Tres viejos verdes toman café… (i)

Moncho, Troncho y Peloncho, son tres inseparables amigos jubilados que se conocen desde niños y todos los días quedaban a tomar café en el hogar del jubilado de aquella maravillosa localidad en plena Alcarria y hablar como no podía ser de otra manera..., de sexo

Los tres son unos muy…, pero que muy “viejos verdes”…

Con lo del Covid-19 tuvieron que joderse algunos meses…, pero ya han vuelto a juntarse.

Lo han hecho con fuerzas renovadas…

Como el hogar aún no ha abierto, se juntan en una pequeña terraza de la plaza, que de paso les viene muy bien, para poder disfrutar de la carne fresca o menos fresca por los años…, de este recién estrenado verano

Conoceremos las historias de cada uno de ellos en un capítulo dedicado a cada uno de estos amigos “viejos verdes” tan especiales…, así como de paso, compartirán sus pensamientos verdísimos…, además con todos nosotros…, durante sus “verdes” charlas diarias.

Pero antes…, sabrán todos ustedes de que viene eso de “viejo verde”…

Se suele emplear el término viejo verde para referirse a una persona de avanzada edad cuyo comportamiento dista mucho del razonable y aceptable “saber estar” de nuestra sociedad cursi y de doble moral…

Pocos saben que el término…, se debe al rey Enrique IV de Francia que entre sus aficiones en el ocaso de su reinado y de su vida, tenía la “grata costumbre” de irse muy a menudo vestido de verde, pues le gustaba mucho aquel color, a una parte algo escondida de un parque especial…,  que se encontraba en la parisina isla de la Cité, donde se juntaban amables jóvenes mujeres todas las tardes…, y que querían progresar en la corte a través de dejarse magrear sus libidinosos cuerpos por el viejo rey verde…

Eso dice la leyenda poco más o menos según lo recuerdo…

Pero no dejemos este bello país que es España y su inigualable Alcarria.

Por cierto no diremos el pueblo exactamente donde nos encontramos para evitar que puedan algunos curiosos, adivinar de qué mujeres estamos hablando…

Que sepan que hay muchos lectores aventajados y listos por aqui…

Solo decirles que como saben, la zona de la Alcarria es muy famosa por muchas cosas, además de por la miel y el libro de Cela, también por su vino y por su cordero entre otras decenas de cosas…

Comprende la Alcarria, parte de Guadalajara, parte de Cuenca e incluso parte de Madrid…

Gracias al romero, al tomillo, al espliego o la lavanda además de tener la mejor miel del mundo, los caminos están impregnados de olores inigualables…

Por aquellos olorosos rincones de sensual recuerdo, Moncho tuvo muchas de sus primeras experiencias con el sexo femenino.

Historia de Moncho…

Moncho…, viene por Ramón, Ramonchu o Ramoncho…

Moncho es el más cachondo de los tres, y es el que había puesto el mote a los otros dos…

A Peloncho por su escasísima melena desde muy joven…

A Troncho, porque se reía mucho y siempre se “tronchaba” de risa…

Y por no ser menos, el mismo se bautizó hacía muchos años como Moncho…

Todos sus apodos terminaban en “cho” como chocho…

¿Ya van entendiendo ustedes?

Las rimas con chocho, les encantaban a los tres… Se partían el culo, especialmente Troncho.

-       En la lotería sale un ocho y en casa veo un chocho…

-       Si vives en un ocho, tienes más posibilidades de comerte un chocho…

-       Veo el chocho latir y mi polla empieza a gemir…

-       Sentir un chocho andar y mi polla comienza a sudar…

Todo alrededor del “chocho”…

Se pasan las horas con esas tonterías.

Algunas rimas eran malísimas…, pero cuanto más malas más se reían de ellos mismos.

Moncho (Ramón) había sido oficinista toda su vida y por definirlo en una palabra era además de un viejo verde como los otros dos…, era por encima de todo un voyeur de primera…

Independiente de esa afición y devoción, su vida sexual estaba plagada de muchos y enriquecedores momentos…

Se había casado dos veces y tenía una única hija…

Les encantaban las amigas de su hija…, en todos los sentidos…, también en el sexual.

Hubiese querido follarse a más de dos compañeras de la oficina…, especialmente a Penélope.

Penélope marcó parte de su vida de deseo contenido, y hubiese deseado como no, como tantos de nosotros, y en particular este depravado relator, haber sido una eminencia en alguna rama científica o técnica…

Por ejemplo haber descubierto la invisibilidad para haberse podido follar a Penélope sin ser visto…

Por ejemplo nacer con poderes mentales para haber podido “manipular” los deseos de su adorada Penélope y habérsela follado en alguna que otra ocasión especial…

Por ejemplo haber descubierto una pócima del deseo, para haberte tenido a Penélope aquellas noches especiales encima de él…

Por ejemplo disfrutar de ella sin que le reconociese en una fiesta de disfraces, creyendo que era otra persona…

Si hubiese podido cambiar su vida, hubiese deseado permanecer soltero y ser un follador de primera hasta su muerte.

Disfrutaba aún, aunque de vez en cuando de pajas maravillosas rememorando imágenes del pasado…

Se acordaba como hace muchos años había acompañado a Penélope a su casa después de una noche de juerga y como casi se pierde desorientado después de dejarla…, cuando debía haberse puesto el GPS directo al coño de Penélope y haberlo follado durante horas hasta haber quedados ambos rendidos en aquel viejo coche…

Quizás un gesto a tiempo o una mirada especial… la vida está hecha de pequeños detalles…

Gustaba de contar a sus amigos aquellas imágenes sensuales de cientos de mujeres durante todos aquellos años de voyeur…

Recordaba aquel viaje a Sevilla, con su esposa, además de con Penélope y su marido…

Recordaba la rejilla del baño que intercomunicaba ambas habitaciones… (Habré de hablarles visiones deliciosas a través de aquella rejilla)

Recordaba imágenes diversas de su pasado, imágenes de vecinas, cuñadas, profesoras, conocidas, amigas de su hija…

Imágenes grabadas a fuego…,  de partes de pechos, de entrepiernas, de bocas sensuales, de algún pezón casual, de aquellos biquinis antiguos que mojados marcaban los duros pezones del frescor del agua o de una eventual excitación…

Algunas aberturas angulares de aquellas piezas de baño minúsculas que tapaban levemente sus sexos y qué con algunos movimientos podíamos otear una parte importante de su lujurioso sexo, estando tumbadas al sol en el césped de las piscinas…

Aquel bañador blanco mojado de su prima hermana mientras se bañaban en el rio…

Aquellas enormes tetas que comprimían su pecho en el aquel baile pasados de rosca…

Aquella imagen de aquel beso en la boca entre su mujer y Penélope…

Sentarse después de haberse sentado Penélope en la silla que acaba de dejar caliente y “sentir” el calor de su cuerpo…

Recordar aquellas primeras mamadas o folladas… Ojalá hubiese sido alguna de ellas…, Penélope.

Imágenes que todos tenemos en la vida, que nos ayudan a regocijarnos en sensaciones placenteras, acostados, enfermos o aburridos o como en el caso de este trio de viejos verdes a calentar a sus otros dos amigos, contándoles cosas, que exageraban a propósito…

-       ¿Os acordáis chicos de Rafaela, la de Juan?

-       Si, Moncho (decía Troncho)

-       Yo no. (decía Peloncho)

Moncho contaba entonces una anécdota de Rafaela, que conocía de buena tinta…, que una vez fue a una fiesta de amigas en las fiestas del pueblo y medio borracha terminó acostada con su prima la de Madrid. Juan la había pillado comiéndole el coño a su prima y de aquella impresión le había dado un zamacuco…

Los dos amigos boquiabiertos…

-       Cuenta, cuenta Moncho…

Seguía contando Moncho… Al final se fue con su prima y aún siguen juntas en Guadalajara… ¿Lo sabíais?

Pasaba una mujer con su carrillo a comprar…

-       Fijaos que carnes tiene todavía Tomasa…

-       Joder, que gusto poder verla espatarrada y meterle un zambombazo…

-       Si, Moncho (Decían y asentían Trocho y Peloncho…)

Así pasaban el ocaso aquellos tres viejos verdes sin malicia y todavía con el deseo de carne fresca de cualquier edad…

Contaban verdades o fantasías de sus mujeres.

Revelaban secretos más o menos veraces de deseadas carnes, de primas o resobrinas…

Había leído Moncho el relato de José Miguel, el del abuelo Paco…., y desearía vivir en Alcalá de Henares y encontrarse a Fita…, la comepollas viciosa de abuelos…

Se la imaginaba comiéndole la porra y ésta se le removía con un cierto regusto…, mientras pensaba que aún estaba vivo aquel trozo de carne que tan buenos momentos le había hecho pasar en el pasado.

Habría que hacer algún esfuerzo por tener la pollaza babeante de vez en cuando metida en la húmeda cueva caliente, preferiblemente de la vecina cachonda…

Yo creo que una de estas noches voy a intentar hacerme una solemne paja otra vez con Penélope, como aquella que me hice aquella noche en el hotel… (Pensaba Moncho)

Aquella visión a través de la rejilla de aquellas tetas hermosas y aquel coño con su recortado pelo húmedo y viscoso…, recién follado…,  cuando fue a lavárselo después de haber follado como una loca con su marido…

Merecía la pena rememorar aquel coño con una lechecita caliente una noche de estas…

Si me pudiesen dar un deseo antes de  morir…, sería que Penélope me follase… (Pensaba y sonreía, viendo a sus amigos escucharle con los ojos como platos…).

Obviamente este relato ha nacido gracias a ti, querido “Moncho”, y espero que te guste. (PEPOTECR)…