Tres travestis son putas y uno tiene gran éxito...
Tres amigos que desde niños practican sexo entre ellos, y luego se transvisten completamente con unos tacones de la altura del cielo, descubriendo que pasan perfectamente como unas chicas muy bellas y muy sexy, por lo que deciden dedicarse a putas de hombres y mujeres para obtener dinero, siguiendo el ejemplo de su madre. Luego el que relata, cuenta de cómo obtuvo el amor de un magnate al que le gustaban los travestis que lo colmó de atenciones y felicidad y semen.
MI papá murió cuando tenía sólo 7 años, mi mamá tuvo que trabajar muy duro para mantenernos los dos, ya que papá era muy buen amigo de sus amistades y se gastaba casi todo lo que ganaba con ellos, por lo que nunca se preocupó de ahorrar para tener ser dueño de una casa, sólo nos dejó un auto muy bonito y lujoso.
Yo quedaba prácticamente casi todo el día solo, por lo que mi mamá le pidió a una vecina del departamento que arrendábamos que estuviera al cuidado conmigo y vigilara si me sucedía algo, para lo cual le pagaba un poco del dinero que ganaba.
Esta niña era bien joven muy linda y soltera y muy dedicada a los amoríos, además, que no podía trabajar para poder cuidarnos, viviendo con su hermano menor un joven empleado y sus dos hijos gemelos asombrosamente iguales de una edad similar a la mía, de los que me hice bien amigo.
La vigilancia de ella era casi nula para nosotros tres, ya que como era muy pizpireta se dedicaba a sus conquistas y sólo se preocupaba de nosotros al momento de comer.
Así crecí con mucha libertad y tramando diabluras con los gemelos, los que eran muy divertidos y juguetones, yo a mi vez los acompañaba gustoso en sus diabluras y gozaba mucho con ellos.
Es así como una tarde cuando ya teníamos casi 11 años, unos chicos del barrio nos enseñaron a masturbarnos jugando en uno de los sitios vacíos del contorno.
El asunto consistía en quien llegaba mas lejos con el semen y los que perdían tenían que aceptar cualquier cosa que se le ocurriera a los demás como prenda para acepar su derrota.
Nosotros éramos más pequeños de tamaño y fuerza, por lo que desde la primera vez perdimos en el concurso, y como prenda tuvimos que recostarnos en el suelo, bajarnos los pantalones y aceptar que nos metieran el pene en nuestros rectos.
Los ganadores no tenían muy desarrollado el miembro, por lo que no nos dolía nada la penitencia y la pagamos fácilmente, fuimos así tres los chicos que aprendimos a ser usados por el recto sin mas problema que la rabia de haber perdido en el juego.
Pero ahora sabíamos que nosotros teníamos abundante semen, y que la operación de masturbarnos era reemplazable por un recto bien dispuesto, así muy pronto nos hicimos fanáticos entre nosotros de usar y ser usados para esta operación.
Luego cuando fuimos creciendo, con tanta masturbación y enculamiento, nuestras vergas y anos fueron desarrollándose cada vez más, y llegamos a los 13 años con unas vergas de miedo y unos rectos capaces de aceptar nuestros excepcionalmente gordos penes y más con facilidad y gran agrado a la vez.
La realidad es que gozábamos como chanchitos en el barro revolcándonos los tres juntos y haciendo que nuestras actividades sexuales llegaran a ser muy deliciosas Éramos unos expertos en el tema y habíamos aprendido a gozar mucho masturbándonos solos y mutuamente, enculándonos entre nosotros y mamándonos nuestros penes llenos de semen.
Nuestras vidas fueron evolucionando en medio de estas verdaderas orgías y así llegó el instante en que terminado el colegio a los 18 años,
éramos unos expertos gozadores del arte encular y ser enculados y unos perfectos bisexuales, pero aún sólo entre nosotros.
La mamá de los gemelos, tenía amantes por docenas y los chicos sabían bien de su vida disipada, y ahora que su hermano se había ido de la casa, ella había podido trabajar tranquila en su labor de sexo por la que tenía un ingreso bastante bueno, ya que era bien bonita y muy agradable con los clientes.
Mi mamá por su parte, había conseguido un amante muy joven y vigoroso que la mimaba muchísimo y le regalaba abundantes vestidos, calzado, comidas y mucho amor de toda clase, por lo que ella ya no me controlaba y sólo toleraba mi presencia por el cariño que me tenía todavía, sin saber preocuparse nada de mi modo de vivir.
Yo por mi parte, ya pensaba en emigrar de la casa e irme a vivir con mis gemelos amigos, pero me retenía todavía de hacerlo, ya que necesitaba tiempo y dinero propio, y aunque mi madre nada me escatimaba en ese aspecto, quería hacerlo para preparar mi salida y dejarla en libertad de hacer su vida.
Los tres amigos habíamos llegado a ser jóvenes de muy buena estampa, bastante bien parecidos y con buen trato para todos, de modo que gozábamos de muy buena reputación en todo el barrio, que no sabía nada de nuestra amistad tan íntima.
Pensando en el futuro, pensamos que la actividad de la mamá de los gemelos le estaba dando un muy buen pasar al vender su amor entre sus amigos, por lo que a nosotros se nos ocurrió hacer algo similar para
tener buenos ingresos.
Por eso decidimos arrendar una casa no muy cerca y vivir allí los tres, dedicándonos a la profesión más antigua del mundo, la que da muy buen ingreso cuando se aprende a administrar bien el cuerpo.
Esa casa eran prácticamente tres viviendas juntas, con sólo la cocina y los consumos en común, además tenían entradas totalmente independientes para cada dormitorio con su baño y su salita de recibo propia.
Salíamos a conseguir clientes, vestidos como las mas atractivas hembras, papel que podíamos hacer sin problemas, ya que bien vestidos y mejor maquillados parecíamos unas magníficas hembras de la vida fácil.
Así conseguíamos clientes muy buenos, a los que muy pronto les haciamos conocer nuestra sexo y nunca nos rechazaban, además de que éramos muy expertos y competentes en todas las variaciones especiales en las lides del amor, de tal modo que éramos muy aceptados haciendo las maniobras más eficaces para dar una satisfacción completa al más exigente y complicado de nuestros clientes del amor.
Así en poco tiempo logramos no solo pagar el alquiler de la casa, sino que pudimos comprarnos la vivienda y la arreglamos totalmente, para perfeccionar a fondo nuestra actividad.
Empezamos a cobrar cada vez mas caro, ya que la demanda subió en forma estratosférica y empezó una vida muy opulenta para nosotros, en una casa cada vez más elegante y apropiada.
Trabajábamos a razón de un solo cliente seleccionado por cada noche y lo hacíamos 7 veces por semana, pero descansábamos los tres juntos una semana en cada mes, en la cual nos íbamos juntos a los balnearios más lujosos y si nos tincaba elegíamos amantes hombre o mujer sin pago, entre los veraneantes que nos parecían mas atractivos y nos dábamos el gusto de ser nosotros los que elegíamos esta vez.
Así conocimos a grandes magnates de las finanzas y de la política con los cuales tuvimos noches inigualables que nos llenaban el bolsillo y el ego de satisfacción.
Con la experiencia que teníamos, sabíamos muy bien lo que ellos deseaban en sus encuentros amorosos con nosotros y pronto disponíamos de largas listas de estos prohombres y mujeres de nuestra hedonista sociedad y de cuales eran sus manías favoritas, y así les dábamos completa satisfacción a sus deseos más ocultos, lo que nos granjeó largamente su amistad y lealtad mas profunda.
Al hacer el andar, habíamos llegado a ser unos perfectos camaleones, ya que podíamos ser unos jóvenes caballeros impecablemente vestidos y educados o bien parecer unas mujeres sensacionalmente elegantes e impecables socialmente, o también unas putas de alto coturno vestidas para matar sexualmente y expertas sabihondas de todas las artimañas del sexo.
Con el éxito obtenido éramos las personas mas cotizadas por todos, ya que las mujeres caían a nuestros pies seducidas por nuestra elegancia y aspecto caballeroso si participábamos en la reunión vestidos de caballeros y también nos envidiaban cuando lo hacíamos como bellísimas damas de gran alcurnia.
Donde la cosa no funcionaba con las mujeres era cuando nos vestíamos de putas expertas, ya que allí no entraban ellas, sino que éramos sus rivales en las mañas del amor libidinoso.
Todo marchaba sobre ruedas y nuestra casa, estaba ahora en el mejor barrio de la capital, y era una enorme mansión llena de puertas falsas, de mañas, de escondites, de calabozos de amor llenos de cadenas y otros elementos para los sumisos, y de cientos de triquiñuelas para satisfacer al cliente más exigente.
Todos estábamos contentos y ricos, y sin embargo yo secretamente ambicionaba tener un amor verdadero, pero quería que ese amor tan anhelado fuera el de un hombre ideal, un caballero a carta cabal, amoroso, gentil, cariñoso, apuesto y sensual, ya que ahora las mujeres por la rivalidad que me habían demostrado, no me entusiasmaban mucho sexualmente, aunque podía darles todo lo que buscaran sin problemas, pero uno siempre busca lo mas difícil e inalcanzable. Así es la mente humana.
Y me dediqué tenazmente a ello, pero aunque creí obtenerlo varias veces, nunca resultó ser mi Príncipe Azul, ya que no era lo que ambicionaba.
Una tarde en nuestros días de descanso, visitando la Web encontré un aviso en que un señor de la capital buscaba una mujer que lo satisficiera completamente, debía ser preciosa en grado sumo, extremadamente sensual, elegantísima, muy alegre, llena de iniciativas y dispuesta a todos lo artificios en las lides del amor, él se describía a sí mismo como el hombre que yo había estado buscando durante tanto tiempo.
Me inspiré y le mandé un email diciéndole que yo estimaba que cumplía con todas las características que él solicitaba y le pasé mi confidencial Nº celular.
Esa misma tarde, mientras estaba cenado solo, recibí su llamado, me contó que a él le habían engañado muchas veces y que ya desesperaba de encontrar la chica soñada, pero que por el tono de mi email y ahora el de mi voz algo ronca, le parecía que podría resultar algo positivo esta vez, así es que me citaba para esa misma noche y que esperara, porque en 3 horas mas pasaría su chofer a buscarme a la dirección que yo debía indicarle enseguida, a lo que yo le respondí afirmativamente y además le dije que yo me llamaba Ruby, como firmaba en el email.
Me preocupó la premura y el poco tiempo para vestirme, pero decidí que tenía que tomar el riesgo de que fuera un fiasco, pero la curiosidad y el deseo insatisfecho pudieron más, así es que le indiqué mi dirección.
Al saberla me dijo que no había duda que por el barrio yo tenía que ser algo muy diferente de las damas anteriores, me dijo que se llamaba John, y que tenía 43 años.
Me preparé con el máximo esmero, me bañe en sales perfumadas, me depilé el poco vello que tenía, me coloqué un G.string que disimularía totalmente mi sexo real, me maquillé a fondo con sombras y los colores más intensos en rojo y negro, me coloqué mi mejor juego de joyas de oro y platino, compuesto de aros muy largos hasta los erectos pezones de mis prominentes senos, dos anchas pulseras, una ajorca en el tobillo izquierdo y una diadema preciosa con incrustaciones de jade al igual que las demás joyas en juego. ,
Le agregué a mi largo y suave cabello castaño, unas extensiones de pelo igual al mío pero más largo, me hice un moño muy alto con horquillas y alfileres largos y lo adorné con un sensual velo de tul negro con chispitas de oro.
Las medias eran negras muy brillantes de 140 denier con un 40% de Lycra, las que son hechas muy apretadísimas especialmente y terminan en una preciosa banda bordada hasta los muslos.
Las medias se afirmaban además con 6 tirantes c/u, adheridos a una faja de negra de seda y tul que me ceñía apretadamente el cuerpo y que tenía rellenos de textura y peso casi naturales para curvar las caderas y el derrière, además de dos copas abiertas por encima para mostrar los protuberantes senos invisibles que había adherido a mi busto natural.
MI vestido era de tul transparente que mostraba claramente el contorno de mis senos y el de mi ropa interior, el tul estaba decorado por pequeños bordados de oro que orlaban las partes mas destacadas de mi anatomía.
Finalmente me arriesgué a calzar unos preciosos zapatos modelo Oxford, cerrados firmemente sobre el empeine con firmes cordones negros con hilo dorado y con preciosos tacones de acero dorado de una finura increíble de menos de 4 mm en su extremo inferior y de 21 cm., 8 1/4" de altura, o sea el máximo taco existente jamás y que es especialmente hecho sólo para nosotros los mas expertos entre los fetichistas.
Estos zapatos tenían grueso relleno inclinado hacia la punta, bajo la planta para levantar el nacimiento de los dedos y moderar el ángulo de la planta con el suelo y así permitir hacer apenas caminable esos maravillosos zapatos de taco enormemente gigante, sin tener que quebrarse los arcos ó el tobillo en el intento.
Me perfumé con una esencia francesa, la mas cara que tenía y me puse a esperar la llegada del chofer prometido, reflexionando que desde ese instante debía pensar, hablar y actuar como una dama de la más alta sociedad.
En este caso mi nombre tenía que ser algo adecuado a la circunstancia, y pensé que sería bueno llamarme Ruby Atkinsons en adelante.
La limousine llegó exactamente a la hora convenida y cuando llegué a la puerta de mi casa caminado con pasitos cortísimos para alcanzar a equilibrarme tambaleando sobre mis gigantescos tacones de estilete, el apuesto chofer me ofreció el brazo para apoyarme y me abrió a puerta del auto, no sin dar antes una ojeada muy aprobadora a mi precioso aspecto.
Sin decir una palabra comenzó a desplazarse por el tránsito nocturno y emprendimos un no muy corto viaje de unos 30 minutos.
Al llegar quedé embobada, estabamos ante un castillo el medio de un campo, una enorme mansión de estilo californiano francés, con grandes pilares y arcadas, bellísima en su estilo y digna de un príncipe muy rico.
Él sin duda me estaba esperando cerca de la puerta principal, ya que ésta se abrió muy pronto y en lo alto de la escalinata apareció una figura muy alta y esbelta, vestido muy elegantemente con traje de etiqueta, con su negro smoking impecable, su apuesta cara era claramente distinguible a la luz de la portada.
Su faz muy varonil estaba sonriente, invitándome a bajar de su obscuro largo y elegante limousine. El chofer saltó de su asiento y presuroso corrió a abrirme la puerta, haciéndome una reverencia versallesca.
Cuando saqué mis preciosas piernas enfundadas en mis brillantes medias negras y calzada con esos maravillosos tacones altísimos, él se dio inmediata cuenta de la dificultad que tendría en subir sola y bajó presuroso a recibirme ofreciéndome su firme brazo.
En su cara se veía que aprobaba con entusiasmo mi atuendo tan elegante y tan sexy a la vez, y casi abrazada, ayudada por él subimos la escalinata con la precaución del caso.
Me preguntó ahora mi nombre completo, a lo que le respondí que era Ruby Atkinsons, él me dijo que se llamaba John D. Watkins, así que en adelante seríamos solo Ruby y John, como viejos amigos.
La casa era una mansión de maravillas, la escala al 2º piso era una escalera anchísima de mármol de Carrara y las balaustras hacían juego con ella. En el 1º piso el pavimento era de mármol legítimo y estaba lleno de preciosas estatuas de mármol de estilo renacimiento francés y de las artesonadas paredes colgaban cuadros de pintores famosos.
Unas majestuosas arcadas, separaban el recibo, de la biblioteca, del comedor y de la sala de estar con la majestuosa chimenea de mármol, las lamparas de lágrimas eran una joyas deslumbrantes y en fin todo lo que se veía daba la sensación de la mayor riqueza y boato.
Me invitó a pasar de inmediato a la sala de estar, donde había una serie de divanes, sofás, sillones y sillas de antiguo estilo europeo, que rodeaban la chimenea y más cuadros preciosos en las paredes, adornadas de colgajos de paño de seda y de artesonados al estilo francés.
Llegamos prácticamente abrazados y yo reclinada sobre su ancho pecho, hasta uno de los divanes de seda roja y allí nos sentamos mirándonos con atención. Cómo puedes ser tan loquita amor mío, me dijo, si casi te has caído por tratar de caminar con esos maravillosos tacones de vértigo tan sensuales y tan finísimos en la punta, como jamás había visto antes.
Te admiro muchísimo por ello y me maravilla y me encanta que los uses así de altísimos y tan ultra finos, pero no te vas a mover en adelante sin mi ayuda, ya que exigen que te balancees con mucho cuidado y corres sin duda un buen riesgo de caer y quebrarte ó luxarte uno de tus maravillosos y esbeltos tobillos.
Sonriendo le respondí que le agradecía profundamente su cuidado pero que estaba acostumbrada a caminar con tacones de 7" y aun de 7 ½", pero que jamás lo había hecho antes con unos de 8 1/4" tan delgados como éstos, los que acababa de recibir de Europa, Alemania, por encomienda aérea.
Le reconocí que agregaban bastante dificultad al caminar, pero que valían la pena, ya que los encontraba la última palabra de sexy y me complacía mucho el poder estrenarlos allí en esta ocasión, pensando que muy pronto sería capaz de dominar bien su uso usándolos muy seguido.
Pero dejemos de hablar de este detalle, le dije, y pensemos en como nos hemos conocido en forma tan especial, y cuan acertado ha sido el encontrarnos ahora, porque a mí, le dije, me has caído muy bien, me ha maravillado tu casa y tu persona, y encuentro que la decisión de vernos ha sido muy acertada y estoy muy contenta por ello.
Su varonil cara se llenó de una preciosa sonrisa y me dijo que concordaba perfectamente conmigo y que yo le parecía que sería una muy buena amiga y amante en el más corto plazo, y aún ahora en este instante sentía que bebía los vientos por mí.
Buen, dijo enseguida, celebremos entonces este encuentro tan afortunado y bebamos la copa de la amistad, a continuación se levantó y fue bar de donde sacó unas copas y una botella de finísimo cognac francés, y sirviendo ambas me pasó una, y bebimos varias veces a la salud de nuestro tan venturoso encuentro.
Me invitó enseguida a pasar al comedor, y ya decidido, me abrazó fuertemente y casi me llevó en vilo hasta la silla donde cenaríamos, mientras yo trataba de no hacerle sentir que vacilaba sobre mis altísimos tacones de estilete.
Comimos una frugal cena, servida por un silencioso, discreto y elegante mayordomo de aspecto ingles, el que luego de la cena retiró los platos y solicitó discretamente el poder retirarse, ya que era su noche de salida y tenía un compromiso dentro de una hora.
John le dio la venia sin mas trámite, y así nos quedamos totalmente solos en el castillo del Príncipe de mis sueños, pensando en cómo se desarrollarían mis sueños mas preciados, ya que el chofer vivía en las cercanías con su familia y las dos mucamas eran part-time del pueblo.
Ambos nos levantamos de la mesa, muy pronto y él me tomó amorosamente por atrás de la cintura para pasar a la biblioteca, al llegar allí, me depositó sobre un precioso sofá de cuero, sin que hubiese dado un solo paso sin su viril apoyo, mientras yo me recostaba en su firme pecho, ya que me pasaba ampliamente en altura a pesar de lo desmesurado de mis tacones.
Después de dejarme allí, fue a la licorera y trajo servidas, un par de copas de un exquisito néctar que era tan poderoso que sentí que mis piernas me temblaban después de un corto tiempo de ingerirlo.
Se sentó a mi lado y después de tomarnos los tragos, comenzó una sesión de escarceos amorosos interminables y nos dimos unos besos que enervaron al máximo nuestros deseos sexuales, por lo que enseguida me llevó en andas presuroso y subió conmigo en brazos por la escalera del recibo a sus aposentos del 2º piso, fuimos por la galería de mármol que rodeaba el majestuoso recibo y abrió con el pie la pesada puerta de nogal de un maravilloso dormitorio, la cual estaba entreabierta, y me depositó amorosamente de espaldas sobre el anchísimo lecho con dosel y cortinas de tul, que existía al fondo.
Yo ya estaba ansiosa y excitada al máximo, por lo que sin darle mas tiempo, lo tomé por las solapas y lo puse encima mío, mientras le daba apasionados besos y le susurraba al oído. Por fin amor mío. Tómame ahora. No vaciles más. Quiero ser tuya Príncipe de mis sueños. Estoy loca por sentirte dentro de mí. Tuya, tuya, tuya. Ay, ay, ay. Ya no puedo esperar más.
Pero él, me detuvo, se deshizo suavemente de mis brazos, se puso en pie al lado mío y me dijo con voz susurrante. Sí, mi amor. Yo también te amo con locura y quiero hacerte mía. Pero no nos apresuremos tanto.
Este momento tan precioso no se volverá a repetir muy fácil. Esperemos un instante y disfrutemos de los preámbulos del juego del amor, antes de que se acallen las volcánicas pasiones que nos arrasan. Y dicho esto, se fue a la sala de baño, para despojarse de su ropa.
Yo sentí como si el volcán de mi pasión se fuera apagando y que tenía que moderarme en mis deseos si quería seguir disfrutando a concho los casi incontenibles deseos de ser amada por ese hombre maravilloso.
Me saqué el vestido de tul, y quedé sólo con la faja, las medias y mis audaces zapatitos de esbelto y altísimo tacón. Luego me deslicé por el lecho, hasta quedar acostada en el lugar adecuado y pensando en la gloria que estaba viviendo, esperé con ansias la reaparición de mi amante.
No tardó casi nada, ya que pronto vi aparecer por la puerta donde había salido, la alta y viril figura de mi amado. Venía envuelto en una lujosa bata, y calzando zapatillas de ante, al juego. Se deslizó majestuoso por la mullida alfombra del dormitorio, y.
Había valido la pena esperar, ya que al llegar al costado del lecho, se despojó de la bata y vi su macizo cuerpo de Adonis lleno de poderosos y prominentes músculos que sobresalían potentes de su pecho, sus abultadas piernas y brazos, y el descomunal y grueso pene, que junto a sus testículos, amenazaban con darme, una nunca antes tenida y fabulosa sesión de amor.
Se apresuró a acercarse al lecho donde lo esperaba yo, se recostó a mi lado, y me dijo. Espero que no te hayas disgustado mucho mi amor, pero odio hacer el amor semi vestido y me cuesta mucho tener la mente dedicada a ello si no estoy totalmente desnudo, compréndeme por favor tesoro mío ya que quiero que esta sea la mejor noche de nuestras vidas, por eso te pido perdón mil veces. Perdón mil veces amor.
Yo le respondí. No seas tan cortés amoroso mío, te comprendo mucho y creo que tienes toda la razón del mundo si eso te sucede, no creas que ello me ha afectado, pero creo que antes también, tenemos que aclarar otro problema que podría echar a perder nuestro precioso encuentro de hoy, te tengo que confesar que bajo mi faja por el frente, no hay un tibio y húmedo sitio ansioso de ti, sino que ése sitio está por detrás de mi esperando ansioso tu amor de recio varón.
Él dejó escapar una breve carcajada y me dijo que ya lo había adivinado hacía largo rato, que no me preocupara por eso, ya que yo parecía sin duda una hembra de verdad, la más maravillosa hembra que había tenido en sus brazos en toda su vida, y que su sospecha inicial se había convertido en certeza, sólo al ver mi calzado, ya que sabía que por mucho que una mujer estuviera enamorada, jamás se habría atrevido a asistir a una cita de amor calzada con esos tacones, verdaderas altísimas agujas de vértigo.
El no había tenido ninguna duda de que solo un loco obsesionadamente fetichista era lo suficientemente audaz para ser capaz de tratar de caminar con esos tacos totalmente imposibles, ya que una fémina por caliente que estuviera no habría sido capaz de caminar un solo instante con ellos.
Me dijo además que su más preciada ensoñación erótica había sido siempre el tener sexo con una hembra como, yo que fuera super sensual y vestida así con esos tacones del cielo, pero que además tuviera un pene grande y poderoso para pode jugar ambos al amor en forma fabulosa.
No supe que decir y me quedé callada con mi corazón palpitando aún por el temor que había tenido, a que mi confesión lo hubiera desilusionado.
Pero él tomó la iniciativa de inmediato y empezó a besarme de nuevo con enorme pasión, y ahora su mano se introdujo bajo el frontis de mi faja, y retiró presuroso el G-string que había ocultado mi secreto, dejando libre y a la vista, mi ahora ya, gordo y enhiesto pene lleno de deseos de amar y ser amado.
Sin vacilar ni decir palabra alguna, lo tomó con firmeza entre sus manos y lo comenzó a bombear de arriba abajo, causando en mi una delicia inenarrable que casi me hizo acabar en ese mismo instante, pero John sabía demasiado y lo dejó antes de que me sucediera.
Después bajó su cabeza y lo engulló sin mas trámites, lo que de nuevo me llevó al borde de la eyaculación, pero el muy tuno sabía demasiado bien lo que estaba haciendo y así, apenas sintió que me empezaba a venir el semen dejó de mamarlo, y.
Tomándome por la cintura, me abrió las piernas y me puso un par de gruesos y mullidos almohadones bajo las nalgas, para después, aplastando sobre mi vientre, mi pene con su vientre, me entró suavemente por mi hoyito del amor con su gigantesco pene, abríéndose paso por mi ansioso recto hasta el fondo.
Yo sentía que estaba en el quinto cielo, sintiéndome por fin llena de la amorosa, poderosa, y enhiesta carne de su maravilloso pene y junto con ello, sentía también que mi propio y muy erecto pene estaba siendo dura y fuertemente frotado entre nuestros propios vientres, lubricado por la saliva de John.
El vaivén de nuestros cuerpos hizo que nuestros penes mutuamente se endurecieran más y más aún, y de pronto, sentí la violenta palpitación del pene de John que comenzaba a lanzar sus chorros del perlado y tibio semen dentro de mi ansioso y lubricado recto, en el mismo instante en que mi propio pene llegaba a la culminación de su clímax y rivalizaba con el de John en regar con mi semen los vientres de ambos.
Era tanto el goce que me producía la invasión de mi recto por el magnífico pene de John, y a su vez lo que yo gozaba, al sentir que mi pene llegaba a la culminación con la frotación entre nosotros, que no alcancé a darme cuenta que entre los espasmos del placer, había enderezado las piernas y mis afiladísimos tacones se habían enterrado totalmente todos sus 21 cm. en la sábana de abajo, rasgándola totalmente.
Yo estaba terriblemente avergonzada por lo sucedido, ya que aunque había dañado la sábana involuntariamente, la realidad era que la preciosa y cara prenda estaba dañada irreversiblemente.
Pero John no le dio importancia alguna al asunto y empezó de nuevo con sus caricias, las que muy pronto fueron correspondidas por mí.
Antes de 5 minutos nos encontrábamos totalmente repuestos y ambos estábamos ansiosos de nuevo por continuar con nuestra sesión amorosa.
Así fue como enseguida repetimos una y otra vez nuestras actuaciones,
pero esta vez con las variaciones más diversas.
En una de ellas hizo que me pusiera en 4 pies sobre el alfombrado suelo del dormitorio, levantando mi cola lo más alto posible, y él arrodillado me entró por atrás por el recto, y empezó de nuevo el entra y saca de su poderosa verga, bombeando a la vez mi pene con su mano derecha.
Otra vez hicimos el popular 69, pero lo hicimos sobre la alfombra del dormitorio, a la vez que teníamos metidos sendos consoladores gigantes en nuestros rectos.
Y así toda clase de variantes, con las cuales pudimos llegar a por lo menos 10 climax seguidos c/u. a lo largo de la noche, gozando a concho con nuestros penes y rectos, hasta que nos quedamos dormidos y exhaustos.
Al amanecer John tomó el teléfono y ordenó a su piloto personal que nos llevara a la otra costa del país para seguir con la juerga, el chofer llegó a las 11 AM a la puerta con su limousine, y después de vestidos y desayunados nos llevó al aeropuerto, donde nos esperaba su avión personal.
Yo no había alcanzado a cambiarme, así es que a nuestra llegada, al bajar de la limousine, casi me caigo, por lo cual John me volvió a tomar en sus brazos, y ante la atónita y envidiosa mirada de los presentes, me puso en un comodísimo sillón de la suntuosa cabina con cabida para 12 personas, donde me dejó con un amoroso beso.
El bimotor jet para ejecutivos se elevó enseguida raudamente y se dirigió al destino que había indicado John, destino al cual llegaríamos esa noche.
A la hora de almorzar, John sacó unas bandejas que estaban listas en una alacena de la cabina y nos servimos un apetitoso almuerzo, que nos dio mucho sueño ya que fue abundantemente regado con un vino exquisito.
Antes de dormitar la siesta a que nos llamaba el trasnoche anterior, nos masturbamos mutuamente con la boca haciendo un 69, y luego él me enculó con su poderosa arma del amor, para terminar acabando ambos en un memorable clímax a 20.000 pies de altura.
Al despertar, alrededor de las 6 PM, nos encontrábamos ya repuestos y sin mas sueño, por lo que seguimos con nuestra sesión de amor delicioso en la cabina del avión, y así seguimos nuestro viaje de bodas, ya que así lo quiso llamar él, el que continuó largamente, primero en unas islas paradisíacas del Pacífico, con playas soñadas, y luego en un crucero de 15 días por el mismo mar el que nos trajo de vuelta a casa, vía Hawaii.
Pero todo esto es motivo para otro relato, mas adelante.