Tribulaciones de un ciudadano normal 4

Mi hermana se mueve por la casa como un alma en pena, al final acaba por hacerme partícipe su secreto.

4.- Emi, mi hermana mayor

Mi hermana había seguido con mucha atención el relato de mi aventura con Toñi y su hermana y cuando acabé de contarlo, estaba como echada hacia delante, las manos entre sus piernas y estas muy apretadas, con un hilo de voz me preguntó si nunca había tenido el deseo o la tentación de saber de ellas,le dije que sí, pero que había pensado que tendrían sus razones para haber desaparecido sin dar ninguna explicación, que yo estaba tranquilo porque no había hecho nada que las pudiera ofender ni las había obligado a nada que no estuvieran dispuestas a llevar a cabo. No creo que la convencieran mis palabras, pero no añadió nada más.

Pasaron unos días en los que apenas salí de la casa, la experiencia con Marta me había afectado bastante y no tenía ninguna gana de encontrarla en la calle. Mi hermana andaba por la casa como ensimismada, más de una vez tuve que repetirle alguna cosa porque parecía no escuchar, también varias veces la sorprendí mirándome, desviando la mirada tan pronto yo la miraba a ella. Llegué a preocuparme, así que le pregunté si estaba bien, me contestaba siempre que sí, y cuando le insistía diciendo que la encontraba rara, me salía con evasivas y no conseguía averiguar nada.

Una calurosa tarde de mediados de julio me hallaba tumbado en mi cama, totalmente desnudo, como solía dormir en verano, habitualmente, y tratando de leer pero sin conseguir concentrarme cuando mi hermana, totalmente desnuda también, irrumpió en mi habitación, me sobresalté tanto que apenas reaccioné y tuve tiempo de cubrirme con las sábanas, así que me cubrí los genitales con las manos y le grité:

  • ¡Emi, por favor, me has asustado! ¿Que pasa, estás bien?

Ella obvió la pregunta y, ante mi asombro, se metió en mi cama.

  • Pero... ¿que haces?

  • Lo que me contaste... tu aventura con Marta y luego el relato con Toñi y su hermana....

  • ¿Qué?

  • Pues que me ha incendiado por dentro, ha provocado un fuego enorme dentro de mí que no puedo controlar.

  • ¿De que narices estás hablando, Emi?

  • Hace más de cinco años que murió Juan, desde entonces no he tenido relación con ningún hombre y pensaba que nunca más sentiría la necesidad de tenerla...

  • Emi, no me gusta nada lo que estás diciendo.

  • ...pero mi cuerpo aún es joven, apenas soy tres años mayor que tú y todo lo que me has contado ha despertado a la mujer que soy. -respondió como si no la hubiese interrumpido

  • ¿Y que tiene que ver eso conmigo?

  • Mucho, porque has sido tu quien ha provocado ese fuego.

  • A ver, Emi, acabas de decirlo, eres joven, muy guapa y no hace falta ser muy sagaz para darse cuenta de que estás muy bu.. ien, puedes tener los hombres que quieras, podrías elegir.

  • Entonces ¿tu piensas que soy deseable, que estoy buena? -me preguntó, acercándose un poco más a mí.

  • Emi, lo que yo piense no tiene importancia, ¡soy tu hermano, por Dios!

  • ¡No! Eres tú el que ha provocado este fuego dentro de mi, dentro de mi vientre, y eres tú el que lo tiene que apagar, no quiero que lo haga nadie más, ningún otro hombre tiene el derecho de hacerlo ni yo quiero que lo tenga.

  • ¡Por favor, Emi, no me hagas esto!

  • ¡No me lo hagas tú a mi! te lo ruego, por favor no lo hagas. Tú eres el bombero que debe apagar ese fuego. -y apartando mis manos que aún tenia cubriendo mi sexo, agregó casi susurrando y con una sonrisa pícara -Y aquí tienes la manguera que tú necesitas y yo deseo.

Tomó mi miembro con suavidad y éste, al primer roce, y a mi pesar, comenzó a declararse apto para el servicio. Emi, al ver la reacción de mi cuerpo, bajó el prepucio dejando al descubierto mi glande hinchado. Sin ningún recato, depositaba pequeños y suaves besos en la punta de mi pene al tiempo que con su mano llevaba a cabo lentos movimientos de masturbación. Yo me encontraba en una situación en la que por una parte deseaba y necesitaba que mi hermana siguiera con lo que estaba haciendo y por otra estaba el hecho de que era mi hermana la que tenía mi polla en su boca. Mi cabeza negaba mientras el resto de mi cuerpo asentía. Emi no parecía plantearse duda alguna y escogió ese momento para pasar una pierna al otro lado de mi cuerpo dejando frente a mi cara su coñito depilado y húmedo, y ya no pude resistir más, casi sin darme cuenta del movimiento, mi boca buscó los labios de su vulva y los acaricié con mi lengua, degustando sus fluidos. Ella reaccionó metiendo mi polla en su boca y mamándola con decisión, yo alcancé su clítoris y le dediqué toda mi amorosa dedicación, lo que hizo que entráramos en un bucle en el que cada reacción apasionada de uno provocaba otra mayor del otro. Yo solo daba descanso a su coño para pronunciar su nombre en un jadeo y otro tanto hacía ella repitiendo mi nombre convertido en un largo "Javijavijavicariño" al tiempo que apretaba su chochito contra mi cara demandando más caricias de mi lengua. De repente sentí un deseo enorme de besar y acariciar su ano con mi lengua y no lo pensé dos veces, intentaba meter mi lengua en aquel estrecho agujerito y mi hermana daba pequeños respingos y aceleraba los movimientos de su felación. Fui alternando mis caricias de su coño a su ano y vuelta al principio, mi hermana detuvo su felación, solo jadeaba y soltando un "¡Javiiiiii! se corrió, yo seguía martirizando su clítoris, presa de un incontrolable frenesí, mi hermana, pasados unos minutos, volvió a hacerse cargo de mi polla cambiando de la mamada profunda a las caricias del glande con su lengua, hasta que viéndome próximo al orgasmo, casi sin respiración, dije "¡Emi,cariño, me corro!" y ella aceleró sus movimientos hasta que consiguió que me corriera y, me avergüenza decirlo, fue una corrida monumental, larga, que ella recibió en su boca sin dejar de mamar, y cuando hube acabado de eyacular y ella había tragado todo mi semen, dedicó unos momentos en dar un repaso a mi glande con su lengua, eliminando cualquier resto de semen que pudiera quedar, hasta dejarlo impoluto.

MI hermana cambio de postura para quedar frente a mí, que desmadejado y avergonzado, casi no me atrevía a mirarla. Ella puso una mano en mi cara, acariciándome, y me dijo:

  • Javi, cariño, lo que ha pasado no es malo, ha pasado y ya está. Somos hermanos, sí, pero también somos un hombre y una mujer jóvenes. ¿Como crees que me sentiría yo ahora si hubiese permanecido en el estado en que estaba? Tu no tienes la culpa de nada, porque no hay culpa. Ha pasado y ya está. Y no te voy a prometer que voy a intentar que no se repita. Lo que hemos hecho ha sido maravilloso para mí, Javi y sé que para ti también ha sido muy especial, pero no ha sido completo, Javi, no lo ha sido y no me voy a conformar. Al menos que tu te niegues a compartir conmigo esta comunión, no me voy a conformar.

  • ¿Como puedo yo negarte nada, Emi? Eres mi hermana, claro que sí, pero precisamente por eso, cuando he visto como disfrutabas, cuando he visto como... -y no me salía decir la palabra.

  • ...me corría, dilo Javí, no te cortes, por favor.

  • Sí, cuando he visto como te corrías, he deseado darte todo lo que pudiera hacerte feliz y, te lo juro, Emi, me he sentido muy feliz y orgulloso de haberte podido dar ese orgasmo, y muy feliz y orgulloso de que tú, mi hermana, me hubieses dado ese maravilloso momento.

  • Pues vivámoslo mientra podamos, que posiblemente no será por mucho tiempo. Por nuestro bien y para evitar que se convierta en algo enfermizo.

  • Estoy de acuerdo, mientras tanto ¿puedo estar estar así un ratito? -dije abrazándola.

Sonriendo, me abrazó también, pegó su cuerpo al mio y me besó con piquitos suaves en la cara y en los labios, yo le correspondía de la misma manera.

  • Dime una cosa, Emi, ¿por qué has dejado que eyaculara en tu boca si te he avisado con tiempo? ¿No te ha dado un poco de asco?

  • Lo que es de la familia se queda en la familia. -respondió con picardía. De cualquier otro hombre posiblemente no lo hubiese permitido, pero ¿de ti? - y me dio un largo y profundo beso.

Empecé a besarla con más pasión al tiempo que acariciaba sus muslos y su culo, luego besé sus pechos y chupé sus duros pezones con verdadera delectación, mis manos se dirigieron a su vagina, húmeda otra vez, e introduje mi dedo corazón al tiempo que mi pulgar acariciaba su clítoris, que estaba muy sensible por la excitación de mi hermana, ella acariciaba mi pene que estaba otra vez endurecido y enhiesto y mis testículos, también muy sensibilizados. Así es tuvimos varios minutos, proporcionándonos placer mutuo a través de nuestras caricias, hasta que posicionándose sobre su espalda y doblando sus rodillas me dijo:

  • Ya estoy lista otra vez, cariño, ven a mí.

Me fui sobre ella y la fui penetrando muy lentamente a fin de darle todo el placer del que fuera capaz. Cuando la penetración fue total y profunda, me miró con total entrega y me preguntó:

  • ¿Eres feliz? ¿Te hago feliz, cariño?

  • ¿Como puedes dudarlo? En este momento soy inmensamente feliz, moriría si lo fuese tan solo un poco más.

Me abrazó con sus piernas y me dijo con arrobo:

  • Soy tuya, lo soy como nunca lo he sido de nadie. De nadie. -repitió mirándome a los ojos. Lo soy sin reservas, quiero darte todo lo que quieras de mí, absolutamente todo, y todo lo que tú quieras darme me hará inmensamente feliz, porque en este preciso instante eres todo lo que deseo, todo lo que más quiero, y quiero poder demostrártelo. No me pidas nada, solo tómalo de mi.

  • Emi, Emi, solo te pido que tú hagas lo mismo.

Y bombeé con mi polla en su coño, primero muy despacio y después, a medida que crecía nuestra excitación y nuestro mutuo deseo, más rápido cada vez. Yo aguantaba todo lo que podía, por nada del mundo me correría antes que ella, quería que el placer que estaba sintiendo y que me transmitía con sus gemidos llegase a la cumbre más alta. Todo el tiempo tuvo los ojos abiertos, mirándome, y se corrió con sus ojos fijos en mí, transmitiéndome todo el infinito amor y placer que sentía, y yo capitulé, me corrí en ella intentando poner en ese orgasmo una mínima parte de lo que mi corazón sentía en ese preciso instante en que mi semen se derramaba dentro de ella. Nuestros cuerpos se retorcían buscando mas proximidad, mayor contacto. Y yo seguía dentro de ella, sus manos en mi culo trataban de hacer la penetración aún más profunda, apenas podía moverme, pero ella lo compensaba levantando su pubis, arqueando la espalda, pegando su pecho a mío. Abrazado estrechamente a ella, la hice girar situándola encima de mí, ese solo gesto y el contacto más firme de nuestros sexos la excitaron tanto que creí que volvería a correrse, no fue así, sin embargo, a partir de ese preciso instante si que empezó a buscarlo, se incorporó, y sentada sobre mis piernas y ensartada en mi polla comenzó un cadencioso movimiento con el que casi la sacaba de su coño y luego se dejaba caer consiguiendo una penetración un poco más profunda, su culo golpeaba mis nalgas, sus pechos se movían con un sugerente arriba y abajo que no pude por menos que admirar, me incorporé un poco hasta alcanzarlos y saboreé sus deliciosos y duros pezones, mis manos acariciaban su culo y lo apretaban, mis dedos buscaron su ano e intentaban introducirse, el aceleramiento de los movimientos de mi hermana, sus gemidos y su respiración entrecortada me hacían saber del placer que estaba sintiendo. Inadvertidamente, sin premeditación por mi parte, separé mis piernas, este movimiento coincidió con con lo que debió ser el choque de su culo con mis nalgas, pero su culo solo encontró el vacío, con lo que la penetración fue aún mas profunda, mi polla se hundió en ella y mi dedo en su culo hasta que la propia arquitectura de la mano impidió hacerlo más, lo que aquello provocó es imposible de describir, mi hermana quedó inmóvil, totalmente ensartada y con la boca abierta en un silencioso grito de placer, se echó sobre mi y como pudo me pedía que me moviera yo, que le diera fuerte,y con un ya conocido para mí "¡Javiiii! se corrió, tuvo un orgasmo muy largo y me pedía que no parase de moverme, que siguiera dándole fuerte; de su boca salían palabras ininteligibles entre gemidos y jadeos, su cuerpo se retorcía de un modo increíble, yo intentaba encontrar una explicación a todo ello, pero mi mi cerebro no se centraba, quién gobernaba mi cuerpo en ese momento era mi polla, que seguía bombeando fuertemente en el coño de Emi, ella seguía corriéndose, sus ojos estaban en blanco, tenia hinchadas las venas del cuello y las sienes, no respiraba, y cuando empezaba a asustarme de verdad, dio un profundo suspiro, llenó de aire sus pulmones y con un gemido, se derrumbó sobre mí escondiendo su cara en mi cuello, sentí sus lagrimas correr hacia mi espalda, la abracé con fuerza y solo supe acariciar y besar su cuello mientras ella, entre sollozos, no paraba de repetir "¡Dios mío, Dios mio! Tardó un buen rato en tranquilizarse, aunque de vez en cuando yo sentía los espasmos de su vagina en mi polla; cuando logró calmarse, y sin levantar su cara, me dijo muy queda "Por favor, saca tu dedo de mi culo, no creo que pueda resistir otro orgasmo como este". Apenas se repuso un poco se puso a la faena de llevarme al orgasmo. Sudábamos. Hacía mucho calor y ambos estábamos empapados, el pelo de mi hermana parecía como recien salido de la ducha, sin embargo, el cuerpo de mi hermana olía al perfume que debió ponerse antes de venir a mi cama, posiblemente el sudor lo estaba haciendo salir de sus poros. Yo la acariciaba con devoción y la observaba, ahora tenía los ojos cerrados, totalmente entregada al disfrute de las sensaciones que el sexo le estaba dando, la expresión de su cara era tan enteramente virginal que apenas pude reprimir las ganas de llorar, hubiesen sido lágrimas de pura alegría, de dicha, porque ahora era consciente de las pocas probabilidades de que una mujer así pudiese haberse cruzado en mi camino, pero ahí estaba, sobre mí, meciendo su cuerpo, conmigo dentro del suyo, concentrada en hacerme partícipe del placer y el éxtasis que ella había sentido hacía tan poco tiempo. Y lo consiguió. Siempre lo conseguía.

Aunque compartimos muchas noches, nunca se mudó a mi habitación ni yo a la suya. Hicimos el amor muchas veces. Ella siempre estaba dispuesta para mí y yo siempre dispuesto para ella. Hicimos el amor en todos los rincones de la casa y en todas las posturas de las que fuimos capaces, y siempre, siempre, se entregaba con la misma pasión y ternura de la primera vez.

Así vivimos casi un mes. A una semana de que finalizara el mes de agosto me dijo que debíamos acabar, que yo me estaba convirtiendo en una obsesión para ella y que tenía mucho miedo de que nos hiciéramos un daño irreparable. La entendí, y se lo dije, y le dije que ese era el momento porque yo, su hermano, me estaba enamorando de ella, mi hermana, le dije que tenía razón, pero que nunca me pidiera que olvidara esos días, porque no podría, porque no quería. Había sido lo más increíble, lo mejor que me había pasado en la vida. Ella me dijo que no lo haría nunca porque esos sentimientos que yo le expresaba eran los mismos que ella sentía y que guardaría para siempre en su corazón.

Lo hicimos una última vez, con el mismo cariño y con la misma pasión de siempre. Y creo que ambos separamos nuestros cuerpos con la misma sensación: la de una profunda pérdida.

Cuando salía de mi habitación, como de pasada me dijo:

  • ¡Ah! se me olvidaba decirte que a Rosa le gustaría hablar contigo.