Trillizos depravados II, Gigabriel

Gigabriel envidia la relación entre su padre y su tía e interviene. Elena da los primeros pasos en un camino de depravación filial

Mi padre es un maldito hipócrita, mi tía Elena es una zorra y mis hermanos son unos pendejos. Solo así se explica lo que está sucediendo aquí.

Antier llegó la tía Elena al complejo turístico. Jugábamos a las hidrovolandas y, cuando tocó el turno de lanzarla al agua, nos regaló la magnífica panorámica de su cuerpazo semidesnudo. Haciéndome el tonto me puse detrás de ella, fingiendo que quería cargarla. Al abrazarla conseguí poner mi verga bien erecta entre sus apetitosas nalgas. El imbécil de Rockardo interrumpió y trató de cargarla por las pantorrillas, tuve que fingir que me caía para no perder el contacto con su culazo.

Nuestra tía quedó acostada en medio de los dos. Por delante debió notar la polla de Rockardo sobre su coño. Por detrás me encargué de que sintiera la mía, enviándole la pelvis con descaro dos o tres veces. Creo que se asustó porque de inmediato gritó el nombre del juego y volvimos a nuestro plan original de arrojarla al agua.

Y, ya en la piscina, el jodido fracasado que es nuestro padre le estuvo metiendo mano de lo lindo, como si tuviera derecho a hacerlo.

A las once de la noche, creyéndonos dormidos, Pawíd salió de casa y se fue al casino. Enseguida lo alcanzó la tía Elena, llevando uno de esos camisones de dormir que tantas ganas da quitarle. Detrás de ella corrí yo, no era cuestión de perderme la acción.

No me arrepiento. Los estuve viendo por la ventana, desde las once que se juntaron hasta las seis de la mañana; debo reconocer que el pendejo que nos tocó como padre tiene lo suyo, porque le estuvo dando caña a la tía Elena durante toda la noche. Para mí, el verlos fue como contemplar el mejor show porno que cupiera esperar, sobre todo porque los orgasmos no fueron fingidos, las exclamaciones no fueron escritas de antemano y los movimientos y posturas no estuvieron ensayados. Pawíd le dio a la tía Elena con todo; le comió el coño y luego se la folló, la sodomizó, se la folló sobre la mesa de pool, al lado de la mesa, debajo de la mesa, en el sofá, en el suelo y creo que poco faltó para que la colgara del candil también. Ella le comió la verga a él al menos unas tres veces. Desde luego, me estuve pajeando hasta que agoté mi munición.

El morbo es mucho. La tía Elena es hermana gemela de nuestra madre, por tanto es idéntica. Acaba de follar con nuestro padre y me pone el imaginar que puedo superarlo como amante midiéndome con él en el mismo terreno que ha probado. Además, saber que lo logro y que mis imbéciles hermanos no lo saben le añade más picante al asunto.

No necesité mucho tiempo para organizar el plan. Cuando los cuñaditos dejaron de coger me fui a la casa con las primeras luces del amanecer. Me conecté a Internet y entré en el sitio de Love Dolls, que son las mejores muñecas sexuales, tamaño natural, fabricadas en Alemania. Soy miembro del sitio por una puñetera refacción que compré, no por haber adquirido una muñeca entera. Así y todo, tengo acceso a las fotografías que los afortunados poseedores de las muñecas llegan a colgar en sus perfiles. Casi siempre son viejos burgueses, de barrigas cerveceras y brillantes calvas; se nota el contraste entre los cuerpos artificiales perfectos y los albondigones naturales que les meten sus menudencias. Descargué las imágenes más extremas, combinadas con fotos de las fichas técnicas.

Tía Elena y Pawíd volvieron a la casa a eso de las siete de la mañana y se fueron a sus respectivas habitaciones. Antes de que los idiotas que me tocaron por hermanos se levantaran tomé la furgoneta y me fui al pueblo para surtir los pendientes de víveres y materiales. Traía una desvelada impresionante, pero me importó poco comparado con lo que podía ganar.

Tras hacer las compras me dejé caer por la farmacia veterinaria del pueblo, ahí adquirí un frasquito de cierto medicamento que se administra al ganado vacuno para incrementar su deseo sexual; esta idea debo agradecerla a nuestro padre, quien al advertirnos de los peligros de este “malvado mundo” nos previno sobre la existencia de los productos veterinarios y la “gente sin escrúpulos” que puede utilizarlos para quebrantar las barreras de las personas honestas. Pinche puritano, si no lo hubiera visto follar con nuestra tía, quizá pensaría que es impotente.

Volví a casa a eso de las once de la mañana. Pawíd y la tía Elena seguían “fumigados” en sus habitaciones, mis hermanos estaban holgazaneando como siempre y yo acomodé las compras en su lugar. Cuando nuestro tiránico progenitor despertó regañó a Nerdtor y Rockardo por no haber hecho nada y me agradeció mi viaje al pueblo. Lamento que estuviera de excelente humor, pues me hubiera encantado ver volar relámpagos de ira contra mis hermanos.

La noche fue como la anterior, cada quien se retiró a sus habitaciones a eso de las diez y a las once salió Pawíd. Se fue al casino cargando una mochila llena de cosas y una colchoneta; se veía tan ridículo como un muchachito enamorado.

Tía Elena lo alcanzó y estuvo gimiendo y gritando toda la noche. No sé cómo es que mis hermanos no se han dado cuenta. Por mi parte decidí descansar y guardar toda mi artillería para dar el golpe.

Resumiendo, quiero follarme a la tía Elena por una situación de morbo elevado a la quinta potencia. Tómese en cuenta que está buenísima, multiplíquese por el hecho de que es hermana gemela de mi madre y carne de mi carne (¡Y qué carnes, joder!), multiplíquese por la circunstancia de que es amante de mi padre y potencialícese multiplicándolo por la satisfacción de saber que mis pendejos hermanos no se atreverían a actuar como yo y cogérsela. Multipliquemos todo esto por el inconfesable dato de que, por culpa de los temores y pendejadas de mi padre, sigo casto, pues nuca nos ha permitido tener novia. Añádase a todo esto que fornicaré con ella por la fuerza si es necesario y tendremos un resultado morbosísimo en los cálculos calientes que estoy realizando.

A las ocho de la mañana Pawíd, con su tiránico estilo, nos despierta y sirve el desayuno en la cocina. ¿Acaso cree que comprará mi voluntad con este detalle?

La “pastura” es más o menos lo mismo de siempre, hot cakes, tortilla de huevo, jugo de naranja recién exprimido y café. Solo puedo pensar en el delicioso pastel caliente que me devoraré esta misma tarde, en que le daré a la tía Elena mis huevos hasta que se vuelvan tortilla y en que le exprimiré los jugos y estrujaré sus naranjas. Mi verga será para ella algo con mucho más cuerpo y mejor sabor que un puto cafecito; ya puestos a follar, también podría producirle insomnio.

El plan de nuestro padre es que hoy trabajemos media jornada, se supone que a las doce nos vamos al pueblo para tratar algunos asuntos de los permisos en el ayuntamiento y adquirir un generador eléctrico para el área infantil. La tía Elena está “fumigada”, después de dos noches seguidas de intensa pasión (más agotada quedará después de que yo la pase por la piedra también), no irá al pueblo.

Son veinte chalets en total, nos tocan de a cinco para cada quien. Debemos acondicionarlos al detalle, revisar instalaciones hidráulicas y eléctricas, alfombrar, colocar duela, pintar, empapelar, instalar mobiliario fijo y espejos, etcétera. Cinco minutos antes de la hora de partir sumerjo en el retrete de uno de mis chalets una bolsa de nylon llena de papeles para obstruir el drenaje. Llamo a nuestro padre, quien viene corriendo a verme.

—Pawíd, mira —me finjo apenado—, este water está tapado. Sé que puedo arreglarlo, pero necesito tiempo; si pueden esperarme, tal vez no tarde mucho.

Mi padre tira de la cadena y el agua en el inodoro sube de nivel, sin irse por el drenaje.

—¡Me parece raro, yo mismo revisé todo esto cuando llegamos aquí! —menea la cabeza.

—Pawíd, son instalaciones viejas —señalo—. Más vale que nos demos cuenta ahora y no cuando esto esté lleno de gringos.

—Tampoco tu tía Elena vendrá con nosotros, creo que está indispuesta —señala—. Tengo que estar en el ayuntamiento dentro de un rato. Destapa el retrete tú y luego te vas a la casa. Date un baño y acompaña a tu tía Elena, si vas a quedarte, procura que no se sienta sola.

Tengo que morderme los mofletes por dentro para no reír de gusto, lo que mi padre me pide es lo que deseo hacer, aunque no se imagina que a un nivel superior.

—Ve tranquilo, Pawíd, estaré con la tía Elena y la atenderé bien —sonrío casi con descaro—. No tienes idea de cuánto la quiero.

—¡Así me gusta, Gigabriel, que seas un chico bueno y cariñoso!

Pobre pendejo, no sabe cuán cariñoso pretendo ser con la puta de mi tía.

El imbécil padre y sus imbéciles hijos montan en la furgoneta y se largan (ojala se estrellen en el camino), calculo el tiempo del viaje y, cuando considero que ya no regresarán por alguno de sus típicos olvidos, destapo el retrete.

Corro a la casa, me doy una ducha a consciencia, me pongo colonia y me visto con boxer, vaqueros y una camisa de franela. Meto en mi mochila el portátil, el frasquito de gotas y el arma secreta (guinda del pastel de depravación) que me dará la victoria definitiva. Dejo el paquete en la cocina y procuro relajar mi pulso. Ya calmado subo a la habitación de la tía Elena. Se escucha el televisor encendido; llamo a la puerta y ella me autoriza a entrar.

—Hola, tía —saludo—, resulta que me quedé en casa porque tuve que arreglar un imprevisto. Hace un día estupendo y me apetece tirarme al sol un rato. ¿Te apuntas?

—Suena bien —responde ella—. Te acompaño si puedes ofrecerme un cóctel al lado de la piscina. ¿Quizá una sangría?

—¡Eso está hecho, te espero abajo!

Corro a la cocina. Tomo dos vasos de la vitrina. En cada uno pongo hielos, una medida de vodca, zumo de limón, una medida de jarabe natural y en el de la tía Elena una generosa dosis del menjurje “calienta vacas”. Me saco la erecta verga del boxer y con ella revuelvo el cóctel de la tía Elena (morbo, depravación, abuso y maldad… ¿Qué más puedo pedir?) completo los combinados con agua mineral y los “pinto” con un chorrito de tintorro. Decoro con rodajas de limón escarchadas y salgo a la piscina.

La tía Elena me alcanza, se ha cambiado y luce espectacular. Trae un bikini negro de muy escasa tela, lo suficiente como para cubrir solo sus pezones y su coño, aunque se tapa con un pareo, la verdad es que sus formas están bien expuestas. Se acomoda en una tumbona y le entrego su combinado.

—¡Está delicioso! —exclama al probar el cóctel—. ¿Qué diría tu padre si te viera bebiendo?

—Solo es un poco de vodka para refrescar los sentidos —respondo sugerente—. Tardará mucho tiempo en volver, podemos hacer “lo que queramos” sin que se de cuenta. Si tú no dices nada yo tampoco.

Tía Elena se sonroja y agacha la mirada. Cuando se termina su cóctel corro a la cocina para prepararle otro. Esta vez no añado el componente secreto, pero me encargo de removerlo con mi polla; es muy morboso verla beber algo donde he remojado mi virilidad, como preámbulo a lo que nos espera. Tomo mi mochila con las cosas que he preparado y regreso a la piscina.

Tía Elena recibe su cóctel y se aplica bloqueador solar por toda la piel. Sería un sueño que me pidiera ayuda con eso, pero es un tema demasiado trillado y no creo tener tanta suerte; la suerte no es un elemento que aparezca en la Tabla Periódica. Hay que fabricarla, no buscarla.

Mientras bebo despacio hago como si la ignorara, me tiendo un rato en la tumbona a ver las nubes. La excitación mantiene mi verga en ristre. Ella se pone sus gafas de sol, hojea una revista de espectáculos y hace como si no me viera, pero noto sus miradas sobre mí. Es pronto para que el medicamento surta efecto, pero me sé atractivo y he comprobado que es una hembra de apetitos extremos.

Me levanto en medio de nuestras dos tumbonas y me quito la camisa muy despacio. Bostezo un par de veces y estiro los brazos. Con lentitud desabrocho mi cinturón y los vaqueros. Al quitarme los pantalones los dejo tirados de cualquier manera. Mi verga está en plena erección y se nota inconfundible en el apretado boxer. Me estiro y meneo la pelvis adelante y atrás, permitiendo que mi tía vea el lúdico movimiento.

—Me tiro al agua —anuncio—. ¿Me acompañas?

Ella se quita las gafas y clava su mirada en mi entrepierna. La veo dudar unos instantes.

—Mejor no… —responde— bueno, quizá después.

Hago como si no me importara y me lanzo a la piscina. La frescura del agua no hace que amaine mi erección, pero nadar me sirve para que el tiempo pase un poco más rápido.

Una media hora después salgo del agua. La tía Elena sigue con su revista, pero tiene una pierna cruzada sobre la otra, frota sus muslos como si quisiera orinar o follar, sospecho que es lo segundo. El medicamento ya debe haberla influido.

Me seco y me acuesto en mi tumbona. Saco el ordenador de la mochila y lo abro. Lo acomodo sobre mi torso, de manera que ella no pueda ver la pantalla. Busco la carpeta con las imágenes de las Love Dolls y las contemplo un rato. La erección de mi verga en el boxer es muy evidente, si ella alza su vista puede constatarla de perfil. Finjo que estoy atento a las fotos y gimo muy bajo, al mismo tiempo muevo el portátil para que ella tenga una visión lejana de lo que he estado mirando.

Carraspea y se incorpora. Deja escapar un hondo suspiro. Su rostro está enrojecido y bajo el sujetador del bikini se notan sus duros pezones. Recoge sus cosas y camina hacia la casa.

Dejo el portátil a un lado, me levanto para alcanzarla. Llego por su lado izquierdo, desde atrás tomo su brazo derecho y pego mi verga erecta en medio de sus nalgas.

—¿Porqué te vas tan de repente? —pregunto en tono de fingida inocencia.

—Gigabriel, me siento incómoda —suspira sin apartar su cuerpo del mío—. Creo que necesitas espacio para… para tus cosas.

—¿Para qué cosas? —pregunto.

—Oh, ya sabes, para lo que estás viendo. No te estoy juzgando, todo el mundo ve pornografía de vez en cuando. Necesitas estar solo y lo comprendo.

—¡Yo no estoy viendo pornografía! —exclamo.

No le doy tiempo a replicar, la guío hasta mi tumbona y la siento. Le coloco el ordenador sobre los muslos. Con un brazo estrecho su cintura y con la mano del otro voy pasando las imágenes.

—Estas son muñecas sexuales de tamaño natural —digo mientras le muestro las imágenes—. Sus cuerpos son lo más parecido que hay a las mujeres auténticas. Recuerda que estoy estudiando Mecatrónica y estos productos me dan ideas para diseñar ginoides algún día.

—¿Qué significa ginoide? —pregunta ella.

Al quitarse las gafas nuestros ojos se encuentran. Sus pupilas están dilatadas, sus labios entreabiertos, su respiración es entrecortada.

—Los legos llaman “robot” a una máquina de aspecto humanoide, con ciertas funciones equivalentes al pensamiento. Lo correcto es llamar “androide” a la máquina que parece hombre y “ginoide” a la que tiene características femeninas.

—¿Y piensas diseñar estas cosas?

—Le veo posibilidades comerciales —avanzo despacio en las imágenes.

Muestro a las Love Dolls en todas las posturas imaginables, atadas, penetradas por vibradores, folladas por sus obesos propietarios e incluso algunas donde el dueño (imbécil de verdad) pone a sus muñecas en cuatro y las hace montar por perros auténticos. Al final de la exhibición erótica están las fotos de las fichas técnicas.

—Si diseñáramos una ginoide útil, con capacidades de movimiento y respuesta, sería importante tener en cuenta el diseño del esqueleto, la pseudomusculatura, las articulaciones y un sinfín de detalles. Si diseñáramos muñecas sexuales como estas, también convendría vigilar esas cuestiones. En estos momentos las Love Dolls son tan caras como un automóvil; pienso que podrían producirse modelos más económicos y ponerlos al alcance del hombre promedio. Con juguetes como estos disminuiría la cantidad de divorcios, infidelidades, matrimonios mal avenidos, violaciones, transmisión de enfermedades venéreas y embarazos no deseados. Estas muñecas no se embarazan y, si una quedara preñada, seguro pariría un Playmobil.

Reímos por el último comentario. Mi verga debajo del boxer pugna por salir, el contacto con el cuerpo de mi tía me tiene al borde de la lujuria, pero sé que debo ser paciente para obtener los mejores resultados.

Le muestro las imágenes de una disección transversal de la muñeca, otra donde aparece el esqueleto de acero, algunas fotos donde se ilustran los cuidados de almacenamiento e higiene.

—Sería un excelente negocio vender muñecas de estas al precio de un ordenador —retomo el tema—. Pero tengo un problema.

—¿Qué necesitas? —pregunta, como si me ofreciera las llaves del reino.

—Hay un vacío en mis conocimientos. Nuestro padre nos tiene muy reprimidos y yo nunca he podido… hacer el amor con una mujer. Necesito conocer a fondo el cuerpo femenino, a fin de poder diseñarlo. No me bastan las fotografías, es preciso vivir la experiencia.

Sin darle tiempo estiro la mano y saco de mi mochila el “arma secreta”. Se trata de una vagina artificial, fabricada en látex.

—Esta es una refacción de las muñecas —se la entrego. Me calienta mucho ver que mi tía observa con detenimiento un objeto donde miles de veces he metido mi verga—. Para instalarla hay que separar las piernas del juguete y empujar hacia adentro. Después de usarla se retira para su aseo. También existe un modelo de muñeca con vagina fija, viene con un enema para higienizarla. Todas traen vagina, ano y se les puede abrir la boca para el sexo oral.

Tía Elena está roja y respira con agitación. No he comprobado, pero imagino que su coño está hecho Pepsicola.

—¡Hasta tiene labios vaginales y clítoris! —exclama acercando el objeto a su rostro—. No cabe duda, “la diferencia entre un niño y un hombre es el precio de sus juguetes”.

Me decido a cobrar la presa.

—¡Se le aplica una hidrovolanda a tía Elena, por su frasecita ampulosa! —grito entusiasmado.

Sin darle tiempo le retiro el ordenador de sus muslos, me incorporo y tiro de sus muñecas para levantarla. El “plasticoño” cae al suelo; si todo marcha bien no volveré a necesitarlo.

Jalo a mi tía al borde de la piscina, ella se resiste entre risas. La abrazo en un fingido intento por darle impulso a mi forcejeo.  Mi verga erecta se frota sobre su coño cubierto por el pareo y el tanga. Mientras forcejeamos aprovecho para acariciar su espalda y desatar las tiras de su sujetador. La suelto y su prenda superior cae al suelo; durante unos segundos no se da cuenta, yo me maravillo con la visión de sus enormes pechos de amplias aureolas y enhiestos pezones.

—¡No! —grita al descubrir la situación y se cubre las tetazas.

Pongo mis manos en sus hombros y la miro a los ojos. Es el momento.

—Tus tetas están muy bien —susurro—. No deberías tapártelas como si te avergonzaras de ellas.

Deslizo mis manos por sus brazos y los separo de su busto. Los pezones me exigen atención. Tomo una de sus tetas y la sopeso sonriendo; ella no hace nada por evitarlo.

Enseguida masajeo con suavidad sus tetas, mi boca se apodera de uno de sus pezones y succiona con gula. Momentos después paso al otro pezón. Ella tiembla de deseo.

—Gigabriel, espera —suspira en busca de una cordura perdida—. Esto no está bien, yo…

La beso en la boca, en un tanteo de aproximación que enseguida se convierte en un combate “lengua contra lengua”, primero entre sus labios y después entre los míos.

La abrazo por la cintura y, sin separarme de ella, deslizo mis manos bajo su pareo. Desanudo la tira de su tanga y lo dejo caer. Mi verga exige participación y me bajo el boxer. Con una rodilla le separo los muslos y acomodo mi virilidad entre estos. Su sexo está empapado, siento sus flujos chorreando sobre mi verga.

—Esto… esto no es correcto —intenta defenderse—. Soy tu tía y…

Vuelvo a tapar su boca con la mía. Le quito el pareo y me inclino un poco para meter una mano por detrás, entre sus nalgas. Toco mi verga y la empujo hacia arriba, golpeando varias veces su entrada vaginal con el tronco. Con cada golpecito ella lanza un corto gemido dentro de mi boca. Cuando deshacemos el beso atrapa mi verga con una de sus manos.

—De esto, nada a nadie —me dice con voz temblorosa—. ¿Entendido?

Asiento fingiendo una cara de imbécil equiparable a la de mi padre. Si a ella le gustan los tarados, conviene navegar con bandera de pendejo.

Tía Elena me pajea con movimientos lentos, recorre toda la extensión de mi verga como recreándose con los relieves de sus venas. Yo acaricio su coño con una mano y la hago gemir cuando le introduzco un par de dedos en la entrada vaginal. Nos miramos a los ojos, estamos a punto de dar un paso sin retorno. Debo apresurarme, no sea que se arrepienta.

La tomo de la mano y regresamos a la tumbona, su respiración es agitada; seguro que el medicamento ya ha surtido efecto. Mi tía se sienta y me coloca frente a ella, con decisión besa mi glande. La tomo por las orejas y lanzo mi pelvis adelante para introducir parte de mi tronco en su boca. Ella sincroniza los movimientos de su cabeza con los de mi pelvis, concretando la primera follada bucal que he dado en mi vida.

Maldigo y aborrezco a mi padre por haberme prohibido experimentar sensaciones tan maravillosas. Me llena de morbo saber que tengo la verga metida en la boca que él besará esta misma noche.

Mi tía se saca la verga de la boca y la masturba con una mano mientras con la otra sopesa mis testículos. Superado el primer estremecimiento, atrapo sus tetazas y pellizco sus pezones. Ella se da golpecitos en las mejillas con mi verga, la besa desde los cojones, se la introduce en la boca para sacarla haciendo succión. Es una maravilla sentir que la gemela de mi madre está tan dedicada a darme placer.

Considerando que debemos pasar al siguiente nivel, la separo de su juego felatorio y la acuesto en la tumbona. Me fascina saber que la tengo completa para mí solo y que esta noche, cuando mi padre se la folle, llevará en su cuerpo el recuerdo de mi cuerpo. Vuelvo a meterle la verga en la boca, solo unas cuantas penetraciones orales para que no se sienta abandonada. Enseguida me paro a su lado y recorro sus tetas con mi glande.

Juego “esgrima” con sus pezones y golpeo sus deliciosas ubres con mi polla. Momentos después me subo sobre ella para acomodar mi erección en medio de sus senos. Es delicioso sentir cómo su suave y cálida carne envuelve mi rígida herramienta. Meneo el cuerpo sobre ella, a la vez que utilizo sus generosas montañas para darme placer; estos solo son los preliminares, estoy demasiado lejos de correrme y pienso hacerlo dentro de ella, aunque me cueste la vida.

Me levanto y ocupo mi lugar en medio de las piernas de mi tía. Ella las separa para enseñarme sin pudor su sexo depilado. Me agacho entre sus muslos, primero huelo su coño. Me da cierto repeluzno saber que la verga de mi padre ha estado ahí dentro hace pocas horas. Olfateo profundo y, en medio de la fragancia sexual que destila su humedad, noto el fantasma del aroma a jabón de uso íntimo, esto me anima a comérselo.

Le meto dos dedos por el coño e inicio un suave movimiento circular mientras beso la cara interna de sus muslos. Ella gime.

El imbécil de nuestro padre siempre ha llevado recuento y álbumes de todas nuestras actividades; fotos de la primera vez que montamos en bicicleta, de la primera vez que saltamos en paracaídas, de cuando nadamos, de cuando exploramos cavernas. Debería hacerme unas fotos de este momento, la primera vez que me como un coño y la primera vez que follo; en su mundo de perdedor ridículo y cursi eso debe ser un orgullo también.

Lamo despacio los labios vaginales de mi tía, de abajo hacia arriba, con la lengua y barbilla acomodadas en ángulo tal que, después del contacto húmedo, pasa el “barrido” rígido de mi mentón. Repito la operación varias veces, tía Elena suspira cada vez que siente esta caricia.

Después beso con atención cada pliegue de su sexo, para luego rematar en la parte superior, con el erecto clítoris entre mis labios. Ella me ha demostrado que los “chupetones” son deliciosos, le devuelvo el favor ejecutando movimientos de succión sobre su nódulo de placer. Mis dedos en su gruta dejan de girar para presionar hacia arriba, en busca de nuevos puntos sensitivos. Las succiones en el sexo de mi tía le provocan estertores y grititos de gozo, continúo de este modo hasta que la escucho gemir y correrse desesperada.

Mi cara está llena de sus jugos vaginales, mi verga exige ser atendida, mi orgullo por haber provocado un orgasmo en un cuerpo tan monumental como el que se me está ofreciendo no tiene límites.

Le doy a probar los dedos que antes estuvieron en su vagina, ella los lame con placer y se los mete en la boca. Con la mano libre juego con sus tetazas mientras me acomodo de rodillas en medio de sus muslos. Ella abre las piernas al máximo y baja los pies para apoyarlos en el suelo. Me inclino sobre su cuerpo para acomodar mi glande entre sus labios vaginales. Mi tía toma mi verga y se acaricia el clítoris con el tronco. Después ella misma orienta mi virilidad a su gruta.

—Despacio —solicita—. El secreto es empezar con un ritmo lento, para que puedas disfrutarlo más.

Me prende de verdad que ella esté cumpliendo las funciones de maestra, me propongo obtener matrícula de honor en este curso.

Penetro despacio, sin detenerme. Gimo de placer al sentir el calor, las opresiones de sus músculos vaginales y la humedad de su sexo. No paro hasta que mis cojones llegan a su cuerpo y mi glande toca fondo. Mi tía exhala aire y una larga exclamación de placer.

—¡Dentro de ti! —grito—. ¡Estoy dentro de ti! ¿Por qué nadie me dijo que se siente tan bien?

Sin mover la pelvis contrae su cavidad vaginal desde el interior, sabe hacerlo como si se tratara de su boca o de una mano. Su coño me está pidiendo guerra y decido aceptar el desafío.

Me muevo, primero despacio como ella aconsejó. Mis embestidas son profundas e intensas, a cada arremetida mis cojones chocan con su cuerpo, mi glande topa con su matriz y su pelvis queda tan unida a la mía que al penetrarla sus nalgas se separan un poco de la tumbona. A cada arremetida grita en lujuriosas manifestaciones de placer.

Acelero en mis embestidas y los gritos de tía Elena cambian de intensidad, se corre con violencia mientras nuestros cuerpos se estrellan entre sí una y otra vez. Echa la cabeza a un lado para gemir y gritar a gusto. Sus tetazas se bambolean siguiendo el ritmo de mis penetraciones. Los músculos de su interior aprisionan mi verga y la liberan a voluntad, coincidiendo con mis incursiones. Se corre en orgasmos fuertes y encadenados, nuestros sexos están empapados y la lubricación es perfecta.

Le incrusto la verga hasta el fondo y me corro, acompañando su enésimo orgasmo. Es delicioso sentir que mi semen inunda el coño de la gemela de mi madre; demasiado morbo, estoy inseminando un coño idéntico al que me parió. Me estoy corriendo en un sexo que dentro de unas horas albergará la verga de mi padre.

Terminado nuestro primer coito me siento a su lado sobre la tumbona. Ella se apodera de mi verga y con movimientos de su mano no permite que pierda la erección. Aprovecho para magrear sus tetas otro poco.

—Gigabriel, no es correcto lo que acabamos de hacer —sermonea, pero no suelta mi verga—. Eres mi sobrino, además, tu padre…

—¿Mi padre qué? —finjo inocencia.

—Lo he estado haciendo también con él —explica apenada—. No sé lo que me pasa hoy, pero de repente me han dado muchísimas ganas.

—No hacemos mal a nadie —me defiendo—. Que este sea nuestro secreto.

No espero su respuesta. Me lanzo a comerle la boca mientras estrujo sus tetazas con algo de rudeza. Me acomodo sobre mi tía y, aprovechando la lubricación de su coño, vuelvo a penetrarla, esta vez de manera brusca.

Rodea mi cintura con sus piernas mientras grita apasionada. Yo bombeo en su interior, con fuerza y profundidad. Si tengo que convencerla a vergazos de que siga follando conmigo, así será.

Tenemos tiempo, el pendejo cornudo que es mi padre mis tarados hermanos regresarán hasta después de las seis. Mientras, planeo follar con la tía Elena en todas las posiciones, aunque de momento no le pediré el culo, a menos que sea ella quien me lo ofrezca.

Estoy empezando a conocer las reacciones de su cuerpo. Su canal vaginal se contrae en intermitentes opresiones cada vez que mi glande toca el fondo de su coño, de su boca salen gemidos agudos y profundos con cada una de mis embestidas, sus poderosas piernas me aprietan como queriendo meterme en su intimidad por completo. Pronto los gemidos se vuelven alaridos apasionados, incluso sus ojos se humedecen. Su vagina parece convertirse en una ordeñadora de vergas y de su interior salen chorros de líquidos; el orgasmo que le estoy provocando debe ser indescriptible.

—Gigabriel… —dice entre jadeos—. Ahora quiero yo arriba, por favor.

Música para mis oídos.

Le saco mi verga empapada con nuestros fluidos. En esta nueva follada no me he corrido; me complace saber que puedo darle mucha caña.

Me acuesto en la tumbona y ella se sube sobre mi cuerpo. Siento su coño empapado sobre mi abdomen, se agacha para besarme en la boca, sus grandiosas tetas se aplastan sobre mi torso, los pezones erectos me pican la piel.

—Esto no es correcto, eres mi sobrino, casi mi hijo —murmura mi tía con cachondería—. Pero si vamos a coger, hagámoslo bien.

Con estas palabras toma mi verga entre sus manos y la guía a la entrada de su sexo. Se acomoda en posición vertical para empalarse despacio. Me da mucho morbo ver cómo se cuela la luz del sol por entre su cabellera revuelta. Me electriza ver su cara de vicio al sentir que, pulgada a pulgada, mi erección vuelve a invadir su intimidad. Sus ojos están entrecerrados, las pupilas dilatadas, la boca abierta que muestra la punta de su lengua lamiendo su labio superior. Cuando termina de empalarse suspira y me deja escuchar un hondo lamento pasional. Mis cojones están en medio del canal de sus glúteos, ella abre y cierra las nalgas para “pellizcármelos”.

—¡Puta madre, qué rico! —exclamo sin poderme reprimir.

Entiendo que me he equivocado, debí decir “puta tía”.

Ahora será mi tía quien protagonice la jodienda. Me mira a los ojos con expresión predatoria.

—¿Esto querías? —pregunta con un tono irreconocible—. ¿Querías cogerte a tu tía, gemela idéntica de tu madre, que es también amante de tu padre? ¿Querías follarme, cachorrillo salido? ¡Pues te jodes, porque seré yo quien te joda a ti, te montaré hasta que tengan que recogerte en camilla, trillizo cabroncete!

Con este discurso emprende un acelerado galope, concentrada en la carrera por llegar a la meta del placer. Muevo mi pelvis acompasándome a su ritmo trepidatorio, mis manos sostienen sus poderosos muslos a mis costados, sus tetas se bambolean en una dnza hipnótica. Enseguida vuelve a encadenar una serie de orgasmos que la hacen estremecer mientras grita y jadea. Me encanta sentir el calor de su piel, admirar el contraste entre su tez blanca y la mía oscura. Su encharcado coño recibe y expulsa, exprime y estimula a mi verga erecta. Mi tía Elena se corre sin pausas, se ha convertido en una fiera sexual, una bestia depredadora que solo busca devorarme.

En resumen, la gloria.

Cuando ella llega a la cumbre de lo inaudito siento que me recorre una corriente eléctrica. Eyaculo de forma brutal, mi erección, alojada en lo más profundo del cuerpo prohibido de mi tía, expulsa torrentes de semen que chocan con las paredes de su cavidad. Ella, al notar mi corrida, exprime con los músculos interiores, ordeña sin misericordia hasta la última gota, como si quisiera devorarme el alma por el sexo.

En medio de tanto placer me asalta un sentimiento de odio hacia mi maldito padre, lo aborrezco ahora más que nunca. Él podría casarse con la tía Elena, podría tener hijos con ella y disfrutar de su cuerpo por lo que les quede de vida. Yo, en mi papel de sobrino consanguíneo, nunca pasaré de ser un juguete, un entretenimiento genital. A este odio lo acompaña un deseo de venganza, pues el muy jodido perdedor nunca me ha permitido tener novia. Pareciera que deseara reservarse el placer del sexo solo para él.

Tengo que vengarme. No sé cómo ni cuándo, pero estoy seguro de que causaré a mi padre un daño tan grande que no volverá a ser feliz; es lo menos que se merece por cabrón.

Continuará

Comentario del autor

“Trillizos depravados” fue uno de los primeros relatos que publiqué en TR. Presenté la historia completa, abarcando un estimado de noventa minutos. Supongo que el hecho de entregar un documento tan extenso deslució los méritos de la obra, ya que hubo varias quejas por sus dimensiones.

He dividido la historia en cinco capítulos, cada uno de ellos narrado desde el punto de vista de un personaje distinto.

Para mí es un logro crear personajes que muestran emociones tales como rencor, ira o crueldad. Mi condición de Asperger me impide conocer de primera mano estos sentimientos y, en este caso, “navego a ciegas”. Me planteé el reto y este es el resultado.