Tribulaciones de un ciudadano normal 1

Conozco a Marta. Todo parecía funcionar bien, pero en culos cerrados...

Marta y su culo prieto.

Mis padres se fueron del pueblo a principio de los 60. Habían ahorrado algún dinero y vendido unas pequeñas propiedades de tierras, con eso y las habilidades en el campo de la construcción de mi padre migraron a otras tierras, españolas, donde las posibilidades de prosperar eran mucho mejores. Tuvo oportunidades y las aprovechó muy bien. Nunca quisieron vender la casa del pueblo porque pensaban volver siempre que pudieran, sin embargo, tanto mi hermana como yo nacimos lejos del pueblo de mis padres, a pesar de lo cual lo amábamos con toda el alma, mis recuerdos de niñez, mis mejores momentos de adolescencia están ligados a sus calles y sus campos, allí tuve mis primeras ilusiones amorosas y mis primeras desilusiones, pero también mis primeras experiencias.

Mi hermana Emi se había trasladado al pueblo después del fallecimiento de su marido en un accidente de tráfico. La casa era de los dos, pero le cedí mi parte cuando decidió trasladarse.

Estando al tanto de todo lo ocurrido en mi vida últimamente, estuvo muy contenta de tenerme en su casa y, la verdad, se volcó en hacerme la vida lo más agradable posible.

Un día me pidió que saliéramos a tomar unas cañas, y me sorprendió porque no era mucho de eso, pero acepté encantado, el hecho de estar en el pueblo lejos de todos mis problemas ya empezaba a surtir efecto y, aunque no recuperado ni mucho menos, mi ánimo era mucho más positivo. Había quedado con Marta, una amiga suya, o eso creí, a la cual me presentó y que me saludo muy calurosamente, nos dispusieron una mesa bastante recogida, apartada del bullicio del establecimiento, pedimos unas tapas y unas cervezas y nos fuimos metiendo en ambiente. A la hora del café, que acompañábamos con unos chupitos, la conversación ya era muy fluida y habíamos tocado todos los temas, aunque mi hermana, muy sutilmente, había evitado tocar mi actual situación, yo sospechaba que su amiga estaba bastante informada al respecto. En un determinado momento la conversación derivó hacia la práctica de deportes y no sé cómo, de ahí, a los masajes, momento en el que Marta dijo que no era muy de los masajes. No sé si fueron los chupitos, el tono de la conversación o qué, pero el caso es que me oí diciendo "Pues doy yo unos masajes erótico-relajantes que no veas". No sabía yo en el lio que me había metido. Mi hermana me miraba con ojos como platos y Marta con mucha atención.

Seguimos hablando durante bastante tiempo hasta que, aprovechando que mi hermana iba al baño, Marta, muy seria, me preguntó si yo estaría dispuesto a darle un masaje a ella, que últimamente estaba muy tensa y no le vendría nada mal un poco de relajamiento, aunque, aseguró, no tenía demasiada confianza en eso de los masajes relajantes. En ese momento caí en la cuenta de que se había tomado en serio mi comentario.

  • Erótico-relajante - puntualicé

  • Bueno, lo que sea -replico ella. Tú me dices que se necesita y yo lo dispongo todo.

  • Lo más importante son los aceites aromáticos - dije, para salir del paso

  • No, de eso no encuentro aquí de hoy a mañana, así que ¿podemos sustituirlo con otro aceite?

  • Pues... no sé, a lo mejor un aceite del que se usa para los bebés pueda servir, aunque no sea aromático - le dije

  • No hay problema, ¿qué más?

  • Pues un par de toallas grandes, varias pequeñas, de lavabo, quiero decir. Aunque el problema es que se necesitaría una camilla de masajes - dije, cruzando los dedos.

  • ¿Vale una de las que se usan para depilar?

Me sentí muy pillado ¡que sabía yo de cómo era una camilla de esas! Pero me tiré de cabeza.

  • ¿Se puede ajustar la altura?

  • Sí que se puede.

  • Pues ya está.

  • ¿A qué hora vienes a casa? Tiene que ser por la tarde. A las dos y media cierro, y hasta el lunes.

Y encima con imposiciones - pensé

  • Pues a la hora que tu digas - le dije, sin embargo.

A partir de ese momento, yo tenía unas ganas enormes de llegar a casa y ponerme a investigar si existía algo parecido a un masaje erótico-relajante.

Me pasé gran parte de la noche y la mañana siguiente buscando "inspiración" en la web y la encontré en unos vídeos que por lo visto están hechos en la República Checa. Con ese equipaje me presenté en casas de Marta a las cuatro de la tarde, con un calor que para qué.

Me abrió vestida con un bonito albornoz blanco con un logo bordados en azul y oro de una cadena hotelera muy conocida. Me hizo pasar a su habitación, enorme por cierto y, menos mal, con aire acondicionado, donde había dispuesto la camilla y una mesa auxiliar donde lucían velas aromáticas de varios tamaños y un bol con aceite. Tuve la sospecha de que había visitado las mismas webs que yo. Le pregunté si tenía un reproductor de CD, me mostró un equipo en un rincón, le pasé un CD que había grabado con música zen y de relajación.

Una vez creado el ambiente era hora de poner manos a la obra. Le pedí que se tumbara en la camilla, que ya estaba dispuesta con una de las toallas de ducha, boca abajo y con los brazos extendidos horizontalmente al cuerpo, y así lo hizo deshaciéndose del albornoz. Yo mientras ajusté el volumen de la música, corrí un poco los visillos para tamizar la luz y crear un ambiente más relajante y me acerqué hasta ella tratando de no mostrar mi nerviosismo. Enrollé algunas de las toallas pequeñas e hice que apoyara la frente en ellas, usé otra doblada varias veces para ponerla sobre su culo y taparlo mínimamente, era una tontería, pero al menos daría la impresión de no ir a saco.

Marta tenía un bonito cuerpo, estaba más bien llenita, pero conservaba bonitas formas y sus carnes, como pude comprobar enseguida, eran prietas. no había demasiada grasa en aquel cuerpo y yo empecé a temerme que el masaje me iba a parecer muy largo.

Me puse aceite en las manos y comencé con pies y pantorrillas, tratando de hacerlo lo más parecido posible a como lo había visto en los vídeos; fui tan concienzudo que por un momento casi llegué a creer que lo hacía como un profesional. Continué con los muslos, primero uno y después el otro, muy despacio, con parsimonia. De vez en cuando volvía a poner aceite en mis manos para facilitar el masaje sin irritar la piel. Llegó el momento de los glúteos, este iba a ser el momento en que averiguaría cual era el tipo de masaje que realmente buscaba Marta. Subí la toalla unos centímetros y me dediqué de lleno a masajear aquel culo que a cada momento que pasaba más me gustaba.

Después de amasar a discreción aquellos dos cachetes, hice mi primera ofensiva, que consistió en masajear el espacio entre dichos dos cachetes, es decir, su ano. Primero fue un roce como accidental y viendo que no hubo una respuesta agresiva, repetí los accidentes varias veces hasta que noté un sutil pero inequívoco cambio en su respiración. Era el momento de cambiar de tercio y que mi "cliente" fuera cociéndose lentamente. Continué con su espalda masajeando con más fuerza y con los pulgares a lo largo de su columna vertebral, lo hice con insistencia durante unos minutos y fui disminuyendo la fuerza hasta convertirlo casi en una caricia, con todos los dedos, como si tocara el piano. Pasé luego a los hombros y costados, acercándome sin recato a sus pechos, e igual que antes, en un momento determinado en que había subido de nuevo la temperatura de cocción, me dediqué a sus brazos. En honor a la verdad, les dediqué muy poco tiempo.

Levanté la toalla de su trasero y le pedí que se girara, lo hizo, pero con un brazo sobre su cara, como escondiendo el ligero rubor que cubría sus mejillas y que yo adivinaba pero que luego supe que no era por timidez, sino por calentón. Puse la toalla sobre su abdomen y tomando su brazo lo llevé a su costado, luego continué con los masajes en hombros y costados para acabar amasando sus pechos, la única reacción fue el endurecimiento de sus pezones, a los que dediqué unos momentos masajeándolos ente el pulgar y el índice y dando suaves tirones. Tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no arrojarme sobre ellos y chuparlos con deleite, pero quería, y esperaba, que fuera ella la que lo pidiera, así que el masaje continuó sobre su vientre e hice especial hincapié en la zona de sus ovarios, primero apretando con fuerza medida y después algo más suave, pero manteniendo presión a fin de que sintiera el efecto bien dentro. No tardé demasiado en masajear sus ingles presionando con suavidad y lateralmente su pubis, pero sin tocarlos en ese momento. fue en entonces cuando ella, consciente o inconscientemente, separó sus piernas unos centímetros, y yo lo tomé como una invitación, así que empujé levemente ambas piernas a fin de separarlas aún más y ella añadió, generosamente, algunos centímetros más, pasé mis dedos por su rajita y la encontré mojada, muy muy mojada. Por mi parte, la excitación era más que evidente, me había puesto un pantalón corto de deporte para no mancharme con el aceite y mi erección tiraba de tal forma de él que incluso separa la cinturilla de mi cuerpo, sin embargo, ella no parecía haberse dado cuenta del detalle y permanecía con los ojos cerrados, respirando agitadamente mientras yo profundizaba en su vagina.

Habiendo olvidado ya el masaje, separé los labios de su coño y busqué su clítoris, que no fue difícil de hallar, allí estaba ofreciéndose a mi vista y a mi tacto, le di unos suaves toques que subieron la temperatura de Marta unos grados más y colocándome entre sus piernas, besé, succioné y lamí aquel coño que, aunque peludo, me parecía delicioso. mi lengua recorría su coño y buscaba introducirse en sus húmedas profundidades, atacaba aquel botoncito duro y rico y volvía a repetir el ciclo. Los jadeos de Marta habían ido subiendo el volumen y me hacían presagiar que su orgasmo no iba a hacerse esperar mucho, por mi parte, en ayuno desde hacía no sé cuánto tiempo, temía no poder aguantar mucho tiempo.

Marta subía y bajaba sus caderas, cerraba las piernas con espasmos que me aprisionaban la cabeza, la frecuencia de esos espasmos aumentó hasta que se detuvieron en medio de un jadeo que dio en un explosivo orgasmo que, al cerrar sus muslos, casi me trituran el cráneo, fue largo y lo disfruté enormemente, seguí succionando y lamiendo hasta que ella tomó mi cabeza con sus manos y apartándome de su coño me pidió que parara. Cuando remitió su corrida y sin una palabra más, bajó de la camilla, me despojó de la camiseta, me empujo hasta su cama, me arrancó el pantaloncillo y comenzó a mamármela como si la vida le fuera en ello, lo hacía con tal avidez que sospeché que su hambruna de sexo era superior a la mía, temiendo derramarme antes de lo conveniente, haciendo un enorme esfuerzo y pensando un poco, no lo niego, en la integridad de mi polla, la hice apartarse, pero ella se subió a la cama y se tumbó, abrió las piernas y mirándome con fuego en los ojos y voz pastosa, me dijo: ¡Métemela, métemela ya!

No me hice de rogar, así que levanté sus rodillas casi hasta los hombros y de un solo golpe me introduje en ella comenzando un desesperado mete saca. Apenas había empezado y ella ya me abrazaba con sus piernas y se rendía en un nuevo orgasmo; no tardé en seguirla, sentí una descarga eléctrica que recorrió mi columna y explotó en mis testículos provocando un torrente de semen que se derramó en su coño. Al darse cuenta de mi orgasmo, Marta tuvo no una, sino varias réplicas en serie que fueron disminuyendo en intensidad paulatinamente hasta quedar como desmadejada y totalmente lasa, yo, exhausto, extenuado y sin sacarla, me limitaba a hinchar mi polla con las pocas fuerzas que me quedaban, cosa que a ella le provocaba un placer inesperado para mí pero muy satisfactorio al mismo tiempo. Nuestros cuerpos se mantuvieron entrelazados durante mucho tiempo, ni ella ni yo sentíamos el deseo de separarnos, solo sé que, acariciándonos y besándonos, meciéndonos, entrando y saliendo estuvimos hasta quedarnos sin fuerzas. En esas estábamos, cuando a media tarde sonó mi móvil, era mi ex. Desde que nos habíamos separado había cogido la costumbre de llamarme para regodearse con mi mala situación anímica y económica, pero ahora había escogido un mal momento pues yo estaba muy lejos de sentirme abatido, así que le contesté.

  • ¡Hola! - empezó diciéndome - me he enterado de que te has retirado a tu pueblo.

  • Bueno, no es muy exacto, pero sí.

  • ¿Y qué haces, si se puede saber? - preguntó en tono de burla, cosa que no me afectó lo más mínimo, así que le respondí.

  • Pues ya que eres tan amable de preguntar, te lo voy a decir. En este momento me has pillado follando con una amiga, es una pena que no estés aquí, aprenderías un montón, porque tienes que reconocer que en el tema del sexo eres un poco limitada, aburrida diría yo.

Pude darme cuenta por su silencio que esperaba cualquier cosa menos eso. A Marta le pareció que ese era un buen momento para hacerme una felación, para que me relajara, supongo.

Hortensia siguió intentando irritarme, deprimirme o algo, pero yo ya me sentía aburrido de oírla y la corté.

  • Perdona, Hortensia - le dije con toda la mala baba que pude - pero es que mientras hablamos mi amiga me está haciendo una mamada que es una gozada y creo que me voy a correr de un momento a otro.

  • ¡No me llames Hortensia - me gritó enfurecida - ya no me llamo así! Y me colgó

¡Ah, qué momento! Aquel enfurecimiento de mi ex me relajó más de lo que podría hacerlo el previsible orgasmo que me iba a brindar la mamada de Marta.

Aquella noche, después de concedernos un moderado descanso durante el resto de la tarde, fue unan larga sucesión de sexo y breves espacios de sueño. Era muy evidente que, tanto Marta como yo, íbamos con hambre atrasada y una vez satisfecha llegó el hastío. A Marta le gustaba mucho cuando le acariciaba el ano, incluso cuando le introducía un dedo, pero cuando intentamos practicar el sexo anal no hubo modo, su ano se cerraba y por mucho que intentaba estimularlo para que lo relajara, a pesar de su gran insistencia en intentarlo, fue imposible, lo intentamos varias veces sin éxito, así que yo volvía a penetrar su coño, aunque debo reconocer que presa de una gran frustración, la cual, casi de mañana ya, fue convirtiéndose en cabreo porque empecé a darme cuenta de que Marta era una de esas personas que practican el sexo pero no lo comparten, cualquier acto lo hacen sola y exclusivamente para su único placer y si, de paso, su oponente, pues yo me convertí para ella en eso, se corre ella se lo toma como una victoria, así que su miedo a ser penetrada analmente se lo tomó como una ofensa a su amor propio. En algún momento de la noche llegó a pedirme que le pegara, me lo tomé a broma y le di unos cachetes en las nalgas, se puso como una fiera me insultó y me gritaba obscenidades exigiendo que le diera más fuerte, llegando a llamarme "marica de mierda" le pedí que se calmara y con la excusa de ir al baño cogí mi móvil como si mirara la hora y puse en marcha la grabadora de voz. desde mi divorcio de Hortensia y la visita de Herminia, cada vez que aquella me llamaba, la usaba por si se le escapaba algo que me sirviera en su contra o en la de todos los que me habían jodido.

Cuando volví me la encontré sentada en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero, despatarrada y con un vibrador en la mano, nada más verme me gritó:

  • Ahora quiero que me des un masaje en el coño con la lengua y que te metas esto en el culo.

  • ¿Se puede saber que te pasa? Estás fuera de control. ¿Has tomado algo?

  • ¡Eres un mierda que no sabes ni follarle el culo a una mujer!

  • Mira, Marta, te has corrido un montón de veces y te has puesto de los nervios cuando lo hemos intentado analmente, el problema lo tienes tú, no yo. Y no pasa nada, todo lo demás ha sido una gozada, no lo estropees ahora, por favor.

  • ¡Que me folles te digo!

  • Mira, Marta...

  • ¡Ni Marta ni hostias, que me folles!

Cansado ya de tanto capricho y tanto grito le dije en un tono lo más tranquilo y sosegado que pude que primero se lo fuese a lavar, que había tenido mucho trajín y que, quizás, necesitaba que lo refrescaran un poco y renovaran con olores más fresco y nuevos.

Empecé a recoger mi ropa y le dije que creía que habíamos tenido suficiente por esa noche y que me iba a mi casa, pero ella insistió:

  • ¡Si no vienes aquí y me follas, si te vas sin follarme diré por todo el pueblo que eres un puto maricón! ¡Que por eso te dejó tu mujer!

No le contesté ni la miré, acabé de vestirme y me dispuse a salir de la habitación, en la puerta me detuve y, sin volverme, le dije:

-Jódeme y sentirás en carne propia lo que es estar jodido.

Y salí de la casa. En el camino a la casa de mi hemana paré la grabadora y le envié un fragmento de la grabación, sin ningún comentario. Supuse que entendería el mensaje, y si no, peor para ella. Ya nadie, mientras pudiera evitarlo, volvería a joderme y quedar impune.

Llegué a la casa cuando despuntaba el sol. Mi hermana dormía todavía y yo estaba que no me aguantaba, así que me metí en la cama y no me desperté hasta muy cerca de las 3 de la tarde.

Cuando salí de la ducha y me dirigí a la cocina para prepararme algo, mi hermana me espera con cara de gran preocupación.

  • ¿Estás bien?

  • ¿Por qué no habría de estarlo?

  • ¿Todo ha ido bien con Marta?

  • Iba bien hasta que lo ha jodido todo. ¿Sabías tú como iba a terminar la noche?

  • ¡De ninguna manera!

  • Pero tú la conoces, es tu amiga.

  • No es mi amiga, nos conocemos y ya está, pero insistió en que te presentara, que quería conocerte y yo, imbécil de mí, pensé que no te iría mal desfogarte y soltar el mal rollo que tenías encima.

  • Entonces ¿por qué me preguntas si había ido bien?

  • Pues porque esta mañana me he encontrado con Dani, el que vive en esta misma calle, no sé si te acordarás, bueno, el caso es que te ha visto cuando salías de casa de Marta. Dani fue su novio y terminaron muy mal. Me ha dicho que te avisara de que debías de tener cuidado con ella porque tiene no sé qué problemas y que te puede crear muchos a ti. Me ha dado detalles que me han dejado muy preocupada. Yo no sabía nada, desconocía todo eso y siento mucho haberte presentado y animado a relacionarte con ella. ¡Lo siento mucho, Javi!

  • Ni te preocupes, no va a pasar nada, he tomado mis precauciones.

Y le conté todo, detalle por detalle, lo ocurrido durante la noche.

Quedó más tranquila cuando supo que guardaba una grabación muy completa del capítulo final de la historia. Más relajada y con mucha picardía, quiso averiguar detalles de mí mismo.

  • O sea, que te gusta mucho practicar el sexo anal.

  • No especialmente, pero cuando noto que la mujer con la que estoy reacciona a ciertos estímulos positivamente me excita mucho y me gusta proporcionar todo el placer que está en mi mano… y en todo lo demás.

  • ¿Y se puede saber cuándo descubriste esa faceta tuya?

  • Fue al final de mi primer año en la Universidad...

Continuará...