Trillizos depravados V, Elena

Final de la saga. Ha llegado el momento de que David conozca la verdadera naturaleza de sus hijos

Hace meses publiqué "Trillizos depravados" como un único relato largo. Hubo ovaciones y quejas a causa del carácter maligno de los protagonistas. Después dividí el relato en cinco capítulos, aquí presento el último de la serie. He revisado este desenlace, y no puedo aligerarlo sin dañar la integridad literaria de los personajes.

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Han sido tres semanas de locura. Al emprender este viaje nunca imaginaste que ascenderías por una indescriptible escalada de depravación.

Primero fue David, antiguo amante de tu hermana gemela. Hiciste el amor con él y ambos se prometieron que intentarían consolidar una relación. Después vino el incidente con Gigabriel en la piscina; te has preguntado miles de veces cómo fue que sentiste tantos deseos de hacerlo con tu propio sobrino. Nerdtor te sorprendió, te engañó haciéndose pasar por su hermano y tú caíste en esa ocasión; después no tuviste fuerzas para negártele. Al final también lo hiciste con Rockardo, quien se sumó al grupo de amantes casi obligándote a aceptarlo.

Los trillizos te han mostrado la verdad de sus almas. Son competitivos, groseros, malvados y crueles. Son un grupo de pervertidos que solo piensan en conseguir placer de tu cuerpo y luchar entre ellos por ver quién te da más placer a ti. Has fornicado con ellos de todas las maneras imaginables, con uno, con dos, con los tres juntos. Te han sodomizado, te han hecho dobles penetraciones, se han corrido en tus tetas, sobre tu cabello, en tu cara, dentro de tu boca. Sé objetiva y pregúntate si alguna vez te has negado a algo. La respuesta es NO.

Un par de ocasiones sentiste que tenías la fuerza suficiente para tomar tu auto y largarte, pero te arrepentiste de inmediato. Estás en un serio problema, porque sabes que es incorrecto tener relaciones sexuales con tus sobrinos, sin embargo, no puedes dejarlos. Estás enganchada a ellos y debes reconocerlo, quizá sea el primer paso para liberarte.

Lo malo es que no deseas liberarte. Te duele la situación porque de los cuatro hombres que comparten tu cuerpo, solo David, el único bueno del grupo, ignora lo que está pasando. Pese a tus sentimientos de culpa, no puedes sustraerte del morbo que te provoca sentir que desde temprano alguno de tus sobrinos se aparece en tu cama para follarte. Después del desayuno otro te busca y penetra cualquiera de tus orificios. En la tarde es el tercero. La mayoría de las veces ni siquiera eres capaz de identificar quién de los tres fornica contigo, eso añade más lujuria al asunto.

Nunca imaginaste que tu cuerpo sería capaz de sentir tanto placer. Por increíble que parezca, a media noche sigues citándote con David y vuelves a la batalla sexual con too el ímpetu. Tu libido no desciende, tus orgasmos son cada vez más poderosos, prolongados y profundos, tu sexo jamás está seco porque siempre mana jugos lubricantes y siempre tiene en su interior el semen de alguno de tus amantes o de los cuatro juntos.

Te es difícil dormir, cuando lo logras tienes intensos sueños eróticos. Solo piensas en el sexo, en la próxima fantasía de tus sobrinos, en la próxima postura extrema, en la próxima perversión que te harán experimentar.

Ellos cada vez son más atrevidos. Al principio parecía que podías controlar los acontecimientos, ahora sabes que ellos tienen el mando de tu vida sexual. Si David supiera todo lo que está ocurriendo quizá moriría de desilusión y tristeza. Mil veces has deseado poder decírselo, pero temes su reacción; no sería violento, pero perdería la fe que tiene en sus hijos.

Los trillizos son unos monstruos egoístas y envidiosos. Aborrecen a su padre por rencores reales o imaginarios, se sienten oprimidos por la educación y los cuidados que David les ha brindado, no lo respetan y se burlan de él a sus espaldas. Muchas veces has querido corregir estas actitudes, pero te callan con un nuevo orgasmo, con un nuevo cunnilingus o con una nueva penetración anal. Una petición de respeto es poco convincente cuando intentas hacerla con una verga incrustada hasta el fondo de tu garganta.

Las labores de remodelación del complejo turístico se han retrasado mucho debido a que los trillizos aprovechan cualquier momento para interrumpir sus actividades y follarte en solitario o todos juntos. Anoche David habló con los muchachos y ellos le escucharon en actitud sumisa. Hoy algo ha cambiado, pues ninguno de los chicos te ha buscado para follar.

Sé sincera y reconoce que durante todo el día has deseado que alguien (¡Quien sea, quienes sean!) te arranque el tanga y te penetre sin más preámbulos. Pero los chicos y el padre han estado tan involucrados en sus actividades que has pasado a un segundo plano. Al menos tendrás la noche para hacerlo con David.

La hora de la comida transcurre entre incómodos silencios y tensiones inconfesables. Has deseado que alguno de ellos toque tu sexo por debajo de la mesa, pero los trillizos se mantienen tranquilos. David parece triste, quizá piense que ha sido demasiado duro con sus hijos, sin imaginar que su verdadera conducta amerita mucho más que un ligero regaño.

Al terminar de comer los hombres vuelven a sus actividades, intentan recuperar el tiempo perdido y debes entender que no siempre estarán encima (o debajo, o a un lado, o alrededor) de ti.

La cena casi es un calco de la comida, salvo que descubres ciertas sonrisas y miradas cómplices entre tus sobrinos. Algo traman, pero la hora de retirarse a dormir se aproxima y ese es el momento de David. Vibras de excitación al imaginar que pronto estarás en brazos de tu cuñado. Los chicos se despiden y corres a tu habitación, ansías que alguno de ellos venga a ti y te folle en un apasionado encuentro veloz, para llegar con el padre recién inseminada por el hijo.

Pero nada sucede. Tomas un largo baño y te preparas para alcanzar a David en el casino. Has extrañado el sexo con tus impetuosos sobrinos, pero es por morbo, no por falta de calidad en las relaciones con tu cuñado. Al menos de eso no puedes quejarte, David sigue siendo un amante cariñoso, considerado, viril y complaciente. Él te respeta y respeta lo que deseas, ahí radica la diferencia entre el padre y los hijos.

Llegas excitada a tu cita. Tu sexo derrama líquidos a borbotones; ni siquiera te has puesto tanga, pues sabes que quedará empapado. David te recibe con los brazos abiertos y se besan en un apasionado encuentro bucal. ¿Qué pensaría si supiera que sus tres hijos han eyaculado varias veces en esa misma boca que devora con tanto deseo?

Ya desnuda te tiendes sobre la colchoneta. Tu cuñado besa tu cuello y desciende por el canal de tus senos. En varias ocasiones tus sobrinos han dejado moratones y marcas de sus manos en tus tetas, pero David ha creído tus mentiras al explicarle que te has asoleado de más o te has golpeado.

Estiras la mano y sujetas la verga de tu amante. Por un momento tu otra mano se pierde buscando un segundo miembro viril que no está. Este sería el momento en que, en alguna sesión de sexo grupal, alguno de tus sobrinos te estaría comiendo el coño con intensidad. Suspiras resignada; te has acostumbrado a tener más de un amante a la vez.

David estimula bien tus senos, es el mejor y más experimentado de tus cuatro garañones y podría enseñar mucho a sus hijos, si tal depravación fuera posible, pero solo es uno. Ellos lo superan por la fuerza numérica.

La boca de tu cuñado desciende por tu vientre, su lengua lame tu ombligo como solo él sabe hacerlo, al menos quedan caricias y situaciones donde no puedes compararlo. Cuando lame tus labios vaginales te estremece imaginar la cantidad de veces que te ha practicado el cunnilingus minutos después de que la verga de alguno de sus hijos te ha follado. Su lengua en tu clítoris es implacable, pronto te provoca el primero de tus orgasmos de la noche.

—¡Fóllame, por favor, no aguanto más! —suplicas desesperada.

Si le parece que estás demasiado deseosa no lo considera extraño. Se acomoda en medio de tus muslos y juguetea unos momentos con su glande entre tus labios vaginales.

—Elena, estoy enamorado de ti —declara cuando introduce su poderosa verga en tu sexo.

Boqueas y aspiras aire con fuerza. Te han penetrado con una y dos pollas al mismo tiempo, han usado tu coño más de lo que hubieras podido imaginar y, sin embargo, sigues tan estrecha como siempre. La elasticidad de tus paredes vaginales te permite recuperar las dimensiones normales de tu canal rato después de las tremendas arremetidas de tus sobrinos. Sientes el glande de tu cuñado que golpea con tu matriz, la forma de su virilidad le permite acariciar con intensidad tu “Punto G”. Él levanta tus piernas y pone tus tobillos sobre sus hombros, las penetraciones son potentes y profundas, te producen estremecimientos y muy pronto comienzas a enlazar orgasmos en cadenas apasionadas. Entiendes que te has convertido en una adicta a esta sensación, cada vez te es más fácil llegar al clímax y cada vez es más intenso.

Tu sistema nervioso entero encadena sensaciones indescriptibles que te recorren entera, desde tu clítoris hasta tu alma, desde tu “Punto G” hasta tu cerebro. Gritas en medio del irrefrenable impulso que lanza tu pelvis al encuentro de las arremetidas de tu cuñado. Has aprendido a no hablarle durante tus orgasmos, pues temes soltar sin querer el nombre de alguno de tus sobrinos.

Cuando cesan tus ráfagas pasionales David desocupa tu sexo. Es momento de que le retribuyas el placer que te ha brindado. Haces que se tienda en la colchoneta y te montas sobre él, diriges su virilidad a tu empapado coño para empalarte sola. Exhalas un suspiro de deleite cuando sientes toda su verga dentro de ti. Inicias un movimiento de rotación de caderas que provoca una deliciosa fricción de su miembro en toda tu vagina. Sus manos sostienen tus tetazas y su pelvis acompaña tu danza en una cadencia exquisita.

Tus movimientos se vuelven más violentos y alcanzas una nueva serie de orgasmos encadenados, es aquí donde la historia de una familia cambia para siempre.

Estás en medio del clímax absoluto, tu mente no puede procesar nada que no sea el delicioso placer de sentirte penetrada y pletórica, no puedes interpretar la mueca de David cuando voltea a un costado y mira fuera de tu campo de visión.

Los trillizos entran al casino en tromba. Cuando los ves llegar hasta ustedes te asustas. Vienen desnudos y muy excitados, uno de ellos trae una mochila, otro carga con una silla de las del comedor, el tercero se coloca de rodillas detrás de ti. Como siempre que los ves desnudos, te es imposible identificar quién es quién.

—¿Qué está pasando aquí? —pregunta David impactado.

El trillizo de la silla deja su carga y pone un talón sobre la garganta de su padre, presiona sin piedad.

—¡Miren, he pisado mierda! —exclama divertido—. Si te mueves o te atreves a decir algo te rompo la tráquea de un pisotón.

David se paraliza. Aún sientes su virilidad erecta dentro de tu sexo, pues ese gesto masculino no pueden robárselo, pero detiene los movimientos de su pelvis. Está horrorizado por la sorpresa.

El trillizo de detrás de ti te sujeta por el cabello y te obliga a incorporar el cuerpo un poco, el de la mochila toma un rollo de cinta de embalar y con esta amordaza a su padre. Aprovechando el shock de David junta sus muñecas y las aprisiona una contra otra. Cuando el progenitor está reducido el que pisa su garganta se retira.

El chico que tienes detrás se asoma para ver tus genitales y los de su padre.

—¡La verga de este cabrón sigue tiesa! —exclama divertido—. ¡Deberíamos cortársela para no tener más competencia!

David patalea e intenta reaccionar. El muchacho se pone en pie y patea sus testículos debajo de tu vagina; los ojos del padre se abren mucho y se empañan en lágrimas. Sientes que por reflejo parte de su verga sale de tu gruta. Es el momento que aprovecha tu sobrino para arrodillarse detrás de ti y apuntar su verga a tu sexo ocupado. Has practicado la doble penetración vaginal con tus sobrinos en muchas ocasiones, pero nunca habían sido tan bruscos al ingresar a tu cuerpo. No puedes evitar que una descarga de placer te recorra entera cuando comienza a embestirte. David se debate entre el dolor por el golpe y la fricción de la verga de su hijo sobre la suya dentro de tu coño. Pronto también lanza su pelvis y coordina sus penetraciones con las de tu sobrino.

Gritas fuera de control. No puedes reprimir el gozo carnal, que no emocional, que te inunda cuando inicias un intenso ascenso orgásmico. El chico de la mochila te hace girar la cabeza e introduce su verga hasta tu garganta. Desesperada succionas con deleite en un movimiento ensayado cientos de veces.

—Pawíd, pobre pendejo —dice el de la silla—, no te has dado cuenta de que hemos estado reventando a vergazos a nuestra tía Elena desde que llegó. La hemos follado de todas las maneras que puedas imaginar. Se ha comido nuestras leches, nos hemos corrido en su coño, le hemos fornicado el culo, la hemos penetrado de a dos al mismo tiempo. Y tú, tan ocupado en tus pendejadas, no lo has notado… ¡La de veces que le has mamado el coño después de que se lo llenáramos de semen!

David menea la cabeza en gesto de negativa, sus mejillas están empapadas en lágrimas. Busca tu mirada.

—¡Es cierto, perdóname! —gritas en medio de tu orgasmo.

El hombre debajo de ti parece derrumbarse. Solo su pelvis reacciona penetrándote sin compasión.

—¡Una puta incestuosa se divertía follándose a un cabrón de su familia! —canta el trillizo que te está follando, tomando la tonada de la canción de “Los elefantes”.

—¡Como veían que se corría fueron a llamar a otro pariente! —contesta el de la mochila.

—¡Una puta incestuosa se divertía follándose a dos cabrones de su familia! —canta el chico de la silla.

—¡Como veían que se corría fueron a llamar a otro pariente! —contesta el que sigue penetrándote.

—¡Una puta incestuosa se divertía follándose a tres cabrones de su familia! ¡Como veían que se corría fueron a llamar a otro pariente! —cantan los tres, el que te está follando al mismo tiempo que su padre acelera el ritmo.

—¡Una puta incestuosa se divertía follándose a cuatro cabrones de su familia! ¡Como veían que se corría fueron a llamar a otro pariente! —grita tu sobrino al eyacular en lo más hondo de tu intimidad.

Sintiendo la riada de semen, David también se corre dentro de ti, las simientes de padre e hijo se mezclan en tu interior.

Todo lo tienen bien planificado. Los muchachos que están en pie acuestan la silla al lado de su padre, te levantan en volandas para desacoplarte y cargan a su progenitor para acomodarlo sobre el asiento. Levantan la silla para dejarla en posición vertical, con la cinta sujetan el cuerpo de su padre al respaldo y sus tobillos a las patas. Por último toman un rotulador y dibujan unos cuernos en las sienes de su padre, entre las astas escriben la palabra “IMBÉCIL”.

—¡Dejaste un “imbécil” muy grande en mi frente pintado! —canta uno de los trillizos.

—¡No tienes perdón! —corean los otros dos.

El que acaba de follarte te acomoda de rodillas frente a él, mete su erecta verga en tu boca y te da a probar la mezcla de su semen, el semen de su padre y tus jugos vaginales. Te toma por la nuca e incrusta su glande en tu garganta.

—¡Y mírame a la cara! —canta—. ¡Y atrévete a negarme que conoces tantas vergas como historias que contarme!

Te folla la boca sin piedad mientras los otros dos se arrodillan a tu lado para chupar tus senos con gula.

—¡La puta que nos parió no quiso darnos a mamar sus tetas para alimentarnos, estas ubres son idénticas y con ellas acabaremos de criarnos! —exclama uno de ellos.

Podrías evitar todo esto. Podrías salir corriendo, tomar tu auto y largarte; quizá incluso podrías llamar a la policía y pedir ayuda para David. En vez de esto les dejas hacer de tu cuerpo lo que quieran, no puedes evitar sentirte excitada.

Los muchachos que maman tus senos se dedican a dar profundos chupetones casi dolorosos en tus pezones para erectarlos al límite e incrementar su sensibilidad. Cuando se cansan del juego los tres se sientan en el suelo y se golpetean los muslos. Es hora de que participes de forma activa en el aquelarre.

Sientes algo de culpa al mostrar a David esta faceta de ti, pero eso no te impide sentarte sobre el trillizo de en medio del corrillo y tomar su erección para guiarla a tu sexo. Empiezas a empalarte despacio, pero el muchacho parece desesperado; te toma por las caderas y te obliga a darte un sentón para alojar en tu interior toda su verga. Gritas apasionada, te ha sorprendido, mas no te ha lastimado.

Cabalgas a tu sobrino mientras él magrea tus tetas, besa tu espalda y dice obscenidades sobre tu persona, tu actitud y tu disfrute.

Los otros dos se masturban sin pudor mientras David lo observa todo en silencio. Tu cuñado, humillado por sus hijos y traicionado por ti, llora sin hacer ruido; esto podría hacerte sentir mal, pero un nuevo orgasmo recorre tu cuerpo. La sensación del clímax incestuoso borra de tu panorama emocional cualquier remordimiento.

Es momento de cambiar de verga, te desacoplas del trillizo que has montado y te acomodas sobre otro, esta vez dándole la cara.

La penetración es larga e intensa, una vez ensamblada te meneas de modo tal que tu clítoris roza con el bajo vientre de él. El muchacho goza mamándote las tetas, que se bambolean al ritmo frenético de tus caderas. Sus manos acarician tus muslos y nalgas, las cuales separa y vuelve a juntar varias veces.

Gritas desesperada cuando encadenas una serie de orgasmos en ráfaga, te dejas caer sobre el hombro de tu amante filial, pero el siguiente chico te levanta de las axilas para colocarte en cuatro patas delante de su padre.

—¡Mira Pawíd, la venganza es dulce! —grita cuando te penetra de golpe.

Su bamboleo es potente, está encendido por el morbo de follar contigo delante de su padre. Sus cojones chocan con tu cuerpo una y otra vez mientras sus manos se aferran a tu cintura para moverte completa. Colaboras en esto lanzando tu trasero al compás de la jodienda.

—¡Gracias, Pawíd pendejo, por obligarnos a tragar la mierda esa de Emulsión De Scott! —ironiza el muchacho—. ¡Por eso ahora tenemos tanta potencia sexual!

Los dedos el trillizo en turno hurgan en tu entrada posterior. Cuando te introduce el índice hasta el nudillo entiendes que quiere ser el primero en encularte.

—¡Chíngale el culo todo lo que quieras, pero recuerda que primero nos corremos en el coño! —exclama uno de los espectadores al notar la maniobra de tu amante interino.

Jadeas y gimes en oleadas de gozo cuando llega un nuevo orgasmo. Acunas tu cabeza entre los brazos y levantas el trasero por puro instinto. El trillizo espera lo justo para que termines de correrte y se sale de ti antes de eyacular.

Caes desmadejada, pero no te dejan descansar mucho tiempo.

—El cornudo Pawíd sigue empalmado —señala uno de los chicos—. Dale una buena mamada mientras nosotros seguimos taladrándote el coño, seguro que después de esta noche te preñamos de trillizos.

—¡Se están pasando! —exclamas—. ¡Su padre no merece que lo traten así!

Sin mucha delicadeza te arrastran hasta poner tu rostro a la altura de la verga de David. En efecto, continúa erecto.

—Si no le mamas la verga vamos a creer que no te gusta—bisbisea uno de los chicos—. Si es así, tendremos que cortársela para que no vuelva a molestarte.

Evitando males mayores te introduces la mitad del miembro de David en la boca y comienzas una felación profunda. Él, amordazado, emite ruidos que no podrías identificar ni como placenteros ni como molestos.

Sin interrumpir tu trabajo bucal te acomodan en cuatro patas. Uno de los chicos vuelve a penetrar tu vagina con ímpetu furioso mientras los otros dos se acuestan en el piso, debajo de ti, para mamar cada quien una de tus tetas. La posición es bastante estimulante y el placer vaginal se fusiona con el gozo que te provocan cuando tiran de tus senos como si te estuvieran ordeñando. Consiguen que cada penetración profunda de tu jodedor coincida con los tirones que dan en tus tetas. Por cada conjunto de movimientos gimes y succionas la verga de David. El placer se acumula hasta que llega el inevitable momento de correrte. El trillizo que ocupa tu vagina te penetra a fondo y eyacula un torrente de semen hasta lo más profundo de tu matriz.

Quisieras descansar un momento, pero uno de los que están debajo de ti intercambia lugar con el que acaba de follarte y repite las maniobras de su hermano.

Cuando vuelves a correrte el tercero ocupa la posición en tu coño hasta llevarte de nuevo al orgasmo y sumar su semen al de su padre y sus hermanos dentro de ti.

Te separas de la verga de David y te tiendes en el suelo. Cierras los muslos y levantas un poco las piernas para retener el semen de todos en tu interior. La cantidad de líquidos en tu vagina excede los límites y mucho del semen resbala entre tus nalgas. Aprovechando tu posición uno de los trillizos acomoda tus tobillos sobre sus hombros y orienta su erección hacia tu ano.

Empuja con delicadeza, pero sin ceder en su propósito y sin preguntarte si lo deseas. Desde que diste tu virginidad anal a tu cuñado te han estado sodomizando a diario, incluso más de una vez, no faltando los días en que los cuatro te han penetrado por detrás; no te duele la intrusión, te has adaptado bien al tratamiento y ya lo disfrutas desde el principio.

Gimes apasionada cuando las pelotas de tu sobrino chocan con tus nalgas. Acompañas sus penetraciones al iniciar el rítmico movimiento de entrada y salida de tu recto.

—¡Dame duro, hijo mío! —exclamas. Hace días descubriste que tus sobrinos se llenan de morbo cuando los llamas “hijos” y tú te electrizas cuando te llaman “mamá”.

—¡Que caliente y estrecha estás, mamá! —exclama tu sodomizador—. ¡Siempre quise darte por el culo! ¡No te imaginas la cantidad de pajas que me hice en tu honor cuando era más chico!

Miras a David. Sus ojos están entrecerrados, convertidos en dos rendijas de odio. Debes entenderlo, en unos minutos su vida familiar se ha vuelto un infierno. Acaba de descubrir que sus hijos, lejos de ser los muchachos ejemplares que suponía, son auténticos demonios.

A tu cuerpo no le interesa, sigue colaborando con la sodomización. De tu vagina salen los líquidos sexuales de tu cuñado, tus sobrinos y tus jugos íntimos, todo entremezclado. Una de tus manos juega con tu clítoris sin poder contenerse, pronto vuelves a experimentar el clímax. Con movimientos de tu recto presionas la verga de tu sobrino en estudiados movimientos que lo hacen aullar y gemir. Eyacula dentro de tu ano con violencia tal que sientes cómo su semen se aloja en lo más profundo de tus entrañas.

—¡Sigo yo, sigo yo! —exclama otro de los trillizos.

Entre los tres te levantan para recostarte atravesada, con el culo en pompa, sobre los muslos de David. Sin preámbulos el muchacho penetra tu ano aprovechando la lubricación que brinda el semen de su hermano.

—Perdón, Pawíd —se burla tu sodomizador—. Pero si vas a contemplar el espectáculo, puedes ayudar también. Sé buen chico y colabora con el trabajo de los demás, recuerda que esa es una de las pendejadas de fracasado que siempre trataste de inculcarnos.

Estás acostada sobre los muslos de tu cuñado. Pasas una mano debajo de tu cuerpo para alcanzar su verga y masturbarle despacio; al menos puedes brindarle un poco de placer.

Las embestidas del muchacho en tu ano son demasiado profundas, parece como si quisiera introducirte también sus testículos. Estás abierta, expuesta y llena de verga, el morbo de la situación y las sensaciones que experimenta tu cuerpo te conducen a un nuevo caudal de orgasmos que te hacen gritar como posesa. El chico también eyacula dentro de tu ano, inyectándote un torrente de semen bestial.

Cuando apenas abandona tu orificio el tercer chico separa tus nalgas para meter todo su miembro dentro de tu culo.

Alzas la cabeza y sueltas un gemido muy prolongado. Ha sido brusco, pero no te ha dolido. Más bien te sientes sorprendida.

Tu cuerpo reacciona, tus caderas acuden al encuentro de las vigorosas arremetidas del ariete de tu sobrino. Te odias a ti misma por sentir este placer, te aborreces por estar haciendo esto a David, pero no puedes evitarlo, el gozo es más fuerte que tú. Solo puedes recibir la verga del trillizo, masturbar la de tu cuñado y menear las caderas para seguir siendo penetrada.

Te corres en estertores largos, gritas y te dejas llevar, la espesa simiente de tu enculador se derrama en el interior de tu ano.

Cuando el chico te desenmcula caes desmadejada a los pies de David. Le miras a los ojos y descubres un odio mortal en ellos; es casi como la expresión de sus hijos cuando compiten por ver quién es el mejor de tus amantes.

Los muchachos se van al mueble bar y descorchan una botella de whisky, se sirven vasos llenos y brindan por el éxito de la venganza que han planeado en contra de su padre.

—Tía, ya puedes desatar a este pendejo —indica uno de los muchachos—. Después de cogerte nos ha dado hambre, sería bueno que nos preparara una de sus cenitas, nada más para reponer fuerzas y seguir follándote. Si se porta bien podemos comprarle un consolador y dejarlo que se estrene en el sexo anal. Si nuestro jodido padre te estrenó el culo, es justo que nosotros se lo reventemos a él.

Como puedes desenrollas la cinta con la que han sujetado los tobillos y las muñecas de David, él se desembaraza de las que aprisionan su torso y se arranca la de la boca, haciéndose daño.

Tu cuñado se levanta y mira a sus hijos con odio y desprecio, después te mira a ti con repugnancia.

—¡Malditos! —es la única palabra que dedica a sus vástagos, pero cada sílaba nace de su boca con todo el rencor del mundo.

—¡Puta! —te insulta.

No tienes fuerzas ni argumentos para responder nada. Tu cuñado recoge sus ropas y se viste. Sale del casino azotando la puerta y monta en su furgoneta. Tratas de salir cuando escuchas el quejido del motor, pero comprendes que no puedes hacer nada por remediar la situación. Tus sobrinos guardan silencio, quizá conscientes de que acaban de destruir la estabilidad emocional del padre que sacrificó todo por ellos.