Comencé a moverme y de nuevo Clara comenzó a gemir. Me levantaba un poco para poder observar su cuerpo que antes había disfrutado otro hombre.

Ella se corrió enseguida, apenas me costó unas pocas embestidas ya que David había realizado gran parte del trabajo. Yo la miraba y recordaba lo que había visto, por lo que no me costó demasiado que su sexo se llenase de mi semen.

Antes de salir al bar nos dimos una ducha rápida y nos vestimos. David estaba allí y como nos prometió nos invitó a una copa.

Los días siguientes a aquel acontecimiento fueron de un furor sexual increíble. Hacíamos el amor varias veces al día y recordábamos todo lo que había pasado aquella noche. Yo incluso, a pesar de tener una vida sexual muy activa con ella, necesitaba masturbarme de vez en cuando, pensando en las situaciones que viví aquel día.

Una semana después, Clara me propuso que deberíamos repetir una experiencia similar, sólo que ahora deseaba que el trío fuera con otra mujer. Quería compensarme por lo que había disfrutado aquella noche.

Por supuesto que la complacería, pero sin duda alguna, nada podría compensar aquella noche, en el que disfruté del sexo más que en toda mi vida.