Trío con dos pollones

Continuaban sus embestidas y azotándome, estaba reducido a tan solo un trozo de carne con dos agujeros. “Te voy a llenar el culo de leche, hijo de puta”, dijo Ricardo totalmente ido.

Era viernes por la tarde, hacía un par de horas que había salido del trabajo y tenía todo el fin de semana para dedicarlo a descansar o a lo que me apeteciera. En realidad no tenía todavía plan, tampoco lo busqué, pero éste vino en forma de llamada telefónica. “Ey, Aran, ¿tienes planes para esta noche?”, me preguntó Javier. “Que va, tío. ¿Tienes alguna propuesta indecente de las tuyas que tanto me gustan?”. Y vaya si la tenía, como no. “Pues mira, le he hablado de ti a un compañero de trabajo, de tu afición a dejarte follar por heteros, y está bastante interesado en el tema. ¿Qué te parece si nos acercamos a tu casa esta noche y te damos un buen meneo?”. Desde los 18 años que he sido el agujero donde mis amigos heterosexuales han venido a descargarse cada vez que necesitaban sacarse la leche, en total son cinco y alguna guest star como en este caso. Ahora tenemos 33, algunos tienen pareja pero aun así de vez en cuando recibo alguna llamada de ayuda por motivos sexuales. La verdad es que de unos años para aquí el ritmo ha bajado bastante, raramente coincidimos todos y me follan entre los cinco como a una perra, por eso cada vez que surge una oportunidad no la desaprovecho. Por lo tanto, le dije a Javier que por supuesto, que les espero a él y a su amigo en casa esta noche.

Sobre las diez sonó el timbre de casa, abrí la puerta y allí estaban los dos. Hicimos las presentaciones de rigor, el chico, más o menos de nuestra edad y de nombre Ricardo, me dio un fuerte apretón de manos, no sé si con alguna intención detrás. Era un poco más alto que yo, que mido 1’80, pero sin llegar a los casi 1’90 de Javier. Sin más dilación, mi amigo dijo “hoy vas hacer todo lo que te pidamos, ya sabes, nuestro placer va por delante del tuyo, así que ahora desnúdate delante de nosotros”. Javier era el que me ponía más de todos mis amigos, me ponía muy cerdo y yo me comportaba como un sumiso completamente a su merced, ejercía un poder absoluto sobre mi y esto me encantaba. De todos, era el que me trataba como si fuera mi auténtico amo, que de hecho, eso es lo que era. Así pues, me empecé a desnudar en el comedor mientras ellos se sentaban en el sofá y contemplaban la escena. Me quité primero las bambas, luego los calcetines, el jersey y camiseta, y cuando me quedé con tan solo los tejanos, me giré y me los empecé a bajar poco a poco ofreciéndoles mi culo que se tapaba tan solo con un tanga negro. Finalmente me lo quité, quedándome desnudo frente ellos y a partir de allí ya empezó la acción.

“Ponte a cuatro patas y acércate aquí”, dijo Javier señalándose el paquete y frotándoselo al mismo tiempo. Me acerqué en cuatro hacia él y me dirigí directamente a su paquete, lo lamí y mordí por encima del pantalón hasta que del calentón no me pude aguantar más y le desabroche los pantalones y le bajé los calzoncillos. Y de allí brotó ese hermoso trozo de carne que me había follado infinidad de veces. Sin mediar palabra se la chupé como si me fuera la vida en ello, le escupía en el capullo, le succionaba los huevos y le lamía el tronco. Él empezó a jadear y poco a poco me iba cogiendo del pelo y tirando de él. Hasta que de repente me cogió con las dos manos por el pelo y me apartó de él. “Quítate el tanga y ponte con el culo en pompa encima de la mesa, que le voy a enseñar a Ricardo cómo se folla a un perro como tú”.

Me puse encima de la mesa baja del comedor en cuatro, mi culo justo quedaba a la altura de su polla, es un ritual habitual cuando vienen mis amigos en casa. Javier se acerco por detrás y me dio varios azotes en el culo, notaba su escozor y me lo imagine bien rojo. Luego me metió un dedo sin avisar mientras con la otra mano seguía azotándome. Ricardo no perdía detalle y se había bajado los pantalones y ya se estaba masturbando. Lo que vi no me decepcionó, y lo que vi era un pollón como el de Javier, 24 centímetros de carne y diría que un grosor todavía más exagerado. Ahora me metía dos dedos con violencia hasta que dijo, “ya lo tienes suficientemente dilatado, aunque no me extraña, con la cantidad de pollas que han pasado por aquí”. Me la metió y efectivamente, entró sin problema hasta el fondo. Con una mano me cogió del pelo obligándome a echar la cabeza para atrás y con la otra me seguía azotando sin descanso. Estaba más que acostumbrado a situaciones como esa, pero el hecho de que iba a disponer de una polla que todavía no había catado me daba mucho morbo. Empecé a jadear de placer por la tremenda embestida y por la situación de sumisión en la que me encontraba. “Síii, gime como la perra que eres” dijo Javier, seguido de “venga Ricardo, ya sabes como tienes que tratar a esta puta”.

Se levantó del sofá y me introdujo directamente su pollón en la boca, el cual chupé con devoción, de vez en cuando me lo sacaba de la boca para darme pollazos en la cara. Se vio que aprendió rápido la lección de Javier, al mismo tiempo que me la metía me escupía en la cara, me la sacaba y me escupía en la boca, después me pegaba con la polla y después me abofeteaba, y así sucesiva y alternativamente. Estaba totalmente sometido por dos pollones, dándoles placer por el culo y por la boca per seguro que no era ni la mitad de placer del que ellos me daban a mí. La compenetración entre ellos era tal que cuando uno me daba una hostia en el culo acto seguido el otro me la daba en la cara. ¡Plas! Plas! Plas! Plas! “Venga Javier, déjame probar el culito de tu putito”. “A partir de ahora también es tuyo, este cabrón no le dice nunca que no a una buena polla”. Y así era, podía venir siempre que quisiera, ante esa polla yo perdía el control y solo pensaba en arrodillarme ante ella. Se intercambiaron las posiciones pero Ricardo me quería follar boca arriba, así que puso mis piernas sobre sus hombros y la cabeza me quedaba colgando, Javier me agarró el cuello y me puso la polla hasta el fondo de la garganta. Así que quedé tumbado en la mesa boca arriba, con Ricardo follándome el culo y Javier haciendo lo mismo con mi boca. Debido a las embestidas empecé a babear y me salía por la comisura de los labios, me bajaba por la frente y finalmente caía o bien al suelo o bien a sus pies. Ricardo estaba pegándome una follada brutal al mismo tiempo que cogía mi pene erecto y lo retorcía con fuerza. La verdad es que me dolía un poco pero en esta situación era un dolor más que placentero. Continuaban sus embestidas y azotándome, estaba reducido a tan solo un trozo de carne con dos agujeros. “Te voy a llenar el culo de leche, hijo de puta”, dijo Ricardo totalmente ido. Aumentó el ritmo de sus embestidas y efectivamente, empezó a soltar trallazos de semen que notaba como me llenaban por dentro. “¡Ah, sí, toma, toma, toma puto maricón!”. Me la sacó y noté un gran vació por dentro, aunque también un gran descanso y alivio pes mi culo andaba ya algo dolorido después de tanto azote. “Yo te voy a llenar la boca, perro” me soltó Javier. Él siempre era de los últimos en correrse, cosa que yo agradecía. Y así fue, después de un par de minutos y al igual que su compañero aumentó el ritmo y la fuerza de sus embestidas y me llenó la boca de semen. Parecía un manantial, yo no daba al abasto de tragarme toda esa leche y al igual que mi saliva esta iba a parar entre sus pies y el suelo. Cuando se vació por completo me la sacó, y todavía boca abajo se fueron turnando entre los dos para que se las dejase bien limpias. “Ahora límpiame los pies, que los tengo llenos de mi lefa y de tus babas”. Me puse de cuatro patas frente a él y le dejé los pies bien limpios a Javier. “Muy bien perro, ahora mientras nosotros nos vestimos termina de limpiar el suelo con la lengua”. Cuando Ricardo pasó por mi lado me dio un azote y me escupió en el culo. “Te dejamos con tu trabajo, Ricardo y nos vamos de fiesta, si tenemos ganas al retirar a lo mejor te llamamos para follarte otra vez”. Se despidieron, no sin antes volverme a escupir en mi ano y mi cara y me dejaron allí, con el culo  ardiendo, todavía chorreando semen y a cuatro patas lamiendo el semen de mi amigo esparcido por el suelo. Y desando que vuelvan de fiesta y me hagan suyo otra vez.