Trillizas

Hermanas especiales

TRILLIZAS

María Marta, María Laura y María Inés se criaron en una familia de clase media más bien alta. Una casa grande, amorosos padres.  Armonía familiar.

Las trillizas como fueron conocidas de siempre eran algo inquietas, sagaces y muy preguntonas, desde siempre, desde chicas.

Siempre juntas. Eran hermanas de la vida, tal es así que se casaron el mismo año, tuvieron hijos en los mismos meses, vivían a cuadras una de la otra.

Una comunidad. Eso eran. Algo irrompible para siempre. Un lazo invisible las ataba.

María Marta tuvo dos varones seguidos y luego no quiso mas hijos. María Laura dos mujeres y también no quiso procrear más. Y María Inés tuvo un varón y una mujer y paro de quedarse embarazada.

Los hijos de todas fueron creciendo en la misma escuela, en los mismos clubes, más que primos eran hermanos.

Era como si la herencia de ellas se había traspasado a los hijos. No había sido obligado, se había dado de forma natural, no era una imposición de las hermanas, solo se habían criado asi.

Los esposos ese fue otro tema. María Marta enviudó hacia ya algunos años. María Laura se había divorciado casi apenas nacido su segundo hija y María Inés practicaba una especie de amor libre con su pareja.

Ellas eran fuertes en los hijos, en su procreación. Eran sus debilidades. Darían todo por sus hijos y ellos lo sabían.

Los chicos crecieron. Se convirtieron en hermosos varones, en hermosas mujeres. Las madres eran bellas mujeres y estaban en la flor de la edad.

Eran madres amorosas que habían hecho desde siempre felices a sus hijos. Los habían criado de una forma particular. Intima y personal.

Por eso María Marta por las mañanas, generalmente, en los fines de semana, se metía en la ducha, por ejemplo, con Juanito su hijo menor. Se duchaban juntos, acariciándose y lavándose por todos los rincones.

Se tiraban en la cama. María Marta abría las blancas y regordetas nalgas de Juanito. La lengua se metía en el agujerito que empezaba a babear. Y el chico empezaba a lloriquear y a gemir de forma salvaje. Las manos de María Marta, la madre, hundía sus dedos en la almeja caliente y jugosa. El anillo se abre despacio, el estrecho orificio se agranda y el placer de Juanito es infinito.

__¡Ay mamá, mamá, me haces gozar tanto, ay, ay!!!__ gime el chico caliente.

La boca y los dientes, y la lengua se hunden en el preciado anillo.  Los dedos penetran, muerde las carnes, mientras la pija de Juanito está muy dura. Luego la madre ardiendo roza con su lengua el pedazo del hijo.

Lo disfruta, lo lame cual si fuera un caramelo, se revuelcan en la cama y el chico encuentra la cueva de la madre abierta y dispuesta. Con la lengua ahora Juanito escarba, la mujer, la madre, se ahoga en gemidos calientes, volcánicos. No deja de hundir la lengua ancha y carnosa en el ojete dilatado del  hijo que gruñe de placer y lujuria. La mujer viciosa recorre de un lado a otro la carnosidad del joven que aúlla de encanto. La barra de carne es tragada por la mujer, besa las bolas lampiñas.

Vuelve a tragar la pistola y su hijo, en tanto, clava su lengua en la cueva de la madre. Se gozan como desesperados, como salvajes.

__¡Ay mamá, mamá, ay, acabo, si traga mi leche, si ahhh, ahhh!!!__ grita Juanito mientras va llenando la boca encantada de la madre que traga el néctar de su hijo que ya ha probado hace años por vez primera.

En el marco de la puerta y con la poronga como roca, el otro hijo de María Marta se sonríe mientras dice__ ¿Estas desayunando madre?__ la mujer se incorpora un poco y le chorrea líquido por la comisura de los labios rojos infernales, Juanito ha dejado la conchita depilada de la madre y ahora le chupa los senos imponentes, muerde los pezones paraditos y duros, Miky se acerca con la poronga muy alzada, la coloca a la altura de la boca de la madre. Esta le da un besito y luego la mete a la boca, la masajea, mientras el otro hijo le lame los pechos y le besa el cuello. La leona está con sus hijos y eso la hace sentir tan bien, tan viva.

María Marta ha penetrado con sus dedos la cola abierta y dispuesta de Juanito, que gime como una chiquilla. Se restriega en las tetas de la madre. Ricas, poderosas, firmes.

La saliva chorrea por el caño del hijo y cae por sobre las sábanas. Se inflama, mezclando saliva y restos de semen del hermano. Con una mano la madre toca y sopesa las bolas grandes del joven que gime y respira agitado, muy excitado.

Despacio, Miky cae en la cama, se encuentra con Juanito y se besan profundamente, así Juanito soba el caño gordo de Miky, que desesperado busca el agujero de su hermano que tanto conoce, así se acomodan de tal forma que empieza a entrar de forma suave, Juanito se abre para aquel garrote que tanto le gusta, va perforando, abriendo el ojete de una buena vez, Juanito goza, bulle, su propio cipote se vuelve a levantar instintivamente al recibir la morcilla del hermano que ya lo ha clavado del todo.

__¡Ahh putita te gusta mi pija!!!__ gime Miky

__¡Me encanta!!__gime Juanito, mientras el hermano va y viene dentro del ojete. La boca de la madre besa a fondo a Juanito y luego a Miky sin dejar de tocarse, de clavarse los dedos y de arrancarse orgasmos increíbles y sonoros. Miky juega con las tetillas rígidas del chico al cual sodomiza, yendo y viniendo, gozando del túnel. Juanito se retuerce con la vara clavada en su ojete que destila calor y humedad.

Miky apura las embestidas, serrucha, se ahoga en gemidos y empieza a llenar el ojete de su hermano que encantado recibe la leche matutina. El sable empieza a desinflarse. Juanito chorrea leche de hermano, se besan y besan las tetas prominentes de María Marta que también gime y respira muy caliente. Juanito mete sorpresivamente su pija erecta en medio de las piernas de su madre, que lo recibe gustosa, lo deja entrar. El chico mueve sus caderas, entrando y sacando su fierro duro. Besa los labios de Juanito, se mezclan sus lenguas, se chocan.

__¡Amor no acabes dentro, por favor, ahhh!!__ dice gozando como perra la madre

__Te voy a llenar el ojete mama, si, si!!

__¡Oh si cariño hazlo, mételo ahí y lléname con tu lechita!!!__ eso hace el chico muy caliente, busca el orificio de la madre y entra luego de los primeros intentos, siente el anillo apretando su chorizo, se mueve unos instantes y larga sus jugos llenando el túnel despierto y baboso. Los tres amantes se juntan y se acurrucan pegoteados y llenos de líquidos. Así empiezan aquel fin de semana ardiente.

María Laura había sido despertada por sus dos bellas hijas. Estaban radiantes. Con los pechitos al aire, desnudos, y erizados. Bebían del seno materno. Una a cada lado. Una con cada pecho. Adorándolos. Succionándolos. Haciendo que la bella madre excitada gimiera y resoplara como buena putita.

Las chicas eran bellas y hermosas, alegres y muy sensuales, sin inhibiciones. Sin temores para practicar sexo. Su madre las había preparado para ser libres y sin ataduras.

Una de ellas acariciaba el botón regordete de María Laura que bramaba con cada choque eléctrico que recibía de la punta de aquellos sensibles dedos.

La otra le babeaba los pezones y los mordisqueaba hasta llegar a la boca generosa de la madre. Allí se enredaban las ardientes lenguas, chorreando saliva, como chorreaban líquidos y jugos las almejas de las tres mujeres ardientes.

Los dedos de la madre, escarbaban las conchitas dulces y jugosas, frescas. Los gemidos de las tres retumbaban en la habitación infernal.

Una bajo hasta aquel templo delicioso, como era la cuevita depilada y rosada de María Laura. La lengua penetraba, hurgaba en los pliegues seductores. La mujer jadeaba y gruñía salvaje y desquiciada con la lengua de su chica, su hija dentro. La movía y jugaba de maravillas. El deseo arreciaba, era un ciclón arrasando con todo.

María Laura las cogía a ambas con los dedos, clavando hasta lo más profundo los dedos. Luego  a una de ellas la invadió por el orificio pequeño. Lo ensartó hasta el fondo y luego arremetió con otro dedo. La mujercita gemía y tenía un orgasmo tras otro. Vibraba de deseo y sensualidad.

Las tres mujeres se entrelazaban, bocas y bocas, dedos, manos, lenguas, labios.

__¡Ohhh mamá ahí, mete tu lengua ahí, siii!!!

__¡Ay hermanita si cógeme, hazlo, ahh, me encanta!!!

__¡Ohh mis chiquitas…que sabrosas carnes, esos pechitos, esas conchitas, asi, asi, ahhh!!!

__¡Mete esos dedos, ohh, si los quiero, dámelos perra!!!__ eran pedidos, gemidos, satisfacciones. Las tetas se agarraban y se apretujaban. Los pezones eran comidos, chupados, besados.

Ahora la madre chupaba el oscuro ojete de una de ellas. Esta se retorcía como serpiente, jadeando y rogando porque siguiera con su lengua allí. María Laura besaba el anillo de la joven. Lamía y entraba con su endemoniada lengua hasta lo más profundo de aquel arito precioso.

Las hembras bufaban como yeguas alzadas y libres. Las hermosas cabelleras largas se enredaban entre sí. Se colmaban de caricias. Los jugos quedaban en las bocas. Quedaban en los dedos que eran chupados por cada una de ellas.

Amazonas bravas y perdidas en remolinos de sexo y pasión. Se marcaban los cuellos, las tetas, las nalgas, las espaldas. Marcas de pertenencia.

Ahora la madre besaba la almeja de la otra, mientras era a su vez chupada por la otra hija. Esa le metía a la madre la larga lengua en su culito ardido. Sacaba las caderas y movía su trasero desnudo y entregado a las caricias de esa hija. Ella misma hundía su lengua en la abertura de la hija mas rellenita, sin dejar de ser bella. Gritaba esta como loca, siempre le había gustado gritar cada vez que llegaba a su placer, además de largar una especie de jugo espeso y más abundante. La madre lamía todo, se lo comía sin dejar rastros. Como una perra hambrienta. Una bella perra salvaje. Se iluminaba con cada orgasmo. Brillaba como el sol.

Las hijas eran los rayos del magnánimo rey. Eran todo para ella. Disfrutaban esos encuentros como nadie. Eran tres amazonas insaciables. Perdidas en la fuente del amor y el erotismo mas profundo. Cálidas mujeres.

__¡Mamá eres una ricura!!¡¡Sabes tan rico que te comería la almeja todo el día!!

__¡No exageres querida!!

__¡Ohh madre eres tan bella, eres nuestro sol!!

__¡Gracias a ti y las tías nos encantan las mujeres!!

__¡Ay, ay mis bellas chicas…las adoro!!!__ se enroscan en profundos besos. En arrumacos enloquecidos y calientes. Son tres bellezas enigmáticas. Carne y sangre ardiendo y caliente, volcánicos.

María Inés con sus tetazas primorosas esta puesta en cuatro patas con su cola bien empinada. La serruchan, la empalan, su hijo con la vara gruesa que le ha dado la naturaleza, le abre el túnel que chorrea jugos y deseos. Las tetas son apretujadas, de manera ardiente.

En tanto, La hija de belleza atigrada, animal, se coloca un febril y rosado dildo de dimensiones considerables. Lo baña de gel verde y de perfume fuerte y penetrante. Besa la boca carnosa de la madre. Chocan las lenguas febriles.

__¿Quieres a tu hija dentro?__ dice la chica hermosa

__¡Si amorcito, coge a tu puta madre!!¡Ahhhh!!!__ ella entonces se coloca por debajo del vientre de la madre y luego hunde despacio el dildo hasta lo más profundo de la conchita húmeda y caliente.

La doble penetración se consuma. Los vaivenes de los cuerpos se aceleran. Los gemidos de madre e hijos abundan y retumban hasta lo profundo del mediodía.

__¡Gozas putita, gozas con tus hijos cogiéndote!!!

__¡Ohh si amorcito, sigue, sigue!!!__ gritan los tres, distintas palabras, distintos estertores de consumación. Ella tiene orgasmos explosivos. La hija vibra de placer y lujuria. Y el hijo explota en el ojete despiadado y tierno a la vez que le ha ofrecido cien veces la madre.

Ahora los cuerpos respiran casi de forma normal. Buscan aire, mientras se besan, y se acarician las carnes. Piensan en el encuentro que a la tarde tendrán con todas las hermanas y los primos.-